"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 30 de diciembre de 2020

La magia de la navidad, por Luisa Fernanda Mesa

Esta es una reflexión que nos leyó hace varios años mi amiga, Luisa Fernanda Mesa, médica, escritora y fotógrafa. 

Por mucho tiempo le pedí que me compartiera el texto y ella hizo algo mejor:  Me lo envió como tarjeta de navidad. 

Creo que este texto descubre realmente cuál es la magia que para muchos trae la navidad. 

Así que, con el premiso de su autora, lo comparto en este blog. 


Si deseas leer el texto completo, lo trascribo a continuación.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Feliz cumpleaños, genio de Bonn

Quienes me conocen saben de mi gusto por la música de Beethoven y la admiración que siento por ese hombre excepcional. 

Ludwig Van Beethoven nació hace 250 años, el 16 de diciembre de 1770.   

Infortunadamente, esta celebración pasó casi desapercibida. 

Esta semana quiero compartirles un video que me envió un profesor en el que se resalta la vida de este impresionante artista. 


¡Feliz cumpleaños Ludwig!


Además les comparto un análisis que hace Jaime Altozano sobre la melodía del ultimo movimiento de la 9a sinfonía del genio de Bonn



Lea también:


miércoles, 16 de diciembre de 2020

Noches blancas (Cuento de Navidad)

La Navidad y el Año Nuevo son fechas para pasarlas en familia. A unos pocos elegidos, la vida nos da otras familias con las que hay que compartir esas fechas. Por veintitrés largos años tuve que pasar el 31 de diciembre trabajando, ya fuera en un Servicio de Urgencias o en una Unidad de Cuidados Intensivos. 


No me arrepiento de ello. Viví experiencias a las que no todos tienen acceso. Viví alegrías y tristezas por igual, acompañado de personas maravillosas que se convirtieron momentáneamente en mi familia, mientras mi verdadera familia celebraba en casa.

El cuento que les comparto a continuación, lo escribí hace unos cinco años; fue en la primera navidad que pude pasar  con mi esposa y mis hijos desde que elegí ser médico. 

Hasta ahora no había sido publicado, pero decidí darlo a conocer por una razón: el 2020 ha sido un año duro para todos, pero en especial para los héroes de los que trata este relato.  

Este es mi homenaje de admiración y gratitud a aquellas personas que hacen posible que la navidad exista. 


 

NOCHES BLANCAS

 

Cada vez que se abría la puerta de dos alas, el calor del recinto se escapaba y era ocupado por el frío de diciembre.

 Adentro un grupo de personas con pijamas azules y batas blancas corría de un lado para otro pareciendo desconocer que afuera en la mayoría de los hogares la gente se reunía a celebrar un nacimiento que había ocurrido hacía más de dos mil años.

 —Traigan la gubia... y el cortafrío… —dijo el doctor Finisterra mientras trataba de calmar a un paciente que se había hecho una fea herida en el dedo cuando su argolla de matrimonio se le había enredado al bajarse del bus.

—¿Me va a tener que cortar el dedo?

—Claro que no, pero si tendremos que dañar su anillo.

—Haga lo que sea necesario, pero si puede, trate de no dañarlo… Le prometí a Laura que nunca me lo quitaría… Es nuestra primera navidad juntos… Nos casamos hace tres meses…

—Tranquilo, trataremos de no dañar su anillo, pero no podemos prometerle nada. Laura entenderá…

 

No era la primera vez que Santiago Finisterra atendía casos como ese. Sin embargo, la noche de navidad era uno de aquellos días en que las cosas parecían complicarse. Había otras noches difíciles: el día de los enamorados, la noche de día de las madres y por supuesto el fin de año.

 Por extraño que pareciera aquel hombre no había pasado una navidad o un año nuevo con su familia en los últimos veinticinco años. Siempre había tenido que trabajar en esas noches.

 

Unos minutos más tarde estaba poniendo un yeso a un anciano que había caído por las escalas.

 —¿Podré estar a las doce con mi familia?

—Claro. Solo deje que le termine de poner este yeso. Esperaremos unos veinte minutos y cuando esté seco le formularé un analgésico y podrá irse a su casa, con su familia.

—Eso sí, doctor… Mi esposa preparó un pernil y todos mis hijos y nietos están en la casa esperándome para poder compartir la cena. Y usted, ¿tiene que trabajar toda la noche?

—Toooda la noche— sonrió con amargura el doctor Santiago pensando en que aún le quedaban más de diez horas de trabajo.

 Una de las enfermeras pasó por su lado y le susurró…

 —Doctor, en el cafetín le dejé un pedazo de natilla y buñuelos que hizo mi mamá. Le envió un poco como agradecimiento por el tratamiento que usted le hizo para la llaga de la pierna. Ella lo aprecia mucho.

—Gracias, Mary Luz, dile a doña Josefina que muchas gracias.

Feliz navidad, doctor…

—Feliz navidad Mary Luz, que termines de tener un turno calmado…

—Ojalá que si, doctor. Afortunadamente estoy en hospitalización, y los pacientes están tranquilos… porque lo que es aquí en urgencias…


 Las palabras de Mary Luz fueron interrumpidas por un golpe en la puerta de dos alas. Un tumulto de gente entraba cargando a un joven que tenía la cara y el tórax ensangrentado.

 —¡Sálvenlo, sálvenlo…! ¡Lo apuñalaron...! ¡Sálvenlo… No lo dejen morir…!

 

Los primeros en llegar fueron la enfermera Marta y el doctor Carlos. Rápidamente bajaron de la camilla a otro paciente que tenía un dolor abdominal y lo sentaron en una silla mientras acostaban al herido sobre las sábanas sin cambiar.

 —Aun tiene pulso. Pónganle un suero… ¡Rápido!

—Ya le estoy canalizando la vena —dijo Mariela, una de las enfermeras con más experiencia

—¿Que tenemos? — preguntó Santiago que había dejado al anciano con el yeso secando—

—Parece que tiene una herida en cuello y otra en el tórax anterior.

—Necesitamos una muestra de sangre… — dijo Santiago fingiendo aplomo— pásale 500 cc de solución salina y avisa a cirugía que tenemos un paciente que va para allá.

—Avisen también al banco de sangre — ordenó el doctor Carlos.

 

El paciente se agitaba como loco en la camilla como si no pudiera respirar, mientras que una de las auxiliares de enfermería trataba de sacar hacia la sala de espera a los acompañantes que armaban un barullo que enervaba a todos. El grupo que atendía al herido solo alcanzó a oír que uno de ellos dijo amenazante: “ si lo dejan morir, todos ustedes se mueren, pirobos…”

 

Unos quince minutos más tarde el herido ya estaba en la sala de cirugía. El personal que lo había subido bajaba nuevamente a urgencias por el ascensor interno.

—Que pesar…— dijo Marta —un muchacho tan joven.

 

Santiago pensó en su hijo. Tendría la misma edad del joven que ahora se debatía entre la vida y la muerte en una sala de cirugía. Pensó también en su hija. Nunca había podido pasar la noche del veinticuatro de diciembre con su familia. Siempre había tenido que estar de turno en urgencias. Miró su reloj. Eran las once de la noche. A esta hora, creía, debían estar todos reunidos en su casa, compartiendo los regalos. Y preparándose para cenar.

 

Al llegar a urgencias vio que varias ambulancias habían llegado con todo tipo de pacientes. Heridos por riñas, motociclistas accidentados, casi todos con aliento a alcohol, que habían sido golpeados por vehículos que se habían pasado una luz en rojo para poder llegar a tiempo a sus casas. En un corredor en una camilla de ambulancia había una anciana que decía tener dificultad para respirar, que más que por estar asfixiada, había llamado al servicio médico de ambulancias porque su familia estaba en los Estados Unidos y no quería pasar la noche sola.

 

Santiago se sintió orgulloso de sus compañeros: un puñado de médicos, enfermeras, auxiliares, personal administrativo, personal del aseo que tenían el valor para estar allí mientras que el mundo aparentaba estar en paz. También agradeció que no eran los únicos. Había conductores de ambulancia, uno que otro taxista, policías, bomberos y todo tipo de personas que también estaban trabajando aquella noche.

 

La gente “normal”, solía decir, no sabe que todas las noches durante todo el año hay un tercio del mundo trabajando para que los “normales” duerman tranquilos. 

Sus compañeros sabían muy bien a qué se refería Finisterra. Mientras las personas trabajan de lunes a viernes de siete a cinco, un ejército de panaderos, empleados de gasolinerías, farmacéutas, periodistas, locutores, taxistas, empleados del aseo, operarios de confecciones, secretarias, facturadores, operarios de manufacturas o de plantas de energía, trabajan en las noches o los domingos, ocultos, para que el mundo siguiera funcionando. “La gente que duerme en sus casas no sabe todo lo que les debe a esos héroes anónimos”, acostumbraba repetir Santiago Finisterra.

 

El médico pensó nuevamente en su familia. Ellos no eran ajenos a esa situación. Su esposa, sus hijos, solían despedirse de él en la tarde cuando salía a un turno, olvidando a veces que mientras ellos dormían, él trabajaba para que el mundo siguiera funcionando. Pero aquella noche era especial. Aquella noche, las almas de uno y otro mundo estaban despiertas. Unos celebrando la navidad y otros manteniendo la infraestructura para que dos tercios del mundo pudieran celebrarla.

 Tomó el teléfono y marcó a su casa.

 —Hola amor.

¿Cómo sabias que era yo? — preguntó Santiago, divertido.

—Solo había dos opciones: o eras tú o era el amante… pero el ya llamó… —rió a carcajadas sabiendo que la confianza entre ellos era inquebrantable — ¿Cómo va tu turno?

—Como siempre… la gente no sabe celebrar… hay mucho borracho suelto… ¿y los niños? — sonrió pensando que, a pesar de que ya tenían más de dieciocho años, aún seguían siendo sus pequeños.

—Bien, ya repartimos los regalos. Aquí está el tuyo. Tu hermano trajo un postre para la cena… te guardamos un poco. ¿A qué hora sales?

—Si no hay percances, a las siete de la mañana.

—También llamó tu…

 Santiago no pudo escuchar nada más. La anciana que había dicho que estaba asfixiada había hecho paro cardíaco y el médico que la había llevado en la ambulancia activó el “código azul”. —“Después te llamo”—, alcanzó a decir Santiago y luego se abalanzó hacia la camilla para ayudar en la reanimación.

 

En esas estaban cuando una gran explosión sonó afuera, seguida de muchos otros ruidos como ráfagas.

 —¿Eso fue una explosión, o fue pólvora?

—Parece pólvora… —dijo una de las auxiliares—. Ya son las doce.

—Esperemos que solo sea pólvora. ¡Feliz navidad! — dijo Santiago mientras daba masaje cardíaco.

—¡Feliz navidad! — respondieron todos a coro mientras cada uno hacía lo que le correspondía para tratar de salvar a la anciana.

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A las ocho y media Santiago salió a la calle. Era una hermosa mañana. Las calles estaban desiertas. Un taxista con cara de trasnochado esperaba afuera del hospital.

 Cuando iba a abordar el taxi, una mujer salió corriendo tras él.

 —Doctor, doctor…

—Si, ¿dígame?

—Usted fue el que atendió a Hugo, ¿cierto?

—¿Hugo? ¿Quién es Hugo?

—Mi hijo, el que trajeron apuñalado…

—Sí, yo fui uno de los que lo atendió — respondió Santiago un poco receloso recordando la amenaza de uno de los acompañantes. Con el ajetreo no había vuelto a preguntar cómo había salido de la cirugía.

 Sin mediar palabra, la señora se lanzó a sus brazos.

 —Gracias. Mil gracias, doctor. Mi Dios le pague. Ya salió de la operación y está mejor.

—No fue nada… —dijo con sinceridad el médico.

—Usted es un ángel.

 

Santiago estuvo tentado a decirle que en esa noche hubo muchos ángeles… que si no hubiera sido por Mariela, no le habrían podido canalizar la vena, que si no hubiera sido por el taxista que los llevó habría muerto. Que si no hubiera sido por las personas que hicieron el aseo en el quirófano, la cirugía no habría podido hacerse, que días antes algún desconocido había donado la sangre que le había salvado la vida…

 —Señora… No fue nada.

—Dios se lo ha de pagar.

 

Y antes de que el taxi arrancara, remató con ojos encharcados

—Feliz navidad.

—Feliz navidad — respondió el médico.

 

El doctor Santiago Finisterra se acomodó lo mejor posible en el asiento delantero del taxi. Estaba agotado.

 Camino a su hogar sabía lo que encontraría: una casa desordenada, con restos de comida y platos sucios sobre la mesa del comedor. El papel de regalo tirado por toda la sala. Su esposa y sus hijos estarían durmiendo y posiblemente sobre el sofá había uno o dos familiares que se quedaron porque habían bebido mucho y no debían conducir así.

 Algún día —esperaba— podría pasar al menos una navidad como todos. Algún día podría pasar el año nuevo con su familia. Por ahora debería tener paciencia. Este año también tendría que trabajar el 31 de diciembre. Esperaba con todo su corazón que fuera un turno más suave que el que acababa de terminar.

 

A la mitad del camino se dio cuenta que tenía mucha hambre.

 —Mierda… —había dejado la natilla y los buñuelos en el cafetín de urgencias.

 

 FIN

 

Dedicado a todos los que hacen posible que la Navidad exista. 

   

Carlos Alberto Velásquez Córdoba


®Todos los derechos. Prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la fuente y del autor.




Fotografías tomadas de internet.  Créditos a los respectivos autores. 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Mi padre es un elfo

Se acerca la navidad y con ella, las canciones melosas y los villancicos de todo tipo. Los hay simples y elaborados,  tradicionales o modernos. Algunos absurdos como Los peces en el rio y otros muy bien elaborados y concebidos. Otros sirvieron para dar un momento de calma en medio de la barbarie (ver La noche de paz en la Gran Guerra) 

Navegando por la red, hace poco me encontré este video que nos muestra la visión mágica de la infancia, con una melodía pegajosa.



Este villancico fue creado como comercial para El Corte Inglés:

Artistas: Sra Rushmore, Toni M. Mir
Álbum: Mi padre es un elfo (Anuncio El Corte Inglés, 2018)
Fecha de lanzamiento: 2018
Fecha de lanzamiento: 2018


Mi padre es un elfo

Llega la Navidad

Un año más
Y alguien con su trabajo la va a hacer funcionar

Esta aquí, está allá
Todo bajo control
Mi padre es un elfo
Es un ser especial
Con él todo está apunto, que arranque la Navidad

Creo que mi padre es un elfo
(Sí lo es, sí lo es, es un elfo)
Creo que mi padre es un elfo
(Sí lo es, sí lo es, es un elfo)
Creo que mi padre es un elfo

(Sí lo es, sí lo es, es un elfo)


Hasta la próxima semana.... Y disfruten estas fiestas.

Recomendados:  

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Vacuna contra el COVID-19

Advertencia: esta nota fue escrita a finales de noviembre de 2020. El análisis presentado inicialmente se basaba en la información disponible en el momento.   Se sugiere leer hasta el final, dado que se han cambiado conceptos a raíz de  nuevas evidencias.  La ciencia cambia, y la opiniones de quien se fundamenta en la ciencia, deben cambiar a medida de que surjan nuevas evidencias.  

__________

Varios amigos me han preguntado por mi opinión sobre la vacuna para el COVID-19. Mi respuesta requiere de varias explicaciones, por lo que pido excusas por la extensión de mi blog de esta semana. 

1. ¿Que es una vacuna?  Una vacuna es una sustancia que administrada a un organismo,  produce en éste una respuesta inmune (respuesta de defensa) ante un germen o enfermedad determinada. Es decir, previene el desarrollo de una enfermedad. No es un tratamiento, puesto que no se administra para combatir una que ya se adquirió.  Tampoco es un antídoto luego de haber ingerido un veneno.  Una vacuna es una sustancia que induce la producción de defensas en un organismo con el fin de que cuando éste entre en contacto con un germen en un momento posterior, pueda defenderse, antes de que se genere al enfermedad.

2. Recomiendo el uso de vacunas (en general)?  Claro que sí.  La especie humana ha crecido exponencialmente gracias a que muchas enfermedades de han evitado a través de la vacunación. Cuando era estudiante de Medicina, en Colombia, de cada 1000 niños que nacían, 57 morían a causa de enfermedades que podrían ser prevenibles. Actualmente al cifra se acerca a cero.  En la edad media, la viruela mató cerca de una cuarta parte de la población del mundo.  En 1980 la OMS declaró erradicada la viruela gracias a visionarios como Edward Jenner, Francisco Javier Balmis, Isabel Cendales, Joseph Salvati, y tantos otros que nos dieron la posibilidad de evitar la enfermedad con la vacunación masiva.  Si no fuera por las vacunas, con los actuales medios de trasporte, un brote de viruela se hubiera convertido en una pandemia en cuestión de semanas. A diferencia del COVID  donde la mortalidad es baja, la alta letalidad de la viruela hubiera acabado con una tercera parte de la raza humana probablemente en cuestión de meses. 

3. ¿Cómo es el proceso para hacer una vacuna segura?  Cualquier medicamento o vacuna demora varios años para salir al mercado. Con la vacuna del COVID se ha pretendido recortar una investigación de 10 o 20 años en solo unos meses.  A continuación explico las fases que debe cumplir una vacuna para considerarse eficaz y segura: 

Fase 0. Experimentación en animales   Se inicia con animales para verificar que no haya daños a la salud y se hace seguimiento por varios meses o años. Recientemente los noticieros dijeron que la vacuna contra el COVID era efectiva entre los macacos. Realmente no es que fuera efectiva. Tan solo se demostró que era segura en estos animales. En este aspecto, las diferentes  vacunas contra el COVID-19 han demostrado ser seguras para los animales a los que se les ha administrado, al menos durante los meses de seguimiento desde su inoculación. En esta fase de investigación a veces se usan humanos pero generalmente son grupos menores de 15 personas y se usan dosis mínimas. 

Fase I. Voluntarios sanos. (grupos pequeños)  Los medicamentos o vacunas se ensayan en unos pocos sujetos sanos (10 o 15 personas) para verificar que no hacen daño a los humanos. Se escogen personas completamente sanas y que tengan hábitos saludables. Se excluye cualquier persona que tenga condiciones que  puedan presentar síntomas de otra índole y que puedan generar confusión con el medicamento o vacuna que se está estudiando. Se incrementan las dosis, pero básicamente se revisa que no produzcan daño. Por lo general en estos estudios no se puede comprobar la eficacia de un medicamento o vacuna. Su objetivo es mirar cuál dosis es la mejor sin producir daño. No se administra placebo. 

Fase II. voluntarios sanos.  Se amplía el número de participantes (generalmente entre  500 a 1000 personas, y casi siempre de la misma  región geográfica)  y se hace seguimiento para ver que el medicamento o vacuna sea seguro. Esta fase dura varios meses.

Fase 3. Grupos grandes de voluntarios de diversos lugares .  Se escogen voluntarios sanos en un número mayor y tratando de cubrir la mayor cantidad posible de variaciones raciales y geográficas. Es decir, negros y blancos, latinos, o asiáticos,  jóvenes y adultos de distintos países. En estos estudios se suele comparar la efectividad de la sustancia contra un placebo. Es decir, a unos se les pone el medicamento o vacuna de estudio y a otros se les administra un placebo sin efecto, para establecer si hay beneficio adicional con el medicamento frente a quienes no recibieron una sustancia activa. Además, al incluir a mayor cantidad de personas, se puede determinar si el efecto es igual en un ejecutivo de Londres, que en un campesino de Uganda que vive en condiciones diferentes.  Mientras más diversa sea la población estudiada, mayor extrapolación se puede hacer con la población general.  En la actualidad la mayoría de las vacunas contra el COVID están en esta fase y solo se llevan pocos meses de seguimiento. Los sujetos de estudio están entre los 18 y 54 años (en promedio).  Se excluyen mujeres embarazadas, ancianos, niños, por razones éticas). Se trata de escoger personas relativamente sanas. Cualquier persona con una enfermedad  ―una epilepsia, por ejemplo―, debería ser excluida del estudio, dado que si después de administrar una vacuna, el paciente tiene una convulsión, generaría una alerta y un dato confuso:  ¿Esta convulsionando por su patología de base, o acaso es por la vacuna?  Generalmente estos estudios fase III pueden demorar entre dos y cinco años antes de que los organismos regulatorios permitan su comercialización. (FDA, EMA, INVIMA)

Fase IV. población general  Cuando un medicamento ha sido aprobado para determinada condición, se pasa a los estudios fase IV. En ellos se da el medicamento o vacuna a la población general (aquí participan personas no necesariamente sanas) y se establece un seguimiento a largo plazo. En esta fase también se hace seguimiento. Algunos medicamentos ya aprobados pueden ser retirados del mercado porque se demuestra que producían cáncer, o aumentaban el colesterol, favorecían infartos, producían arritmias o interactuaban con otros medicamentos poniendo en peligro a las personas. Es frecuente que los medios de comunicación estén informando de medicamentos que son retirados por dichas causas. También en estos estudios, como se involucran mayor número de personas y con otras condiciones, se suele encontrar nuevos usos del medicamento. Por ejemplo, el minoxidil que se usa para evitar la caída del pelo fue un medicamento antihipertensivo al que en durante su investigación se descubrió tener efecto capilar.  El viagra (Sildenafilo) se empezó a usar en la disfunción eréctil a partir de que en los estudios fase III y IV los pacientes que lo usaban como vasodilatador, reportaron erecciones mayores y más prolongadas. 


4. Entonces,  ¿sí o no a la vacuna del COVID-19?

Hasta el 20 de noviembre la investigación de la vacuna del Covid se encontraba en fase III en la mayoría de los estudios. Se había demostrado seguridad en macacos (micos).  Se demostró seguridad (hasta ahora) en sujetos sanos (en fase I, fase II y fase III), al menos desde que se puso la primera dosis hasta hoy. (este articulo fue originalmente escrito en noviembre de 2020)

Se requiere que muchos individuos participen en los estudios fase III (estudios actuales). La mayoría de estos individuos se pueden beneficiar de la vacuna posiblemente no contagiándose de COVID si se exponen al virus.  Muy probablemente no tendrán efectos adversos, pero no se puede asegurar si a largo plazo puedan aparecer nuevos efectos hasta que no se tengan años de seguimiento, pues solo se cuenta con unos pocos meses desde la primera aplicación experimental. 

No existen estudios publicados en población general (niños, embarazadas, ancianos, o personas con comorbilidades ―enfermedades asociadas) que puedan dar certeza de que la vacuna es segura para absolutamente toda la población a largo plazo, es decir a mas de 10 meses de seguimiento.  (este artículo fue escrito en noviembre de 2020) 

Mi recomendación es que si desea vacunarse, acuda a un centro de investigación de su lugar de residencia y se informe. Lo evaluarán como candidato, le darán una información completa y le harán firmar un consentimiento informado donde se explicarán y advertirán los posibles riesgos de la vacuna, afortunadamente mínimos, y los beneficios de prevenir un COVID. Como sujeto de estudio usted contribuirá con el conocimiento científico y para ello, deberá compartir con el grupo investigador la información sobre su condición de salud durante un tiempo de seguimiento. 

Hasta la fecha, (30 de noviembre de 2020)  los reportes preliminares muestran que la vacuna es muy segura y a nivel individual es beneficioso vacunarse, pero a nivel poblacional aún no se puede recomendar la vacuna hasta no tener mayores datos y muchos meses de seguimiento. 

En conclusión, considero, a noviembre de 2020, que ninguna de las vacunas tiene  la  suficiente información disponible para sea administrada en campañas masivas de vacunación en los próximos meses. Posiblemente la información completa sólo estará disponible dentro de unos años. (Nota posterior. En enero de 2021 ya había suficiente información para poder afirmar que la vacuna es segura): 

Sin embargo a nivel individual, si usted considera que está en un alto riesgo de sufrir un COVID y presentar una complicación, tal vez se beneficie de ponerse la vacuna sin esperar los años de investigación que la ciencia recomienda antes de aprobar un producto para uso general. 


Lecturas recomendadas: 


Nota final. 
Este artículo fue escrito el 30 de noviembre de 2020. El 01 de diciembre los medios de comunicación informaron que se iniciarán campañas masivas de vacunación en los próximos meses. En Reino Unido, la vacuna de Pfizer se empezará a administrar en pocos dias. 

En mi opinión, cualquier persona que participe en esas campañas, debería ser informada a cabalidad de los riesgos de una vacuna en estos pocos meses de seguimiento, y debería ser invitada a firmar un documento, (consentimiento informado) donde voluntariamente, luego de recibir información completa, asuma los riesgos y efectos futuros, no detectados aún, de la nueva vacuna. (que posiblemente sean muy pocos).

En otras palabras, la vacunación propuesta para inicios del 2021 debería ofrecerse como si se tratara de una fase IV de investigación: (consentimiento informado, vigilancia estricta de los vacunados, reporte y seguimiento de los posibles efectos adversos,  etc.), y no como una vacunación con un producto completamente estudiado hasta no transcurrir al menos dos años desde su desarrollo.  

Sin embargo, mi recomendación es vacunarse. Hasta ahora  se sabe que los riesgos de sufrir un efecto adverso serio con la vacuna es infinitamente inferior al riesgo de infectarse con COVID-19 y de sufrir una complicación mayor o incluso la muerte. 

Actualización enero 12 de 2021

Quiero compartirles este video, de Juliana González Tobón,  investigadora colombiana, quien explica en forma sencilla en que consisten estas vacunas y los verdaderos riesgos. 



Actualización enero 25 de 2021 

Mucha gente se queja de que los médicos cambiamos frecuentemente de opinión.  Esa es una característica de la ciencia:  Está en permanente renovación (esa es la diferencia fundamental con la religión, que es inmutable). 

A finales de Enero de 2021, se han vacunado miles de personas, teniendo una muestra bastante representativa de diversos países, etnias, culturas. Llegado a este punto, debo recomendar la vacuna para toda la población adulta. Conociendo las consecuencias de continuar con la tasa de contagios generada en el inicio de este año, sería una irresponsabilidad no vacunarse. 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Dilema. Microrelato

El 18 de noviembre de 2020, la Fundación Plagio anunció a los ganadores del concurso Medellín en 100 palabras 2020. 

Se presentaron 18.952 relatos cortos. Entre ellos, el jurado escogió tres ganadores por categoría (Infantil, juvenil y adultos).  Además se escogieron 91 relatos adicionales que hicieron parte del libro Medellín en 100 palabras, de la colección Palabras Rodantes de Comfama. 

Este año tuve el honor de que uno de mis relatos estuviera dentro de los finalistas y fuera escogido para el libro.   

Se los comparto. 

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DILEMA

 

Un profesor de literatura de la Universidad de Antioquia propone a sus jóvenes estudiantes un concurso: Escribir el microcuento de suspenso más corto que se les ocurra. Al día siguiente les comunicaría cuál, en su concepto, sería el mejor. 

Uno de ellos, de tan solo cinco palabras, capta su atención:

 Profesor, mañana voy a asesinarlo

 

Ahora no sabe si denunciarlo ante la policía, reportarse enfermo y faltar a clases, o declararlo ganador.

 

Carlos Alberto Velásquez Córdoba 

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Para quienes deseen tener el libro, les dejo el enlace.  Medellín en 100 palabras.  





miércoles, 18 de noviembre de 2020

Dos textos de Cindy Santiz Gamarra

Esta semana quiero compartir dos textos de la escritora  Cindy Santiz Gamarra a quien conocí por ser  coautora en un libro que nos publicó Fallidos Editores llamado Sumergirse  con motivo de los cinco años de la editorial.  

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PERFECCIÓN


Convertida en la nada, en el espacio vacío, en donde todas las formas geométricas existen, aquí mi yo deja de ser y solo hay una nada incorpórea.

Siempre logro, no sé cómo, escapar de la Muerte, las aguas tormentosas que tratan de ahogarme no lo han conseguido, camino encima de ellas, encima del mal que me acecha. Voy caminando en paz.

Como ya me cansé de ver espejismos, ahora  he decidido andar sólo con mi sombra. Me he ido quedando en este rincón, viendo cómo cae la lluvia y sale el sol, busco el calor cuando tengo frío y se abre en llamas mi interior.

A veces me congela el miedo que juega en contra o a favor, en contra de la Muerte y a favor de la Vida. Me he ido quedando en este rincón, con lo llorado, lo sufrido, con la nada.

Me sé viva, tengo conciencia de ello, soy de carne y hueso. Aquí, ahora, cierro mis ojos y floto, los abro y camino, no puedo escapar de mi destino, vivo, como no puedo huir relajo 
mi cuerpo, mi alma, mi espíritu, todo aquí, en mí, me parece el paraíso, con luminosos manantiales, colores verdes, amarillos, rojos, azules, todo el arcoíris. 

Sí, éste es mi destino:  fluir libre hacia la perfección.


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EN EL PASADO HUBO, EL PRESENTE DICE QUE FUE UN SUEÑO


“Un escritor puede escribir lo que le dé la gana

siempre que sea capaz de hacerlo creer”.

Gabriel García Márquez



-Papá Elías, nosotros no queremos que nos coma el tigre, ma­ñana no vamos para la finca.


-Ese tigre no hace nada, si no lo molestamos.


Al día siguiente estaban ensillados los tres mulos, el de Erotida, el de José y el de su papá, Elías Gamarra, cada mulo lle­vaba pimpinas vacías que debían traer al día siguiente llenos de la leche con la que hacía el queso, la que vendía y la que se tomaban en la casa.


En el camino tenía que pasar por varias hectáreas de tie­rras, cuyos dueños eran acaudaladas familias del pueblo. Los Turizo, quienes eran los que tenían el monopolio del mercado de la leche, y la doña de la casa, Rita, se encargaba personal­mente de vender cada litro, pero no permitía que la gente del pueblo la tocara, y menos si llegaban del puerto con olor a pes­cado, por eso tenían un mozo que recogía las jarras, se las llevaba, ella despachaba y él las regresaba a sus respectivos dueños. Cuando quedaron sin nada, doña Rita entró en tal desespero, que enfermó, su cuerpo fue consumido por los gusanos estando viva. Unos nietos de Elías la bañaban y la limpiaban por cari­dad, porque nadie se le quería acercar, hasta que murió mientras un líquido putrefacto salía de entre sus piernas; los Benavidez, que tenían la mejor Toyota de toda la región. Allá iban los nie­tos de Elías a lavarla para ganarse unos centavos y para disfrutar viendo la casona por dentro… pero eso sí, no se les permitía a los niños jugar con los hijos de los dueños. Cuando esos niños crecieron era tal el despilfarro, que en una noche de parranda vendieron todo y quedaron borrachos en una esquina. Al poco tiempo no murieron de hambre porque los Gamarra les daban de comer, pero de lo que sí murieron fue de cirrosis; Los Leyva, cuyas riquezas eran tan incontables como sus cabezas de gana­do, terminaron al final malvendiendo todo para quedar con una flota de busetas en las que terminaron por perder hasta el último centavo, porque los caminos, como todos los tiempos, están en mal estado y destruyen hasta los tanques de guerra. Luego los veían un día como ayudantes de busetas y agachaban la cabeza; los González, esos eran los que más empleados tenían: peones, jornaleros, capataces; tierras, ganado. En las fiestas del pueblo discutían con los demás pudientes cuántos días y cuántos toros iban a donar para que la gente se divirtiera, iban a la ciénaga con sus jornaleros, escogían 40 toros de los más bravos, los sol­taban al ruedo y ellos desde los palcos empezaban a tirar fajos de billetes para que los más arriesgados se atrevieran a torearlos de frente. Cada herido por los cuernos de los astados producía una placentera sonrisa en los hacendados. Su estirpe terminó vendiendo bolitas de leche por las calles para poder comer. Don Felipe, que todavía vivía, recordaba esos tiempos; enloqueció y caminaba las calles del pueblo pidiendo una monedita. Cuando los tres por fin llegaban a la finca, papá Elías empezaba a juntar la leña con la que en la noche hacía la fogata que mantenía alejado al tigre, pero había noches en las que los niños, Erotida y José, subidos en el zarzo lo escuchaban rugir, y lloraban rezando para que no se los comiera. Al día siguiente encontraban dos caballos o una vaca con las vísceras afuera, devoradas en su mayoría.


Regresaban con las pimpinas llenas de leche, por el mismo camino rodeado de fincas, cuyos dueños eran los ricos que creían que iban a tenerlo todo para siempre.


Años después, de los terrenos no quedaba ni uno solo que perteneciera a alguna persona de las familias originarias, todo fue quedando en manos de las gentes de guerra para terminar hasta hoy con otros dueños que ni conocen la historia de las tierras donde corría la leche como un río. ­

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Cindy Santiz Gamarra

Escritora, Comunicadora Social, con título de especialización en Educación, Cultura y Política. Con conocimientos en procesos de participación ciudadana, pedagogía para la democracia y análisis del contexto sociocultural y político. Experiencia en consultoría e investigación académica, redacción, gestión, planeación, formulación y ejecución de proyectos. Coordinadora local del Parlamento Internacional de Escritores, de Cartagena, Colomba. Participante mensual del periódico cultural "Amigos de la poesía y la literatura" de circulación en Narón, España. Su más reciente obra titulada "Aconitina" fue editada y publicada por la editorial Fallidos Editores, de Medellín, Colombia, con prólogo del poeta antioqueño Pedro Arturo Estrada y su portada- única en el mundo con la corriente cinética temática- fue hecha por el pintor español Francisco Pérez Alonso; en ella mezcla de manera inédita varios géneros literarios, como el género Narrativo(relatos), Lírico (prosa poética), Didáctico(ensayo).



Aconitina está disponible en las librerías de la editorial o contactando a su autora.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Sean Connery y el Nombre de la Rosa

Hace poco murió Sean Connery uno de los mejores actores del siglo XX.  Fue el primero en encarnar al Agente 007, personaje del magistral Ian Fleming. Trabajó en cientos de películas, entre las que vale la pena mencionar las primeras de James Bond, La roca,  Los intocables, Highlander, El nombre de la rosa, Indiana Jones y la última cruzada, La caza del octubre rojo, Descubriendo a Forrester, entre otras. 

Esta semana quiero recordarlo en una de sus mejores películas, El nombre de la Rosa, que fue basada en la novela de Umberto Eco. 

Desde la primera vez que leí el libro, en sus múltiples relecturas, y todas las veces que he visto la película, jamás he tenido duda de que Sean Connery es el mejor William de Baskerville que hubiera podido existir jamás. No imagino a otro actor en ese papel. 

Sin más preámbulos, los dejo con la película. Espero que la disfruten. 



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Sean Connery (Thomas Sean Connery) Actor y productor de cine británico,  nacido en Edimburgo 1930, muerto en Nassau (Bahamas) en 2020. Ganador de un premio Oscar, dos premios BAFTA y tres premios Globo.  


Sobre la película:   El nombre de la Rosa (1986) es una película de drama y suspenso con tintes policiacos, producida entre Alemania, Francia e Italia, dirigida por Jean-Jacques Annaud. Trata de una serie de muertes sospechosas que ocurren en una abadía del norte de Italia durante el Medioevo. 


Sobre el libro:  El nombre de la Rosa. Es una novela histórica y de misterio escrita por  Umberto Eco, y publicada en 1980. Está basada en una serie de crímenes que ocurren en una abadía del norte de Italia en el año 1327 y hasta la cual llega el franciscano William de Baskerville con su novicio Adso de Melk. 

El libro es un documento histórico impresionante, ademas de crear una trama maravillosa de carácter policíaco, nos envuelve en una reflexion sobre el poder de los libros. A pesar de que la película esta muy bien lograda, no sería posible plasmar todo el contenido del libro, ya que el texto tiene un montón de datos históricos y descripciones que no pueden ser mostradas en una película. 

El nombre de la Rosa es un libro que recomiendo completamente. Pueden descargarlo haciendo click en este enlace. 


Nota adicional:  para que se animen a leer el libro, quiero trascribir un aparte del primer capítulo donde William (o Guillermo ) de Baskerville muestra toda su capacidad deductiva.  Esta escena con Brunello no aparece en la película. 


Mientras nuestros mulos subían trabajosamente por los últimos repliegues de la montaña, allí donde el camino principal se ramificaba formando un trivio, con dos senderos laterales, mi maestro se detuvo un momento, y miró hacia un lado y hacia otro del camino, miró el camino y, por encima de éste, los pinos de hojas perennes que, en aquel corto tramo, formaban un techo natural, blanqueado por la nieve.

—Rica abadía —dijo—. Al Abad le gusta tener buen aspecto en las ocasiones públicas.

Acostumbrado a oírle decir las cosas más extrañas, nada le pregunté. También porque, poco después, escuchamos ruidos y, en un recodo, surgió un grupo agitado de monjes y servidores. Al vernos, uno de ellos vino a nuestro encuentro diciendo con gran cortesía:

—Bienvenido, señor. No os asombréis si imagino quién sois, porque nos han avisado de vuestra visita. Yo soy Remigio da Varagine, el cillerero del monasterio. Si sois, como creo, fray Guillermo de Baskerville, habrá que avisar al Abad. ¡Tú — ordenó a uno del grupo—, sube a avisar que nuestro visitante está por entrar en el recinto!

—Os lo agradezco, señor cillerero —respondió cordialmente mi maestro—, y aprecio aún más vuestra cortesía porque para saludarme habéis interrumpido la persecución. Pero no temáis, el caballo ha pasado por aquí y ha tomado el sendero de la derecha. No podrá ir muy lejos, porque al llegar al estercolero tendrá que detenerse. Es demasiado inteligente para arrojarse por la pendiente…

—¿Cuándo lo habéis visto? —preguntó el cillerero.

—¿Verlo? No lo hemos visto, ¿verdad, Adso? —dijo Guillermo volviéndose hacia mí con expresión divertida—. Pero si buscáis a Brunello, el animal sólo puede estar donde yo os he dicho.

El cillerero vaciló. Miró a Guillermo, después al sendero, y, por último, preguntó:

—¿Brunello? ¿Cómo sabéis…?

—¡Vamos! —dijo Guillermo—. Es evidente que estáis buscando a Brunello, el caballo preferido del Abad, el mejor corcel de vuestra cuadra, pelo negro, cinco pies de alzada, cola elegante, cascos pequeños y redondos pero de galope bastante regular, cabeza pequeña, orejas finas, ojos grandes. Se ha ido por la derecha, os digo, y, en cualquier caso, apresuraos.

El cillerero, tras un momento de vacilación, hizo un signo a los suyos y se lanzó por el sendero de la derecha, mientras nuestros mulos reiniciaban la ascensión.

Cuando, mordido por la curiosidad, estaba por interrogar a Guillermo, él me indicó que esperara. En efecto: pocos minutos más tarde escuchamos gritos de júbilo, y en el recodo del sendero reaparecieron monjes y servidores, trayendo al caballo por el freno. Pasaron junto a nosotros, sin dejar de mirarnos un poco estupefactos, y se dirigieron con paso acelerado hacia la abadía. Creo, incluso, que Guillermo retuvo un poco la marcha de su montura para que pudieran contar lo que había sucedido. Yo ya había descubierto que mi maestro, hombre de elevada virtud en todo y para todo, se concedía el vicio de la vanidad cuando se trataba de demostrar su agudeza y, habiendo tenido ocasión de apreciar sus sutiles dotes de diplomático, comprendí que deseaba llegar a la meta precedido por una sólida fama de sabio.

—Y ahora decidme —pregunté sin poderme contener—. ¿Cómo habéis podido saber?

—Mi querido Adso —dijo el maestro—, durante todo el viaje he estado enseñándote a reconocer las huellas por las que el mundo nos habla como por medio de un gran libro. Alain de Lille decía que
omnis mundi creatura
quasi liber et pictura
nobis est in speculum

pensando en la inagotable reserva de símbolos por los que Dios, a través de sus criaturas, nos habla de la vida eterna. Pero el universo es aún más locuaz de lo que creía Alain, y no sólo habla de las cosas últimas (en cuyo caso siempre lo hace de un modo oscuro), sino también de las cercanas, y en esto es clarísimo. Me da casi vergüenza tener que repetirte lo que deberías saber. En la encrucijada, sobre la nieve aún fresca, estaban marcadas con mucha claridad las improntas de los cascos de un caballo, que apuntaban hacia el sendero situado a nuestra izquierda. Esos signos, separados por distancias bastante grandes y regulares, decían que los cascos eran pequeños y redondos, y el galope muy regular. De ahí deduje que se trataba de un caballo, y que su carrera no era desordenada como la de un animal desbocado. Allí donde los pinos formaban una especie de cobertizo natural, algunas ramas acababan de ser rotas, justo a cinco pies del suelo. Una de las matas de zarzamora, situada donde el animal debe de haber girado, meneando altivamente la hermosa cola, para tomar el sendero de su derecha, aún conservaba entre las espinas algunas crines largas y muy negras… Por último, no me dirás que no sabes que esa senda lleva al estercolero, porque al subir por la curva inferior hemos visto el chorro de detritos que caía a pico justo debajo del torreón oriental, ensuciando la nieve, y dada la disposición de la encrucijada, la senda sólo podía ir en aquella dirección.

—Sí —dije—, pero la cabeza pequeña, las orejas finas, los ojos grandes…

—No sé si los tiene, pero, sin duda, los monjes están persuadidos de que sí. Decía Isidoro de Sevilla que la belleza de un caballo exige «ut sit exiguum caput et siccum prope pelle ossibus adhaerente, aures breves et argutae, oculi magni, nares patulae, erecta cervix, coma densa et cauda, ungularum soliditate fixa rotunditas». Si el caballo cuyo paso he adivinado no hubiese sido realmente el mejor de la cuadra, no podrías explicar por qué no sólo han corrido los mozos tras él, sino también el propio cillerero. Y un monje que considera excelente a un caballo sólo puede verlo, al margen de las formas naturales, tal como se lo han descrito las auctoritates, sobre todo si —y aquí me dirigió una sonrisa maliciosa— se trata de un docto benedictino…

—Bueno —dije—, pero, ¿por qué Brunello?

—¡Que el Espíritu Santo ponga un poco más de sal en tu cabezota, hijo mío! — exclamó el maestro—. ¿Qué otro nombre le habrías puesto si hasta el gran Buridán, que está a punto de ser rector en París, no encontró nombre más natural para referirse a un caballo hermoso?

Así era mi maestro. No sólo sabía leer en el gran libro de la naturaleza, sino también en el modo en que los monjes leían los libros de la escritura, y pensaban a través de ellos. Dotes éstas que, como veremos, habrían de serle bastante útiles en los días que siguieron. Además, su explicación me pareció al final tan obvia que la humillación por no haberla descubierto yo mismo quedó borrada por el orgullo de compartirla ahora con él, hasta el punto de que casi me felicité por mi agudeza. Tal es la fuerza de la verdad, que, como la bondad, se difunde por sí misma. Alabado sea el santo nombre de nuestro señor Jesucristo por esa hermosa revelación que entonces tuve.