Hace poco en un taller literario hablábamos de analepsis y prolepsis.
La analepsis es una técnica que altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y trasladando la acción al pasado. Es decir, narrar en retrospectiva, como si se estuviera devolviendo la acción en el tiempo.
Se diferencia del "Racconto" en que este último se devuelve al pasado pero la historia transcurre hacia adelante.
La prolepsis es un salto que se da desde el presente hacia el futuro anticipando los acontecimientos.
Como aporte al mes del idioma y haciendo un homenaje a la escritora argentina Adri Diaz, les comparto un bellísimo cuento con la técnica de analepsis.
AMANECER
Papá
me acarició como si hubiese sido la primera vez que lo hacía. Rozó con su
nariz mi mejilla y tuve la sensación de sentir como un cosquilleo. Fue
extraño pero agradable. Me pareció que él también se estremecía por poder
tocarme. No podía casi abrir mis ojos más tenía la sensación de que todo
volvía a llenarse de luz. Cuando pensé que no iba a suceder algo más bello en
ese día, escuché la voz de mamá. Era maravillosa. Musical e inconfundible.
Tal como la recordaba. Quiero verlo, dijo y él se volvió hacia ella, conmigo
en sus brazos. Creo que lloré.
En
el principio no había estado cómodo y feliz en aquel sitio. Tal vez por eso,
cuando esta mañana me di cuenta que debía abandonarlo, me sorprendí
intentando resistirme. Me fue imposible. Había algo pugnando porque saliera.
Una fuerza externa. Incontrolable. Demasiada energía para lograr hacerle
frente por mucho rato. Me mantuve firme todo lo que pude hasta que alguien me
tomó de los pies. Consiguió asirse de ellos y tiró. Sentí que caía en un
abismo y tuve miedo. No sabía que ellos iban a estar allí, esperándome.
Antes,
todo me había resultado demasiado oscuro y casi no podía verme. No lograba
hacer pie y mi universo se movía a un ritmo y modo que no conocía. No me
imaginé que en algún tiempo, no iba a querer abandonar aquel mundo a ciegas
en el que me movía y daba vueltas. Cuando recién había comenzado a
acostumbrarme, llegaron a mí los sonidos. Pude oír. Entonces, dediqué gran
parte de mi estadía allí, a distinguirlos. Eso fue en verdad entretenido. Lo
que mejor se escuchaba eran sus voces. Suaves a veces, como saltarinas otras,
pero siempre hermosas. Aprendí a reconocerlas y también a lo que percibí era
mi propia voz pues sonaba a cada instante y desde adentro. Era mi
latido.
Así
lo había explicado aquel guía que me condujo hasta ese lugar.
En
el origen, mi vida había transcurrido sin saltos ni remolinos. Una existencia
continua y perfecta sin alteraciones ni discontinuidades. Disfrutábamos del
silencio y de la quietud. Sólo a veces, con mis hermanos menores salíamos a
jugar y andábamos de un lado al otro por las grandes extensiones de verde.
Fue uno de esos días, en los que me tropecé con quién me había creado,
paseando por el jardín. Como siempre que lo encontrábamos, una brisa nos
envolvió. Se acercó a mí, se agachó hasta donde yo pudiera sentirlo y sopló
su aliento. El ayudante que me acompañaba explicó que aquel era el respiro de
lo que en adelante, se llamaría mi vida. En la tierra, agregó, y por primera
vez, una pequeña tibieza me atravesó de punta a punta. Después supe que eso
era la nostalgia.
Me
despedí de aquel lugar en donde había vivido desde siempre. Tuve la sensación
que quizás por un tiempo podría llegar a olvidarlo. Intenté absorberlo todo
para llevarlo dentro de mí. Miré a mis hermanos menores y supe que los
echaría de menos. Hasta que volvamos a vernos, les dije y sentí que entraba
como en una cavidad desconocida. Estaba emocionado. Pronto conocería a mamá y
papá.
Adri
Diaz
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Si quieren conocer más de esta autora, les recomiendo visitar su blog: La chica de Azul . Encontrarán mas cuentos bellísimos.