Ya está en imprenta mi segundo libro "La monja sin cabeza y otros cuentos". en la editorial www.autoreseditores.com
Quiero compartir con ustedes uno de los cuentos
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LECCIÓN DE ANATOMÍA
Esa noche, la tranquilidad usual se veía perturbada por unos gritos que salían un pequeño cubículo.
-
Auxilio,
me tienen secuestrado...auxilio, me tienen secuestrado...
Los alaridos del Dr. Lema llenaban todos los recintos de la Unidad de
cuidados intensivos.
A sus entrados 75 años el Dr. Lema era toda una leyenda. Medico y cirujano. Posteriormente cirujano
vascular. Fue pionero de muchas cirugías
en el país. Profesor de profesores en
reconocidas universidades, y cuando dejó de ejercer, continuaba dictando
conferencias y asesorando a los nuevos especialistas. Era conocido por todos los médicos y
enfermeras de la ciudad y su nombre había llegado hasta países lejanos.
Hacía tan solo una semana que en un examen rutinario se le encontraron
unas coronarias afectadas y una lesión de una válvula cardiaca por lo que
obedeciendo a las recomendaciones de los más prestigiosos cardiólogos y
cirujanos (muchos de ellos ex alumnos suyos) se sometió a una cirugía cardiaca.
El procedimiento consistía en extraer de su pierna unos segmentos de
una vena: la vena safena interna, y luego de abrir completamente el tórax
colocarla a manera de puente en las arterias afectadas de su corazón de forma
que la sangre pudiera pasar hasta el musculo cardiaco obviando la obstrucción
de las arterias coronarias que estaban obstruidas. Además debía extraerse una de las válvulas
cardiaca y ser cambiada por una prótesis artificial que hacía las veces de ésta.
El paciente había sido llevado a la sala de cirugía conversando
animadamente con el anestesiólogo y el cirujano cardiovascular encargado del
procedimiento y riendo con las enfermeras, mientras contaba sus anécdotas
cuando era estudiante. El procedimiento
quirúrgico fue un éxito. Ahora en su
posoperatorio, reposaba en la unidad de cuidados intensivos.
-
Auxilio, me tienen secuestrado… Por favor, que alguien me ayude... Me tienen
secuestrado…
El Dr. Saldarriaga, médico encargado del turno nocturno en la unidad de
cuidados intensivos, se acerco por enésima vez al paciente.
-
Cálmese doctor Lema. Usted no está secuestrado. Se encuentra en la unidad de cuidados
intensivos. Le hicimos una cirugía de
corazón. Tranquilícese por favor.
Como sabía el doctor Saldarriaga, el procedimiento de revascularización
miocárdica (también llamado By Pass coronario) era realizado de forma rutinaria
en la institución. El cambio de la
válvula aórtica también era un procedimiento bastante frecuente Y muchos
pacientes requerían de ambas cirugías por lo que se prefería, de acuerdo con
las condiciones generales del paciente hacer ambas cirugías al mismo tiempo.
Lo que también sabía el Dr. Saldarriaga era que algunos pacientes luego
de la cirugía ingresaban a la Unidad de cuidados intensivos en un estado de desorientación
y agitación que dificultaba su manejo posterior.
Como había aprendido el Dr. Saldarriaga en los cuatro años que llevaba
haciendo turnos en la Unidad, los
pacientes que eran sometidos a dicha cirugía tenían que ser conectados a una
máquina de circulación extracorpórea. La
sangre del paciente era extraída hacia dicha máquina que se encargaba de
oxigenar y bombear la sangre a todo el cuerpo mientras el corazón estaba siendo
abierto y manipulado por los cirujanos. La
perfusionista manipulaba algunos parámetros con el fin de tener control casi
absoluto de los valores sanguíneos.
Muchas de estas cirugías requerían bajar la temperatura corporal varios
grados Celsius por debajo de lo normal y requerían de un anestesiólogo
altamente capacitado para mantener vivo al paciente mientras su corazón era detenido
por completo.
Por más que se tuviera cuidado con la oxigenación de la sangre, el pH,
el bicarbonato, el sodio, el potasio, el acido láctico, etc., a veces pequeñas
alteraciones casi imperceptibles hacían que un paciente saliera confuso y
desorientado luego del procedimiento. A
mediados de los años 90, cuando ocurrió esta historia, la desorientación de un
paciente durante el postquirúrgico era un evento relativamente frecuente.
- Que
alguien me ayude… Libérenme… Por
Dios, que alguien me ayude…. Auxilio me
tienen secuestrado…
Algunas enfermeras más antiguas sonreían al escuchar las palabras del
Dr. Lema. Otras por el contrario
comentaban entre ellas:
-
Pobrecito. ¿Qué estará pasando por su cabeza?.
-
Si,
mija. Esa traba debe ser muy horrible.
-
Se
imaginan uno creyendo que está secuestrado y no poder ni moverse.
Efectivamente, al principio el Dr. Lema parecía que estaba teniendo una
pesadilla. Luego de despertar de la
anestesia comenzó a decir palabras incoherentes. Poco a poco empezó a tratar de levantarse con
el ánimo de irse a su casa.
-
Oiga. ¿Dónde está mi ropa que me tengo que ir para
la casa?
-
No,
doctor, usted no se puede ir –respondía
Liliana la enfermera que lo estaba cuidando- A usted le acaban de hacer una cirugía de
corazón debe guardar reposo.
-
Que
reposo, ni que hijuep… ¿Dónde está mi ropa?
-
No
doctor… la ropa la tiene su familia…
usted está en cuidados intensivos y tiene puesta una bata…. Quédese quieto que
se va a lastimar. Vea que se le va a
salir la sonda.
El Dr. Lema, en medio de su delirio había intentado levantarse y
forcejeó con la enfermera que trataba de ayudarlo. No reconocía el sitio donde tantas veces
había atendido pacientes. En su cabeza
solo tenía un propósito: irse a su casa.
Finalmente Liliana con la ayuda de otras cuatro auxiliares de
enfermería lograron acostarlo y tuvieron que amarrar sus manos y pies a las
barandas de la cama dado el peligro de que en cualquier movimiento se arrancara
la sonda de la uretra, o lo que era peor, que se arrancara alguna de las sondas
insertadas en el tórax.
El último paciente que se había arrancado una sonda mediastinal había
tenido que ser llevado nuevamente a cirugía urgente y pudo haber muerto por un
taponamiento cardiaco de no ser por la reintervención. Ninguna enfermera quería eso para el
paciente.
Ya el doctor Saldarriaga había ordenado aplicar un sedante, pero la
acción de dicho medicamento podía tardar unos minutos.
-
Gracias
a Dios está el Dr. Saldarriaga de turno
-
Si. El si tiene mucha paciencia con esos que se
ponen loquitos.
-
Y como
es de buen médico…
-
Y muy
acertado
-
Y muy
responsable.
Las enfermeras comentaban entre sí las bondades de que el turno fuera
con el Dr. Saldarriaga mientras sus tímpanos eran acribillados por los gritos
de angustia del Dr. Lema.
-
Auxilio,
me tienen secuestrado...
Haciendo gala de toda su paciencia,
el Dr. Saldarriaga trataba de hacer entrar en razón al pobre paciente
que era presa de las peores alucinaciones mientras actuaba el sedante
administrado.
-
Tranquilícese
doctor, -volvía a insistir el Dr. Saldarriaga-
Usted fue operado del corazón y está en la Unidad de Cuidados
Intensivos.
-
Ve, ¿y quien sos vos?
Por un momento el Dr. Saldarriaga creyó ver en su paciente un destello
de lucidez.
-
Buenas
noches, - se presentó- Yo soy el Dr.
Saldarriaga, el médico de planta de la UCI.
Yo estoy a cargo de usted esta noche y lo voy a cuidar.
-
Entonces,
¿vos sos médico?
-
Sí
señor.
-
Ahh,
entonces, si vos sos médico me podés soltar.
-
No
doctor. Está amarrado para que no se
quite las sondas. Cuando esté más
calmado lo desatamos.
-
Ahh.
Pero entonces, si vos sos médico, me podés responder una cosa….
-
Si,
doctor, dígame.
-
¿Cómo se
llama la principal arteria que sale del corazón?
Esa pregunta la sabría contestar un estudiante de bachillerato, pero
para el doctor Saldarriaga fue un alivio escuchar la pregunta. Ya tenía una forma de demostrarle al paciente
que no estaba secuestrado y que estaba en manos de personal médico capacitado.
-
Muy
fácil doctor. La Aorta.
-
Ve… ¿y cómo se llama la primera parte de la
aorta?
-
Sencillo. La aorta ascendente.
-
¿Y qué
nombre tiene cuando hace la curva?
-
Muy
fácil. El cayado de la aorta
-
Perfecto… ¿Y cuando baja…?
-
Pues se
llama aorta descendente…. En el tórax se
llama aorta torácica y en el abdomen se llama aorta abdominal... ¿Ya está más
tranquilo?
-
Sigamos…
¿cómo se llaman las arterias en que se divide la aorta al llegar abajo?
-
Pues se
llaman iliacas comunes (derecha e izquierda).
En este punto el Dr. Saldarriaga, médico de experiencia recordó que los
profesores más antiguos enseñaban que la aorta se dividía en iliacas primitivas. Los más modernos les decían iliacas comunes.
-
Arterias
Iliacas primitivas –corrigió- ahora les
dicen arterias iliacas comunes.
-
Y esas
iliacas… ¿en que se dividen antes de
llegar a la ingle?
-
Se
dividen en iliacas internas e iliacas externas.
El doctor Lema no daba su brazo a torcer...
-
A ver,
entonces si vos sos medico, tenés que
saber cómo se llama la arteria iliaca externa cuando atraviesa el ligamento
inguinal.
-
Claro,
doctor Lema. Se llama arteria femoral
-
¿Y
luego?...
El Dr. Saldarriaga pisaba un terreno muy liso. Si equivocaba alguna respuesta podría perder
completamente la confianza de su paciente.
Hasta ahora, todo había marchado muy bien.
-
La
Arteria femoral da una rama profunda que irriga el muslo y se llama la arteria
femoral profunda. La arteria femoral
superficial continúa hacia abajo y se mete por el canal de Hunter para dar las
ramas poplíteas.
-
Vas
bien, -respondió el Dr. Lema con una sonrisa-
¿Y luego, que arterias llegan a la pierna?
El doctor Saldarriaga sonreía olfateando la victoria. Ya tenía ganada la confianza del paciente.
-
Las
principales arterias que llegan a la pierna son la arteria tibial anterior y la
tibial posterior…. Ahhhh y también está
la arteria peronea.
-
Muy
bien, muy bien. –si no fuera por las
amarras el Dr. Lema hubiera aplaudido de júbilo- Ahora decíme una cosa…. ¿cómo se llama la arteria que
pulsa sobre el dorso del pie?
-
Esa
pregunta está muy fácil doctor. Es la
arteria Pedia.
El doctor Lema sonrió completamente, y al doctor Saldarriaga le pareció
que el paciente hacia un amago de darle un abrazo. No lo hizo porque aún estaba con las muñecas
atadas a las barandas de la camilla.
A pesar de que el doctor Saldarriaga siempre había sido una persona
modesta, esta vez sacaba pecho delante
del grupo de enfermeras que se habían aglomerado a la entrada del cubículo
siete de cuidados intensivos escuchando la lección de anatomía. Ellas también estaban orgullosas de la
calidad de médico que hacia turno con ellas esa noche.
Sin más dilaciones el paciente le hizo señas con la cabeza al doctor
Saldarriaga para que se agachara. Al
parecer le quería decir algo al oído.
Cuando el médico se inclinó sobre la cama para escuchar lo que el
paciente quería decirle alcanzo a oír:
-
Oís,
hijueputa. A vos si te tocó estudiar
mucho para poder tenerme secuestrado….
Y nuevamente mirando a las enfermeras que estaban a la entrada de su
habitación comenzó a gritar:
-
Auxilio…
me tienen secuestrado… Que alguien me
ayude… Me tienen secuestrado…
Quien desee adquirir el libro puede solicitarlo en la editorial www.autoreseditores.com
Título: La monja sin cabeza y otros cuentos.
Categoría: Cuentos
Año de edición: 2012
número de páginas: 295
Categoría: Cuentos
Año de edición: 2012
número de páginas: 295
Detalles de Impresión
formato: 14 x 21 cm (con solapa)
encuadernación: Rústico (pegado)
interior: Papel Bond 75 Grs, Blanco y Negro
formato: 14 x 21 cm (con solapa)
encuadernación: Rústico (pegado)
interior: Papel Bond 75 Grs, Blanco y Negro
precio: $39.000.00 (COP - excento de IVA)
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