Hace poco un profesor me envió un excelente texto escrito por Juan Gossain para el periódico el tiempo, el cual trascribo, y que nos puede dar luces sobre el origen de nuestro "Guayabo"
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Ayúdeme, por favor: ¿de dónde viene la palabra ‘guayabo’?
Tomado de www.eltiempo.com
La palabra –con sus dos sentidos– es uno de los pocos colombianismos que se usa en todo el país.
Hasta en el arte y la música popular se ha metido el famoso guayabo.
La verdad, aunque duela, es que nunca nos hemos preocupado por averiguarlo.
Los colombianos usamos mil veces diarias la palabra ‘guayabo’, en cualquiera de los dos sentidos que aquí le hemos inventado, pero hasta ahora nunca nos hemos preocupado por averiguar seriamente cuál es su etimología, de dónde proviene, cuál es su procedencia verdadera, dónde apareció, en qué región la inventaron. Es decir, por qué el guayabo se llama guayabo.
Sí, señor, yo sé lo que significa guayabo en Colombia. Ni más faltaba. Pero es que ese no es el problema ahora. Ahora lo que quiero saber es su origen y su motivación. Su razón de ser. De dónde diablos salió. Cómo nació y en qué parte.
Hasta en el arte y la música popular se ha metido el famoso guayabo. Francisco Gómez, el admirable cuentista antioqueño que firmaba sus obras como Efe Gómez, escribió a principios del siglo veinte un relato titulado Guayabo negro. Eso les demuestra a ustedes lo vieja que viene siendo la palabrita. Una canción llanera lleva el mismo título. Y en el Caribe colombiano ya es legendario El guayabo de la Ye, un porro que ha bailado medio mundo y cuyo autor, nacido en Cereté, es el inolvidable Cabo Herrán, “Luis Felipe Herrán y Herrán, de los caballeros del rey”, como solía presentarse en broma cuando conocía a una persona.
Del traguito a la nostalgia
Bueno. Ya sabemos que en sentido clásico y universal, guayabo es el árbol que produce guayabas, así como el papayo da papayas. (Qué vaina: ahora que menciono la palabra me salta a la cara el misterioso origen de otro colombianismo, dar papaya, que significa dar ventaja o arriesgarse a que suceda algo que no nos conviene. Pero ese será tema para otro día. ¿O es que ustedes quieren que me vuelva loco? Eso me pasa a mí por darles papaya).
Sigamos por donde veníamos. En el lenguaje coloquial colombiano, guayabo tiene dos significados propios pero muy distintos. Para empezar, entre nosotros guayabo es el malestar que siente el cuerpo al día siguiente de haber consumido licores en exceso. ‘Qué guayabo tan grande’, dice el pobre hombre, llevándose las manos a la cabeza. Le duele todo. Y, para completar, siente depresión y miedo. Ya sabemos que el guayabo verdadero no tiene cura. El único tratamiento posible consiste en beber agua, acostarse y esperar.
Pero también le decimos guayabo al sentimiento de añoranza que a veces nos invade el corazón. Es la nostalgia que sentimos por las personas ausentes, por los tiempos pasados, por los lugares que se fueron quedando en la distancia. ‘Cada vez que me acuerdo de Carmencita, me da un guayabo…’
Guayabo significa lo mismo desde La Guajira hasta el último rincón del Amazonas y desde el Pacífico hasta el Caribe
El guayabo de las gallinas
Ya sé que en castellano existen otras palabras para describir ambos fenómenos, pero en Colombia los identificamos con esa sola. Los hablantes de español le dicen a la añoranza melancólica morriña o saudade, dos palabras muy bellas pero extrañas a nuestro idioma. Morriña proviene del dialecto que hablan los españoles de Galicia, y saudade es de familia portuguesa.
Antes de seguir con este cuento, debo advertirles que la palabra guayaba, como nombre propio de esa fruta tan sabrosa, es anterior al descubrimiento de América. La inventaron los indios quechuas, en las montañas andinas, y los españoles la adoptaron.
He consultado medio ciento de lexicones y diccionarios de colombianismos, pero el único intento de explicar los orígenes del vocablo guayabo, como molestia etílica, lo encontré en las 'Apuntaciones idiomáticas y correcciones del lenguaje', publicadas en 1943, obra del médico y filólogo caldense Roberto Restrepo Ramírez, un admirable investigador de nuestra cultura popular.
Dice Restrepo que un campesino le contó, en cierta ocasión, que, “como usted sabe, señor, el guayabo es el árbol predilecto que las gallinas usan para dormir. Cuando una de ellas amanece triste, no hay poder humano que la haga bajar del palo, por lo cual los campesinos dicen que esa gallina está enguayabada. O sea, que está instalada en el guayabo. Eso es lo mismo que le sucede a uno al día siguiente de una borrachera”.
Les confieso a ustedes que a mí me parece bastante rebuscada esa explicación. Pero, como ya dije, es la única que he encontrado hasta ahora entre investigadores y lingüistas.
Chaqui, guatero, cruda
En cada país de habla castellana hay una palabra típica para referirse a los estragos etílicos de la mañana siguiente. En España, acogiéndose a los mandamientos del diccionario oficial de la lengua, los llaman “resaca”.
Pero en lo que hace relación con nuestros países, se impone el lenguaje coloquial y folclórico. En Venezuela hablan del ‘ratón’, del ‘chucaqui’ en Ecuador, en varias naciones de América Central le dicen ‘goma’ y en Bolivia lo llaman ‘chaqui’. En Perú le dicen, graciosamente, ‘la perseguidora’. Como usted puede verlo, el guayabo ha armado un auténtico zafarrancho.
Ya sé que en castellano existen otras palabras para describir ambos fenómenos, pero en Colombia los identificamos con esa sola. Los hablantes de español le dicen a la añoranza melancólica morriña o saudade, dos palabras muy bellas pero extrañas a nuestro idioma. Morriña proviene del dialecto que hablan los españoles de Galicia, y saudade es de familia portuguesa.
Antes de seguir con este cuento, debo advertirles que la palabra guayaba, como nombre propio de esa fruta tan sabrosa, es anterior al descubrimiento de América. La inventaron los indios quechuas, en las montañas andinas, y los españoles la adoptaron.
He consultado medio ciento de lexicones y diccionarios de colombianismos, pero el único intento de explicar los orígenes del vocablo guayabo, como molestia etílica, lo encontré en las 'Apuntaciones idiomáticas y correcciones del lenguaje', publicadas en 1943, obra del médico y filólogo caldense Roberto Restrepo Ramírez, un admirable investigador de nuestra cultura popular.
Dice Restrepo que un campesino le contó, en cierta ocasión, que, “como usted sabe, señor, el guayabo es el árbol predilecto que las gallinas usan para dormir. Cuando una de ellas amanece triste, no hay poder humano que la haga bajar del palo, por lo cual los campesinos dicen que esa gallina está enguayabada. O sea, que está instalada en el guayabo. Eso es lo mismo que le sucede a uno al día siguiente de una borrachera”.
Les confieso a ustedes que a mí me parece bastante rebuscada esa explicación. Pero, como ya dije, es la única que he encontrado hasta ahora entre investigadores y lingüistas.
Chaqui, guatero, cruda
En cada país de habla castellana hay una palabra típica para referirse a los estragos etílicos de la mañana siguiente. En España, acogiéndose a los mandamientos del diccionario oficial de la lengua, los llaman “resaca”.
Pero en lo que hace relación con nuestros países, se impone el lenguaje coloquial y folclórico. En Venezuela hablan del ‘ratón’, del ‘chucaqui’ en Ecuador, en varias naciones de América Central le dicen ‘goma’ y en Bolivia lo llaman ‘chaqui’. En Perú le dicen, graciosamente, ‘la perseguidora’. Como usted puede verlo, el guayabo ha armado un auténtico zafarrancho.
El caso de Chile merece mención aparte: los chilenos le pusieron al pobre guayabo dos nombres diferentes: caña o guatero. (Y, si usted las junta, solo por jugar, le dan el término cañaguatero, que es el gentilicio de un hermoso barrio de Valledupar, inmortalizado en varias canciones vallenatas, según las cuales las cañaguateras son tan bellas que matan a los hombres. La palabra proviene del árbol luminoso del cañaguate, que desinfecta el suelo donde lo siembran. ¿Y qué tiene que ver Chile con Valledupar?, me preguntará usted. Bueno, para que vea todas las travesuras que se pueden armar cuando uno revuelve el lenguaje con un guayabo).
En México, Honduras y Guatemala, el pueblo entero usa el término ‘cruda’, como lo hemos comprobado en tantas películas y canciones mexicanas. En El Salvador le dicen ‘cruz’, como si fuera un martirio. Pero el único lugar donde a la resaca se le conoce como guayabo es Colombia.
Alemanes, franceses y Valle del Cauca
El inolvidable don Leonardo Tascón, nacido en Buga a mediados del siglo diecinueve, dedicó su vida entera a investigar el lenguaje y las tradiciones de su tierra. En el libro Diccionario de provincialismos y barbarismos del Valle del Cauca, no incluye la palabra guayabo, pero sí trae una curiosa definición de guayaba: dice que antiguamente, en esos parajes llamaban guayaba a una mentira que tiene apariencia de verdad.
Como si fuera poco, en Costa Rica le dicen guayaba a una variedad de plátano que tiene la cáscara amarilla y la pulpa blanca.
El barranquillero Adolfo Sundheim, descendiente de viajeros alemanes, en su monumental Vocabulario costeño, que tiene casi mil páginas, dice que, en efecto, el guayabo es “malestar o modorra que se padece a causa de una embriaguez u otro exceso por el estilo, con dolor de cabeza y alteración de las funciones gástricas”.
Lo gracioso de todo esto es que, por lo que pude averiguar en otros idiomas, los ejemplos de diferentes lenguas demuestran que el mundo entero se divierte con el tema del guayabo: antiguamente, en Estados Unidos le decían hot coppers, “cables calientes”, que es como le queda la cabeza a uno a la mañana siguiente. Hoy, los gringos lo llaman hangover, que es estar colgando de algo. En francés, mal aux cheveux significa ‘me duele hasta el pelo’. Katzenhamer es ‘gato enloquecido’ en alemán. Y, en italiano, spranghetta quiere decir ‘aparato’ o ‘aparatoso’.
Lo que demuestra que el guayabo es, naturalmente, una calamidad universal y que cada idioma se las rebusca para definirlo a su manera.
El guayabo de pava
Por su parte, el estupendo Diccionario de colombianismos, del Instituto Caro y Cuervo, nos recuerda los dos sentidos que tiene la palabra guayabo en nuestro país: como tristeza o desazón que se siente por la falta de algo o de alguien y como malestar con el que se amanece luego de haber tomado en exceso.
Pero tampoco dice ni una palabra sobre el origen del término, su etimología o procedencia. Agrega, eso sí, una curiosidad: que en algunas regiones campesinas de Antioquia, Caldas, Amazonas, Boyacá y Santander llaman guayabo de pava a un árbol que alcanza hasta quince metros de altura y cuyas flores son comestibles.
Por allá en el siglo XVIII, los marineros que venían de España a comerciar en América cogieron la costumbre de decirle guayaba a una muchacha que les parecía muy bonita, y, en general, a toda persona joven y saludable.
El guayabo nacional
Debo hacerles una confesión, aquí entre nos, ahora que nadie nos está oyendo. La razón más poderosa que me hizo embarcar en esta investigación es que la palabra guayabo –en sus dos sentidos populares– me tiene sorprendido porque es uno de los pocos, poquísimos colombianismos que se usan en todo el país y significan lo mismo en todas partes. Es decir, son nacionales.
El lenguaje típico colombiano, más que nacional, es regional. Es muy cambiable. Varía de una ciudad a la otra y hasta de un barrio al otro. Las pruebas abundan: arriera, en Boyacá y Cundinamarca, es la mujer del arriero, el que conduce recuas de mulas; en el Caribe, en cambio, es una hormiga que destruye sembrados.
Por el contrario, guayabo significa lo mismo desde La Guajira hasta el último rincón del Amazonas y desde el Pacífico hasta el Caribe.
Epílogo
Como pueden comprobarlo ustedes mismos, el Diccionario de la Real Academia Española, que es el árbitro, la máxima autoridad en la cancha del idioma, reconoce que, en el sentido de resaca alcohólica, guayabo es término exclusivamente colombiano. Pero nada más. De aquello, nada. Nada de origen ni procedencia. Nada de etimología. Nos quedamos sin saber por qué a la resaca le decimos guayabo. Ni de dónde salió.
Pero yo, que no estoy dispuesto a soportar los sinsabores de este guayabo gramatical, seguiré buscando y rebuscando. ¿Ustedes me pueden ayudar a averiguarlo? Dios se los pague.
JUAN GOSSAIN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
Pero yo, que no estoy dispuesto a soportar los sinsabores de este guayabo gramatical, seguiré buscando y rebuscando. ¿Ustedes me pueden ayudar a averiguarlo? Dios se los pague.
JUAN GOSSAIN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO