Agradecimientos a la autora por haberme permitido compartir su texto.
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VI
Todo empezó oyendo una vieja canción en el
pasacintas del carro.
Empecé a imaginarme una vida a su lado
y a fantasear lo imposible.
Todo parecía tan lejano y tan inalcanzable, que
incluso me construí un futuro y no un presente.
Pero la vida te pone cómplices, hadas madrinas,
hermanas mayores, llámalas como quieras.
Segura de poderlo conquistar, pero temerosa de no ser
digna, empecé a entregarme a la ventura de conocernos.
Fueron días duros, fracasos, caídas, ganas de huir,
llanto, heridas en los labios, ruido...
Creo que tarda bastante el proceso de aceptación
cuando no se nace para algo o alguien, aunque se
trabaje con disciplina para conseguir una respuesta.
Puedo hablar de mutua tolerancia pero no de amor.
Y como sucede cuando no te sientes correspondido,
poco a poco nos fuimos dejando de ver.
Ahora yace como un recuerdo, cargado de polvo, en un
rincón de mi habitación.
De vez en cuando intento agradarle, casi nunca
logramos una conexión que dure.
Pero sigo intentando, así sea por segundos, obtener la
música que llena el pecho, la vibración que eleva, el
ronco sonido que hace cosquillas en el alma.
Convertirme por fin en la amante de un saxofón.
Luisa Fernanda Mesa y su saxofón Fotografía: Claudia Calle. |
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