"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 27 de diciembre de 2023

George Buns. Simplemente genial.

Qué mejor forma de terminar el 2023 y comenzar el 2024, que con una sonrisa y la perspectiva optimista de un hombre que rió hasta los 100 años de edad. 

Me refiero al actor, comediante, cantante y escritor norteamericano (George Burns, (1896- 1996) quien nos dejó estas frases como legado. 

  ¡Simplemente geniales!


* El sexo es una de las 9 razones por las que me gustaría reencarnarme. Las otras 8 son irrelevantes.

* La gente me preguntaba qué regalo apreciaría más para mi cumpleaños 87. Les contesté: “Una demanda de paternidad”.

* Me encanta cantar y me encanta tomar whisky. La mayoría de las personas prefieren escucharme tomar whisky.

* Primero te olvidas de los nombres. Luego te olvidas de las caras. Después te olvidas de subirte la bragueta. Finalmente te olvidas de bajártela. 

* La felicidad es tener una familia grande, amorosa, dedicada, unida y en otra ciudad.

* ¿Saben lo que significa llegar a casa de noche y encontrar una mujer que te dé un poco de amor, un poco de afecto y un poco de ternura? ¡Significa que te equivocaste de casa!

* A mi edad, las flores y las velas me asustan.

* El secreto de un buen discurso es tener un buen comienzo, y un buen final, y luego tratar de que ambos estén lo más cerca posible.

* Soy tan viejo que cuando yo era un niño, el Mar Muerto sólo estaba enfermo.


Les deseo un gran 2024 a todos los “ jóvenes como nosotros “

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Navidad progresista

El siguiente texto lo encontré en Facebook en un post puesto por Ricardo Gutiérrez, en la pagina de Memelogía filosófica. Se conceden los respectivos créditos

Sencillamente, genial.


Os presento el pesebre de este año, más inclusivo y laico. 

No hay animales para evitar malos tratos. 

María tampoco porque las feministas creen que la imagen de la mujer no puede ser explotada. José, el carpintero, no está porque el sindicato no lo autoriza.

El niño Jesús se lo está pensando porque todavía no ha escogido si quiere ser niño, niña u otra cosa. 

Ni hablar de los Reyes Magos, podrían ser inmigrantes. 

Tampoco existe ningún ángel para no ofender a ateos, musulmanes y otras religiones. 

Por último, se ha eliminado la paja por riesgo el incendio y porque no cumple con la norma Europea NF X 08-070. 

Sólo queda la cabaña, hecha con madera reciclada de bosques que cumplen con la norma ambiental. Pero mañana la saco, no sea que venga alguien a ocuparla. 


¡FELIZ NAVIDAD!

miércoles, 13 de diciembre de 2023

In-felices fiestas - Rodrigo Fresán.

Un genial texto de antinavidad del escritor argentino Rodrigo Fresán, leído por Carlos Ignacio Cardona en el programa Literatura para oir, de la emisora Radio Bolivariana. (texto completo abajo). 




(In)felices fiestas.


Confesémoslo como quien asume un pecado esperando ser redimido nada más y nada menos que por la potencia inmemorial y radiactiva de una fecha marcada en rojo en los calendarios: ya desde el principio todo el asunto pinta mal y conduce al temblor.

Y no es por la descendente temperatura boreal sino por ese siempre en ascenso y sobrenatural espía que surge del frío año tras año. Un hombre corpulento con barba y traje raro, que no deja de lanzar carcajadas mientras invita a la incorrección de que los niños se sienten en sus rodillas mientras no deja de toquetearlos y de hacerles preguntas incómodas acerca de la bondad y del mal comportamiento y prometiéndoles no solo hacer justicia sino, mientras todos duermen, colarse por las chimeneas de las casas y ponerse a olisquear con fetichismo calcetines ajenos. Y mejor no hablemos de su despreocupación en cuanto a esclavizar a cientos de elfos en su taller, de la ferocidad con la que les exige a esos pobres renos que soporten una carga bestial y de su facilidad para volar saltándose todo control aéreo a una velocidad pasmosa.

Digámoslo entonces: ese tipo no es de fiar.

Y si tiene algo para dar es miedo. Sí: Santa Claus o Papá Noel o Viejito Pascuero o cualquier otro de sus múltiples alias da miedo. El mismo tipo de miedo que producen los payasos. Solo que el amo y señor de la Navidad es, desde siempre y para siempre, el dueño y domador del circo.

Y mejor no hablemos del modo en que se llegó a ese ser y a esta fecha que empezó a fecharse hace unos cinco mil años, en las tinieblas del Neolítico. Días más cortos (o más largos, si se celebraba la cuestión bajo la línea del Ecuador) y festivales eternos y comilonas bestiales junto a pilares de piedra iluminados por hogueras e intercambio de objetos de bronce y, después, todos a aparearse con todos bajo ese pino sagrado y a esperar los nacimientos con la llegada de la primavera. Y las Saturnalias de los antiguos romanos en las que, por un rato, los esclavos eran servidos por sus amos y se intercambiaba sigillaria (figuras de cera o arcilla). Y las doce jornadas medievales yendo del 24 de diciembre a la twelfth night del 6 de enero con danzas y canciones y torneos. Y la versión victoriana –con los niños como grandes protagonistas– que es aquella de la que proviene la nuestra. Solo que entonces los niños soñaban con juguetes y no con teléfonos móviles.

Y, claro, hablando de niños: también está todo eso del cronológicamente imposible nacimiento del Mesías producto del acoso sobrenatural de una deidad mayor (dios que años más tarde sacrificará a su hijo en su nombre) a una virgen sin #MeToo que la defienda.

Pero más allá de la variedad de deseos y del cambio de las modas y del sabor de la fe que se profese, hay algo muy inquietante en esa suerte de zona fantasma que son las fiestas findeañeras. Así, la Navidad & Co. como ciclotímica, inquieta, hormonal y por siempre adolescente. Si la Navidad fuera una de las edades del hombre, sería –a no dudarlo, coherentemente– la Edad del Pavo. Y lo más terrible de la Navidad & Co. no es la obligación de reunirnos con gente a la que optamos por no ver el resto del año; tampoco la demencial crecida de nuestro presupuesto mensual en nombre de unas pocas noches. No, lo terrible de la Navidad es que no solo nos obliga a repasar una y otra vez nuestra idea de la felicidad (en la que pensamos de reojo durante once meses y dos semanas), sino que, además, la pluraliza. Eso de, ya saben, “Felicidades”. De pronto es como si no bastara, no fuera suficiente, con la inalcanzable y singular y esquiva felicidad. Ahora, además, se impone la idea de varias felicidades, de muchas formas de alegría, del gozo automático y reflejo. La sonrisa como mueca y risas y campanitas y estrellita y a rebuscar bajo el arbolito lo que nos dejaron y descubrir todo aquello que no nos trajeron ni nos traerán. Jornadas, también, en las que se sacan conclusiones de lo sucedido en los doce meses anteriores (y en toda una vida) y se prometen imposibilidades para los doce meses que vendrán porque, de pronto, queremos tanto y creemos tanto y sentimos la imperiosa necesidad de querer creer en lo que sea. Una dimensión espaciotemporal en la que, se supone, todos flotan en un limbo de paz en el mundo y ho-ho-ho y jingle-jingle y twinkle-twinkle. Una suerte de paréntesis donde se ordena e impone la obligación de ser feliz aunque uno no lo sea y se autoconvence de que no hay nada mejor que estar todos juntos aunque el resto del año la proximidad de más de un miembro de nuestra tribu se nos haga tortura intolerable.

Y, ah, las postales innecesarias obturando la boca del buzón. Y la puntual resurrección de esa insoportable canción de Wham! y su terrible videoclip de suéteres y chimenea y nieve y ski resort y subtexto swinger (y todo pecado se paga y no olvidar que George Michael falleció un 25 de diciembre). Y las recopilaciones de greatest hits y los nuevos álbumes de villancicos y Christmas songs a cargo de artistas sin nada nuevo que ofrecer; este año ha sido el turno de Los Lobos y Robbie Williams, pero por ahí han pasado hasta Bob Dylan sin olvidar que John Lennon se compuso un standard pacifista a la medida y que el single más vendido de la historia sigue siendo el “White Christmas” compuesto por Irving Berlin con la voz de Bing Crosby. (Y no hace mucho leí que los villancicos hacen mal. Los villancicos te vuelven loco. Al menos así lo decidió el sindicato alemán de vendedores de tiendas que desde hace ya un tiempo exigió a los dueños de los grandes almacenes de Berlín que les dieran quince minutos extra de descanso a los vendedores para así compensar y reponerse de la “crueldad mental” que significa trabajar ocho horas al día escuchando ininterrumpidamente esas vocecitas de ardillas anfetamínicas y esas campanitas que resuenan sin cesar.) Y el mensaje del Rey de España y, hasta hace poco, el cada vez más psicotrónico especial de Raphael. Y la inesperada llamada telefónica de esa persona informándote de que tiene algo-para-decirte-que-nunca-te-dije-y-es-mejor-que-te-sientes. Y los comerciales televisivos alegóricos que no hacen más que subrayar, apenas subliminalmente, ese espasmo similar al de la orquesta en la cubierta cada vez más vertical del Titanic. Así, la emoción de ganar la lotería o esa cantinela del “vuelve a casa, vuelve… te esperamos” en nombre del turrón, pero que a mí siempre me pareció más propia del constante retorno de uno de esos slasher-gore killers como Michael Myers o Jason Voorhees listos para trinchar al pavo y a todos los que se le pongan por delante.

Y, de pronto, uno ya no aguanta tanto espanto (“será por eso que la quiero tanto”, rimaría Jorge Luis Borges) y cae de rodillas y le reza al Grinch de Dr. Seuss, al Jack Skellington de Tim Burton, al Bad Santa de Billy Bob Thornton, al Festivus de ese episodio de Seinfeld a celebrar el 23 de diciembre, a la pequeña asesina en serie de Santa Claus en ese relato perfecto de Spencer Holst (y a muchos de los personajes en los cuentos que siguen a estas líneas en esta revista). A todos esos grandes y festivos saboteadores de lo festivo que no son otra cosa que la versión épica y epifánica de ese tío nuestro que ha bebido de más y, de pronto, en el centro de esa cena que se desea última, se pone de pie y anuncia –con voz de tenebroso descorazonado– el principio de ¡El Horror! ¡El Horror! y la continuación de haber vuelto a recibir el más equivocado de los regalos y el seguimiento de, siete días más tarde, con todo un año por delante, empezar a romper todas esas tan poco prometedoras promesas para las que no hay vacuna ni cura.

Y tal vez la Navidad no sea un virus. Tal vez sea una droga. Alto poder adictivo. No se puede parar. Un compuesto químico que obliga a sonreír a todo el mundo, a abrazarse y a convencerse de que la felicidad es un invento posible. Así, la invención de la Navidad equivale a la invención de la felicidad. O viceversa. Así, los que se odian se abrazan resignados durante este limbo de siete días, porque –a no olvidarlo– nos vemos de nuevo para festejar otra improbable abstracción espaciotemporal.

Aún así, la Navidad es un engaño que debe ser preservado a toda costa. Desde hace siglos, funciona como Mentira Original siseante y enroscada alrededor del tronco que une a padres e hijos. Así, se premia la buena conducta y la honestidad mediante la construcción de una dulce falacia cuyo esclarecimiento tarde o temprano deja siempre un sabor amargo. Porque se deja de creer en Papá Noel y enseguida se deja de creer en el supuesto amor que sienten los padres entre sí y, por extensión, en el amor que profesan hacia uno. Y la onda expansiva de esta decepción iniciática acaba por cubrir toda una vida incrédula e inverosímil.

Y la pregunta es, claro, ¿se cree en la Navidad o es la Navidad la que cree en nosotros?

Pero, más allá de variaciones públicas y apreciaciones personales, todos regresamos a las universales y plurales fuentes y al Big Bang y al Alfa del asunto: A Christmas carol de Charles Dickens (1843) y donde fantasma es la palabra clave (no olvidemos que el inmenso librito apareció originalmente con el subtítulo “Historia de fantasmas navideña”, haciendo más hincapié en lo espectral que en lo festivo). Y allí el escritor inglés gana y nos hace ganar, cuando deja asentado que ese día doble que es el 24/25 de diciembre es terreno fértil para que pasten las apariciones. Dickens lo escribió para huir de la tiranía de los folletines, para empezar y terminar algo rápido y muy comercial, porque estaba resfriado y no podía ir a las fiestas que tanto le gustaban (aunque “Mi padre no era un buen tipo”, se arriesgó a susurrar una de sus hijas una vez que hubieron concluido los fastos del entierro del escritor en Poets’ Corner, abadía de Westminster).

En su monumental biografía, Peter Ackroyd arranca con algo que ya había asentado en su momento G. K. Chesterton: “No resulta arriesgado afirmar que Dickens reinventó por sí solo la idea de la Navidad tal como la conocemos hoy: ese grupo familiar reunido para disfrutar de los placeres, el afecto y la esperanza, idealizado a partir de las tenebrosas visiones de su infancia donde, siempre, la tristeza, la miseria y la muerte crecían fértiles como fantasmas ciertos.”

Y es la elección de lo fantasmal como vehículo para su historia lo que convierte la estrategia de Dickens en algo particularmente eficaz y perdurable: se sabe que la fiesta dura poco pero las apariciones son para siempre. La fantasía de Dickens funciona igual de bien que el primer día, porque se las arregla para hacer comulgar la idea del festivo “pavo más grande que haya” y las lucecitas en el árbol con la oscura culpa y el hambre insaciable de lo que pudo haber sido y no fue pero tal vez será.

La variación más exitosa y lograda sobre el tema es otra atemorizante fantasmagoría: It’s a wonderful life, película de Frank Capra de 1946 y cuyo casi obligado revisionado el día en cuestión ya es otra de las tantas tradiciones aceptadas.

Una y otra dan miedo porque tratan de los misteriosos vaivenes de la memoria y de la posibilidad de cambiar cuando lo que en verdad se desea es desaparecer por completo.

Y ya se sabe: la nouvelle de Dickens narra la historia de un hombre malo, Ebenezer Scrooge, que se vuelve bueno; mientras que la película de Capra (el diciembre pasado Saturday Night Live la parodió con Trump, causando indignación en el presidente) se ocupa de la trama de un hombre bueno, George Bailey, que se vuelve un desesperado.

En una y en otra hay visitas sobrenaturales –ángeles y fantasmas– y las dos acaban bien (y no está de más recordar que el “malo” de It’s a wonderful life no recibe castigo alguno mientras que todo hace pensar en que Bailey ya jamás podrá dejar esa casi vampírica Bedford Falls que lo reclama y lo retiene).

Aunque, bueno, ya lo dije y lo apunté en otras ocasiones: yo siempre me quedé con las ganas de ver cómo seguían, qué ocurriría una vez disipada la encantadora onda expansiva de la explosión benéfica de las fiestas y resonando otra vez el ominoso silencio de la normalidad. Porque esa es la clave de la Nochebuena y de ese eco que es la Nochevieja, siete días después: no duran nada, son más un breve espejismo que un permanente oasis, una ínfima tregua en la guerra de todos los otros días.

Y, lo siento mucho, la verdad sea dicha por más que la verdad sea dolorosa y Charles Dickens haya decidido no contarla por piedad hacia nosotros, para no arruinar las fiestas. Los escritores y los guionistas tienen el poder de terminar una historia en el momento en que lo consideran más oportuno; pero eso no significa necesariamente que las historias terminen ahí.

Y aquí voy.

Una semana más tarde, para el 31 de diciembre de ese mismo año, Scrooge ya había vuelto a ser tan detestable como siempre lo había sido hasta esa inolvidable y fantasmagórica Navidad. En realidad, ahora que lo pienso, a partir de entonces, Scrooge fue todavía un poco más detestable. Y existe otra posibilidad aún más terrible: en realidad los fantasmas de las navidades fueron el producto de una conspiración comandada por Bob Cratchit –empleado/esclavo de Scrooge– para quedarse con su fortuna. Tiny Tim fue operado con éxito, su paso por los quirófanos le descubrió su verdadera vocación, y acabó siendo un médico de renombre que, en sus ratos libres, se hizo famoso bajo el alias de Jack el Destripador.

En cuanto al George Bailey de It’s a wonderful life, seguro que se escapó a la mañana siguiente, mientras todos dormían, con todo ese dinero donado por sus adorables vecinos. Y por fin y a solas dejó las nieves de Bedford Falls para siempre poniendo rumbo hacia climas más cálidos, a una lejana ciudad de Brasil llamada –no podría ser de otro modo– Natal.

Felices cuentos. ~


Fuente: Letras libres

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Punto de vista

Siempre hay diversas formas de presentar un mismo hecho. Eso es lo que hacen los abogados, los políticos, los demagogos, los periodistas o los escritores. 

Para demostrarlo, les traigo un ejemplo. 

Esta noticia me la enviaron por WhatsApp el 3 de noviembre de 2023. 

¡Samuel Madrid quedó campeón de un evento histórico! El mundial de jiu-jitsu de Abu Dhabi en su edición #15 con una participación de más de 7000 atletas y más de 150 países, Samuel logró la medalla de oro en la categoría juvenil -94 kg luego de vencer 4 combates, el primero contra Brasil, el segundo contra Kazakistan, en semifinales contra Canadá y la final contra el local de Emiratos Árabes. 

Samuel es el primer campeón mundial juvenil (UAEJJF) en la historia de Colombia.


Ahora, me permito dar otra versión de los hechos. 

En Abu Dhabi, un colombiano se puso a pelear con cuatro personas (un brasilero, un kazakistaní, un canadiense y un árabe), los golpeó a todos y les quitó el oro.

La información es la misma. Sólo cambia la forma de presentarla. 

Siempre puede haber dos versiones.



miércoles, 29 de noviembre de 2023

La elección del narrador frente a la verosimilitud de un relato

LA ELECCION DE UN NARRADOR FRENTE A LA VEROSIMILITUD DE UN RELATO


Por Carlos Alberto Velásquez Córdoba


Hace poco un compañero de un taller leyó un cuento en el que un personaje en primera persona relataba cómo fue su transformación de humano a animal. Un cuento muy bien narrado con una historia fascinante. Sin embargo, al final el personaje relata que desde que terminó la transformación “perdí conciencia de mí mismo”. 

Observé que había una gran brecha con ese final, pero varios asistentes, incluido el profesor, me acusaron de no entender que ello era una ficción y de apegarme a las leyes de la lógica que, naturalmente, “pueden ser transgredidas en la literatura”.

En ese momento intenté explicar que había un contrasentido, teniendo en cuenta que se trataba de un narrador autodiegético, es decir, un personaje en primera persona que narra su historia desde su propia vivencia. No es posible, que narre lo que le ocurrió si ya no es consciente de sí mismo. Sencillamente, no podría. El autor en cuestión, hombre muy inteligente y sagaz me advirtió que el cuento no terminaba allí, que había una segunda parte y que, al avanzar yo entendería. Espero ansioso el siguiente capítulo para ver cómo explicará que a pesar de haber perdido la conciencia de sí mismo, el narrador pudo contar su pasado. ¿Si ahora es un animal y perdió la conciencia de que era humano, como es que relata que lo fue? ¿Será que alguien le contó que alguna vez había sido humano y por eso pudo relatarlo? ¿Será que más adelante vuelve a ser humano y puede recordar que lo había sido al inicio? ¿entonces, una vez convertido en humano tendrá consciencia de que fue animal? Será interesante ver qué recurso utiliza.

En la literatura mundial hay muchas referencias a humanos que se vuelven animales. 

El sapo y la princesa es un buen ejemplo. En todo caso el sapo nunca deja de tener conciencia de que es un príncipe convertido en humano. En la princesa pavo real, cuento de la literatura oriental, por el contrario, el animal no es consciente de que era humana hasta que vuelve a serlo. Incluso hay relatos con personas que fueron convertidas en árboles, pero no se pierde la conciencia de haber sido humano. Un árbol que pierde la conciencia de haber sido un humano, no podría relatar que lo fue.

Sí, es cierto que las leyes de la lógica se transgreden en la literatura. Lo que no se puede es transgredir las leyes que la misma literatura ha definido. De ahí viene el concepto de verosimilitud, que es muy diferente al de realidad. La verosimilitud va mucho más allá porque hace posible lo imposible, pero exige que sea creíble.

En muchas ocasiones la elección del narrador determina la verosimilitud. Hace algunos años en un taller, otra escritora planteaba una escena en la que una mujer con un trastorno severo de memoria (Síndrome de Alzheimer) narraba en primera persona que, estando en una cafetería, ella le preguntaba al mesero “¿Qué día es hoy?” y que cada vez que él pasaba, ella le volvía a hacer la misma pregunta porque no era consciente de haberlo preguntado antes. Mi comentario de entonces era que, si de verdad la persona tenía Alzheimer, no podría recordar que había hecho la pregunta. Mi sugerencia para ese texto era que ella le preguntara “una sola vez” al mesero y fuera él quien le respondiera que la pregunta ya la había hecho seis veces. Si ella sufría de Alzheimer, ¿cómo iba ella a relatar que hizo seis veces una pregunta que no podía recordar haber hecho? 

Hay que tener en cuenta que desde el punto de vista del narrador autodiegético es imposible saber cosas de las que no se tienen conciencia o no se tienen memoria.  En otras palabras, un personaje que no tiene conciencia de su pasado, no puede relatarlo. 

Para explicar mejor mi punto les mostraré un ejemplo.

Nací en la ciudad de Medellín. Me crie en el barrio San Benito. Fui el mayor de tres hijos. Estudié en el colegio de los Hermanos Cristianos y luego pasé a la universidad donde estudié medicina. Desde la infancia solía practicar ciclismo, hasta que un día antes de graduarme como médico, tuve un accidente en carretera. Perdí el control de la bicicleta y caí a un hueco. Me golpeé fuertemente la cabeza contra una piedra, y sufrí un daño cerebral irreparable. A partir de aquel momento perdí la memoria y desde entonces no recuerdo quien soy. Ahora vago por el mundo intentando averiguar cuál es mi pasado.

En este caso la historia está completa: Tiene un principio, un nudo y un desenlace. Está cronológicamente descrita. Se narra la infancia del personaje, el trasegar por el colegio y lo que estudiaba en la universidad, hasta un día antes de graduarse como médico. En la narración relata que tenía desde la infancia la afición al ciclismo y cuenta que tuvo un aparatoso accidente que le produjo un trauma cerebral. El final de la historia es muy triste: quedó sin memoria. El lector desprevenido ve que hay una historia completa. Un buen lector detectaría el error.

La falla en el argumento es que, si no tiene memoria, no podría contar la historia a menos que haya un comodín. Es decir, que en algún momento del relato diga que puede referir lo que no recuerda porque alguien se lo dijo o lo averiguó de algún modo. De lo contrario, no podría relatar lo que no hace parte de su esfera consciente. En el ejemplo anterior es claro que aún no ha podido averiguar cuál es su pasado, por tanto, no podría contar, en primera persona, nada que haya ocurrido antes del golpe.

El autor debe encontrar la manera de narrar la historia de otra forma. Puede ser a través de un cambio de narrador y hacer que un externo cuente el relato; (alguien que conozca el pasado del personaje antes de que perdiera la memoria, y lo que sucedió después), o buscar un recurso externo en el que el personaje cuente la historia en primera persona aclarando que la información que tiene de lo que no recuerda fue obtenida de una fuente externa.

Aunque es cierto que las leyes de la lógica se pueden trasgredir en la literatura, cualquier construcción ficcional requiere que el mundo que se inventa tenga coherencia dentro de sus propias reglas. No basta con que los datos que configuran la historia estén completos. Hay que hacer que una historia parezca verosímil desde la forma misma cómo se relata.

Carlos Alberto Velásquez Córdoba

miércoles, 22 de noviembre de 2023

El principal error al escribir un diálogo

Esta semana quiero hablarles de un error muy frecuente en literatura, y del que me declaro culpable. Tardé muchos años en descubrirlo y por eso quiero compartirlo.  

En los textos de escritores novatos, y aun en los consagrados, es frecuente encontrar diálogos mal construidos porque suelen escribir lo que el lector debe saber y no lo que los personajes deben decir.

En un diálogo real una persona muchas veces calla lo que piensa, ya sea porque es prudente hacerlo, o porque lo que ha de decir ya es conocido por la otra persona con la que conversa. Aún más: después de una discusión es común descubrir que quedaron muchas cosas por decirse, porque la dinámica de una conversación no siempre transcurre como se planea. Con frecuencia una persona quiere decir algo y la conversación toma otro rumbo y se queda sin expresarlo.

Es inverosímil, por ejemplo, que una pareja de ancianos con cincuenta años de casados se siente en el balcón de su casa a describirse mutuamente cómo estaban vestidos en el día de su matrimonio, cómo era el carro en que fueron de la iglesia hasta su casa, y se relaten en un diálogo los pormenores de su luna de miel, ¡como si el otro no lo supiera!

Puede que el escritor quiera que el lector se entere de cómo fue su matrimonio y su luna de miel, pero no suena verosímil que la pareja converse relatándose mutuamente los hechos que ambos vivieron, en un diálogo que es completamente innecesario. Esas conversaciones no se dan en la vida real. Si el autor quiere que el lector se entere de lo que ocurrió hace cincuenta años, debe buscar otra estrategia. 

Suena artificiosa una conversación donde los personajes tienen que hablar de un tema con el único propósito de informar al lector, cuando en la vida real, la conversación sería mucho más fluida y sin tanto detalle irrelevante para los que dialogan.

Un buen diálogo literario no debe decir lo que los personajes recuerdan o piensan (con intención de ilustrar al lector), sino lo que los personajes conversarían si fueran reales. Y hay que recordar un axioma fundamental: Un diálogo verdadero no dice todo lo que el personaje piensa o sabe. Dice lo que el personaje necesita decir en el contexto de una conversación. 

Hace poco leí un libro de cuentos de una escritora de vasta experiencia. Había un relato en el que a una mujer le roban un carro. La víctima llegaba a un taller en busca de su mecánico de confianza, pero encontraba cerrado el local. De repente, un hombre la aborda apuntándole con un arma, y le dice que se baje del auto. 

La mujer en cuestión le responde:

—Por qué me vas a quitar el carro, lo conseguí con mi trabajo, lo necesito para visitar a los clientes y conseguir las pautas de publicidad... Me va a quitar lo que he conseguido con mi esfuerzo, está bien, lléveselo, pero déjeme sacar unos candelabros y una chaqueta que no son míos, están en la maleta.

¿En un atraco real una mujer narraría al asaltante el uso cotidiano que le da al vehículo? ¿le contaría que el carro fue conseguido con el dinero resultante de su trabajo? ¿le confiaría que el carro que pretenden robarle lo usa para visitar clientes y conseguir pautas publicitarias?

Alguien podría argumentar que conoce un caso verídico de alguien que no solo lo pensó, sino que tuvo todo el tiempo de decirlo en medio de un atraco, y que tuvo la fortuna de tener un atracador que muy amablemente escuchó la explicación completa sin impacientarse (de todo se ve). 

Pero en literatura, se trata de construir un texto sea creíble. Y lo verídico y lo verosímil no siempre van de la mano. 

Cuando en una historia literaria hay algo que el lector debe conocer, el escritor debe encontrar la mejor forma de hacérselo saber. No siempre es el personaje quien debe proveer esa información. A veces es necesario que el narrador cuente lo que el personaje no expresaría en una conversación real.  

El principal error al escribir un diálogo es hacer que los personajes digan algo que nunca dirían, con el único propósito de informar al lector. 

En otras palabras:  

En un diálogo literario un personaje no dice lo que el lector necesita saber, sino lo que el personaje necesita decir. 

Hasta la próxima semana. 

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Limitarianismo

Hace unos días una amiga me envió un video sobre una tesis (¿económica? o ¿sociológica?) llamada Limitarianismo.

En un video, creado por la DW se expone una tesis llamada limitarianismo (ver video). Empieza aclarando que no se trata de socialismo ni comunismo (permítaseme reir a carcajadas), sino una teoría en la que se plantea que hay que limitar la riqueza "porque la riqueza excesiva perjudica a la sociedad, la economía y el planeta" y por eso se pide que se limite la riqueza y que el dinero sobrante se destine al estado o al medio ambiente.

El video tiene un punto que no tiene discusión. Por encima de cierto nivel de riqueza, no se puede incrementar el nivel de vida. Si un rico extremo duplicara sus ganancias, su vida no cambiaría sustancialmente. Eso es muy cierto. Hay ricos que ya "lo tienen todo" y si ganaran más les sería imposible disfrutar más cosas de las que ya disfruta. Por encima de cierto nivel de ganancias calidad de vida ya no mejora.

En lo que falla la tesis es en proponer que les quiten a los ricos sus excedentes.

Todo sistema social requiere de personas que jalonen la economía. Aun en sociedades que no usaban dinero, toda interacción social se fundamentaba en que alguien tenía algo que otro no. Si yo tengo gallinas y dispongo de huevos, pero no tengo madera para una mesa, puedo hacer un trueque, o utilizar monedas: entrego mis huevos para conseguir la madera.

En todas las sociedades desde primitivas hasta avanzadas siempre ha funcionado así. Si soy un indio cazador, y debo internarme en la selva para conseguir comida, lo más lógico es que le dé una porción al que me cuida los hijos mientras estoy fuera de la aldea. (intercambio de servicios). Si fuera esa persona, con tiempo para cuidar los niños de la tribu, puedo comer del jugoso filete de capibara que consiguió el cazador. En muchos grupos humanos hay personas que no pueden hacer algo específico, pero saben hacer otras cosas distintas. Ese intercambio de servicios y mercancías se llama economía y está muy por encima de las ideologías.

El acumular riqueza no es una buena opción para nadie. Si yo acaparo la carne, se me descompone. A nadie le interesa acumular madera si lo que necesita es huevos. Por eso la mayoría de los individuos que tienen un exceso de elementos con valor comercial, buscan la forma de crecer en el negocio, más que acaparar.

Una persona que no es rica trata de adquirir bienes y servicios de otros, ofreciendo bienes o servicios que sí posee. (llámese conocimiento o trabajo en forma de mano de obra). Esto lo explicó Karl Marx, pero los marxistas no lo entendieron y lo convirtieron en una excusa para odiar. El intercambio de saberes, servicios y productos hace que una sociedad se consolide y prospere.  

¿Y los ricos? Ellos tienen más que lo que necesitan. Entonces, ¿qué pasa con sus excedentes? 

Desde mi punto de vista solo tienen tres opciones.

Opción 1. Lo invierten en nuevos proyectos: creación de nuevas empresas, nuevas líneas de negocio, nuevas fábricas, diversificar su portafolio de servicios, etc. (con lo que genera nuevos empleos y mueve la economía, de paso ayudando a que más pobres tengan sustento).

Opción 2. Compra bienes y servicios: compra de yates, caballos, relojes Rolex, autos Ferrari, viajes a sitios exclusivos, entre otros. Para que se produzcan dichos bienes debe haber astilleros, ensambladoras, fabricas, aerolíneas, industrias turísticas. Cientos, miles de personas tendrán empleo como veterinarios, mecánicos, pulidores, meseros, cocineros, pintores, etc. Incluso, puede comprar fincas y llenarlas de ganado. Para su mantenimiento requerirá de personal, veterinarios, transportadores, carniceros, etc.  En cualquier caso, los pobres se benefician con trabajo digno. Además, la produccion de ganado implica más disponibilidad de comida. Ningún rico inteligente compra reses para dejar que mueran sin obtener ganancia. Cuando un rico compra bienes y servicios se mueve la economía y genera empleo en quienes le proveerán los bienes.

Opción 3. El rico guarda su dinero en un banco o bajo la almohada sin el interés de gastarlo, solo acumularlo. En este caso no compra nada, no invierte en nada. Simplemente este individuo desaparece para la economía, lo que no hace daño a nadie. Supongamos que compra tierras y no las siembra, simplemente deja que la naturaleza las reclame. ¿Acaso eso no es lo que quieren los ecologistas? ¿y el dinero? Si el dinero está guardado y no circula, no cuenta dentro del sistema.

La opción menos probable es que un rico guarde su dinero. Precisamente se hizo rico, invirtiéndolo y no guardándolo.

Entonces, los promotores de limitarianismo proponen que repartir el dinero que a los ricos les sobra. Hay que dejar claro que, para un rico, ningún dinero sobra, ellos lo invierten o compran cosas. Y eso está muy bien. ¿Y si lo guardaran? No hay problema.

¿Como la existencia de un dinero guardado que nadie usa puede empeorar la economía? No la afecta para nada. El que construye mesas, seguirá vendiendo mesas, el que vende huevos, seguirá vendiéndolos a precios bajos porque no hay un aumento de moneda circulante en el sistema. ¿Pero qué pasa si yo vendía huevos a 1000 pesos que era lo que la gente podía pagar y de un momento a otro, mis compradores tienen un millón de pesos para comprar huevos, resultante de una inyección gratuita de dinero? Pues, simplemente yo incremento el precio de mis huevos a un millón. A eso se le llama inflación. Rápidamente el sistema se equilibra y nuevamente hay ricos y pobres. Los verdaderos ricos utilizarán la opción 1 o la 2 con sus excedentes.

¿Qué importa que un dinero esté guardado? ¡Que los ricos guarden lo que quieran! No afecta la economía.

¿Cuál es el problema si los ricos ganan más de lo que pueden comprar? Solo los envidiosos (comunistas y socialistas - y uno que otro capitalista) pedirán que lo repartan. El resto sabemos que los ricos, en su afán de crear dinero, establecerán nuevos negocios, crearan empleo y moverán la economía para que la gente tenga una forma digna de ganar dinero por su trabajo sin pedirlo regalado.

Si somos consecuentes con lo expuesto, los ricos ya lo están repartiendo. Cada que un rico abre una nueva sucursal, inventa viajes al espacio, crea una empresa de ventas online, produce una nueva version de un teléfono inteligente está dando empleo a miles y millones de personas, desde el minero que extrae níquel en una mina en un país apartado, el técnico que ensambla equipos, el que hace mantenimiento a un avión o el piloto que trasporta al gerente de una multinacional a una reunion en otro continente. Ahí, cada rico está repartiendo su dinero (en forma de salario o pago) a cambio de servicios y bienes que producen los menos ricos.

Es un error muy grave pensar en que la riqueza es limitada. Eso induce a creer que hay que repartirla. El verdadero visionario es el que enseña a producir riqueza a partir de la oportunidad y el conocimiento. No se requiere quitarle a nadie nada. La innovación puede hacer que un producto sea mejor y más valorado. Yo puedo vender huevos, o puedo vender un omelet por el doble del valor si mi producto es lo suficientemente bueno. Y si me va bien, puedo crear una cadena de restaurantes que vendan desayunos exquisitos, hasta el punto de sentarme en mi casa a recibir las ganancias, ¿qué tiene de malo eso, si habrá gente trabajando en mis restaurantes y recibiendo beneficios de lo que yo inventé?

¿Por qué razón, alguien tiene que quitarme el dinero que yo produje con mi innovación?

En resumen, el limitarianismo es una tesis que solo pueden apoyar los envidiosos.

Eso de poner límite a la riqueza solo se le ocurre a alguien que no es capaz de producirla.


miércoles, 8 de noviembre de 2023

Carta a los palestinos de Gaza

El siguiente texto me lo envió una amiga. Supuestamente fue escrito por don Joan Manuel Serrat a los palestinos de Gaza.

El mismo día que publiqué esta entrada, varios amigos me mostraron que el texto no es de Joan Manuel Serrat sino de alguien llamado Noa. Desconozco la veracidad de su autoría, pero me pareció un texto digno de compartir. 

Así que, de acuerdo con lo prometido, retiro el nombre de don Joan Manuel y dejo claro que es de otra persona. 



Carta de Noa de Joan Manuel Serrat

 A Los Palestinos De Gaza.

Es con el corazón apesadumbrado que les escribo hoy. Gaza está ardiendo. La frontera con Israel está bajo fuego. Niños en ambos lados de la frontera están aterrorizados, traumatizados, heridos en cuerpo y alma. ¡Valiosas vidas se pierden a cada instante! ¡Corre la sangre!

¡Abundan el dolor y las lágrimas!

Lamentablemente eso nos es familiar, demasiado. Estoy sentado en mitad de la noche en mi hogar catalán junto al mar. Ese mar que es nuestro, el Mediterráneo, nuestra cultura, el de nuestro pueblo andariego, el de los sin hogar, los nostálgicos, los constructores, los sobrevivientes.

Nuestros sueños son como las olas, y dialogan con la luna y las estrellas sobre la eternidad.

Desde ese fatídico día de 1995 cuando asesinaron a Rabin, dediqué gran parte de mi vida pública a cantar y a hablar por la paz entre judíos y palestinos.

Vi el proceso de paz levantarse y caer como los senos de una mujer respirando durante la noche. Vi muchas oportunidades desperdiciadas. Lamentablemente mucha obstinación, ignorancia y estrechez de miradas se cruzaron por el camino. Un absurdo orgullo pisoteó numerosas esperanzas. Canté y hablé. A veces discutí y abracé a extraños. Muchas veces me conmoví hasta las lágrimas e hice los amigos más inesperados. Amigos por quienes cruzaría fronteras bajo fuego para darles protección. Y hoy yo digo esto: tenemos un enemigo común, un enemigo terrible, y tenemos que unirnos para vencerlo. Ese enemigo es el fanatismo, amigos míos. Ese enemigo es el extremismo en todas sus grotescas manifestaciones. Ese enemigo está encarnado por todos aquellos que colocan a Dios por encima de la vida, que pretenden que Dios es su espada y su escudo y que combaten por él. Todos ellos son víctimas de un horrible fanatismo. Yo a menudo hablé contra el fanatismo en mi país, porque lo considero detestable.

Muchas veces arriesgué mi carrera y mi bienestar en esa lucha. Ahora veo el horrible rostro del fanatismo, veo sangre en sus manos y conozco uno de sus muchos nombres: Hamas.

Ustedes conocen a este terrible monstruo. Saben que viola a vuestras mujeres y envilece a las inocentes mentes infantiles. Ustedes saben que educa para el odio y la muerte.

Ustedes saben que es chauvinista y violento, codicioso y egoísta, y que se nutre de vuestra sangre mientras evoca el nombre de Alá en vano, se oculta como un ladrón y utiliza a inocentes como escudos humanos, utiliza mezquitas como arsenales, miente y estafa, y los usa a ustedes como rehenes. ¡Yo sé que eso es verdad y que ustedes lo saben! Pero no pueden hablar por miedo. Pero yo sí puedo hablar.

Tengo el privilegio de vivir en una democracia donde las mujeres no son objetos, sino ministros, donde un cantante puede decir lo que se le antoja. Yo sé que ustedes no tienen ese privilegio (pero estoy seguro de que algún día lo alcanzarán, inshalla).

Yo sé que ustedes están hartos de ser mantenidos como rehenes por ese demonio, esa terrible bestia, que está en Gaza, pero también está en Irak, en Afganistán y en todas partes. ¡Pero ustedes son un pueblo destinado a florecer en paz! ¡Su majestuosa historia ofrece abundantes testimonios de creatividad en la literatura, la ciencia, la música!

A veces los veo en las calles, haciendo manifestaciones de apoyo a los monstruos, gritando muerte a los judíos, muerte a Israel. Pero yo no les creo. ¡Sé dónde está vuestro corazón! Está donde está el mío, con mis hijos, con la tierra, con el cielo, con la música, con la esperanza. Yo sé que en el fondo de vuestros corazones ustedes desean la derrota de la bestia llamada Hamas que los ha aterrorizado y asesinado, que ha convertido a Gaza en un estercolero de pobreza, enfermedad y miseria, y los ha sacrificado en su sangrienta locura de orgullo y codicia.

Mis hermanos, lloro por ustedes y también por nosotros. Lloro por mis compatriotas que sufren por las bombas de ETA arrojadas en todas partes. Lloro por los soldados secuestrados y muertos, por las familias enlutadas, por la inocencia perdida para siempre. Pero lloro especialmente por ustedes porque conozco vuestro sufrimiento. Sólo espero que Israel pueda hacer la tarea que debe ser hecha y finalmente logre librarlos de este cáncer de fanatismo llamado Hamas. Y espero que un resto de compasión aún exista en sus corazones para que dejen de usarlos a ustedes y sus hijos como escudos humanos.

Y quizás tengan una oportunidad de caminar despacio el uno hacia el otro y daros tímidamente las manos, miraos en los ojos llenos de lágrimas y deciros con voz ahogada: "Shalom, salam. Ya basta. Ya basta, hermano mío".

¿Quieres un café? Quédate un poco, hablemos, conocemos las palabras y las canciones y sabemos cuál es el camino.
 
Shalom. Salam. Con un corazón quebrado que aún añora el amor. 


Vuestro amigo, Noa  J.M.Serrat


miércoles, 1 de noviembre de 2023

Cuentos en la tarde. Aura Echeverri


Cuentos en la tarde.

Conversar con Aura Echeverri Uribe es maravilloso. Y aunque no todos puedan tener ese privilegio, acercarse a ella a través de sus libros es tener una conversación íntima con una persona que ha vivido una buena vida, “buena”, en el sentido de la bondad.

Aura Echeverri hace parte de esos pocos seres que puede transmitir la ternura y el amor en una mirada, en un abrazo, en una sonrisa, o en una palabra. Conversar con Aura es volver a esas tardes de chocolate y abuelos, es sentir el aroma de las flores y los eucaliptos, y el trinar de los pájaros en una tarde soleada. 

Cuando uno lee los libros de aura se contagia de su amor por la naturaleza, por las cosas simples y maravillosas que hacen de la vida un milagro. Se siente uno como en un sueño mágico donde descubre la vida campestre con sus calmas y tribulaciones, con sus remansos y sus torbellinos. 

He tenido el privilegio de conocer a Aura y conversar con ella.  He leído casi todos sus libros: novelas, cuentos, poesías, y lo primero que uno descubre es que su autora es un alma noble que ve la vida con gratitud y con amor. En sus obras se vive ese espíritu de una Antioquia grande, la que soñaron Carrasquilla o Manuel Mejía Vallejo, con ese estilo costumbrista que también la caracteriza a ella. Algunas de sus novelas son denuncias de temas muy complejos: secuestros, asesinatos, traiciones, ambición, pero a la vez de redención: siempre en sus historias hay un héroe, un personaje que vive para los demás y que busca por todos los medios servir a los otros. En las historias de Aurita hay la esperanza de que todo puede ser mejor. 

Este nuevo libro de cuentos es un reencuentro con nuestro pasado. El lector entrará cuentos, relatos, estampas, y reflexiones que nos evocarán esas historias que contaban nuestros ancestros, cargadas de sabiduría y de amor.

Aura es una escritora de mucha trayectoria, ha sido alumna de los grandes, como Mario Escobar Velásquez y Luis Fernando Macías.  Ha recibido múltiples reconocimientos en el ámbito literario.  Por eso me sentí honrado cuando me pidió que le hiciera un prólogo para su nuevo libro. Su corazón es grande como sus historias.  Y cuando se leen sus cuentos uno siente que también es grande, porque ha sido transformado por ella.

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Aura Echeverri Uribe es licenciada en Didácticas y dificultades del aprendizaje Escolar, Egresada de la fundación universitaria CEIPA. Se define como Maestra de corazón y publicista de profesión.

Algunos de sus cuentos han sido publicados en las memorias del Taller de escritores Amedas,

En 2015 obtuvo el premio del Club Rotario de Envigado y en 2017 el Premio CIPE al mérito Literario (Envigado).

Otros libros publicados:
  • Cuentos de la tradición oral para niños,
  • Retrato de Bárbara Uribe Restrepo
  • Cuentos para gente sin edad
  • La sombra
  • Al paso del tiempo
  • Refranes en una noche de luna
  • Juana Balboa, desplazada y perseguida
  • La máscara de doble cara
  • La cobra maligna
  • Amor tardío
  • Tierra violentada

miércoles, 25 de octubre de 2023

Diez objetivos tácticos para gobernar a Colombia

Un amigo me mandó un enlace de ifmnoticias en la que se hace un análisis de los posibles objetivos tácticos del gobierno actual para cambiar la dirección que llevaba el país. 

Trascribo el texto. Saquen sus propias conclusiones: 

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¿Hay 10 objetivos tácticos para gobernar a Colombia?


Muchos colombianos confiaron en el plan de Gobierno presentado por Gustavo Petro, un cambio para el país. Sin embargo, una cuenta de X afirma que hay 10 objetivos tácticos para gobernar el país.

Según el usuario de X, Santamaria @migousantamaria, estos son los 10 objetivos en los que Petro avanza día a día, mientras creemos que los escándalos de corrupción, los desplantes, la impuntualidad, la incompetencia de sus ministros, la desarticulación, su cuenta de X y el narcisismo que lo caracteriza, se lo impedirán.

Santamaria, quien dice en su perfil ser publicista, empieza su explicación de la siguiente manera: EL PLAN: Petro insiste en imponer un modelo socialista en Colombia. Contrario a lo que algunos creen, tiene todo meticulosamente calculado. Es falso que no le guste el poder, le encanta, pero sin restricciones. Es un autócrata enfermizo.

Numerando dichos objetivos tácticos los organiza de la siguiente manera:

“1. Neutralizar a las Fuerzas Militares y de Policía, descabezando a altos oficiales para que los nuevos le guarden lealtad, cooptar y dividir la tropa con mejoras económicas e inmovilizar su capacidad de acción y reacción, empoderando a organizaciones delictivas”.

“2. Controlar la Fiscalía con un fiscal de bolsillo que entierre los procesos de corrupción en contra del gobierno y su familia y persiga a sus contradictores, acabar la Procuraduría, e imponer en las Altas Cortes, magistrados de su misma ideología de extrema izquierda”.

“3. Estatizar la salud, la educación, las pensiones, la infraestructura, la minería, la energía y los servicios públicos, diezmar la iniciativa privada, la economía de mercado y el derecho a la propiedad, y dividir a los gremios y empresarios”.

“4. Socavar la independencia del Banco de la República, empezando por cuestionar sus decisiones utilizando a un sector privado incauto, matizar la regla fiscal para lograr mayor endeudamiento, y acaparar decisiones económicas, regulatorias y tarifarias”.

“5. Distanciar a Colombia de sus aliados internacionales más cercanos, empezando por Estados Unidos, buscando que aíslen al país por sus posiciones provocadoras como las de la guerra en Ucrania y el ataque terrorista de Hamas a Israel, acercándose Rusia, China e Irán”.

“6. Comprar apoyo ciudadano a través de la masificación de subsidios, que cobije, en primer lugar, a 100 mil jóvenes desempleados o que delinquen y tratar de echarse al bolsillo a taxistas, propietarios de moto y campesinos que siembran coca”.

“7. Reconstruir mayorías en el legislativo, pulverizando los partidos políticos que amenacen al régimen, negociando congresistas corruptos ávidos de puestos y contratos, y granjear, luego de las elecciones, la lealtad de alcaldes y gobernadores a punta de presupuesto”.

“8. Estigmatizar, desacreditar y amedrentar medios de comunicación y periodistas con nombre propio hasta acallarlos o sacarlos del país, mandar mensajes desde sus redes sociales como desposeído para que hablen de lo que él quiere y desviar la atención de los problemas reales”.

“9. Sembrar odio entre los colombianos en razón a ideas, raza, credo y lucha de clases, calificando de esclavistas a quienes han creado empresa, y cuestionar la dignidad del empleo formal para fracturar la relación con los trabajadores”.

“10. Mantener en la pobreza a millones de colombianos para que le mendiguen al Estado, es decir, a él, sometiendo al pueblo revolucionario a sus designios, acrecentando día a día su poder, reafirmando ser el ungido “para salvar al país” y claro, también al planeta”.

Estas son sus conclusiones de cómo Gustavo Petro está gobernando el país y hacia donde piensa encaminarlo si continúa improvisando y generando escándalos.

Fuente:  ifmnoticias

miércoles, 18 de octubre de 2023

El eclipse. Cuento de Augusto Monterroso

La semana pasada hubo un eclipse de sol. Desde tiempos inmemoriales este fenómeno ha fascinado a los seres humanos. Qué mejor pretexto para uno de los mejores cuentos de Augusto Monterroso. 


EL ECLIPSE

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos V condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

FIN



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Augusto Monterroso (Tegucigalpa,1921 – México, 2003), es un escritor hispanoamericano, conocido por sus colecciones de relatos breves e hiperbreves.  

De este autor, recomendamos también el Decálogo del escritor.   

Hasta la próxima. 

miércoles, 11 de octubre de 2023

Efecto Dunning-Krugger ¿Por qué los tontos se creen inteligentes?

Con mucha frecuencia las personas que menos conocen de un tema son las que más opinan. Y lo hace erróneamente.  

Durante la pandemia de COVID-19, tuve amigos abogados, ingenieros, mensajeros, amas de casa, y de un centenar de otros oficios, recomendando tratamientos ineficaces como si realmente fueran virólogos expertos. En cambio, los médicos más confiables, se abstenían de opinar hasta no tener evidencias científicas. 

Hace algún tiempo miraba en la televisión un programa de concurso basado en preguntas de cultura general. Un participante desconocía una respuesta a una pregunta sencilla y pidió la ayuda del público. El presentador solicitó a los asistentes que solo votara el que sabía la respuesta; si no la sabía debía abstenerse.  El público votó y eligió la respuesta errónea.   

Y no es que la pregunta fuera difícil, pero si exigía un mínimo de conocimiento. Pero los que no sabían votaron. 

¿Como es posible que el concursante hubiera perdido?  Sencillo: Cuando hay un tema del que no se conoce, las personas más instruidas se abstienen porque saben que pueden cometer un error. Por el contrario, quien es ignorante de un tema no tiene el filtro que da el conocimiento. Muchos ignorantes opinan sin saber, porque se sienten cómodos desconociéndolo todo. A este fenómeno se le conoce como Efecto Dunning-Kruger.

El efecto Dunning-Kruger es el sesgo cognitivo por el cual las personas con baja habilidad en una tarea específica sobrestiman su habilidad y creen que saben más que lo que realmente saben. 

El efecto Dunning-Kruger tomó su nombre debido a unas investigaciones hechas por David Dunning (Michigan, 1959-) y Justin Kruger (California, 1968-) quienes sometieron unos individuos a un cuestionario. Luego les pidieron que calificaran como creían que les había ido con sus respuestas. Quienes desconocían el tema estaban convencidos de que habían respondido bien, sobreestimando sus habilidades. Quienes conocían del tema tenían dudas y consideraban que, tal vez, habrían fallado en varias preguntas, subestimando sus capacidades.  

En otras palabras, quien no sabe algo, desconoce que lo desconoce. (El ignorante desconoce que lo es). 


El caso típico lo vemos en quien nunca ha hecho una cirugía, pero le parece que no debe ser tan difícil y critica cualquier resultado obtenido por un cirujano experto; o el espectador que no se explica por qué el futbolista "se comió" ese gol que parecía tan fácil, a pesar de nunca haber jugado futbol a nivel profesional.

Mientras menos se conozca de un tema, el ignorante se creerá con más derecho de opinar. Lo vemos con mucha frecuencia en los políticos, los directores de empresas y gerentes cuando opinan sobre los trabajos que hacen sus empleados, los influencers que hacen recomendaciones sin fundamento, las empleadas de servicio doméstico que escuchan a un neumólogo tosiendo y se sienten expertas para recomendarles "un jarabe muy bueno para la tos".  

Hay toda una gama de personajes que no son expertos en un tema específico, pero creen saberlo todo acerca de ello.

A continuación, les traigo un video sobre el tema. 



Hasta la próxima semana 

miércoles, 4 de octubre de 2023

¿Cómo escribir números en un texto literario?

Es muy común que los jóvenes escritores se cuestionen: ¿Cómo se escriben los números en un texto literario? ¿es mejor escribir la edad de un personaje en cifras o en letras? ¿cómo escribir las fechas y las horas?  



Lo primero es que no existe ninguna norma obligatoria, y en un texto literario el autor tiene libertad de escribir los números como le venga en gana. Sin embargo, hay algunas recomendaciones que hacen que una forma sea mejor que la otra, cuando se trata de un texto literario.


Los números cardinales 

Cuando escribimos una obra literaria o un texto no técnico, la R.A.E. recomienda que escribamos los números cardinales con letras, a no ser que se trate de un número muy complejo. Por regla general los números pequeños (aquellos números que puedan expresarse en tres palabras o menos) se escriben con letras:

  • Es profesora y ha escrito cinco novelas
  • Juan tiene treinta y cinco años. 
  • El salón tiene capacidad para cuarenta y ocho alumnos. 
  • Te he dicho un millón de veces que no seas exagerado. 

Cuando el número es más largo, debe escribirse en cifras:  

  • José vive en un pueblo de 325 957 habitantes y cobra 2859 dólares al mes.

Observen que estas cifras no llevan punto. Hay una norma de la R.A.E que establece que los números de cuatro cifras no llevan punto. Sin embargo, los que tienen más de cuatro cifras deben separarse en guarismos de mil.  Veamos dos ejemplos 

  • Ese municipio tiene 325 957 habitantes.  
  • Para el 2023, el salario mínimo en Colombia es de 1 300 606 pesos

Por supuesto, se trata de recomendaciones. No faltará el que prefiera escribir "1.300.606 pesos" con puntos. 


Cuándo escribir en cifras

En algunos casos hay que escribir en cifra y no con letras, como sucede con los porcentajes superiores a diez:

  • El 97% de los pacientes con COVID-19 sobreviven 

Los porcentajes menores pueden escribirse con letras o con números, según prefiera el escritor, siendo siempre más recomendable para una novela la escritura en letras:

  • El seis por ciento de los estudiantes no ha pagado el curso.


Otra excepción que se escribe siempre con una cifra es la de los números que van después del sustantivo al que se refieren:

  • María está hospitalizada en la habitación 506. 
  • El cuento del Retrato del señor Rossi está en la página 18.


Sobre las mezclas de letras y cifras

Sobre la mezcla de cifras y letras, la R.A.E. recomienda, al menos en la escritura de ficción (novela, relato, etc.), no mezclar en un mismo enunciado cifras por un lado y números escritos con letra por otro. Es decir que, si tenemos en el mismo párrafo o en dos párrafos próximos un número sencillo y otro complejo, es mejor escribirlo todo con números:

  • María tiene 40 años, ha escrito 4 novelas y cobra 1859 euros al mes.

Las fechas: 


Las fechas normalmente se deben escribir con cifras:

  • Carlos nació el 8 de junio de 1966.

Observen que el año va sin punto de separación por tener cuatro cifras.

Los siglos se escriben con números romanos, siempre en mayúscula, cuando el número va precedido de la palabra "siglo".  Caso contrario, cuando la palabra siglo va después (número cardinal) se escribe con letras. 

  • Es el mejor escritor del siglo XX. 
  • Hipócrates vivió cinco siglos antes de Cristo. 


Las horas

En textos literarios es mejor escribir siempre la hora con letras:

  • Juan salió del trabajo a las cinco menos diez porque había quedado con María a las cinco y cuarto. 
  • Sin embargo, María no llegó a la cita. A las cuatro y treinta había sufrido un accidente. 


Los ordinales

Por último, hago mención a los números ordinales, (esos que determinan un orden o secuencia).  En una obra literaria se escribirán siempre con letras:

  • María vive en un primer piso y está escribiendo su quinta novela.

Es importante que "onceavo", "doceavo", "treceavo", "catorceavo", "quinceavo", "veinteavo" hacen referencia a una fracción.  "Juan tiene la doceava parte de la herencia" (es uno de los doce hijos). Con la excepción de "octavo" los demás números terminados en "avo" son una porción de una unidad.  Lo correcto es undécimo (o decimoprimero), duodécimo (o decimosegundo), decimotercero, decimocuarto, decimoquinto, decimosexto, vigésimo...   

Recuerden que estas recomendaciones son para textos de carácter literario. En los textos académicos generalmente priman los registros con cifras. 

Espero que les sea de utilidad. 


Fuente

Real Academia de la Lengua Española

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Tres escritoras antioqueñas que vale la pena leer

Una excelente entrevista con escritoras jóvenes y muy talentosas. Angela Ramírez, Sonia Emilse García y Silvia Montoya conversan con Yuly María Sanchez y Aldair Ballestas en el programa La voz del tintero, del canal Telemedellin - Radio volpaleson. 



Ver más.  

Angela María Ramírez M

La Corredora: Angela Ramírez

Hojas amarillas

Isolda

Toc, toc, ¿quién soy?


Sonia Emilce García Sanchez. 

El lápiz labial de mamá

Corazón Valiente

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Dios es matemático.

 "Todas las personas creemos en algo. 
y yo creo... que me tomaré un café"


Hablando en serio, todas las personas tienen algún tipo de creencia. Incluso, cuando los ateos y los agnósticos, (que dicen no creer en nada), se van a dormir, ponen sus alarmas para despertar al día siguiente. ¡creen que habrá un mañana! ¡Eso es tener FE!

Yo soy una persona profundamente creyente. Me criaron en la religión católica que profesaba mi familia y de ahí he tomado cosas muy buenas. No soy practicante (de los que van a misa), pero creo en un Dios algo parecido al que creían mis antepasados. Solo que mi Dios es científico y matemático. 

Creo en la ciencia y en la verificación científica de los hechos. Eso me convierte en un "creyente" muy extraño porque estoy dispuesto a cambiar mis conceptos a medida que las evidencias muestren otras cosas. 

Entonces, usted no cree en nada一 suelen decirme. Yo les respondo que creo en un principio básico que es inmutable independiente del tiempo o del espacio. Que existe desde antes de que el universo fuera creado y será verdadero mucho después. Creo en Dios, creo en las matemáticas y en sus leyes. ¡Creo en pi (π)!


Verán: si tomamos un círculo y medimos su circunferencia, encontraremos que ésta mide lo mismo que si tomamos el diámetro (dos veces el radio) y lo multiplicamos por pi (π). (3.14159265359....)


En otras palabras, la circunferencia de un círculo equivale a 2.π.r.  Eso es una verdad absoluta que ha existido antes de la creación de los humanos y será cierta eones después de que se destruya el universo. Es verdad en mi ciudad, en cualquier país, en Marte o Saturno, en una galaxia lejana o en cualquier lugar que podamos imaginar.

Y así pasa en general con la matemática: Si tenemos dos elementos (2), la mitad siempre será la unidad (1). Dos, partido en dos, siempre será uno (2/2=1). ¡Verdad irrefutable! Si a cinco objetos le restamos uno, siempre quedarán cuatro. La raíz cuadrada de nueve siempre será tres. En todo el universo, y fuera de él, existe un orden que será eterno. 

¡Dios existe!, ¡alabado sea Dios!

Las matemáticas me permiten creer que existe un orden lógico y natural que es inmutable. Dios no me va a hacer ganar en un examen si le rezo con fervor, ni me hará ganar la lotería, ni va a volver vencedor a mi equipo favorito, pero sí me va a dar herramientas para saber que tengo mayor probabilidad de ganar un examen si estudio los temas, o que, a mayor cantidad de boletas, tengo mayor probabilidad estadística de ganar el permio mayor.  

Este dios también es implacable. Convierte en pobres a los que gastan más de lo que reciben. Provoca la muerte al que, ignorando la ley de la gravedad, se lanza desde lo alto de un edificio (gravedad= 9.8 mt/seg²). Mi Dios determina qué animales vuelan y cuales no pueden, qué arboles resistirán un viento fuerte y en cuales se quebrará su tallo. 

Dios determina el tamaño de los planetas y sus órbitas. Define cuándo una montaña debe expulsar fuego o cuándo es tiempo de una avalancha. Sus fórmulas intrincadas manejan la temperatura de los ecosistemas y determinan qué organismo sobrevive o no a una enfermedad. Es un Dios terrible y a la vez benévolo, pues nos permite conocer algunas de sus leyes para que tratemos de alcanzarlo. 

Dios existe, se los aseguro. Está ahí, en cada cosa que pasa. Y estará ahí por siempre. 

A continuación, les comparto un interesante video que los va a poner a pensar. (Doy los créditos respectivos a BBC mundo y Laura García).