"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Origen de la palabra "guayabo"

En nuestro medio hay muchos términos que a un extranjero puede parecer extraños. Uno de ellos es la palabra "Guayabo" cuando se usa para referirse a una resaca. 

Hace poco un profesor me envió un excelente texto escrito por Juan Gossain para el periódico el tiempo, el cual trascribo, y que nos puede dar luces sobre el origen de nuestro "Guayabo"

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Ayúdeme, por favor: ¿de dónde viene la palabra ‘guayabo’?


Tomado de www.eltiempo.com

La palabra –con sus dos sentidos– es uno de los pocos colombianismos que se usa en todo el país.

Hasta en el arte y la música popular se ha metido el famoso guayabo.

La verdad, aunque duela, es que nunca nos hemos preocupado por averiguarlo.

Los colombianos usamos mil veces diarias la palabra ‘guayabo’, en cualquiera de los dos sentidos que aquí le hemos inventado, pero hasta ahora nunca nos hemos preocupado por averiguar seriamente cuál es su etimología, de dónde proviene, cuál es su procedencia verdadera, dónde apareció, en qué región la inventaron. Es decir, por qué el guayabo se llama guayabo.

Sí, señor, yo sé lo que significa guayabo en Colombia. Ni más faltaba. Pero es que ese no es el problema ahora. Ahora lo que quiero saber es su origen y su motivación. Su razón de ser. De dónde diablos salió. Cómo nació y en qué parte.

Hasta en el arte y la música popular se ha metido el famoso guayabo. Francisco Gómez, el admirable cuentista antioqueño que firmaba sus obras como Efe Gómez, escribió a principios del siglo veinte un relato titulado Guayabo negro. Eso les demuestra a ustedes lo vieja que viene siendo la palabrita. Una canción llanera lleva el mismo título. Y en el Caribe colombiano ya es legendario El guayabo de la Ye, un porro que ha bailado medio mundo y cuyo autor, nacido en Cereté, es el inolvidable Cabo Herrán, “Luis Felipe Herrán y Herrán, de los caballeros del rey”, como solía presentarse en broma cuando conocía a una persona.

Del traguito a la nostalgia

Bueno. Ya sabemos que en sentido clásico y universal, guayabo es el árbol que produce guayabas, así como el papayo da papayas. (Qué vaina: ahora que menciono la palabra me salta a la cara el misterioso origen de otro colombianismo, dar papaya, que significa dar ventaja o arriesgarse a que suceda algo que no nos conviene. Pero ese será tema para otro día. ¿O es que ustedes quieren que me vuelva loco? Eso me pasa a mí por darles papaya).

Sigamos por donde veníamos. En el lenguaje coloquial colombiano, guayabo tiene dos significados propios pero muy distintos. Para empezar, entre nosotros guayabo es el malestar que siente el cuerpo al día siguiente de haber consumido licores en exceso. ‘Qué guayabo tan grande’, dice el pobre hombre, llevándose las manos a la cabeza. Le duele todo. Y, para completar, siente depresión y miedo. Ya sabemos que el guayabo verdadero no tiene cura. El único tratamiento posible consiste en beber agua, acostarse y esperar.

Pero también le decimos guayabo al sentimiento de añoranza que a veces nos invade el corazón. Es la nostalgia que sentimos por las personas ausentes, por los tiempos pasados, por los lugares que se fueron quedando en la distancia. ‘Cada vez que me acuerdo de Carmencita, me da un guayabo…’

Guayabo significa lo mismo desde La Guajira hasta el último rincón del Amazonas y desde el Pacífico hasta el Caribe


El guayabo de las gallinas

Ya sé que en castellano existen otras palabras para describir ambos fenómenos, pero en Colombia los identificamos con esa sola. Los hablantes de español le dicen a la añoranza melancólica morriña o saudade, dos palabras muy bellas pero extrañas a nuestro idioma. Morriña proviene del dialecto que hablan los españoles de Galicia, y saudade es de familia portuguesa.

Antes de seguir con este cuento, debo advertirles que la palabra guayaba, como nombre propio de esa fruta tan sabrosa, es anterior al descubrimiento de América. La inventaron los indios quechuas, en las montañas andinas, y los españoles la adoptaron.


He consultado medio ciento de lexicones y diccionarios de colombianismos, pero el único intento de explicar los orígenes del vocablo guayabo, como molestia etílica, lo encontré en las 'Apuntaciones idiomáticas y correcciones del lenguaje', publicadas en 1943, obra del médico y filólogo caldense Roberto Restrepo Ramírez, un admirable investigador de nuestra cultura popular.

Dice Restrepo que un campesino le contó, en cierta ocasión, que, “como usted sabe, señor, el guayabo es el árbol predilecto que las gallinas usan para dormir. Cuando una de ellas amanece triste, no hay poder humano que la haga bajar del palo, por lo cual los campesinos dicen que esa gallina está enguayabada. O sea, que está instalada en el guayabo. Eso es lo mismo que le sucede a uno al día siguiente de una borrachera”.

Les confieso a ustedes que a mí me parece bastante rebuscada esa explicación. Pero, como ya dije, es la única que he encontrado hasta ahora entre investigadores y lingüistas.

Chaqui, guatero, cruda

En cada país de habla castellana hay una palabra típica para referirse a los estragos etílicos de la mañana siguiente. En España, acogiéndose a los mandamientos del diccionario oficial de la lengua, los llaman “resaca”.

Pero en lo que hace relación con nuestros países, se impone el lenguaje coloquial y folclórico. En Venezuela hablan del ‘ratón’, del ‘chucaqui’ en Ecuador, en varias naciones de América Central le dicen ‘goma’ y en Bolivia lo llaman ‘chaqui’. En Perú le dicen, graciosamente, ‘la perseguidora’. Como usted puede verlo, el guayabo ha armado un auténtico zafarrancho.

El caso de Chile merece mención aparte: los chilenos le pusieron al pobre guayabo dos nombres diferentes: caña o guatero. (Y, si usted las junta, solo por jugar, le dan el término cañaguatero, que es el gentilicio de un hermoso barrio de Valledupar, inmortalizado en varias canciones vallenatas, según las cuales las cañaguateras son tan bellas que matan a los hombres. La palabra proviene del árbol luminoso del cañaguate, que desinfecta el suelo donde lo siembran. ¿Y qué tiene que ver Chile con Valledupar?, me preguntará usted. Bueno, para que vea todas las travesuras que se pueden armar cuando uno revuelve el lenguaje con un guayabo).

En México, Honduras y Guatemala, el pueblo entero usa el término ‘cruda’, como lo hemos comprobado en tantas películas y canciones mexicanas. En El Salvador le dicen ‘cruz’, como si fuera un martirio. Pero el único lugar donde a la resaca se le conoce como guayabo es Colombia.

Alemanes, franceses y Valle del Cauca

El inolvidable don Leonardo Tascón, nacido en Buga a mediados del siglo diecinueve, dedicó su vida entera a investigar el lenguaje y las tradiciones de su tierra. En el libro Diccionario de provincialismos y barbarismos del Valle del Cauca, no incluye la palabra guayabo, pero sí trae una curiosa definición de guayaba: dice que antiguamente, en esos parajes llamaban guayaba a una mentira que tiene apariencia de verdad.

Como si fuera poco, en Costa Rica le dicen guayaba a una variedad de plátano que tiene la cáscara amarilla y la pulpa blanca. 


El barranquillero Adolfo Sundheim, descendiente de viajeros alemanes, en su monumental Vocabulario costeño, que tiene casi mil páginas, dice que, en efecto, el guayabo es “malestar o modorra que se padece a causa de una embriaguez u otro exceso por el estilo, con dolor de cabeza y alteración de las funciones gástricas”.



Lo gracioso de todo esto es que, por lo que pude averiguar en otros idiomas, los ejemplos de diferentes lenguas demuestran que el mundo entero se divierte con el tema del guayabo: antiguamente, en Estados Unidos le decían hot coppers, “cables calientes”, que es como le queda la cabeza a uno a la mañana siguiente. Hoy, los gringos lo llaman hangover, que es estar colgando de algo. En francés, mal aux cheveux significa ‘me duele hasta el pelo’. Katzenhamer es ‘gato enloquecido’ en alemán. Y, en italiano, spranghetta quiere decir ‘aparato’ o ‘aparatoso’.

Lo que demuestra que el guayabo es, naturalmente, una calamidad universal y que cada idioma se las rebusca para definirlo a su manera.

El guayabo de pava

Por su parte, el estupendo Diccionario de colombianismos, del Instituto Caro y Cuervo, nos recuerda los dos sentidos que tiene la palabra guayabo en nuestro país: como tristeza o desazón que se siente por la falta de algo o de alguien y como malestar con el que se amanece luego de haber tomado en exceso.

Pero tampoco dice ni una palabra sobre el origen del término, su etimología o procedencia. Agrega, eso sí, una curiosidad: que en algunas regiones campesinas de Antioquia, Caldas, Amazonas, Boyacá y Santander llaman guayabo de pava a un árbol que alcanza hasta quince metros de altura y cuyas flores son comestibles.

Por allá en el siglo XVIII, los marineros que venían de España a comerciar en América cogieron la costumbre de decirle guayaba a una muchacha que les parecía muy bonita, y, en general, a toda persona joven y saludable.

El guayabo nacional

Debo hacerles una confesión, aquí entre nos, ahora que nadie nos está oyendo. La razón más poderosa que me hizo embarcar en esta investigación es que la palabra guayabo –en sus dos sentidos populares– me tiene sorprendido porque es uno de los pocos, poquísimos colombianismos que se usan en todo el país y significan lo mismo en todas partes. Es decir, son nacionales.

El lenguaje típico colombiano, más que nacional, es regional. Es muy cambiable. Varía de una ciudad a la otra y hasta de un barrio al otro. Las pruebas abundan: arriera, en Boyacá y Cundinamarca, es la mujer del arriero, el que conduce recuas de mulas; en el Caribe, en cambio, es una hormiga que destruye sembrados.

Por el contrario, guayabo significa lo mismo desde La Guajira hasta el último rincón del Amazonas y desde el Pacífico hasta el Caribe.

Epílogo


Como pueden comprobarlo ustedes mismos, el Diccionario de la Real Academia Española, que es el árbitro, la máxima autoridad en la cancha del idioma, reconoce que, en el sentido de resaca alcohólica, guayabo es término exclusivamente colombiano. Pero nada más. De aquello, nada. Nada de origen ni procedencia. Nada de etimología. Nos quedamos sin saber por qué a la resaca le decimos guayabo. Ni de dónde salió.

Pero yo, que no estoy dispuesto a soportar los sinsabores de este guayabo gramatical, seguiré buscando y rebuscando. ¿Ustedes me pueden ayudar a averiguarlo? Dios se los pague.

JUAN GOSSAIN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO



miércoles, 19 de septiembre de 2018

Máquinas alucinantes de Andreas Wannersterdt

Hace unos años no toda máquina imaginada podía ser construida: los ingenieros trazaban bosquejos y hacían prototipos contando con que la precisión de su imaginación pudiera ser materializada. 

Ahora, con el advenimiento de los computadores, cualquier máquina imaginada es posible, aunque sea en una pantalla. 

A continuación, les comparto algunos videos del diseñador Sueco Andreas Wannersterdt

Máquinas verdaderamente alucinantes.

martes, 11 de septiembre de 2018

La divina comedia de Dante, en los ojos de Doré.

Durante cierta parte de la edad Media, el renacimiento y la edad moderna,  las historias de Dante  Aleghieri (1265-1321),  influyeron en el imaginario colectivo del Infierno, del purgatorio y del cielo.

Sin embargo, tal vez la mejor representación de las ideas de Dante, está en los grabados de Gustave Doré,  un pintor, escultor e ilustrador alsaciano considerado el ultimo de los grandes grabadores. (1838-1883)

Dentro de sus trabajos más notables están El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,  La biblia, y La Divina Comedia, de la cual les comparto un video.





miércoles, 5 de septiembre de 2018

Los peligros de la democracia

Facundo Cabral solía decir que le asustaban mucho los imbéciles, porque eran muchos y hasta podía elegir presidentes.

Y tenía razón. Aunque en las últimas elecciones en Colombia (2018), ganó el candidato en el que yo confiaba,  me asusta pensar que muchos votaron sin saber realmente por quien estaban votando. Muy pocos de los que votaron por el conocía su plan de gobierno, así como la mayoría de los que votaron por el otro candidato tampoco habían leido sus propuestas y la habían analizado con raciocinio. 

Así ocurrió cuando ocho años atrás las personas votaron por un candidato que había jurado sobre mármol que no subiría los impuestos, frente a su oponente que había explicado que para mejorar el país tendría que subirlos. En ese entonces, la gente votó por el que prometía hacer cosas, pero no tenía idea de donde sacaría el dinero (Por supuesto, luego de ganar, sí aumentó los impuestos).

La democracia es peligrosa porque la gente vota con el corazón, con el estómago, o con el hígado. Muy pocos reflexionan y la mayoría se dejan llevar más por sus intuiciones que por la razón. Algunas veces el resultado de la democracia es beneficioso, pero en otras ocasiones puede ser peligroso. 

Aquí les dejo este video que expone las razones por las que Sócrates no confiaba en la democracia, que es el punto que quiero mostrar.

Posdata. Aun sigo creyendo que la democracia es el mejor sistema de gobierno, pero me asusta que haya tantos imbéciles, porque aunque a veces acierten, también pueden llegar a elegir la opción equivocada.




miércoles, 29 de agosto de 2018

Troya: Historia y mito

En días recientes dictaba un curso sobre cultura general y tocamos el tema de la Guerra de Troya.  Hay muchas películas y series en la actualidad que giran en torno a esa guerra, (no todas fieles al relato homérico). 


Sobra decir que aún se desconoce mucho sobre la forma como llegó la historia a nuestros días, qué tanto hay de historia y cuanto hay de ficción.

Coincidencialmente me encontré un video de Academia Play, donde explicaban de una manera muy didáctica la historia de Troya, contada por el mítico homérico y  el redescubrimiento de la ciudad. 

Sin más preámbulos, aquí va.






miércoles, 22 de agosto de 2018

La proporción dorada. Una relación entre belleza y matemática.

Hace mas de treinta años encontré un extraño libro en la Biblioteca Publica:  "La Biología del Arte" (1962) del zoólogo británico Desmond Morris.  En su texto mostraba cómo los animales tenían el concepto de armonía estética. 

Hubo un dato que me llamó la atención:  casi todas las puertas o  ventanas, casi todas las banderas del mundo son rectangulares y tienen una relación de 1 a 1.618. Es como si en la arquitectura y el diseño predominara esta proporción.  La explicación es netamente biológica.  El campo visual humano tiene aproximadamente una medida de alto por 1.6 medidas de ancho.

Por esa misma época me encontré otro libro donde el protagonista, un excelente matemático árabe, aseguraba a su amigo que podía saber si una mujer oculta tras un grueso velo, era bella  o no. Bastaba con conocer las medidas de su rostro. 

- La Matemática dispone de recursos maravillosos. Con el auxilio de dicha ciencia puede el hombre calcular el peso de un camello, la altura de una torre o la belleza de una mujer.
Y como él me mirase con ojos espantados, aclaré: “Sí, con el auxilio de una relación geométrica, puede el matemático determinar si una joven es hermosa o fea, es decir, si sus formas son perfectas o no. Es enteramente innecesario, para el novio, ver el rostro de su futura esposa para prevenirse contra cualquier desilusión. Basta disponer de media docena de medidas y aplicar a ellas las "Fórmulas Matemáticas de la belleza”.
El hombre que calculaba, - Malba Tahan.
(Seudónimo de Julio Cesar de  Melo Soussa)

Los antiguos había descubierto la división áurea, proporción dorada (o regla dorada ), muchos siglos antes de Cristo y era aplicada a la pintura, a la arquitectura y a en general a las artes.  (El ascenso del hombre - Jacobo Bronowsky).  

Dicha proporción surge de dividir 809/500. Estudios más recientes han demostrado que dicha relación se aplica a casi todas las formas biológicas. 

A continuación les comparto un bello video  realizado por Jonathan Quintin que expone el tema, ambientado por el exquisito Canon de Johannes Pachelbel.



miércoles, 15 de agosto de 2018

No es tan gallina, porque adivina.

Las adivinanzas son parte de la historia misma de nuestra especie.   Que se sepa, no existe ningún otro animal que se comunique con acertijos. 

Desde niños,  se nos enseña a descubrir cosas ocultas en el lenguaje. Todos los idiomas y culturas tienen, de alguna forma, la adivinanza como forma de aprendizaje y diversión.   
Por eso cuando el profesor Luis Fernando Macías nos mostró su nuevo libro de adivinanza, de una vez quedé impresionado. 

No solo porque el libro contiene adivinanzas (que para mí son un gran pasatiempo) sino también por dos razones.  Las adivinanzas de este libro no son las tradicionales.   Su formulación está hecha en sextillas meticulosamente elaboradas.   La otra razón,  las ilustraciones del libro son una verdadera delicia para los amantes de la pintura.  


¿Qué pulpa tiene

tanta ternura
cuando está pura?
Solo recuerde
que se ve verde
estando madura. 


El libro "No es tan gallina que adivina" es una verdadera obra de arte.  Tienen sus acertijos divididos en 13 capítulos cuidadosamente ilustrados por la artista Male Correa. Cada capítulo tiene su propia ambientación.  Además no solo hay adivinanzas en el texto.  Para los amantes de la pintura es una delicia tratar de adivinar cual pintor y qué obra es la que se interpretó en cada capítulo. 



Este es un libro que no solo es para leer. Merece estar exhibido en una galería de arte. 

No es tan gallina porque adivina
Género:  Adivinanzas - Libro ilustrado
Páginas: 66
Año de publicación 2018
Editorial:  Hilo de Plata.


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Male Correa es diseñadora gráfica de la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha  trabajado como ilustradora y profesora en varias universidades.  Asistente en el taller de escritores de Asmedas. Ha hecho varias exposiciones de sus obras y ha sido nominada a varios premios. 

Luis Fernando Macías:  Narrador, poeta, ensayista y autor de varios libros (tanto literatura infantil como para adultos).  Editor de la colección Palabras Rodantes de Comfama y el Metro de Medellín.  Fue director de la Editorial y de la Revista Universidad de Antioquia, fundador de la Editorial "El propio bolsillo" y "Arlequín editores". Ha sido director de varios talleres literarios y profesor en varias entidades educativas. Ha publicado mas de cuarenta libros en diversos géneros.  

Vea también :  Libro para jugar a ser adivinos

miércoles, 8 de agosto de 2018

33 razones para honrar mi vida. Luisa Fernanda Mesa Franco

Hay libros que nos enseñan cosas:  Geografía, historia,  matemáticas. Hay otros que nos muestran puntos de vista de otras personas,  libros de opinión,  política, historia. Hay otros que nos hacen vivir aventuras.  Los hay, que nos cuentan vidas ajenas. 

Cuando llegó a mis manos el primer libro de la escritora Luisa Fernanda Mesa, tuve que devorarlo inmediatamente.  No fui capaz de decidir en que hoja parar mi lectura para irme a dormir. 


Pocas veces se tiene en las manos un libro que nos muestra el interior de una persona y al mismo tiempo nos pone a soñar con poesía.   

El título alberga un número mágico y muy adecuado para el libro. Son treinta y tres reflexiones de una mujer que cumplía los treinta y tres años cuando lo escribió.  Médica fisiatra, profesora, fotógrafa, escritora, y sobre todo mujer orgullosa de su género. 



En sus páginas nos cuenta de su vida,  incluso desde mucho antes de nacer:   

"Elegí el día señalado, para que mis papás se casaran, 13 años antes, a escondidas..."

Este libro es poesía pura.  No esperaba menos: Tengo el honor de conocer a su autora y es una persona maravillosa, que sabe sacar secretos no solo de las palabras sino de la luz, pues también es una gran fotógrafa.  

33 razones para honrar mi vida, es un libro que vale la pena leer y releer. 

33 razones para honrar mi vida

Género: Poesía
Páginas: 70
Año de publicación: 2018
Editorial:  Hilo de plata.
Precio: $33.000


Lectura recomendada:  El amor tiene muchas formas

miércoles, 1 de agosto de 2018

Cura milagrosa para el Alzheimer

Hace unos días, un amigo envió a nuestro un grupo de whatsapp un artículo en el cual un hombre le dio de comer durante varios meses una comida especial a su madre que sufría del mal de Alzheimer.  Milagrosamente la mujer se curó. (ver artículo completo aqui).  El artículo enviado iba con un resumen para mostrar los beneficios de ciertos alimentos. 

Eso me puso a reflexionar.  Las personas tienden a creer que un hecho específico es prueba de algo (en otras palabras, "que una golondrina  hace verano"). La persona que envió el artículo, tiene un alto nivel educativo. Es un profesional universitario que ha tenido acceso al conocimiento y tiene mayores elementos de análisis frente a la información que se da en los medios de comunicación.  Por esa razón el compañero consultaba su concepto a uno de los colegas del grupo que es experto en enfermedades del sistema nervioso.  Aunque reprodujo el artículo y envió un resumen, tuvo la precaución de asesorarse de los expertos.  La mayoría de la gente "tragaría entero". 

Hasta ahora el experto en neurociencias no ha contestado el chat. 

Dado que no me hizo la pregunta a mí, decidí no responder en el chat. Sin embargo, como médico e investigador, vi un buen tema para esta semana. 

Como especialista en epidemiología debo aclarar que el hecho de que un periódico publique que una mujer con Alzheimer, comiendo una dieta de verduras, chocolate y nueces, se haya curado de una enfermedad neurológica degenerativa, no es prueba de nada.  En primer lugar, porque no hay una certeza de que la paciente del artículo realmente hubiera sufrido de Alzheimer. Segundo, porque no hay certeza de que la dieta era lo único que estaba recibiendo, ni de que realmente hubiera sido la dieta la que produjo la mejoría (no se confirmó la causalidad).  Por último, no hay ninguna prueba de que verdaderamente hubiera sido curada. El artículo no describe cual médico ni por medio de qué pruebas confirmó la cura.  Incluso no hay prueba de que la persona del artículo realmente exista.  El artículo es una noticia amarillista y carece de toda rigurosidad de una publicación científica. 

La ciencia médica trabaja con el método científico. Es decir, se hace una observación, se genera una hipótesis, se hace un experimento para comprobarlo y luego, si este experimento siempre tiene resultados consistentes se saca una teoría.  Un solo caso no sirve para extrapolar conclusiones. 

Además, generar conocimiento no es tan sencillo.  Dicho experimento debe ser hecho en adultos de diferentes culturas y etnias para probar que realmente funciona.  Algunos pacientes deben recibir la dieta habitual y otros la especial, para poder comparar cual dieta es mejor. Debe tener un sistema de evaluación objetiva por una persona que desconozca el tipo de dieta que recibe cada paciente para que no haya sesgos. La dieta "especial" y la dieta usual deben ser administradas a personas con Alzheimer en forma aleatoria para evitar que se le dé la dieta "especial" solo a aquellas personas con menor grado de Alzheimer o mayor probabilidad de recuperarse. 

En otras palabras, hay que diseñar un buen experimento y repetirlo en muchos sujetos, eliminando la probabilidad de sesgo, para poder confirmar una hipótesis. 

La simple observación de un hecho no es suficiente prueba para establecer que un tratamiento es efectivo. 

Recuerdo que hace muchos años un hombre que limpiaba las ventanas de un piso 11 perdió el equilibrio y cayó desde esa altura. Lo recibí en urgencias. Suturé sus heridas y lo dejé en observación. Al día siguiente continuaba bien. Haría yo mal en sacar la conclusión de que caer de un undécimo piso no produce la muerte. Un caso aislado no es suficiente para sacar conclusiones. 

En el tema del Alzheimer que compartía mi amigo, no hay ningún estudio metodológicamente bien diseñado que demuestre que hay curación de la enfermedad con la dieta que mencionó dicha publicación. 

Si la historia de Sylvia Hatzer es cierta o no, es irrelevante. Desde el punto de vista científico no puede sacarse ninguna conclusión académica de esa noticia, excepto que hay mucha gente que traga entero y que nos gusta creer en lo milagroso. 

Hace muchos años se creía que el acceso a la información nos volvería más inteligentes, que el internet nos volvería genios. Lamentablemente no es así.  Nuestro cerebro no funciona con base en la evidencia sino con base en las creencias. (Ver Los atajos de la mente y los sesgos cognitivos).  

Para la mayoría de los humanos es más fácil creer en todo lo que tenga tintes pseudocientíficos que utilizar el raciocinio para analizar las noticias que recibimos.  Por eso creemos en tanta cosa que se publica en las redes.  



Si queremos que nuestra especie prospere debemos entender que la ciencia requiere observación, análisis y comprobación.  Que no todo lo que le sucede a una persona es suficiente para sacar conclusiones definitivas. Que, si alguien se ganó la lotería luego de encender una vela a un santo, es una casualidad y que no hay causalidad entre la vela y obtener el premio. Que, si alguien se tomó un analgésico y se le durmió el brazo, no quiere decir que los analgésicos, produzcan ese síntoma.  Y en el caso planteado al principio, que si una persona comió una dieta especial por varios años y (realmente) se curó del Alzheimer, no significa que hay un nexo de causalidad en ello. Primero hay que demostrarlo de forma científica replicando el experimento hasta que no haya dudas. 

En otras palabras, hay que aprender lo que nuestros abuelos enseñaban:  que una golondrina no hace verano. 

Lea también 


miércoles, 25 de julio de 2018

Apuntes y reflexiones de un narrador de historias

APUNTES Y REFLEXIONES DE UN NARRADOR DE HISTORIAS. 


Por Carlos Alberto Velásquez Córdoba 

Sobre el arte de escribir.

  • Creo firmemente que no es el alma lo que nos diferencia de los demás animales: Es nuestra capacidad de contar historias. Somos la única especie que es capaz de hacerlo. Nuestros ancestros aprendieron a contar sus errores y aciertos a sus hijos. Contaban historias de sus abuelos y tatarabuelos para que sus descendientes aprendieran. Hasta se inventaron cientos de historias sobre la creación del mundo. Somos una especie que evolucionó genéticamente para contar historias. Eso te convierte en un narrador por naturaleza. Eso te hace un escritor en potencia. 
  • Imagina que los individuos de otra especie contaran historias entre sí. Tan solo piensa lo que pasaría si a tu perro, cuando era cachorro, su padre le hubiera contado cómo había sido el proceso de domesticación de su especie hace ciento cincuenta mil años. Si los animales pudieran contar su historia, con seguridad no seríamos la especie dominante. 
  • Pasamos muchos meses de nuestra infancia escuchando y tratando de imitar sonidos. Una vez aprendemos a hablar, nos enseñan a leer y escribir. Lo mismo ocurre con el escritor: para aprender a escribir, hay que aprender primero a conversar y, sobre todo, aprender a escuchar. 
  • Escribir no es difícil. Solo tienes que poner tus ideas en un papel o en un computador. Eso es muy sencillo. Lo difícil es que tu lector entienda lo que quisiste decir. Por eso dilo como se lo dirías a alguien que está frente a ti. No te disfraces de escritor, que eso enredaría las cosas.




Sobre los escritores

  • “Me gusta escribir, pero no me gusta leer”, es el equivalente a decir: “me gusta mucho jugar fútbol, pero sin usar balones, ni correr”. 
  • Conozco personas que quieren ser escritores, pero se niegan a leer porque alguien le dijo que perderían su originalidad, y que corrían el riesgo de escribir copiando a los demás. Si quieres ser escritor y solo lees un solo autor, terminarás imitándolo. Si apenas conoces dos autores posiblemente escribirás tratando, consciente o inconscientemente, de emularlos. Pero si has leído a varios escritores tienes mayor oportunidad de no escribir como ninguno en particular y tener tu propio estilo. 
  • Para muchos, escribir es una pasión, para otros es un placer, otros lo consideran una necesidad y algunos una maldición. Ciertos escritores lo ven como un oficio, varios como un arte y para algunos es una enfermedad. Procura que para ti sea todo eso y mucho más. Trata de que la sensación será variada. Así, jamás te aburrirás de hacerlo. 
  • Nadie se convierte en escritor por el mero hecho de escribir. Uno se convierte en escritor cuando ha logrado captar la atención de sus lectores. Por lo tanto, no pretendas ser escritor. Simplemente escribe: Con dedicación y una buena técnica, tus lectores decidirán si mereces el título de escritor. Son ellos, quienes te hacen escritor, no tú. 

Sobre la técnica

  • La clave para atrapar un lector depende de la forma como inicies tu texto. La manera como lo desarrolles te permitirá conservarlo. Si al final del texto has logrado que el lector quiera más, puedes considerarte un escritor. 
  • La falta de inspiración no existe. Hasta la ausencia de ideas puede ser un tema interesante para un cuento o una novela. 
  • Toda gran historia comienza con una sola palabra 
  • Si quieres escribir una historia que solo te interesa a ti, no te esfuerces por escribir una novela o un cuento: bastará con que escribas un diario. Si lo que pretendes es escribir una novela o un buen cuento, deberás procurarte un tema que pueda interesarle a otra persona. 
  • Revisa meticulosamente la ortografía. De lo contrario muy pronto serás un ex-critor. 
  • Habla correctamente para que puedas escribir correctamente. 
  • Puedes estudiar toda la teoría que hay sobre el cuento y la novela, pero no serás un buen escritor hasta que no hayas leído miles de cuentos y cientos de novelas. 
  • Un buen escritor debe apoderarse de la mente del lector, de forma tal que éste no se dé cuenta de que está leyendo. Durante la lectura, debe haber compenetración plena con lo que se lee. Si el lector se da cuenta de que hay un escritor en su cabeza, habrás fallado como tal. 
  • Tus personajes deben ser verosímiles. Un pordiosero analfabeta que le dice a otro personaje “a mí no me gusta pernoctar por estos lares”, no convencerá a ningún lector. No trates de adornar tus frases para hacerte pasar por erudito. Un verdadero escritor es invisible para el lector que está sumergido en la trama. 
  • No empieces tu novela describiendo meticulosamente cada objeto del cuarto, el tamaño, forma, color y textura de la mesa, las sillas, y la lámpara sobre el tocador, el color de las baldosas y los trazos geométricos del papel tapiz. No describas cómo las cortinas de encaje dejan pasar vaporosamente la luz del sol iluminando las partículas de polvo que danzan en el aire con volutas hipnotizantes... para luego decir que el cadáver estaba sobre la cama después de tres páginas de prosa bellamente adornada. 
  • No utilices esos bellos, hermosos, grandiosos y fantásticos adjetivos, que demuestran tu enorme, gigante, inconmensurable e infinito léxico. 
  • Escribe de tal forma que tus personajes puedan ser famosos. (¡Ellos, no tú!) 
  • Los diálogos, cuando son bien elaborados, facilitan la lectura. Procura que cuando conversen tus personajes, no repitan lo que ya explicaste en otra parte del texto, a menos que en el diálogo aporten algo nuevo al lector. Si ya narraste que Juan estaba deseoso de ver a María, no escribas un diálogo en el que Juan dice: “—Estaba deseoso de verte, María— 
  • Si un texto que terminaste no te ha gustado, no lo destruyas. Déjalo incubando en un cajón. A lo mejor en algún tiempo, con algunos retoques, de un gusano pueda surgir una mariposa. 


Otros consejos útiles 

  • Mantén siempre a mano algo para tomar notas. Las ideas a veces llegan inesperadamente y si no las capturas, puedes perderlas para siempre. Algunos escritores prefieren grabar su voz o escribirlas en su teléfono. Yo prefiero una libreta, un cuaderno o, aunque sea, una servilleta. Me encantaría poder hacerlo sobre billetes de alta denominación, pero esos son muy escasos entre los escritores. 
  • Escribe a diario. Lo que sea, pero escribe. Entrena tu mente para producir todos los días. Al principio pensarás que no se te ocurre nada; aun así, escribe. Verás que cada vez será más fácil. Llegará un momento en que incluso dormido, generarás ideas. 
  • Aprovecha cada oportunidad que tengas de escuchar a otros. Asiste a cursos y participa en talleres. Frecuenta personas que sienten la misma pasión por las letras que tú. Solo quien escucha y lee es capaz de escribir para otros. 
  • Cuando uno revisa un texto que escribió, tiende a leer las palabras que uno quiso escribir, no las que realmente escribió. Por eso, cuando termines, léelo en voz alta, así descubrirás los errores más fácilmente. Pide que alguien más lo lea en voz alta. En lo personal me gusta usar aplicaciones de mi celular o computador para que una voz automática lea mi texto. Así descubro los errores de digitación o de puntuación. 
  • Luego de escribir un texto, déjalo reposar. Una lectura, varios días, semanas o meses después, puede ser muy enriquecedora. 
  • Si de veras te gusta escribir, escribe. Que tu texto será el resultado de algo que quieres contar. No dejes que la fama y la fortuna (tan esquiva para el 99% de los verdaderos escritores), sea tu único aliciente para escribir. 
  • Ama tu arte como a ti mismo. Aliméntalo con cada latido de tu corazón. ¿Quién sabe? Quizás algún día tu texto alimente otro corazón.

miércoles, 18 de julio de 2018

De Patos y otros Faunos: Emilio Restrepo

Esta semana traigo un divertido artículo escrito por el médico y escritor Emilio Alberto Restrepo Baena.  En él describe nuestra fauna social.   

Agradezco a Emilio su autorización para reproducir aquí su texto. 



DE PATOS Y OTROS FAUNOS ( FAUNA SOCIAL)


A Jipi, palmípedo tenebroso
A julián, plumífero feroz
Emilio Alberto Restrepo Baena



Los Patos eran personajes muy importantes dentro de la vida del barrio. En el libro de Antonio Montaña, "Fauna Social Colombiana" los definen como colados, seres que sin invitación se infiltraban a todos los sitios donde hubiera algo que hacer o que celebrar.

Nuestros Patos, además de la anterior, tenían otras connotaciones. Pato no solamente era el colado, también era el pegajoso, incluso el vago. El Pato estaba en todas. Una de las características que lo definen es el oportunismo. Siempre aparece en el momento preciso, cuando el carro va a salir, cuando destapan la botella de aguardiente (“guaro”), cuando van a servir el sancocho o la fritanga. Por el contrario, siempre desaparece, como por arte de magia, en el momento de recoger la cuota ("hacer vaca") o pagar la cuenta. Él busca compensar su falta de aporte económico, tratando de aparecer servicial, incluso servil. El Pato es muy acomedido, incluso hace labores que otros rechazan: carga cajas, prende fogones de leña, sirve trago, hace mandados. Otra característica del Pato es que no genera mucho rechazo. Todos lo acolitamos, incluso fomentamos su existencia, pues generalmente es un tipo muy buena persona, chistoso, conversador agradable y buen amigo. Sin esas características no sería Pato. Acaso, si mucho, clasificaría para remedo de vulgar lagarto, ser mucho más repulsivo y fastidioso. Pero no. El pato es fundamental dentro de la fauna del barrio. Nadie como él para el trabajo sucio en los paseos, para dar lora graciosa (hacer miserablemente el ridículo) cuando está prendido (copetón o farriado), bajo los efectos de la marihuana (trabado), o para servir simplemente de fiel compañía.

Era típico que en las acampadas al Limón, a San Carlos o a Cisneros, los Patos (Recuerdo ahora a "La Roya", a "Paja", a "Pepito") se aparecieran con una media de guaro casi vacía. "Aquí traemos la cuota" decían soltando la carcajada y nosotros ya sabíamos que todo el paseo seguía por cuenta nuestra. Sobra decir que les sacábamos jugo, (los "cogíamos de parche") y tirábamos risa todo el paseo de cuenta de ellos. Hablando de "Paja", pato memorable y de excelsa categoría, fanfarroneó (también se dice cañó o chicanió) durante 2 años con que se iba para la marina, a trabajar en un crucero por el Caribe. Luego nos dimos cuenta de que el famoso transatlántico era aquel que vino a Cartagena con un cargamento de parejas de cacorros; como chiste se decía que los más varones del barco eran Juan Gabriel y Miguel Bosé. Hasta ahí le llegó la honra al pobre Paja. Aún debe tener las orejas calientes de todo lo que los lenguaraces del barrio han despotricado de su fama y de su esfínter.

Una variante muy especial de pato fue la que constituyó en Belén el "Loco Mejía", pues nunca se delimitaron con exactitud sus características de pato, vago, demente y mendigo. Marihuanero desde muy joven, hijo menor de una familia pudiente, criado y mimado por tías y hermanas, nunca sirvió para nada socialmente útil. De buena presencia física, era bebedor, bailarín, muy conversador y parrandero. De tanto "soplar" parece que se enloqueció (se rayó, se totió, se corrió) y le dio por vivir en una esquina del barrio Granada. Allí cantaba, hablaba solo, peleaba contra sus alucinaciones y cuando estaba de buen genio contaba cantidad de historias, demasiado razonables y coherentes para su supuesta locura. Hasta chistes le sacaron; Polilo (otro pato brillante) se adjudica aquel famoso chiste que luego se extrapoló a otros locos de Medellín: "Supiste -preguntaba Polilo entornando las cejas con aire de preocupación- que al "Loco Mejía" lo encontraron en una caneca? - ¿muerto!!?. preguntábamos angustiados por el sorprendente anuncio - no, ¡cagando!! respondía, mientras se reía mostrando un mueco enorme en su dentadura. Ese tiro hizo carrera y en todos los barrios se lo contaban a uno protagonizado por el bobo propio de cada sitio.

Volviendo al "Loco Mejía" se pegaba en todas las bebas de esquina, en todos los sancochos de cuadra, goteriaba en todos los bailes. Al principio la gente lo toleraba por miedo, luego se acostumbró a él. Un buen día, luego de morirse sus dos hermanas, como por milagro se alivió, se afeitó su barba de profeta, se bañó y se fue a vivir a su casa de la 76. Hoy es un ciudadano "normal y sano". Ya ni pato es...

Casi todos los patos compartían el estigma de "gotereros"(Expertos en beber a expensas de los demás). ¡Hasta petróleo tomaban si creían que era trago y si era gratis!. Recuerdo que una vez a Absalón, conocido como el Rey de los Ánades del Barrio, que olía una botella de aguardiente a l0 cuadras, le hicimos tomar un tequila asqueroso que el papá de un amigo trajo de Méjico. Lo que no le dijimos era que habíamos sacado la mitad del contenido de la botella y en su lugar le habíamos echado "agua de mípalo al 25%" (léase orines o vulgares miaos). Cosa curiosa, mientras nosotros nos sosteníamos el estómago presa de una risa desbordada, él estaba convencido de que nos reíamos de sus chistes. Facilito se tomó la botella entera, se amarró una borrachera de todos los demonios, vomitó 3 días seguidos y a la semana volvió a preguntar si todavía teníamos de ese traguito tan bueno. !Horror!.



Los pelaos que permanecían todo el día en la esquina también eran denominados por las señoras como Patos. "Ahí va Usted a gastarse la vida haciendo nada y hablando pendejadas todo el día con esos Patos", era el reclamo materno cada que uno decía que iba "pa' la oficina"(La tienda, la esquina o la cancha). Para graduarse como Pato, en esta acepción, había que ser un vago redomado, no trabajar ni estudiar, levantarse a mediodía, vacilar sin pudor peladas del San Juan Bosco (o del colegio femenino del barrio) y para aspirar con honores al título, ser marihuanerito.

Otra alternativa para optar a la denominación de pato era ser piropero y mujeriego, enamorado y dulzarrón con las mujeres, lo que en otros barrios se conocía como "perro" o "gallinazo".- "Mucho cuidado con ese sinvergüenza, mijita, que ese tipo es muy picaflor y muy pato"-, advertían las suegras cuando algún don Juan criollo le hacía la corte (o "le echaba los perros", como decíamos) a su hija. Esta última era la acepción menos utilizada. El sueño último de todo pato para poder realizarse como tal, era trabajar poquito o nada, si ello fuera posible, mantener billetico en el bolsillo sin mucho sacrificio, que nunca falte el traguito, los cigarrillos y el bareto, no perderse ningún programa, paseo, parche, convite o furrusca, pero nunca caer tan bajo de dar la cuota y hacer todos los esfuerzos para conseguirse una muchacha joven, bonita y querendona, ojalá profesional con buen sueldo, que no sea celosa ni jodona, eso si, bien responsable y trabajadora para que en cada mesada le pase el cheque y él administrarlo conforme a su sentido de las cosas. Como a veces no es fácil conseguirlo todo, el pato fácilmente se transa por una menos joven, menos bonita, casi siempre con algunas toneladas de más, pero eso sí, que tenga casa, carro y trabajo. De quererla, adularla y empalagarla se encarga él, en virtud a sus milenarias artimañas.

Definitivamente la cuadra y el barrio no eran lo mismo sin los patos. Eran un mal necesario, un ingrediente cotidiano imprescindible para el goce y el disfrute del día a día en las lejanas épocas en que éramos un poco más jóvenes, más gozones y más irreverentes, en fin, un poco (¡Mucho!) más felices. 

CODA. (Algunos apuntes de Fauna barrial)

Además de los Patos, el barrio era un hervidero de fauna de todos los pelambres, una variopinta combinación de todo tipo de bichos que pululaban y se reproducían por generación espontánea. Evidentemente no podemos pasar de largo sin mencionar al vuelo otra serie de avechuchos que desde siempre nos circundaron. Para efectos pedagógicos, empezaremos su enumeración dividiéndolos por género, empezando por supuesto por las damas:


Las Perras. Eran rechazadas públicamente, pero tenían gran aceptación en secreto. El sueño de todo Gallinazo o incluso de todo Pato era retozar con una Perra, y solazarse en ella de las dulces mieles del sexo frenético y sin compromisos afectivos, no necesariamente con intereses económicos, como sí ocurría con la Zorra o incluso con la Loba. (Mucho menos con la Grilla). La Perra era generosa con su cuerpo por el simple hecho de disfrutarlo, acompañada usualmente de rumba y licor. De naturaleza ardiente, se decía de ellas que si no fornicaban les daban ataques epilépticos o convulsiones. “Lo daban miando”, decían los mojigatos; o uno les decía, siéntense, y se acostaban. Eran unas vacas locas que les encantaba sentir y experimentar, cambiando de pareja sin ningún impedimento y en ocasiones ganándose repelos, reclamos o mechoneadas por su bien ganada fama de casquivanas sin límite.

Las Zorra. También de carácter volantón, era menos “arrecha” que la Perra, pero más interesada, siempre pendiente de sacar provecho o explotar al “pipiloco” de turno que caía en sus redes. Si la Perruncha buscaba hombres por placer, o por que no es capaz de contenerse, la Zorrilla lo hace por ver que obtiene. Si hay generosidad de por medio, no tiene ningún inconveniente en repartir sus presas y atributos como lo hace la primera, pero sin la búsqueda del disfrute, o la ninfomanía de ella. Sólo le interesa su aprovechamiento y en eso es un poco Lagarta. A medida que mejora la oferta, sin ningún problema cambia de postor y se consiguen otro amante para exprimirlo. Generalmente es un hombre mayor y casado. Las señoras las conocen como las Fufurufas o las Fufas.

La Loba puede ser un poco Zorra, un poco Perra, pero se caracteriza por que lo que más le interesa es andar en manadas con otras Lobas, en busca o de los placeres de la carne o de las ventajas del dinero o de los autos o todos los anteriores. Generalmente hablan a los gritos, en forma chillona, tratando de llamar la atención, a la puerta de un auto lujoso con la puerta abierta y el equipo de sonido prendido a volumen extravagante. La coquetería es su carta de presentación, aunque no estén siempre dispuestas a ceder. Era muy común encontrarlas acompañando a los Lobos, pero han sido peligrosamente desplazadas por las Grillas, que las tienen en un serio peligro de extinción.

Las Grillas están más vigentes que nunca, han tomado un poco de todas las características de sus predecesoras más veteranas y de pronto un poco anacrónicas para el día de hoy. Lo más llamativo en ellas es el vestir, obsesivante ceñido a los designios de la moda imperante. Pelo cepillado a diario, teñido de rubio(con las raíces llamativamente negras), o mechones rojizos, o “rayitos” de decoloración. Tetas de una silicona siempre a punto de estallar, o por el tamaño, o por el realce a la fuerza de una talla menor en una camisetita imposible. Sostenes transparentes, ombligo al aire, pantalones descaderados, bronceado en cámara, celular de colores al cinto, no siempre activado. Pululan en manadas por la Zona Rosa de las ciudades, en las corridas de toros y son infaltables en las cabalgatas con sus amigos traquetos o emergentes. Allí no les falta el sombrero blanco. Cuando se les va la mano en licor se vuelven insoportablemente intensas, y necesitan ser el centro de atracción o sino arman el berrinche.

Las Gallinas generalmente son las predestinadas a ser solteronas, pero no precisamente por castas sino por feas. Llenas de barros en la cara, usualmente usan gafas por una miopía temprana, tienen tratamiento de ortodoncia para unos dientes incorregiblemente díscolos, sufren de mal aliento. A falta de llamadas de un galán en ciernes, sus teléfonos echan humo cada que entre ellas se gastan la tarde entera echando carraca a través de las bocinas. Hacen cofradías para mantenerse juntas y hacer las tareas, ir a hacer deporte o tomar el algo mientras las Grillas están divirtiéndose con sus amigos de turno. Cuando las invitan a los bailes, calientan sofá toda la noche, o bailan entre ellas o juegan trencito donde tratan de involucrar a los que si están bailando con sus parejas. Uno las reconoce no sólo por su obviedad física, sino por el graznido que sus lenguas afiladas y poderosas generan cuando están en la mitad de los cotorreos que tanto las animan.

Además de las anteriores, hay otros que también sirven para definir la fauna femenina. Las Sardinas son en general las adolescentes, conocidas como pelaítas, usualmente menores de 18 años. Son el deleite de los viejos verdes y de los exhibicionistas de colegio. Cuando las logran contactar para casas de lenocinio, en uniforme colegial, son una verdadera sensación. Se conocen también como Pollas. Si son bonitas y de cuerpo armónico, se les dice Bagrecitos, así en diminutivo, mote cariñoso y admirativo; muy distinto a los Bagres o Iguanas o Cocodrilos, que son Sardinas feas que se creen bonitas, haciendo un grotesco contraste, a diferencia de las Gallinas, que llevan con verdadera dignidad y muy concientes de sus limitaciones, las cargas de su maldición estética. Cuando una muchacha es de baja posición social, o es o se viste como pobre, o tiene aspecto sirvientoide, se dice que es una Pisca, y tiene una connotación francamente peyorativa. Las Gallinas viejonas se conocen como Pajarracos o Cotorras.

En cuanto a los hombres, la taxonomía de barriada también los clasifica:

El Lobo, expresión suprema del ascendido o emergente social gracias al narcotráfico, tiene su propio capítulo en el apartado de Las Carangas, páginas más adelante.
El Zorro. Normalmente se denomina así al astuto para los negocios que no tiene escrúpulos ni impedimentos morales para tratar de tirar ventaja al momento de hacer algún tipo de transacción con el prójimo. Es supremamente común en nuestras calles, auspiciado por ese concepto ancestral del Paisa despierto y avispado, que no deja perder una oportunidad y que en parte explica el apogeo del narcotráfico en nuestro medio, ya que desde el hogar cuenta con la anuencia de padres y hermanos. Recordemos aquel “Si puede conseguir plata hágalo honradamente hijo; y si no puede, consiga plata hijo”.

El Gallinazo local es una especie de Pato, con obsesión enfermiza de conquistar mujeres, casi que coleccionar aventuras, para poder luego fanfarronear y despertar la envidia de sus contertulios, usualmente una caterva de Patos esquineros. Suele tener una libreta donde anota nombres y teléfonos de sus Pollas. Cuando es fetichista, les roba su ropa interior, como trofeo máximo ante sus amigotes. Cuando es atractivo o eficaz en su labor, alcanza la categoría de Gavilán, usualmente merodeando alrededor de las muchachas bonitas nuevas en el barrio, o de las difíciles para los Gallinazos locales,(Cuyas presas favoritas son las Perras o las muchachas del servicio, que cuando son Perrunchas les dicen Chuchas Mantequeras) como profesoras, secretarias o doctoras.

Los Guaches o Toches, son aquellos seres que la vida les negó cualquier asomo de clase, distinción o estilo. Generalmente son pobres y de bajo nivel cultural, y no se esfuerzan en disimularlo. Ejercen oficios físicos y materiales, a la hora de beber o comer lo hacen hasta las últimas consecuencias, sus piropos ante una muchacha bonita o decente son temibles y pavorosos y harían sonrojar a un arriero. Cuando pelean con alguien, lo hacen en la calle y no quedan contentos sino le propinan una puñalada sobaquera a su rival, o le parten el rostro con el pico de una botella quebrada. Algunos, los de más trayectoria, sobrevivientes de varias cirugías por arma blanca y ex-convictos, cuando están enfiestados libando copiosamente, moliendo música despechada o parrandera, y cuidando un sancocho callejero de carne barata y pacotilluda, alcanzan la categoría de Macacos, que luego va avanzando a medida que circula la fritanga y el trago hasta hacer mutación en Cerdos, actitud de respeto que implica que en los próximos minutos es mejor desocupar la cuadra para evitar una tragedia.

La Mula no tiene sexo específico, aunque la denominación es más común en hombres. La principal es la que transporta en su cuerpo o en el equipaje alguna cantidad de drogas para transportarlas a otros países. En el capítulo de las Carangas hacemos referencia a ellos. También cuando alguien es muy bruto, tarado, tapado y sellado por dentro, se dice que es una Mula, lo mismo cuando es muy brusco y violento para jugar fútbol o deportes de grupo.

Los Lagartos son aduladores y lambones profesionales, expertos en el arte de sobar saco, echar cepillo, colarse a todo tipo de eventos fingiendo ser importantes o conocidos del dueño; son especialistas en echar sable, en pedir favores a cambio de nada, en empalagar la vanidad del anfitrión para sacarle algo a cambio. Suelen rodear a los Lobos, a un lado de los Patos, pero sin tener la gracia ni la aceptación de éstos. Son más comunes en los estratos altos y en las encumbradas esferas sociales, su hábitat es el coctel, aunque muchos de ellos suelen salir de nuestros barrios de clase media, donde hacen un curso rápido de Babosas y Sanguijuelas y comienzan a mirarnos por encima de los hombros.

El Sapo es imprescindible y no puede faltar en ninguna reunión humana de más de tres personas. No se aguanta las ganas , (ya que en él es una necesidad biológica) de contar, de llevar y traer, de aventar, de delatar; y no lo hace por llamar la atención, pues su estilo es rastrero, hipócrita y servil. Se da en todos los estratos y en todos los oficios. A veces comparte estigmas con los Lagartos, y cuando tiene algo de Lobo, puede ser temible y peligroso. Se reconoce desde pequeñín, y desde los colegios es estimulado por curas y maestros.

Cuando uno le debe plata a alguien, se dice que tiene Culebras, y son abundantísimas en los barrios. También se utiliza cuando alguien está ofendido con uno o cree que uno le hizo algo, sea cierto o nó. Los Sapos y los Lobos suelen tener muchas culebras tras de sí, y en ocasiones tienen que andar en todo momento con suero antiofídico.

Otro personaje habitual del barrio es el Cabrón, también conocido como Cornudo; sea éste el momento para hacer claridad entre ellos y los Cachones, pues el uso y el abuso de los términos han contribuido a la confusión y al uso indistinto de los apelativos de tales Cornúpetas.

Es cierto que ambos son astados, que lucen sobre su frente unas prominencias que en ocasiones les impiden atravesar la puerta de su casa y que dependiendo del estado de calcificación de la víctima pueden alcanzar tamaño, forma y ramificaciones, a manera de simple venado o rimbombante alce, pero son distintos.



El Cornudo, tiene unas sólidas prolongaciones que provienen, más que de su voluntad, del comportamiento y generosidad de su mujer para con el prójimo. Tiene una alta prevalencia en hombres y su denominación es casi exclusivamente masculina, aún cuando no debería serlo. El folclore tradicional ha ideado varias fórmulas, si no para combatirlos, sí para disimularlos, como el "topizol" y la "cornitina" o el "descurnol" (este último no los tumba, pero les da un brillo!!). Son la gran mortificación de muchos maridos justa o injustamente celosos. El Cachón por el contrario, tiene una cierta connotación más benigna, y si se quiere más aceptada por una sociedad que en ocasiones peca por alcahueta. Este sujeto de nuestra fauna social se caracteriza porque asume con largueza los romances extramaritales y trata a toda costa, y costo, de obtener los parabienes de la cortejada con obsequios, galanterías, invitaciones, lo cual en ocasiones sacrifica la estabilidad económica del hogar. Como se infiere de lo anterior, todo acto de cachonería tiene implícito una potencial cornamenta.
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El doctor Emilio Alberto Restrepo Baena es un reconocido médico y cirujano de Medellín, especialista en gineco-obstetricia y subespecialista en cirugía laparoscópica. Es conferencista y referente académico en el ámbito de la salud y de las letras. Como escritor lleva más de quince años y ha publicado catorce libros dentro de los que se destacan El pabellón de la mandrágora, Gamberros S.A. , Los círculos perpetuos, Después de Isabel el infierno, y otros más, con los que ha ganado innumerables premios literarios. Recientemente nos ha deleitado con Joaquín Tornado, un detective oscuro que se mueve en el mundo de la novela policial negra.  Su ultimo libro fue "Y nos robaron la clínica"



miércoles, 11 de julio de 2018

Solo para mortales

Cuando uno lee el título de un libro que dice "Solo para mortales" no se puede dejar de sonreír.  ¿Acaso hay libros para inmortales? 

Si uno es buen lector, podrá entender que se puede ser inmortal mientras se lee. Como diría Umberto Eco, el lector puede vivir muchas vidas a través de las lecturas.  Pero este libro no trata de la inmortalidad. 

Cuando uno comienza a adentrarse en sus páginas entiende la perfección de ese título. Este libro trata de las vivencias de una médica que se enfrenta a diario con la finitud. No es la historia de la heroína que arrebata vidas a la muerte. No, no se trata de ese tipo de heroína. 

El libro está escrito desde la perspectiva de una médica que acompaña a sus pacientes hasta el momento final. Incluso, estoy siendo injusto: La médica no es la protagonista. Son sus pacientes terminales quienes se ven plasmados en esas 280 páginas, llenas de amor y compasión. 

En cada una de sus cincuenta historias se desarrolla todo tipo de drama. El paciente que sabe que morirá y aun no está listo. El que ya está listo pero su familia no está preparada para su partida. La que siente que aún tiene algo pendiente y el que reniega del universo por no haberle dado más tiempo; la familia que espera que el médico sea cómplice y oculte la proximidad de la muerte al paciente. Son historias muy humanas llenas de sentimiento y emoción.  

Es un libro que muestra que tenemos mucho que aprender sobre la vida  y sobre la muerte. Que  pocas personas están preparadas para irse de este mundo y muy pocas para acompañarnos en ese trance que finalmente es el único por que todos debemos pasar.  

Como médico, creo que este libro debería ser de obligatoria lectura para aquellos que comienzan su entrenamiento en las áreas de la salud, y debería estar en la cabecera de todo médico que ejerza su profesión.  Se nos ha enseñado siempre a salvar vidas, pero pocas veces a acompañar a un moribundo o su familia. 

Por eso este libro es tan especial.  Nos enseña que cuando no hay "nada para hacer" hay Todo por hacer. 


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Olga Montoya Echeverri. 


Medica egresada de la UPB.  Especialista en dolor y cuidado Paliativo.  Ha ejercido como médica de pacientes en fase terminal por mas de veinticinco años. 
Participante del taller de Escritura creativa de Comedal y del taller de ASMEDAS. 


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Solo para mortales

ISBN 978-958-56463-1-5
Autor:Montoya Echeverri, Olga
Editorial:Hilo de Plata Editores SAS
Materia:Literatura colombiana
Publicado:2018-03-31
Número de edición:1
Número de páginas:280
Tamaño:21.5x14cm.
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español


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