"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 26 de julio de 2023

El staff y las ventajas de los extranjerismos

En días recientes encontré a dos compañeras de trabajo, una médica y la otra psicóloga, hablando animosamente en uno de los corredores de la clínica donde trabajo. 

Imprudentemente les pregunté si se trataba de una consulta médica o una consulta psicológica de pasillo y ellas me respondieron jocosamente que estaban en un Staff (término que con frecuencia es utiliza en el ambiente hospitalario, no solo para designar un equipo de trabajo sino también, la reunión de personas de diferentes saberes para resolver situaciones puntuales de un paciente o de un servicio). 



Con frecuencia los auditores y demás burócratas, de los que suelen pulular en estas instituciones, se quedan tranquilos cuando se les explica que cualquier decision fue tomada en un
Staff. 

Fue entonces, cuando descubrí la magia que tiene para nosotros los extranjerismos, y cómo una simple palabra puede cambiar la categoría de cualquier reunión. 

Pensé en mis vecinas chismosas, doña Celia y doña Adriana, paradas en la entrada del edificio, conversando sobre las ultimas noticias de la copropiedad. Una de ellas hablaría del perro de don Fabián y la otra contaría lo que supo de la ausencia prolongada del esposo de doña Judith luego de que en una noche escuchara, con la oreja en la pared, sobre los reclamos de ella, seguidos de ruidos de platos rotos. Quizás mencionarían, por casualidad, sobre el aumento casi imperceptible de la panza de Natalia, la adolescente del 508, y la extraña circunstancia de que hace varias semanas su novio, que no faltaba ningún día, ha dejado de visitarla como si se hubiera dado a la fuga. 



Las dos vecinas se compartirían información con el convencimiento de que el mundo sería mejor si ellas pudieran participar en la vida de los demás. 

Gracias a la respuesta de esta compañera, pude darme cuenta de que la próxima vez que vea a doña Celia y doña Adriana conversando, puedo elevar el estrato social de mi edificio diciendo que ellas, simplemente, están en haciendo un staff.

Con esa palabra todo adquiere una nueva perspectiva. 


Posdata 

Aunque no me gusta mucho el idioma inglés, debo admitir que mejora el sonido de las cosas. Por ejemplo, ¿qué pensará la gente cuando digo que vivo en Beautiful City muy cerca a la Wood Station? 

miércoles, 19 de julio de 2023

Isabel, la católica: la mujer que abolió la esclavitud antes que Lincoln

Todos creemos que los primeros españoles que llegaron a América eran unos delincuentes y que la culpa de nuestro subdesarrollo tiene origen en los conquistadores. 

Y es que hay gente que siempre trata de echarle la culpa a los demás de sus propias incapacidades. 

Les voy a contar algo: En uno de los viajes de regreso a España, Cristobal Colón viajó con seis nativos que voluntariamente lo quisieron acompañar. Uno de ellos hijo de un cacique amigo, según varios historiadores.

Como en la península ibérica los vieron "tan atrasados", los trataron como si fueran esclavos, pues ello era normal para la época:  El vencido o conquistado era considerado un ser de menor categoría.  

Se dice que la reina Isabel de Castilla, que se encontraba en Sevilla y había acudido a ver el desembarco de las dos naves recién llegadas de América, quedó fuertemente impactada al ver la escena de los nativos que llegaban de Indias y se preguntó: «¿Qué poder mío tiene el Almirante para dar a nadie a mis vasallos?». 

Por este motivo, el 20 de julio de 1500 Isabel decretó en la ciudad de Sevilla una Real Provisión. En ella, prohibía la esclavitud, mandó que los indígenas llevados a España fueran repatriados a América, y que les devolvieran las tierras que antes les hubieran pertenecido.


De esta forma, el 20 de julio de 1500, mediante una Real Provisión, Isabel la Católica prohibió la esclavitud. (¡más de trecientos años antes de Lincoln!). La soberana castellana se convirtió en la primera persona en preocuparse de los derechos de los indios. 

Esta Real Provisión supuso un auténtico hito en la historia social del Nuevo Mundo, al considerar a sus habitantes no sólo como personas sino, lo más importante, como súbditos de la Corona de Castilla. 

Posteriormente, el 16 de septiembre de 1501 envió una Instrucción al gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, donde le instaba a que se les tratase «como nuestros buenos súbditos y vasallos, y que ninguno sea osado de les hacer mal ni daño».

Luego, en 1503, promulgó una ley que instaba al mestizaje, ordenando a su gobernador que fomentara los matrimonios mixtos, «que son legítimos y recomendables porque los indios son vasallos libres de la Corona española».

La Reina Católica no se olvidó de sus súbditos americanos ni en su Testamento (1504), en el que dejó especificado que «… no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas Islas, y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, más manden, que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera, que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es mandado…»


De manera que cuando te hablen con odio porque hace 500 años vinieron a esclavizarnos, recuerda que te han mantenido engañado toda la vida. Simplemente te quieren "revolucionario". Se aprovechan de tu odio y te manipulan haciéndote creer que los demás tienen una deuda ancestral contigo.    

Ha llegado el momento de despertar y construir en vez de odiar.  Ha llegado el momento de revisar lo que te enseñaron y mirar al futuro sin culpar a los otros por tu presente ...y sobre todo, ha llegado la hora de que no te dejes manipular. 



miércoles, 12 de julio de 2023

A propósito de reformas: Julián Quintana.

El siguiente texto lo leí en el muro de un compañero con el que dicté hace muchos años unos cursos. Un joven curioso e inquieto que siempre estaba analizándolo todo. 

Me pareció muy bien argumentado su texto, el cual comparto. 


A propósito de las reformas…

Por: Julián Quintana.


Como está de moda hablar de reformas, tendríamos que tener los datos sobre la mesa para poder debatir con altura. Podríamos hablar de cómo, en los 30 años de existencia del sistema de salud, la expectativa de vida de los colombianos ha aumentado 10 años; sí, hay muchos factores que han incidido en esto, pero la existencia del sistema es, probablemente, la protagonista más importante en este aumento. Que yo les diga un número, no les dice nada; pero si les digo que la expectativa de vida de un colombiano que nace hoy, es la misma que la de una persona que nace en los Estados Unidos, eso es bastante más fácil de entender. Y esa sería una comparación bastante injusta, porque el que nace en Colombia habría nacido en un país que todavía está en vía de desarrollo, mientras que la otra persona habría nacido en el país más rico del mundo. Y si uno tiene dudas sobre el impacto puntual que tiene el sistema de salud en este indicador, hay un indicador más específico: la manera como ha aumentado, notoriamente, la expectativa de vida de las personas que padecen ciertas enfermedades graves, desde la existencia del sistema de salud.

Y digo podríamos, porque para este debate hay dos problemas: muchos de estos indicadores requieren una cierta formación para interpretarse y no son tan tangibles en el día a día de las personas. Pero lo digo sobre todo, porque a los ponentes de estas leyes lo que al final les preocupa no es si existen o no indicadores que soporten la calidad del sistema de salud. A ellos, en el fondo, lo que de verdad les preocupa, es si alguien se beneficia económicamente del sistema de salud; porque para ellos, está mal que los accionistas de Sura, por poner un ejemplo, saquen ganancias de la prestación del servicio. Para quienes proponen esta reforma, es pecaminoso que alguien tenga beneficio u obtenga una rentabilidad de cuidar la salud de otros; no importa si el sistema logra que la gente pueda tener mejor salud o no; simplemente no hay debate porque nadie puede beneficiarse de la salud de otros. 

Pero a título personal, hay una situación que me es completamente tangible en el día a día, y que podemos conversar, sin profundizar en mediciones e indicadores de difícil interpretación, aunque los indicadores que existen, respaldan la experiencia que yo vivo. Como médico especialista, toda mi vida laboral la he desarrollado en instituciones de alta complejidad de la ciudad de Medellín. En estas instituciones, se da una atención a personas de todo nivel socioeconómico: el concepto que quiero traer a colación, se llama “seguridad financiera”.

¿Por qué la seguridad financiera? Bueno, en esas instituciones en las que yo trabajo, a diario atendemos pacientes que requieren procedimientos o tecnologías de muy alto costo. Y cuando me refiero a muy alto costo, lo digo de verdad: una cirugía a corazón abierto, una endoprótesis aórtica, un stent diversor de flujo para un aneurisma cerebral, una estancia en UCI de quince días con medicamentos antibióticos, son todos procedimientos que, para el sistema de salud, tienen costos aproximados cercanos a los 100 millones de pesos; pero existen quimioterapias, trasplantes, medicamentos biológicos, terapias genómicas, radiocirugías, diálisis, dispositivos de asistencia ventricular, ECMO’s, neuroestimuladores, estimuladores cerebrales profundos, entre muchas otras tecnologías, cuyo costo supera los 1000 millones de pesos, sin contar las prolongadas estancias en UCI, los seguimientos que requieren estos tratamientos durante años, las rehabilitaciones, las incapacidades que de ahí derivan, etc. Todo médico especialista puede contar, al menos, una historia de cómo algún paciente recibió tratamientos de costos, cuando menos, impresionantes; esto es, del orden de 5000 millones de pesos, en un solo paciente, en una sola hospitalización. 



¿Se acuerdan cuántas personas terminaron intubadas en una UCI, durante la pandemia? Estoy seguro de que sí. Ahora cuéntenme, ¿Cuántas de ellas, perdieron su casa, hipotecaron el futuro de sus hijos, se endeudaron para poder estar ahí? ¿Ustedes tienen alguna remota idea de cuánto pagamos, entre todos, por cada una de esas personas? 

La atención en salud es hoy muy costosa. ¿Pero saben qué es lo mejor de todo el asunto? Que estas atenciones, se le han hecho a personas de todos los niveles socioeconómicos, y las hemos pagado todos a través del sistema; que estas personas no hubieran tenido acceso por sus propios medios a estas atenciones, pero que el país haya hecho un esfuerzo masivo y construido un sistema, donde las personas pueden pasar 3 meses en una UCI, consumiendo 400 millones de pesos de los recursos de todos y sus familias no vayan a pagar más que un copago, que en el peor de los escenarios, es un salario mínimo, es un logro muy relevante. Si el paciente sale de la UCI, no va a tener una cuenta pendiente de muchos miles de millones de pesos, que no le va a alcanzar toda la vida para pagar y sus hijos no van a salir con una deuda que hipoteque su futuro y su sustento. 

Y esa atención, se va a brindar en algunos de los mejores hospitales de Latinoamérica: en las evaluaciones de calidad, de la cual la más conocida es la de América Economía (fácilmente disponible para todos en internet), Colombia pone 5 de los 10 hospitales de mayor calidad del continente (y qué casualidad, todos son privados). Y todos los colombianos, tenemos acceso a esta atención, sin que nos discriminen por nuestra capacidad adquisitiva y, nuevamente, sin poner en riesgo nuestras propias finanzas.

Ahora, ¿alguna vez, de manera seria, se han sentado a calcular cuánto es lo que cada uno de nosotros pone a lo largo de la vida, para la seguridad social? Háganlo, es un ejercicio que no es tan complejo; unas cuantas multiplicaciones y verán que, al final, lo que cada uno pone para pagar el aseguramiento, en realidad es muy pequeño, comparado con lo que puede valer un tratamiento médico de los que se mencionaron en los párrafos previos. ¿No querrían hablar de eficiencia? Y, por sobre todo, recuerden algo: somos un país en vía de desarrollo. Hago énfasis en esto porque existe una cantidad de hipérboles, de mitos, de ideas que no respalda la evidencia, respecto a la seguridad social en otras partes del mundo. En Estados Unidos, la atención en salud es mucho más costosa (lograr lo mismo a mayor costo: la definición de ineficiencia); además las personas no están todas en el mismo sistema y las aseguradoras terminan cubriendo casi que lo que se les antoja (no es un plan de beneficios estandarizado que cubre casi todo lo importante y, quizás, algunas cosas que seriamente no debería cubrir; pero eso es harina de otro costal, es tema para otro debate). La seguridad financiera no existe en un sistema así: está documentado en infinidad de partes, cómo las personas terminan pagando de sus bolsillos y endeudándose “hasta el copete”, por cualquier atención que reciban. En España, Inglaterra y Canadá, que tienen un sistema diferente, el cubrimiento y la seguridad financiera sí existen, pero para muchos temas, las listas de espera son largas; si la gente aquí se queja por esperar 3 a 6 meses una prótesis de rodilla, no conocen de los tiempos de espera de 1 año o más en esos lugares.

Ahora, claro que el sistema tiene problemas; no existe un sistema perfecto, y este, está bastante lejos de serlo. Pero también es que los problemas serios que enfrenta el sistema de salud, no son los que la gente le achaca; en parte porque, en muchos sentidos, las personas confunden los problemas del país, con los problemas del sistema de salud. Sí, la atención en salud no es buena en todo el país; es el mismo sistema, pero el resultado que produce el sistema de salud en las ciudades más pequeñas, en los pueblos y en las áreas rurales, no es el mismo. Y sin embargo, esto no es un problema del sistema de salud, sino un problema estructural del país y de la descentralización y, hasta cierto punto, es un problema mundial: los pueblos están quedándose desiertos en todas partes, y la humanidad es cada vez más urbana y menos rural. Las razones de esto escapan al alcance de este texto, pero es importante resaltar que es un problema económico que no es exclusivamente nuestro: la ruralidad está en desaparición en el mundo entero.

Como sea, es cierto que si uno está en un pueblo no tiene acceso a toda esa tecnología, ni a todo ese conocimiento que se mencionó arriba: claro, un pueblo de 5000 personas, no tiene la economía de escala ni los recursos que se necesitan para sostener un resonador, un neurocirujano o una unidad de cuidados intensivos, que son recursos muy costosos; de hecho, tampoco tiene la demanda. Es decir, la necesidad de usar esos recursos es tan limitada, que en esa población tan pequeña, no habrá motivo para tener esas tecnologías y ese personal. Y entonces, resulta que esos recursos se terminan concentrando en las grandes ciudades donde, entre muchos más, logramos pagar esos recursos y donde se usarán con mucha mayor frecuencia; es decir, donde es más inteligente tenerlos. Como consecuencia, claro, la atención en salud en los pequeños centros poblados y en las zonas rurales, es de menor calidad. 

Pero entonces, me pregunto yo: ¿Eso es culpa del sistema de salud? ¿Eso no es simplemente, una característica estructural del país en el que vivimos? Y, sobre todo, ¿La estructura del sistema de salud que se está proponiendo desde el gobierno, está en capacidad de cambiar esa condición? Seriamente, yo lo dudo: esos lugares no van a dejar de ser pobres, aislados, con menor calidad de vida y, consecuentemente, de tener peor condición de salud. Nada de lo que se está proponiendo cambiar va a lograr que esos lugares puedan, ahora sí, subsidiar un cirujano de trasplantes o la atención completa de un infarto. Y por si fuera poco, en esos lugares, lo que hay, siempre, es una EPS pública; las mismas entidades que a esos lugares les han fallado, que han sido incapaces e ineficientes de administrar la salud para ellos, ahora serán las que nos administren la salud a todos. El premio a la ineficiencia, a la burocracia, a la incapacidad estatal. El Estado no ha sido capaz de cumplir con su labor mínima de supervisar el sistema, mucho menos con la administración de la prestación de la salud, pero ahora se plantea como el gran salvador.

Por otra parte, hay cosas que se le achacan al sistema de salud que son responsabilidades individuales. Una persona recibe mala atención en un lugar y la conclusión siempre es que es culpa del sistema de salud. En mi gremio, como en todos los otros, hay gente excelente, buena, regular, mala y pésima. Pero la responsabilidad de lo que hace cada uno, es individual. ¿Por qué si alguien tiene un problema con la electricidad en su casa, no piensa que el sistema eléctrico colombiano es una porquería?

Pero además, la gente no entiende qué es lo realmente puede ofrecer la medicina moderna y qué es lo que no. La gente no entiende qué puede y no puede hacer un médico; y no me refiero a las supuestas restricciones que enfrenta un médico general, porque eso también son decisiones individuales de personas que deben responder a título individual (un jefe que quiere ahorrar costos y presiona para que no se formule tal o cual cosa); me refiero a las expectativas milagrosas que tiene la gente con respecto a lo que un médico, aquí en Colombia, en China, en Europa o en Estados Unidos, es capaz de hacer. La medicina ha aumentado la expectativa de vida de la humanidad y en muchos sentidos, ha cambiado la calidad de vida de la gente; pero tiene unos límites, y no importa que algunos de mis colegas crean que salvan vidas, lo que hacemos tiene poco o nada que ver con eso: nuestra capacidad sigue siendo la de humanos mortales y, de milagrosos, poco o nada tenemos. Para ponerlo en palabras de algún amigo: al final, el que se va a morir, se muere, y el que se va a salvar, se salva y uno, en general, sólo acompaña.

Las personas tampoco entienden cómo, el crecimiento exponencial del conocimiento médico, ha hecho que la medicina sea cada vez más especializada y el médico general, tenga cada vez menor capacidad resolutiva. Esto es, el conocimiento médico es cada vez más grande y, entonces, un médico general no puede mantenerse al día en tantos temas, por lo que empieza a perder la posibilidad de resolver todo, él solito: progresivamente la medicina es más amplia, más compleja, más difícil de agarrar. La vida de los especialistas es simplemente, más fácil. Por lo demás, no queda claro cómo algunas personas hablan con añoranza de cuando eran los médicos generales los que operaban. ¿En serio esta gente preferiría que los operara un médico que no es especialista en esa cirugía y no un cirujano que hace sólo eso, y hace 10 de esas cada semana? Porque parte de la reforma intenta devolver al médico general la capacidad resolutiva, pero eso es algo que no va a pasar, porque el volumen del conocimiento médico es demasiado grande ya y las personas son cada vez más demandantes, cada vez exigen (con justa causa), que quien los interviene, sea la persona más apropiada para ello.

Y entonces, responden que el problema es que la medicina moderna es curativa, no preventiva; y que si la medicina fuera preventiva, no habría necesidad de curación. Para ser sincero, esto no es más que un delirio. Ni la medicina preventiva es milagrosa, ni lo que se logra prevenir tiene efecto sobre la población que ya está enferma, ni va a disminuir la carga de enfermedad y los costos de atención que ya todos subsidiamos. El que ya está en diálisis, el que ya está ciego, el que ya está en falla cardíaca, el que tiene una EPOC de tanto haber fumado, ya en este punto, poco o nada se benefician de prevención. Ya estamos en la responsabilidad de tratarlos. El impacto de la prevención es limitado porque hay infinidad de cosas que no son prevenibles y porque, al final, hay quien seguirá fumando, seguirá siendo sedentario, seguirá comiendo poca fibra, y eso no los hace malas personas ni menos merecedores de atención; y los resultados de la prevención se darán en 60 años, cuando los que ahora son niños, no sean diabéticos, no se infarten, no hayan fumado en toda su vida y sus pulmones estén intactos. ¿Y mientras tanto, qué? ¿Sacrificamos las generaciones que quedaron en medio? ¿Los juzgamos por no haber llevado la vida que nosotros queríamos que llevaran? ¿Qué nos hace creer que tenemos el derecho de juzgarlos?

Ahora, más allá de los problemas que tiene el sistema de salud en el imaginario colectivo, sí hay un verdadero problema que tiene el sistema: es verdaderamente difícil de sostener. Y eso no es un problema exclusivo de Colombia; es un problema de todos los sistemas de salud alrededor del mundo, y la Organización Mundial de la Salud lleva todo el siglo 21 advirtiendo el peligro que representa el costo creciente de la atención en salud, en el mundo. 

En todo este escrito he mencionado que la atención en salud es costosa, pero lo que tengo que decir adicionalmente, es que la atención en salud será cada día más costosa. La población vive cada día más años (gracias a los avances de nuestra sociedad, que incluyen, cómo no, al sistema de salud) y cada vez sobrevive más años a enfermedades que antes eran la garantía de una muerte casi inmediata; son más años que entre todos pagamos esos tratamientos y, a la vez, la tecnología en salud es cada vez más costosa: cada vez gastamos más, aportando prácticamente lo mismo. Las cuentas simplemente no cierran.

Además, la investigación no produce cosas más baratas: la tendencia es que cada vez produce cosas más costosas. Y como país, como sistema de salud, cada vez estamos implementando la tecnología más rápidamente, luego de su aparición. Y entonces, siempre aparece una respuesta: regular el precio de los medicamentos y los dispositivos. Bueno, eso ya se ha intentado y, sencillamente, no funciona: en el libre mercado, alguien le va a ofrecer más a esos laboratorios, en otro país, y entonces, el laboratorio empaca sus cositas y se va a vender a donde mejor le va. ¿No se han preguntado por qué es que en los últimos años Colombia ha sufrido, varias veces, desabastecimiento de algunos medicamentos? ¿Recuerdan que hace algunos años el país decidió regular, hasta cierto punto, los precios de los medicamentos? 

Es bastante popular preguntarse si es que, es injusta esa rentabilidad que tienen las farmacéuticas. Digamos que, en términos generales, las empresas son amorales, es decir, son ajenas a los debates de moralidad; pero que también, de manera muy genérica, la rentabilidad de los negocios, tiene relación directa con el riesgo que se corre. El riesgo en la investigación médica es altísimo: las farmacéuticas invierten en miles de moléculas (o dispositivos, según el caso), a través de un complicado proceso, en el que se descarta el 99% de los fármacos inicialmente propuestos; luego viene la investigación en humanos: regulaciones, pólizas, mil condiciones para cumplir. Al final, los clínicos pasarán lo que salga de ahí, por el tamiz de la investigación médica: si una tecnología a la que se le han invertido miles de millones de dólares para su desarrollo no demuestra contundentemente, con estadística a bordo, que es efectiva, la farmacéutica nunca recuperará esa inversión. Ninguna tecnología se recuperará jamás de un resultado negativo en una revisión sistemática (un metaanálisis en Cochrane, dirían mis amigos epidemiólogos). Entonces, ese margen de ganancias que las farmacéuticas tienen, se explica por el riesgo que corren: pocos negocios legales tienen un riesgo tan alto. Y bueno, si no fuera por esa rentabilidad y por esa “avaricia”, esa sed de ganancias, nunca habríamos salido del hueco en el que nos sumergimos en 2020. ¿O es que creen que Pfizer, Moderna o AstraZeneca hicieron el desarrollo tecnológico que nos sacó del peor agujero que a muchos de nosotros nos ha tocado vivir, sólo por humanismo y altruismo? Evidentemente no; pero todos nos beneficiamos de su egoísmo y aquí estamos, al otro lado, haciendo como que nunca hubiéramos vivido ese período surrealista.

Ahora, yo no dejo de preguntarme, ¿Por qué, por odio y resentimiento a los empresarios, vamos a preferir que los políticos administren los recursos de nuestra salud? Al menos los empresarios son frenteros: están en ese negocio para obtener ganancias, después de todo el proceso de asegurarnos y atendernos. ¿Por qué quieren que políticos manejen los recursos de la salud? ¿De verdad creen que eso va a resolver los problemas? Si las peores instituciones de salud de este país, en todas las calificaciones, son las del Estado (Savia, Nueva, Comfachocó, por poner algunos ejemplos que se me vienen a la mente), ¿Por qué vamos a insistir con ese esquema? ¿Ustedes de verdad confían en los políticos? Porque pues, seriamente, yo no confío en, prácticamente, ninguno. Para mi gusto, entre menos poder (o lo que es lo mismo, dinero) esté en sus manos, estaremos mucho mejor.

Y por lo demás, eso ya lo tuvimos: el extinto seguro social de los 70’s y 80’s, presa de nosécuántos escándalos de corrupción, con resultados terribles, que produjo una salud atrasada, que vino a comenzar a recuperar el paso perdido en calidad de atención y tecnología, con el resto del mundo, en la primera década de implementación del sistema de salud actual. Unos hospitales públicos y hospitales de caridad, en los que los gerentes tenían que ir a rogarles cada mes a los políticos que les despacharan los recursos para poder trabajar, con las consabidas tajadas de por medio.

Para mí, esto es un espanto. No es hora de dar saltos al vacío. No es momento de destruir lo que como sociedad nos ha costado sangre y lágrimas construir. Es hora de construir sobre lo construido; de evaluar con herramientas objetivas, qué es lo que sí está fallando e intentar arreglarlo, sin destruir lo que sí está funcionando. No es hora de escuchar cantos de sirenas.


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Como les expliqué, este texto fue publicado en su muro de facebook. Por supuesto no faltó quien en forma sarcástica pidió que mostraran los indicadores de la Guajira, de la Orinoquia, de la Amazonía o del Pacífico. Mi respuesta fue que los indicadores de esas regiones no eran tan buenos, como en la region Andina, pero que el hecho de que haya zonas donde un sistema no funciona no es argumento para que se destruyan las cosas donde sí funcionan para que haya igualdad por lo bajo. Lo que hay que hacer es buscar la forma de copiar las buenas experiencias y trasladarlas a los sitios donde no hay servicios. El problema se resuelve combatiendo la corrupción y la malversación e implantando las soluciones que han funcionado en otros sitios menos corruptos. Bajo ninguna circunstancia la respuesta puede ser destruir lo que funciona para que todos estemos igual de mal.  

miércoles, 5 de julio de 2023

La contundente simpleza de George Orwell

George Orwell es bien conocido por su libro 1984. Recuerdo que era un niño cuando lo leí (por allá en los años 70s) y estuve por mucho tiempo contando lo que faltaba para tan fatídica fecha. Recuerdo que a medida que llegaba el plazo, me iba tranquilizando porque el mundo no era como había sido anticipado. Ahora, casi cuarenta años después de haber superado esa fecha, me queda la duda de si no habríamos llegado a ello mucho antes de ese año. Tal vez Orwel no estaba anticipando nada. Quizá solo estaba describiendo su tiempo en un aspecto que nadie había notado. Quizás muchos no nos demos cuenta de la alienación en la que vivimos. En su libro "La rebelión en la granja", el autor nos muestra lo que somos a traves de unos animales, en un sorprendente espejo de nuestra sociedad.

George Orwell es considerado uno de los mejores escritores del siglo pasado. Es directo y contundente. Su escritura es simple pero certera. Por eso esta semana les quiero compartir seis reglas de escritura que se le atribuyen.

  1. Nunca uses una metáfora, símil u otra frase hecha que estés acostumbrado a ver por escrito.
  2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar una corta que signifique lo mismo.
  3. Si es posible eliminar una palabra, hazlo siempre.
  4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas usar la activa
  5. Nunca uses una expresión extranjera, una palabra científica o un término de jerga si puedes pensar en una palabra equivalente en tu idioma que sea de uso común.
  6. Incumple cualquier regla antes de escribir nada estúpido.
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George Orwell

Eric Arthur Blair, (1903, India - 1950 Reino Unido) ​ conocido por su seudónimo de George Orwell, fue un novelista, periodista, ensayista y crítico británico nacido en la India, autor entre otras obras de las novelas distópicas Rebelión en la granja y 1984.


miércoles, 28 de junio de 2023

Sherlock Homes y Arthur Conan Doyle

La literatura policiaca es uno de los géneros más llamativos para ciertos tipos de lectores. 

En algunos círculos se ha confundido la novela negra con la novela policiaca y este error surge de que en muchos casos la novela policiaca tiene un ambiente oscuro. En ciertas novelas policiacas el detective es un hombre con un pasado sórdido y un presente nada agradable (bástese pensar en los personajes que solía interpretar Humprey Bogart). Pero si bien la novela negra se nutre de dichos personajes, no toda novela o relato policiaco puede catalogarse como novela negra. No siempre los protagonistas viven en mundo oscuro a pesar de resolver crímenes. En otras palabras, no toda historia policiaca se enmarca en el género negro. 

Volviendo al tema de la literatura policiaca, en el siglo XIX y principios del XX hubo una gran profusion de novelas y relatos de detectives que han permanecido en el tiempo o han sido fuente de inspiración para otras generaciones. Detectives como Sherlock Holmes, de Conan Doyle, Auguste Dupin de Edgar Allan Poe y Hercules Poirot de Agata Christie constituyen un buen ejemplo. 

A continuación, les quiero compartir un video de Raquel de la Morena, en que nos hablar de la vida de Arthur Conan Doyle y su personaje Sherlock Holmes. 

Espero lo disfruten



  

miércoles, 21 de junio de 2023

Entrevista a Arturo Perez-Reverte

  • El problema actual es que la gente no razona. El razonamiento fue desplazado por el sentimiento. 
  • Hay más estupidez ahora que hace treinta años, a pesar de que hay más acceso al conocimiento. 
  • La gente buena puede hacer cosas terribles.
  • Con un malo puedes negociar, puedes convencerlo. pero con un idiota, con un estúpido, no se puede hacer nada...

Una entrevista a uno de los mejores escritores vivos de nuestro tiempo.  Arturo Perez-Reverte: Periodista de guerra, escritor, aventurero. 

Sus ideas sobre la guerra, sobre el bien y el mal, sobre la literatura, sobre el machismo, el lenguaje inclusivo...

No se la pierdan. Aunque es larga, no tiene ningún segmento malo. 




Un video de  The Wild Project.  Entrevistador  Jordi Wild, 

miércoles, 14 de junio de 2023

Libros misteriosos

Soy un lector empedernido, y he tenido la fortuna y a veces el infortunio de tener en mis manos libros muy extraños. Por supuesto me refiero a libros con temas extraños. 

Sin embargo, no creo que nunca llegue a tener en mis manos alguno de los libros que se mencionan a continuación, y que son verdaderamente extraños. 

Acompañemos a Raquel de la Morena por un viaje a traves de los cinco libros más misteriosos jamás escritos:  

  1. Los sueños droláticos de Pantagruel
  2. El manuscrito Voynich
  3. El Codex Gigas, también conocido como la Biblia del Diablo
  4. El Lemegeton Clavicula Salomonis
  5. El Codex Rohonczi


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Guion: Pedro Estrada y Raquel de la Morena
Edición, audio y vídeo: Pedro Estrada
Música: 'When Gods Pontificate', de Dan Bodan

miércoles, 7 de junio de 2023

1873: cuando Verne hizo que el mundo se volviera pequeño

En mi infancia conocí el mundo, la ciencia y la tenacidad humana de la mano de Julio Verne. 

Por eso fue tan especial para mí cuando recibí un correo de Doris Aguirre, de la Editorial de la Universidad de Antioquia, invitándome a participar en un homenaje que le haría la Revista Agenda Cultural a Julio Verne con ocasión de los 150 años de la publicación de su novela La vuelta al mundo en 80 días. 

Agradezco inmensamente esta oportunidad de participar en el homenaje. 

A continuación, les dejo mi texto, y al final podrán descargar la revista completa. 



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1873: Cuando Verne hizo que el mundo se volviera pequeño

“Todo lo que una persona puede soñar, otros pueden hacerlo realidad”

Jules Verne.


Si tuvieras una máquina para viajar al pasado, o si existiera algún tipo de artefacto que recogiera las voces pronunciadas siglos atrás, ¿qué conversación te gustaría escuchar? ¿Entre quienes?

Seguramente sería una lista interminable. En lo personal, me gustaría saber qué fue lo que conversó Judas en el Sanedrín, cuál fue realmente el tema de conversación en la cena con los discípulos, o con quién se encontró Colón en la isla Madera en 1478 y cuál fue la plática sostenida cuando obtuvo el mapa que lo llevaría a las Indias. Indudablemente en la lista de las conversaciones que quisiera presenciar están las charlas entre Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti, lo que hablaban William Shakespeare y Christopher Marlowe en las tabernas londinenses, los diálogos privados entre John F. Kennedy y Nikita Jrushchov o las charlas entre Galileo Galilei y Johannes Kepler. Posiblemente no entendería nada de lo que hablaban Niels Bohr y Albert Einstein, pero no hay duda de que sería interesante conocer sus diálogos. Si pudiéramos llevar un micrófono a esas épocas, ¿de qué nos enteraríamos?

Hay entre todas, una que cobra relevancia cuando celebramos el sesquicentenario de la publicación de La vuelta al mundo en ochenta días (1873). Una supuesta, y jamás confirmada reunión entre dos genios: Alexander Von Humboldt (1769-1859) y Jules Verne (1828-1905). La hipotética reunión posiblemente hubiera tenido lugar en París a mediados del siglo XIX. Para entonces, Humboldt sería un octogenario y Verne apenas un escritor floreciente de menos de treinta años. Muy probablemente el encuentro hubiera sido organizado por Pierre-Jules Hetzel, quien era el editor de Verne, de Víctor Hugo, de Honoré de Balzac y de Emile Zolá.

Se dice que Jules Verne había leído la obra de Humboldt y era su admirador. El explorador alemán era la encarnación de los personajes de Verne: Una mezcla de científico y aventurero. Humboldt había recorrido, durante cinco años América Latina en compañía de Bonpland explorando la selva amazónica y los Andes, y luego pasó a Norte América. Se relacionó con los principales científicos americanos de entonces, como Francisco José de Caldas y Thomas Jefferson. Años más tarde estuvo en Moscú y llegó hasta Siberia para estudiar la geografía y mineralogía del país. Conocía Europa como ningún otro, y estaba en contacto permanente con las mejores cabezas de la época: Schiller, Goethe, y otros tantos, con los que mantenía correspondencia. Fue miembro de las principales academias de ciencia de Europa, incluida la Academia de Ciencias de Francia, donde bien pudo haber conocido a un joven Verne. Era una verdadero polímata, de esos que ya no se producen: sus estudios abarcaron la física, la geografía, la astronomía, zoología, climatología, oceanografía, geología, mineralogía, botánica, vulcanología. Fue un humanista completo y unos de los padres de la ecología. Con semejante trayectoria muy probable que Jules Verne lo tomara como modelo. Verne no era un viajero, solo había visitado algunas ciudades en Europa. No era un explorador, era un hombre de letras. Quiero imaginar un encuentro donde Verne expresa su admiración y Humboldt le alienta a seguir escribiendo, a explorar temas científicos en su obra literaria. Imaginen al alemán y al francés compartiendo sus reflexiones, su textos científicos y literarios. ¡Alucinante!

Jules Gabriel Verne nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes, Francia. Fue el mayor de cinco hermanos; su padre era un exitoso abogado que deseaba que su hijo siguiera sus pasos. Estudió leyes en París, pero su pasión era la escritura. En 1850, publicó su primera novela, "Los primeros navegantes de la mar de aire", que no tuvo mucho éxito. Trece años después, publicó Cinco semanas en globo (1863), que tuvo éxito casi de inmediato. Luego siguieron muchas novelas de “ciencia ficción” que mezclaban la aventura con elementos científicos y de tecnología avanzada: Viaje al centro de la tierra (1864), De la tierra a la luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La isla misteriosa (1874), por nombrar algunas, y por supuesto, La vuelta al mundo en ochenta días, que ahora nos ocupa. ¿No es notorio que los personajes de sus obras encarnaban el espíritu aventurero de Humboldt y los conocimientos enciclopédicos que este tenía?

Algunos han pretendido que Verne se anticipó a los inventos del futuro, lo cual no es del todo cierto. Verne era un gran lector y un ávido recolector de información científica y de relatos de viajeros. Estaba al tanto de la tecnología más avanzada de ese entonces y que la gente del común desconocía. Podía combinar la aventura con los conocimientos más adelantados de su época. Sabía cómo producir oxígeno para una cápsula que viajaría a la luna o para una máquina que surcaría el océano bajo el agua. Conocía cómo extraer grasa de un dudongo para volverla jabón o para producir pólvora en una remota Isla Misteriosa en medio del Pacífico sur, usando tan solo elementos de la naturaleza y el conocimiento de unos náufragos que preferían llamarse a sí mismos “colonos”, porque no se resignaban a ser víctimas de la adversidad. Verne era un gran conocedor del mundo y amante del saber. Se movía con propiedad, al igual que Humboldt, en todas las ramas del conocimiento. Admiraba el conocimiento del “siglo de las ciencias” y fue su mejor divulgador.

Su novela La vuelta al mundo en ochenta días (Le Tour du monde en quatre-vingts jours) fue publicada por entregas en el periódico Le Temps entre el 7 de noviembre (número 4225) y el 22 de diciembre (número 4271) de 1872, el mismo año en que se sitúa la acción. Sería publicada íntegramente el 30 de enero de 1873, precisamente, hace 150 años.

La trama es fascinante: un rico y excéntrico inglés, Phileas Fogg, apuesta con sus amigos que puede dar la vuelta al mundo en ochenta días, en una época en que aún no existía la aviación comercial. Acompañado por su leal criado francés, Jean Passepartout, Fogg se embarca en una serie de aventuras y desafíos mientras trata de cumplir su promesa y ganar la apuesta. En su carrera contra el tiempo, Fogg y Passespartout, van sumando amigos y enemigos. Fogg y su criado parten en un ferrocarril que los llevará de Londres a Bríndisi, (vía Turín) y allí tomarán un buque a través del Mediterráneo y atravesarán el canal de Suez, para llegar en barco de vapor a Bombay. Nuevamente, ferrocarril ¡y hasta elefante! para llegar a Calcuta, donde embarcarán de nuevo hacia China y luego Japón. De allí, por el océano pacífico hasta San Francisco. Atravesarán como sea los Estados Unidos (ya sea por tren o trineo de nieve) y en Nueva York, subirán a otro vapor hasta Inglaterra. (ver imagen adjunta). El final sorprende con un giro de tuerca inesperado.

No se trata solo de describir de medios de transporte (lo cual hace magistralmente). Esta novela puede ser leída en varias claves. Como novela de aventuras, como un tratado de geografía aplicada, como la crítica al sistema social clasista de la Inglaterra victoriana, como análisis de los sistemas económicos y políticos, las normas bancarias, el sistema colonial y judicial de entonces, o tal vez, un tratado de etnografía. La novela hace una descripción de las diferentes culturas, —es muy especial la reflexión que se suscita en el momento en que rescatan a Aouda de ser quemada viva junto con el cadáver de su esposo el rajá (perdón por el spoiler)—. Como buen humanista, Verne pone la vida humana como la medida de las cosas. La novela también es un canto a la amistad y a la lealtad. Fogg aprende que el mundo no es un lugar fácil, pero también, que no estaba solo en su viaje.

La vuelta al mundo en ochenta días es una novela emocionante y divertida que ha dejado una huella duradera en la cultura popular. Ha estimulado las artes, las letras, la cinematografía, el turismo, y hasta la creación de videojuegos. Ha inspirado generaciones de ciudadanos del mundo a conocer mejor este pequeño punto azul como un lugar en el que podemos convivir en paz mientras haya respeto.

Julio Verne murió el 24 de marzo de 1905 en Amiens, Francia, a la edad de 77 años, luego de haber enfrentado todo tipo de problemas. Sus primeras obras eran optimistas y festivas. Las obras posteriores como “Los 500 millones de la Begún” o “El faro del fin del mundo”, muestran a un Verne mucho más sombrío y pesimista.

Con su obra Jules Verne dio a sus lectores un mundo lleno de ciencia y conocimiento. Con más de cincuenta novelas publicadas y un centenar de textos, es uno de los grandes de la literatura. Aunque hizo pocos viajes en su vida, (circunscritos casi exclusivamente a Europa), en sus libros nos llevó a dar la vuelta al mundo, a navegar las profundidades marinas, a conocer al centro de la tierra; nos llevó en una bala enorme hasta la luna, y nos hizo conocer las estepas rusas de la mano de Miguel Strogoff. ¡Verne era un genio! ¿Qué pasaba por su cabeza? ¿Cómo funcionaba su cerebro? Nunca lo sabremos.

Solo nos queda aventurarnos a imaginar ese encuentro de París, a mediados del siglo XIX entre un científico aventurero ya anciano y un joven escritor. Me gusta imaginar a Humboldt diciendo: "Me temo que el mundo es demasiado grande para conocerlo por completo", y a Verne respondiendo: “pero la ciencia y la tecnología lo hará pequeño para que lo podamos recorrer”.


Carlos Alberto Velásquez Córdoba.

Mayo 2023

 

Tomado de Wikipedia (dominio público) 
De Andru.p.b - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,


Ver el número en línea. 

https://online.flippingbook.com/view/961834967/

miércoles, 31 de mayo de 2023

Arturo Perez-Reverte y James Bond

Este artículo es extraído de la columna Patente de Corzo, del genial Arturo Perez-Reverte, a quien concedo todos los créditos: 


Bond, James Bond

Puestos a imaginar, imaginen que estás en casa dándole a la tecla, y llega la visita. Buenos días, caballero —ahora todos somos caballeros—, venimos a ver si le interesa escribir el guión de la nueva película de Bond, James Bond. Y le vamos a pagar una pasta. Así que, interesado en lo de la pasta, los haces pasar, les sirves un café y te sientas a discutir los términos del asunto. La verdad es que me apetece, dices, pues siempre me gustó mucho, tanto en las novelas como en las películas, ese toque de chulería masculina, marca de la casa y del personaje, que tan bien encarnaron Sean Connery —mi favorito— y Pierce Brosnan, incluso Daniel Craig en Casino Royale, pero que parece perderse en las más recientes películas. Porque en la última, con el oso de peluche y las lágrimas y tal, al amigo Bond se le ve un poquito moñas.


Es lo que dices, más o menos. Y en ese punto te mosquea que tus visitantes hayan cambiado una mirada de inquietud. Bueno —dice uno—, en realidad de lo que se trata es precisamente de eso. De adaptar a 007 a los tiempos que corren. Hacerlo más de ahora, más natural. Más trendy. Al escucharlo, desconcertado, alzas un dedo objetor. Disculpen, dices, pero lo natural es que Bond sea un asesino, un mujeriego y un hijo de puta con ático, piscina y balcones a la calle, como lo concibió su autor. Un tipo peligroso y duro, y eso es lo que en él buscan sus seguidores, entre los que me cuento desde hace sesenta años. ¿Me explico?

Temo haberme explicado demasiado bien, pues mis interlocutores se sobresaltan al unísono. Creo, apunta uno —son dos, paritarios, hombre y mujer—, que no capta el fondo de la cuestión. Se trata de desmontar a James Bond y hacerlo más asequible. ¿A quién?, pregunto. Y la señora, o como se diga ahora, responde que al público actual. A las nuevas exigencias. ¿Por ejemplo?, inquiero de nuevo. A la destrucción de los clichés heteropatriarcales, es la respuesta. Pero resulta que James Bond es así, respondo. Ian Fleming, su autor, lo concibió como un cliché heteropatriarcal con pistola y ciruelo siempre en activo. Es Cero Cero Siete, rediós. Si no, sería otro: 003, 010 o 091. ¿Por qué en vez de manipularlo no se inventan otro agente secreto y dejan a ése en paz, tal como a sus lectores y espectadores nos gusta que sea?


Imposible, responde el varón del binomio. El famoso 007 es lo que la gente pide. A eso respondo que James Bond es famoso justo por ser lo que es. Pero la sociedad actual —replica la otra— reclama nuevos enfoques: odres nuevos para vinos viejos. Pero eso ni es vino ni es nada, opongo; es un producto aguado e insípido, un fraude y una traición al personaje. Pero la pava hace como que no me oye. Incluso, prosigue impertérrita, queremos que el nuevo James Bond, en la próxima película, deje de vestir smoking y otras prendas clasistas, abandone su afición al juego y los casinos —su perniciosa ludopatía, precisa el acompañante—, se desplace en vehículo eléctrico no contaminante, tenga inquietudes ecológicas y deje de matar y practicar el sexo.


Levanto una mano adversativa. A ver, digo. Explíquenme eso. ¿Cómo que deje de matar y practicar el sexo? Estamos hablando de Bond, James Bond. Matar a la gente es su actividad profesional pública y picar el billete a señoras estupendas es su actividad personal privada. Es que lo de matar —señala mi interlocutor varón— es un acto reprobable que degrada al personaje. Y lo de las señoras estupendas, añade, término que consideramos machista y misógino, tampoco es aconsejable. Queremos que el sexo desaparezca del personaje, por las connotaciones de agresión que su práctica implica. Y que el concepto general sea de género fluido, ni carne ni pescado, ni vela ni vapor. Algo transversal, confirma la otra: transpuesto, transitivo, translatorio, transatlántico. Algo, lo que sea, que lleve el prefijo trans. Eso es lo deseable, aunque no excluimos la ilusionante posibilidad de una James Bond mujer: una Cera Cera Sieta. O un hombre elegetebeí, se apresura a apostillar el otro al ver la cara que pongo. Y a ser posible, apunta su prójima, afroamericano de color. O afroamericana.


Me los quedo mirando diez segundos mientras digiero aquello. ¿O sea —respondo cuando recobro el habla—, un James Bond de personalidad fluida, negro, pacifista, ecologista, gay, vestido por Ágatha Ruiz de la Prada y que se desplaza en patinete? Mis interlocutores se miran. Es una forma de resumirlo muy desagradable, dice uno. Incluso fascista, añade la otra mientras se levantan. Nos decepciona usted, señor Reverte. Igual resulta que no es la persona adecuada.

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Publicado el 24 de marzo de 2023 en XL Semanal.

miércoles, 24 de mayo de 2023

Concierto de Aranjuez. La historia tras la melodía.

Uno de mis conciertos preferidos es el Concierto de Aranjuez, del español Joaquín Rodrigo. Se trata de un concierto para guitarra y orquesta bastante conocido. Según palabras del profesor Rodolfo Pérez Gonzalez, casi se podría decir que en este momento en alguna parte del mundo una orquesta lo está interpretando, o alguna emisora lo está transmitiendo. 

A continuación, los dejo con una historia que yo desconocía de esta melodía. 




A continuación, les dejo el video del concierto de Aranjuez ejecutado por la orquesta sinfónica danesa, con Pepe Romero como solista.  Espero lo disfruten


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Joaquín Rodrigo Vidre, I marqués de los Jardines de Aranjuez (Sagunto, Valencia, 22 de noviembre de 1901 - Madrid,1​ 6 de julio de 1999), también conocido como el Maestro Rodrigo, fue un compositor español.
Como dato curioso, Rodrigo nació el día de la patrona de los músicos, Santa Cecilia. A los tres años de edad se quedó prácticamente ciego a causa de una infección de difteria. Según él, la pérdida parcial de la vista lo puso en el camino de la música. 

miércoles, 17 de mayo de 2023

Amor verdadero: cuento de Isaac Asimov

Con el revuelo que hay últimamente con el auge de la inteligencia artificial quiero traer este cuento de uno de los grandes escritores y divulgadores científicos: Isaac Asimov. 

Solo resta decir que no me preocupa el auge de la inteligencia artificial, me preocupa el detrimento de la inteligencia natural. 

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Amor Verdadero

Isaac Asimov


Mi nombre es Joe. Así es como mi colega Milton Davidson me llama. Él es un programador y yo soy un programa de computadora. Soy parte del complejo «Multivac» y estoy conectado con otros sectores en todo el mundo. Lo sé todo. Casi todo.

Soy el programa privado de Milton. Él sabe más de programación que nadie en el mundo, y yo soy su modelo experimental. Me ha hecho hablar mejor de lo que pueda hacerlo cualquier otra computadora.

—Es cuestión de acoplar los sonidos a los símbolos, Joe —me dijo—. Así funciona el cerebro humano aunque todavía no sabemos qué símbolos hay en el cerebro. Conozco los símbolos del tuyo y puedo acoplarlos uno por uno a palabras.

De modo que hablo. No creo que hable tan bien como pienso, pero Milton dice que lo hago muy bien. Él no se ha casado nunca, aunque tiene casi cuarenta años. Me dijo que no había encontrado a la mujer ideal. Un día se sinceró conmigo:

—La encontraré, Joe. Quiero tener verdadero amor y tú vas a ayudarme. Estoy cansado de mejorarte para resolver los problemas del mundo. Resuelve mi problema. Encuéntrame el verdadero amor.

—¿Qué es el verdadero amor? —pregunté.

—No te importa. Es algo abstracto. Búscame la muchacha ideal. Estás conectado al complejo «Multivac», así que puedes conseguir el banco de datos de cualquier ser humano de este mundo. Los iremos eliminando por grupos y por clases hasta que sólo nos quede una persona. La persona perfecta. Ésa será para mí.

—Estoy dispuesto —le dije.

—Elimina primero a todos los hombres —ordenó.

Fue fácil. Sus palabras activaron símbolos de mis válvulas moleculares. Puedo establecer contacto con los datos acumulados de cada ser humano del mundo. Obedeciendo su orden eliminé 3.784.982.874 hombres. Mantuve el contacto con 3.786.112.090 mujeres.

—Elimina a las menores de veinticinco años y todas las mayores de cuarenta. Después elimina a todas las que su CI sea inferior a 120; a todas las que midan menos de 1,50 y más de 1,75.

Me comunicó las medidas exactas, eliminó mujeres con hijos vivos, eliminó mujeres con diversas características genéticas.

—No estoy seguro del color de ojos que quiero —dijo—. Dejémoslo de momento. Pero nada de pelirrojas. No me gusta el pelo rojo.

Pasadas dos semanas, nos quedaban 235 mujeres. Todas hablaban bien el inglés. Milton decretó que no quería problemas de lenguaje. Incluso la traducción por computadora podía entorpecer momentos de intimidad.

—No puedo entrevistar a 235 mujeres. Me llevaría demasiado tiempo y la gente descubriría lo que estoy haciendo. Causaría problemas —le aseguré. Milton se había arreglado para que yo hiciera cosas para las que no estaba programado. Nadie lo sabía.

—¿A ti qué te importa? —me espetó con el rostro enrojecido—. Te diré lo que vamos a hacer, Joe. Voy a traerte hológrafos y comprueba la lista en busca de similitudes.

Trajo hológrafos de mujeres, diciéndome:

—Éstas son tres ganadoras de concursos de belleza. ¿Se parecen a alguna de las 235?

Ocho eran muy parecidas y Milton dijo:

—Bien, ya conoces sus bancos de datos. Estudia peticiones y necesidades del mercado de colocaciones y arréglate para que las asignen aquí. Una a una, claro. —Pensó un momento, movió los hombros y ordenó—: Por orden alfabético.

Ésta es una de las cosas para las que no estoy programado. Cambiar a la gente de un empleo a otro, por razones personales, se llama manipulación. Ahora podía hacerlo porque Milton lo había arreglado. Pero se suponía que no debía hacerlo para nadie, excepto para él, claro.

La primera muchacha llegó una semana después. Milton enrojeció al verla. Habló como si le costara hacerlo. Estaban juntos todo el tiempo y no me prestaba la menor atención. Una vez le dijo:

—Déjame invitarte a cenar.


A la mañana siguiente anunció:

—No sé por qué, pero no me va. Faltaba algo. Es una mujer muy hermosa pero no sentí amor verdadero. Prueba la siguiente.

Ocurrió lo mismo con las ocho. Se parecían mucho, sonreían mucho y sus voces eran agradables, pero Milton no las encontraba bien nunca. Observó:

—No lo entiendo, Joe. Tú y yo hemos elegido a las ocho mujeres de todo el mundo, que me han parecido mejores. Son ideales. ¿Por qué no me gustan?

—¿Les gustas tú a ellas? —pregunté.

Alzó las cejas y apretó una mano contra la otra.

—Eso es, Joe. Es una calle de dos direcciones. Si yo no soy su ideal no pueden actuar como si yo lo fuera. Debo ser su verdadero amor, pero ¿cómo puedo conseguirlo?


Todo aquel día pareció estar pensando. A la mañana siguiente se me acercó y dijo:

—Voy a dejarlo en tus manos, Joe. Tú decidirás. Tienes mi banco de datos y voy a decirte además todo lo que sé de mí. Pon hasta el último detalle en mi banco, pero guarda para ti lo adicional.

—¿Qué quieres que haga con el banco de datos, Milton?

—Lo comparas con los de las 235 mujeres. No, con 227; deja fuera a las que ya hemos visto. Arréglate para que cada una se someta a un examen psiquiátrico. Completa sus bancos de datos con el mío. Busca correlaciones. (Arreglar exámenes psiquiátricos es otra de las cosas contrarias a mis instrucciones originales.)

Durante semanas, Milton habló conmigo. Me habló de sus padres y de sus allegados. Me contó su infancia, sus días de escuela y su adolescencia. Me habló de las jóvenes que había admirado a distancia. Su banco de datos fue creciendo y me modificó para que pudiera ampliar y profundizar en la comprensión y captación de símbolos. Me dijo:

—Verás, Joe, cuanto más vayas metiendo de mí en ti, más debo ajustarte para que puedas acoplarme mejor. Tienes que llegar a pensar más como yo, así me comprenderás mejor. Si me comprendes a mí, cualquier mujer cuyo banco de datos comprendas bien, será mi verdadero amor.

Y siguió hablándome y yo fui comprendiéndole cada vez mejor.

Pude construir frases largas y mis expresiones se hicieron más complicadas. Mi forma de hablar empezó a parecerse a la suya en cuanto a vocabulario, ordenación de palabras y estilo. Una vez le advertí:

—Ten en cuenta, Milton, que no se trata solamente de encajar físicamente con un ideal de mujer. Necesitas una muchacha que sea personal, emocional y temperamentalmente afín a ti. Si ocurre esto, la belleza es secundaria. Si no podemos encontrar tu tipo entre las 227, buscaremos por otra parte. Encontraremos a alguien a la que tampoco importe tu aspecto, ni el de nadie, con tal de que coincida la personalidad. ¿Qué es la belleza?

—Absolutamente cierto —respondió—. Hubiera sabido esto, de haber tenido mayor trato con mujeres en mi vida. Naturalmente, pensándolo ahora, lo veo todo claro.

Siempre estábamos de acuerdo; ¡éramos tan parecidos en la forma de pensar!

—Ahora no debemos tener más problemas, Milton, basta con que me dejes hacerte unas preguntas. Puedo ver en tu banco de datos dónde hay huecos e irregularidades.

Lo que siguió, según dijo Milton, era el equivalente a un minucioso psicoanálisis. Claro. Estaba aprendiendo de los exámenes psiquiátricos de las 227 mujeres…, a todas las cuales vigilaba de cerca.

Milton parecía muy feliz, observó:

—Hablar contigo, Joe, es casi como hablar conmigo mismo. Nuestras personalidades han llegado a coincidir perfectamente.

—Lo mismo sucederá con la personalidad de la mujer que elijamos.

Porque yo ya la había encontrado y, después de todo, era una de las 227. Se llamaba Charity Jones y era intérprete de la Biblioteca de Historia de Wichita. Su extenso banco de datos encajaba perfectamente con el nuestro. Todas las demás mujeres habían sido desechadas por una cosa o por otra, a medida que ampliamos los bancos de datos, pero en Charity había una creciente y sorprendente semejanza.

No tuve que describírsela a Milton. Milton había coordinado tan ajustadamente mi simbolismo con el suyo que podía captar sus vibraciones directamente. Encajaba conmigo.

Después, sólo fue cuestión de arreglar las hojas de trabajo y requerimientos de empleo de forma que Charity nos fuera asignada. Debía hacerse con mucha delicadeza para que nadie supiera que había ocurrido algo ilegal.

Naturalmente, el propio Milton lo sabía pues él era el que me había ajustado, y había que arreglarlo. Cuando vinieron a detenerle por irregularidades en el despacho, afortunadamente fue algo ocurrido diez años atrás. Naturalmente me lo había contado, así que fue fácil de planear…, y no hablará de mí porque eso empeoraría su caso.

Ya está fuera, y mañana es 14 de febrero, día de San Valentín. Charity llegará con sus frescas manos y su dulce voz. Yo le enseñaré cómo debe operarme y cómo cuidar de mí. ¿Qué importa el aspecto cuando nuestras personalidades se comprenden?

Le diré:

—Soy Joe y tú eres mi verdadero amor.


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Isaac Asimov

(1920-1992)

Escritor y científico de origen ruso, nacionalizado estadounidense. Uno de los principales divulgadores de la ciencia, la historia y la literatura de ciencia ficción en el siglo XX.

Ficha bibliográfica
Autor: Isaac Asimov
Título: Amor verdadero
Título original: True Love
Publicado en: American Way, Febrero de 1977
Traducción: Rosa S. de Naveira


Lea también 

miércoles, 10 de mayo de 2023

El zapato solitario. Cuento de Carlos Alberto Velásquez Córdoba

Esta semana les traigo un cuento de mi autoría, publicado en el libro "COLA DE CERDO, EL SUICIDA FALLIDO. 


Espero lo disfruten: 



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EL zapato solitario


Por Carlos Alberto Velásquez Córdoba


“No hay nada más triste que un zapato solitario”, me dijo Lucho un día. 

Esa vez no le presté atención a esa frase. Ahora sé que tenía la razón. 

Conocí a Lucho el primer día que llegó a la Estación de Bomberos. Tan pronto lo vimos nos reímos de él. Era apenas un muchacho delgado que pretendía jugar al socorrista. Cuando el capitán nos lo presentó nunca pensamos que lograría encajar, y rápidamente fue puesto a prueba. Los novatos siempre han sido presa de los más bajos instintos y las peores bromas de quienes acostumbramos desafiar a la muerte frente a frente. Pero el muchacho demostró estar a la altura. 

Lucho tenía el temple para ser un verdadero rescatista. Era ágil y trepaba más rápido que todos nosotros; era muy valiente y no se arredraba ante ningún peligro. A pesar de su menuda figura podía cargar el equipo más pesado o sostenerse en pie sin retroceder ante el impacto de una columna de agua que saliera de un hidrante. En poco tiempo fue ganando el respeto de la brigada de bomberos. 

Su ambición era ser médico y dedicaba parte de su tiempo a formarse como técnico en enfermería, con la intención de escalar peldaños, y cuando las cosas se dieran, estudiar medicina. Por esa razón fue rápidamente asignado a la ambulancia de la Estación. 

También en su nueva asignación demostró sus capacidades. Nunca lo vi amilanarse ante las situaciones médicas complejas. Era compasivo con los pacientes y muy seguro en sus acciones. 

La segunda o tercera vez que atendimos un accidente de tránsito me llamó la atención una cosa: Lucho estaba preocupado porque el paciente, un motociclista que había chocado contra un bolardo, sólo tenía un zapato. 

Antes de transportar al paciente, que presentaba algunas excoriaciones y magulladuras, Lucho regresó a la escena a buscar el zapato del joven.

—Lucho, vamos. Estamos listos

—Denme un minuto. Estoy buscando algo.

—¿Qué te falta? ¿Qué se te perdió?

—Nada, nada… ya voy. 


Al subirse a la ambulancia, tenía el tenis del paciente en su mano. 

Quizás fue por la forma en que lo miré, pero sin mediar otra acción se limitó a encoger sus hombros.

—No hay nada más triste que un zapato solitario… —dijo. 

Yo pasé por alto su comentario. Supuse que lo hacía porque el paciente, probablemente luego de unas radiografías, podría irse a su casa y necesitaría ambos zapatos.


Sin embargo, la historia del zapato se siguió presentando. Lucho no podía tolerar que un paciente subiera a la ambulancia con un solo zapato. Siempre tenía que recuperar el otro. 

Un día tuvimos que atender un trágico accidente en el que toda una familia que viajaba en un pequeño carro había sido embestida de frente por un gran camión. El padre y la madre que iban adelante murieron al instante. Sus dos hijos adolescentes, habían quedado atrapados en el asiento trasero entre hierros retorcidos. Los compañeros de la máquina No. 01, tuvieron que usar la tijera hidráulica para poder liberarlos. Estaban muy mal heridos. 

Los inmovilizamos y cuando ya nos disponíamos a salir con ellos para el hospital más cercano, Lucho se devolvió a buscar el zapato de la chica.

—Hermano, tenemos que irnos ya. La muchacha está sangrando mucho a pesar del vendaje compresivo.

—Ya voy, ya voy… no encuentro su zapato…

—Olvídate del zapato… Vámonos…

—Ya voy… ya voy… 

El zapato no apareció y di la orden a Lucho de que subiera a la ambulancia. Arrancamos a toda velocidad para el centro más cercano. 

El hermano menor se salvó. La hermana murió al poco tiempo de llegar a urgencias. Nada se pudo hacer. 


Ya en la estación, llamé a Lucho y lo reprendí por su proceder. “La vida humana es más importante que un puto zapato”, le grité sin mucho tacto. 

Lucho bajó la cabeza y alcancé a ver una lágrima en sus ojos. 


Al día siguiente lo busqué. Quería disculparme por la forma como le había gritado. Yo también estaba impactado con la tragedia de esa familia.

—No se preocupe, sargento. Yo entiendo. No volverá a pasar.

—Pero es que quiero disculparme por la forma en que te grité ayer.

—Usted sólo hacía lo que debía, Daniel. Pierda cuidado. 


Lo noté muy serio y muy distante, por lo que más tarde lo volví a buscar.

—Lucho, decime una cosa. ¿Por qué es tan importante para vos, recuperar un zapato? Y no me vengás con que “no hay nada más triste que un zapato sin dueño” …Decíme la verdad. 

Los ojos de Lucho brillaron. Lo tenía acorralado. Había otra explicación y no lo dejaría en paz hasta que me la diera.

—Daniel, ¿usted no se ha dado cuenta de que en todos los accidentes graves siempre hay un zapato solitario? 

Para ser sinceros, era una verdad tan evidente que me maldije por no haberla descubierto antes. Si hacía memoria, en todo accidente de gravedad que hubiera presenciado, o que hubiera atendido, siempre había un zapato suelto en el sitio. Casi uno podía saber la magnitud del accidente si encontraba algún zapato tirado por ahí. Sentí que los pelos de la nuca se me erizaron. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, mientras era consciente de ello por primera vez en la vida.

—Lucho… ¿es que acaso crees…?

—Creo, ¡No! Estoy seguro.

—Pero eso es un agüero… 

Me miró con ojos penetrantes como si estuviera viendo a través de mí.

—¿De verdad cree usted, Daniel, que eso es coincidencia? ¿Nunca se ha preguntado por qué siempre en todo accidente grave hay un zapato suelto, tirado por ahí?

—Es simple coincidencia. Eso no tiene ninguna explicación científica.

—¿Y es que todo tiene que tener lógica? 


Entonces Lucho me explicó de dónde había sacado sus conclusiones:

—Hace varios años, cuando empezaba como socorrista voluntario de la Cruz Roja, fuimos a atender un accidente en el centro de la ciudad. Una camioneta se había subido a la acera y había tumbado un toldo donde una mujer indígena vendía talismanes, yerbas y embrujos. El conductor había salido ileso pero la mujer del toldo tenía algunos huesos fracturados. Cuando llegamos, la inmovilizamos y la acomodamos en la camilla. Al momento de subirla a la ambulancia, la mujer se puso agitada. Se levantaba y buscaba algo. “Mi chancla, mi chancla…” decía en un tono de angustia, mientras miraba su pierna vendada. Traté de tranquilizarla, pero ella pedía que no la trasladáramos sin sus dos chanclas. 

Yo le decía que se quedara quieta y tratara de relajarse. El líder del equipo dio la orden de arrancar con ella para la clínica más cercana. Ella gritando, me suplicaba que nos devolviéramos por su chancla. 

Debió golpearse la cabeza —dijo el líder, que tenía mucha más experiencia que yo—. Por eso está así. 

Hubo un momento en que la mujer me cogió del brazo y me atrajo hacia ella.

—La muerte… la muerte está esperando en los hospitales… La muerte siempre se lleva a los que llegan con un solo zapato…—decía en su delirio— ¡Yo voy a morir! ¡Ella me va a llevar! 

Como pude solté mi brazo de la presión de sus uñas. Me estaba haciendo daño. 

Llegamos a la clínica y para cuando la ambulancia se detuvo, la paciente había entrado en estupor. Al ingresar a urgencias, ella despertó. Me haló de la camisa y me señaló una pared. “Ahí está la muerte, me está haciendo muecas. Acaba de darse cuenta que sólo tengo un zapato. ¡Ya viene por mí!”. 

De un momento a otro la paciente hizo un paro cardiaco. Los médicos no pudieron revivirla.

 Jamás podré olvidar el terror que vi en sus ojos… 


Lucho miraba al vacío. Parecía estar viendo a la mujer.

—A lo mejor, Lucho, era que tenía alguna lesión interna. Quizás tenía algún sangrado que la mató.

—No. Lo que le faltaba era un zapato.

—Eso es superstición, Lucho —lo reprendí.

—Dígame la verdad, Daniel, ¿cuántas personas con un solo zapato ha salvado usted? —preguntó Lucho con una luz extraña en sus ojos

—Lucho. No podemos juzgar por eso. En los accidentes graves, la gente pierde su calzado.

—Diga lo que quiera. Lo que vi en los ojos de esa mujer, jamás lo podré olvidar. 


Nunca volvimos a tocar el tema. Sin decirlo, habíamos llegado a un acuerdo tácito. La conversación quedaría entre nosotros. 


Afortunadamente la mayoría de los casos que atendimos en los meses siguientes no fueron de gravedad. Por mucho tiempo, se presentaron pocos accidentes graves, de esos en los que uno encuentra un zapato huérfano tirado en la calle. Cuando llegábamos a la escena de algún accidente, lo primero que mirábamos eran los zapatos de los pacientes. Si ambos pies tenían su respectivo calzado, Lucho y yo nos mirábamos con una sonrisa. Por el contrario, si nos llamaban para un derrumbe o un colapso de una estructura y había algún muerto, un zapato impar, abandonado, huérfano, nos decía que la muerte había segado una vida. 

Transcurrieron las semanas y los meses, y Lucho nos sorprendió con una grata noticia. Había sido admitido en la escuela de Medicina. Se despedía de nosotros para comenzar una nueva etapa. Le hicimos una gran despedida. Nos habíamos encariñado con él. 

Ocasionalmente Lucho aparecía por la estación a saludarnos y a llevarnos una caja de donuts, hacía bromas sobre los novatos y nos contaba de sus progresos en la universidad. 


Una tarde de domingo, el capitán nos llamó a la sala de reuniones. Nos tenía una mala noticia. Lucho había muerto en la mañana cuando salió a dar una vuelta en bicicleta. Un hombre en estado de embriaguez lo había atropellado con su auto. Una ambulancia de la estación de bomberos cercana a su casa le había prestado los primeros auxilios, pero no alcanzó a llegar vivo a urgencias. El entierro de Lucho sería al día siguiente, luego de que Medicina Legal entregara el cuerpo. El capitán nos daría permiso, a algunos, de ir a su funeral, siempre que no dejáramos desprotegida la guardia. 

Recordé que en esa estación trabajaba un antiguo compañero y lo llamé. Quise saber de primera mano qué era lo que había pasado. 

El compañero me contó que cuando llegaron, Lucho estaba inconsciente, con pulso muy débil y con presión arterial muy baja. Le administraron sueros y lo trasladaron lo más pronto posible. No alcanzó a llegar a urgencias. Intentaron maniobras de reanimación que fueron infructuosas. En opinión del médico, había muerto por un desgarro de la aorta. No se hubiera salvado ni aunque el accidente hubiera ocurrido a la entrada de un hospital.

—Una pregunta, ¿tenía sus dos zapatos cuando lo llevaste a urgencias?

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Una pregunta como cualquier otra… ¿Cuándo lo llevaron a urgencias, tenía los dos zapatos?

—No lo sé. Estábamos tan ocupados reanimándolo y poniéndole los sueros que no me fijé en ese detalle… ¿y eso que tiene que ver?

—No. Nada… Simple curiosidad… 


La guardia se me hizo eterna. Al salir de la estación sólo había un pensamiento en mi cabeza. Fui a la dirección donde el compañero había dicho que había sido el accidente. 

Nadie hubiera pensado que allí había muerto alguien unas horas antes. La calle, las casas y los árboles ignoraban que un ser tan especial había dejado de vivir en ese sitio. Nada indicaba que la muerte había pasado por allí y había cobrado una vida. Nada, excepto por un zapato deportivo que había quedado abandonado junto a la alcantarilla. 

Me senté en la acera y empecé a llorar. Definitivamente no hay nada más triste que un zapato solitario.

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Cola de cerdo, el suicida fallido


ISBN 978-958-49-1505-4

Autor: Velasquez Cordoba, Carlos Alberto
Editorial: Libros para Pensar
Prólogo a cargo de Luis Fernando Macías
Materia: Narración de cuentos
Publicado: 2021-02-07
Número de edición: 1
Número de páginas: 152
Tamaño: 14x21cm.
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Soporte: Impreso
Idioma: Español

Pedidos: calveco@une.net.co 
WhatsApp: 305 3997940

También puede ser adquirido en las librerías Resplandor (Centro Comercial Unicentro), Grammata,  en Librópolis (Centro Comercial Orquídea Plaza), en el Instituto Tecnológico de Artes Eladio Velez (Itagüí) o directamente en la Editorial Libros para pensar.

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