"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 15 de enero de 2025

Universo 25: ¿una mirada al colapso social?

Lecciones del Experimento "Universo 25": ¿Una Mirada al Colapso Social?

El experimento "Universo 25",  fue conducido entre 1958 y 1962 por el científico estadounidense John Calhoun y es uno de los estudios más fascinantes y perturbadores en la historia de la ciencia. Aunque el objeto de estudio fueron ratones, las conclusiones que arrojó este experimento han servido como una inquietante metáfora del funcionamiento y posible colapso de las sociedades humanas.

El "Paraíso de los Ratones": Un Mundo Ideal con un Final Desolador

John Calhoun diseñó un ambiente controlado conocido como el "Paraíso de los ratones". Este espacio contaba con abundante comida, agua y un entorno ideal para que los roedores vivieran y se reprodujeran sin restricciones externas. El experimento comenzó con cuatro parejas de ratones, que rápidamente comenzaron a reproducirse, alcanzando una población en constante crecimiento. Cuando la población llegó a un número entre 60 y 80 individuos, la comunidad parecía reunirse durante los momentos de alimentación y convivían en paz.  Rara vez había individuos solitarios en la población creciente.

Sin embargo, tras 315 días, este crecimiento acelerado comenzó a desacelerarse de forma significativa. Cuando la población alcanzó los 600 individuos, la dinámica social del grupo cambió radicalmente. Aparecieron jerarquías, disputas por territorio y comportamientos antisociales.

Cambios Sociales y el Surgimiento de los "Miserables"

En este punto, los ratones más fuertes establecieron una jerarquía, dominando a los demás mediante agresiones. Los machos que no lograron integrarse en esta estructura comenzaron a experimentar un "colapso psicológico", mostrando comportamientos apáticos o retraídos. Paralelamente, las hembras, presionadas por el entorno hostil, se volvieron agresivas incluso hacia sus propias crías, descuidando su rol reproductivo.

Este colapso de las dinámicas tradicionales de cuidado y reproducción marcó el inicio de una decadencia irreversible en la población.

Los "Ratones Hermosos" y el Declive Final

A medida que avanzaba el experimento, surgió una nueva clase de roedores que Calhoun llamó "ratones hermosos". Estos individuos evitaban el conflicto, se negaban a reproducirse y pasaban sus días enfocados únicamente en actividades básicas como comer y dormir. En paralelo, aparecieron grupos de "hembras aisladas" que evitaban la interaccion con los machos y en ocasiones atacaban y mataban a sus propias crias. 

Este fenómeno, combinado con el aumento de la mortalidad juvenil, la homosexualidad entre los ratones y casos de canibalismo (a pesar de la abundancia de comida), llevó al colapso total de la colonia. Eventualmente, la reproducción llegó a cero y la población murió por completo. 

Repetición del Experimento y sus Implicaciones

Calhoun repitió el experimento 25 veces, y en cada uno de ellos se obtuvo el mismo resultado: el colapso social y la extinción de la población. Sus hallazgos han sido ampliamente discutidos como un modelo para comprender los desafíos de las sociedades humanas, especialmente en contextos de urbanización extrema, densidad poblacional y pérdida de cohesión social.

Calhoun dentro del "Universo 25" el 10 de febrero de 1970, 651 días después de iniciado el experimento. La acumulación de ratones en un solo estante de comida a pesar de la presencia de otros estantes es un indicador de que el "drenaje conductual" ya existe. (foto tomada de wikipedia)

Lecciones Adicionales:

1. La importancia del estrés y los desafíos como generador de progreso. Calhoun observó que una sociedad en la que los individuos tienen resueltas todas sus necesidades empieza a crecer de forma incontrolable hasta el punto de que la sobrepoblación genera comportamientos deletéreos para la sociedad. (1) 

2. La importancia del propósito y la interacción social: Calhoun observó que la falta de desafíos y roles significativos en un entorno aparentemente ideal puede llevar al deterioro del bienestar psicológico y social en los ratones, lo cual puede inferirse que sucede también en los seres humanos. 

3. La diferenciación entre los individuos: Mientras más pequeño es un grupo es mas facil esta alineados con los mismos objetivos, pero a medida que crece el grupo hay mayores diferencias y menos cohesión. Aunque los recursos sean abundantes, es evidente que en una población de individuos se propende a las diferencias entre ellos. Es natural que cada uno quiera estar en mejores condiciones que los demás, de ahí que las sociedades "igualitarias" generen conflictos, en especial, cuando un individuo se autopercibe como "diferente" y se esfuerza más que los otros. El conflicto surge cuando descubre que en una sociedad igualitaria obtiene los mismos resultados que el que no hizo ningún esfuerzo. En el experimento, aunque todos los individuos tenian las mismas oportunidades para acceder a los recursos, algunos sobresalieron por encima de otros. 

4. El aislamiento y sus efectos: El exceso de recursos y el proteccionismo genera individuos que solo quieren comer y dormir. A largo plazo se evidencia en algunos un aislamiento emocional y social (evidente en los "ratones hermosos" y "las hembras aisladas"). El surgimiento de individuos jóvenes que no quieren interacción con los de su otro género se asocian con un pronto colapso social. 

Reflexión Final

Aunque el experimento "Universo 25" no puede extrapolarse directamente a las sociedades humanas, nos ofrece un marco para reflexionar sobre los riesgos de la superpoblación resultante del exceso de recursos, la falta de propósito y la desconexión social. Está demostrado que el exceso de recursos genera inercia en algunos individuos por lo que otros toman el control. 

Hasta mediados del siglo XIX las sociedades humanas eran autolimitadas porque tenían pocos recursos. El mayor porcentaje de la población estaba en el campo y la densidad poblacional urbana era muy baja. Había que trabajar duro para sobrevivir. Las enfermedades, la falta de educación, el trabajo físico extenuante, eran causa frecuente de mortalidad. La expectativa de vida entonces era de 40 años, en promedio. 

Con el advenimiento de la revolución industrial, los avances científicos y tecnólogicos, las personas dejaron de morir por infecciones y enfermedades; tuvieron acceso a alimentos fáciles de conseguir en cualquier supermercado. El promedio de vida subió a mas de 70 años. Ya las personas no tenian que partirse el lomo para conseguir su comida. Ya no habia que salir a sembrar o a cazar para conseguir sus propios alimentos. No habia que ir hasta el río por agua ni buscar leña para cocinar. Podían trabajar en cómodas oficinas o fábricas.  (semejante a lo que ocurrió en la primera fase del experimento), lo que generó una explosión demográfica. 

En la seguna fase, las ciudades se sobrepoblaron y empezaron los problemas sociales: algunos individuos se relajaron mientras que otros vieron la oportunidad para conseguir más recursos y sobresalir por encima de los otros. 

Con la sobrepoblación se incrementaron los "solitarios" y "aislados". Ya no todos compartían los mismos intereses. Aparecieron los aislados sociales y las familias sin hijos (y con perros). El interés por la procreación disminuyó considerablemente. No es coincidencia que la "cultura" "woke" promueva el  homosexualismo, la aceptacion del aborto, la eutanasia, la ideología de género y sean opositores al modelo de familia tradicional. Recientemente tenemos una generacion de "hombres hermosos" que no quieren tener nada con sus hembras, y una generación de hembras que evita todo contacto con los "machos heteropatriarcales" a quienes les han declarado la guera. Tristemente, ahora somos una sociedad que acepta la muerte activa de sus crías como alto natural. 

Para mi no queda duda. Estamos llegando a la fase final del experimento.  

Ver: 

_______________


(1) El etólogo Desmond Morris plantea la misma hipotesis en su libro El Zoo Humano. Los humanos (al igual que otros animales), funcionamos muy bien en grupos pequeños. Cuando un grupo de hombres, o simios no supera los 60 individuos, no hay robos, atracos, ni daños personales porque cada uno de los individuos hace parte de nuestra historia personal. Los conocemos de toda la vida.  Cualquier conflicto se resuelve facilmente (con ayuda de la misma comunidad/tribu). Pero cuando uno convive con extraños a los que no conoce ni sabe de sus antecedentes ni su historia cualquier interacción humana puede ser estresante.  


miércoles, 8 de enero de 2025

El abuelo nazi: Hernan Casciari

Esta semana un texto de Hernán Casciari, escritor argentino. (tomado de la red.  Se conceden los respectivos créditos.)


EL ABUELO NAZI 

Yo estaba a punto de cumplir once o doce años y mi tía Ingrid, que era muy culta, me regaló dos canastos llenos de libros de su adolescencia. Eran más de cincuenta libros, y mi mamá los metió en el baúl del auto. Estaban en dos bolsas de arpillera.

Pero entonces llegó mi abuelo Marcos, y sin que se lo pidiera nadie, sacó los libros del baúl y los desparramó arriba de una mesa, como si fueran pomelos, o como si fueran cartas gigantes de chinchón. Miró los títulos de los libros, las ilustraciones de las portadas, y empezó a decidir cuáles eran para mi edad y cuáles no.

Mi abuelo Marcos era un tipo muy gordo y muy nazi, y todos en la familia le tenían mucho miedo. Para él, los demás siempre estaban equivocados y él había llegado al mundo para encontrar los errores. No se reía casi nunca, y cuando se reía era una risa que daba miedo.

Para peor yo era su primer nieto y me quería preservar de todo lo malo. Él estaba seguro de que, en muchos de esos libros que me habían regalado, podía haber malas palabras, o escenas chanchas, o cosas para las que yo, a mis once años, no estaba preparado.

Así que se sentó a la mesa, con su cara de escuerzo dueño de la verdad, y empezó a hacer dos pilones de libros.

En un pilón iba poniendo los que yo sí podía leer, y en el otro pilón los que no. Se basaba en los títulos, en las tapas, en el nombre de los autores, en su propia intuición nazi, en sus poquísimas lecturas.

En el montón de los permitidos puso esos libros seriales que se publicaban en los sesenta, del tipo «Jules y Gilles en busca del diamante», «Hardy Boys y el misterio de los seis cachorros de angora». Mierdas… Libros mediocres de los llamados juveniles que se imprimían como churros calientes y las madres les compraban a sus hijitos.

Mientras que en la pila de los libros prohibidos iba poniendo novelas que el hombre suponía demasiado complejas para mi edad, o que sospechaba que podían tener tetas y culos y fornicación.

Puso cada uno de los pilones en las bolsas de arpillera y le dijo a mi mamá que me diera los libros permitidos, y que escondiera de mi vista la segunda bolsa.

Mi vieja, que le tenía miedo a su padre, le hizo caso. Llegamos a casa y desparramó en mi pieza la arpillera ética, la bolsa moral, y a la otra bolsa la llevó al lavadero de casa, atrás del patio. Yo me hice el boludo pero miré bien a dónde Chichita se iba con la bolsa prohibida.

Después empezó el colegio y yo esperé, con paciencia, las tardes en que me dejaban solo en casa. Naturalmente, un día fui al lavadero y empecé a buscar la bolsa. La encontré rápido, detrás de los detergentes y del anticongelante.

Ahí mismo, sentado entre ropa sucia y con olor a jabón Federal, empecé a leer los libros prohibidos: eran novelas de Arthur Conan Doyle, de Oscar Wilde, de Mark Twain, de Chesterton. Libros impresos en hoja de biblia; en muchos casos, obras completas.

Mi abuelo nazi no me había prohibido a Oscar Wilde por «El príncipe feliz», sino por «El retrato de Dorian Gray», que era para adultos y estaba en el mismo tomo. No me prohibía las historias de Tom Sawyer, quiero decir, sino que me prohibía «Un yanqui en la corte del rey Arturo», del mismo autor.

Y los leí… Y los leí.

Tuve un abuelo que me prohibió —justo en el inicio de mi rebeldía— la buena literatura. No la tele, no las drogas, ni el alcohol, ni hacerme socio de Independiente (dios libre guarde). Me prohibió los libros buenos, las historias inmortales.

Tuve esa enorme suerte de principiante. Y se lo tengo que agradecer a él. Porque en la infancia, y en la pre adolescencia, la pasión por las cosas solamente te entra por las puertas del no.

—No toques eso; no hagas eso.

Por eso ahora, que tengo una hija de diez años, no la vuelvo loca para que lea. Es un error. Lo que hago es esconder a Borges en estantes inalcanzables, y meto a Edgar Allan Poe en cajones con llave. Y a los cronopios de Cortázar les pongo una cinta que dice NO TOCAR.

Yo sé que ella, Nina, tarde o temprano se va a sentar sola en casa, en la ansiedad de su infancia, y va entrar como si nada en la clandestinidad.

Hernán Casciari

___________

Hernán Casciari es un escritor y editor argentino. Conocido por su trabajo de unión entre literatura e internet. Creó la Editorial Orsai y dirige la revista Orsai, de crónica periodística y literatura.


miércoles, 1 de enero de 2025

2025: ¿Hacer o pedir?

Hace muchos años leí en la revista Selecciones del Reader Digest una  supuesta anecdota de un funcionario de la oficina postal de correos. Si bien no he encontrado el texto para reproducirlo, se los resumiré.  (Aclaro que concedo los respectivos derechos a su autor)

Los funcionarios de la oficina postal de correos una vez encontraron en un buzón un sobre dirigido a Santa Clauss en el polo norte. Conscientes de que no podrían hacer llegar la misiva a su destinatario, decidieron abrirla y ver qué podìan hacer con la solicitud. 

Leyeron emocionados la carta que un niño de 10 años le dirigía a Santa Claus, en la que decía que soñaba con poder tener una bicicleta que había visto en una vitrina pero que costaba 100 dólares y sus padres eran muy pobres y no tenían dinero para comprársela. Por eso recurria a Santa, pues quería tenerla para Navidad.  

Los funcionarios fueron tocados en su corazón y aunque no eran personas que ganaran mucho, hicieron una recolecta entre todos los funcionarios (despachadores, carteros,  personal de aseo y otros empleados) para poder regalarte al niño una linda nochebuena. 

Sin embargo, solo consigueron recoger 92 dólares y los enviaron  en un sobre de regreso a la dirección del remitente, deseándole al niño una feliz navidad. 

Una semana después recibieron emocinados otra carta del niño dirigida a Santa Clauss.  Reunieron a todo el personal que habia contribuido con el regalo y abrieron el sobre.  Todos en silencio esperaron que el supervisor la leyera en voz alta. 

"Querido Santa:  Recibí tu sobre y me sentí muy feliz. Sin embargo al abrirlo me quedé muy enojado. Esos desgraciados del correo se robaron 8 dólares. No vuelvas a enviarme nada por correo". 


La historia parece un chiste, pero no lo es. Cientos de personas en mi país se acostumbraron a que hay que regalarle dinero y subsidios, que hay que darles casa gratis, educación gratis, servicios gratis. Cuando por alguna razón el Estado no les cumple, consideran que están siendo vulnerados sus derechos, hacen bloqueos, tumban semáforos y queman carros de personas que sí trabajan. 

Recuerdo que de niño tenia un compañero (no diré su nombre) que evidentemente nunca tenía dinero. Mi mamá siempre me daba suficiente para comprar dos paletas en los recreos. Yo dejaba el dinero para el último recreo y pedia dos paletas (mora o limón, eran mis preferidas). Tomaba una y le ofrecía la otra a mi amigo, que la recibía agradecido.  

Un día, en el último recreo, luego de hacer una larga fila en la "tienda de  Cano", que además de ser el conductor del bus 12 también era el encargado de las ventas, descubrí que no tenia el dinero suficiente en mi bolsillo para comprar las dos paletas. Solo alcanzaba para una. 

Mi "amigo", que siempre me esperaba al lado de la fila, se enojó conmigo porque yo le estaba ofreciendo compartir la paleta entre los dos. (No podría repetir sus palabras exactas. Yo tendría unos diez años, pero si recuerdo que me llamó "amarrado"). No olvido la recriminación que me hizo por no haberle comprado "su" paleta. Fue el final de una amistad y un despertar que agradezco: me prometí que no dejaría que  mis buenas acciones fueran interpretadas por los demás como una obligación mía y como un derecho de ellos.   

Casi ciencuenta años despues, este personaje aun sigue exigiendo que el gobierno le tiene que dar todo. (Sí, seguimos en contacto en un chat de egresados). No diré tampoco su actual profesión, pero pertenece a un gremio que  acostumbra marchar exigiendo al gobierno todo tipo de beneficios, escudados en un supuesta "justicia social". 

Estos resentidos sociales creen que todo el que ha logrado algo, tiene la obligación de compartirlo con ellos. Sin embargo, la "justicia social" para ellos solo aplica a los de arriba, puesno están dispuestos a despojarse de lo que tienen para compartirlo con los que tienen menos. 

Los que me conocen saben que no soy partidario del proteccionismo por parte del Estado. No creo en el eslogan de "Justicia social" que esgrimen los que quieren quitarle a los de arriba, pero se niegan a compatir lo que tienen con los que están abajo. 

Siempre he creido que es un error hacerle creer a la gente que la educación o la salud deben ser gratuitas. Toda buena educación es costosa. La buena salud es costosa. 

¡Sí. La salud y la educación son derechos!  

Pero el médico no trabaja gratis, el maestro tampoco; el bombero, el enfermero o el técnico de la energía deben recibir una retribución por lo que hacen (ese es también su derecho). El metro no es gratis, hay que hacerle mantenimiento, hay que renovar los vagones y pagarle al personal. Hasta el más humilde zapatero hace su trabajo esperando retribución.  Nadie hace su oficio por amor a la humanidad. Nada es gratis. Alguien tiene que pagarlo. 

¿Que lo paguen los ricos? ¡No! La inversión pública debe ser de todos. Por eso es pública. Cada quien debe aportar en la medida de su posibilidades, pero todos tenemos que aportar proporcionalmente. ¡Todos! 

No confundamos la educación o salud pública con la educación y salud gratuita, o el trasporte público con el trasporte gratuito. Los servicios sociales deben ser públicos, pero siempre hay que pagarlos. Nunca podrán ser gratuitos a menos que haya personas que trabajen gratis o que alguien regale los insumos y materiales y eso es muy difícil. 

No conozco el primer profesor de FECODE que promueva la educación gratuita y que esté dispuesto a trabajar gratis de tiempo completo, ni ningún médico o enfermera de un sindicato que estén dispuestos a trabajar sin salario para que la salud sea gratuita. Siempre esperan que alguien más les pague su salario (que es lo que debería ser). 

Recuerdo que en los años 80s el presidente Belisario Betancur, de corte socialista, propuso la entrega de casas de interés social a familias de bajos recursos. La propuesta "Sí se puede" consistía en que cada familia aportara unas horas semanales de mano de obra con uno de sus miembros para que ayudara en la construcción de su propia vivienda (así se daba empleo, y se aseguraba que la casa sería bien contruida ellos mismos vivirían en ella). Solo cuando hay esfuerzo se valoran las cosas. Las que son regaladas son despreciadas por quienes las reciben. 

Los que tuvimos que trabajar mientras estudiábamos, y que ahora somos profesionales que pagamos impuestos, estamos cansados de sostener zánganos que llevan más de 20 semestres en una universidad pública pintando paredes y saliendo a marchar porque no les interesa terminar una carrera que para ellos es gratuita. Los que pagamos a tiempo nuestros impuestos estamos cansados de los que construyen barrios de invasión y tiran la basura a las quebradas para que nosotros paguemos su aseo. Los que trabajamos de sol a sol estamos cansados de que se nombre como gestores de paz a los que secuestraron y estorsionaron a personas inocentes solo porque tenían más dinero que ellos. (y a veces, hasta menos)

Se viene un año económicamente difícil. Un año en el que  muchos politicos agitarán las aguas enarbolando banderas de equidad y justicia para conseguir votos. Muchos apoyarán que el gobierno les regale todo y votarán por estos políticos.  

Millones de ciudadanos trabajaremos duro para poder resolver nuestros problemas, mientras otros se sentarán a esperar que les den ayudas y subsidios que saldrán de los que sí hicimos el esfuerzo. 

Sinceramente espero que este año que viene seamos más los que contruyamos, y que cada vez sean menos los que "piden y piden", esperando vivir de los que "hacemos y construimos". 

Tengo la esperanza en un mundo donde cada quien espere cosechar lo que sembró. 


Los dejo con un fragmento del poema En paz, del mexicano Amado Nervo  que tiene unos versos que son contundentes:


porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.


Que el 2025 venga con las oportunidades para poder construir un mejor futuro.