Esta semana quiero compartir dos textos de la escritora Cindy Santiz Gamarra a quien conocí por ser coautora en un libro que nos publicó Fallidos Editores llamado Sumergirse con motivo de los cinco años de la editorial.
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PERFECCIÓN
EN EL PASADO HUBO, EL PRESENTE
DICE QUE FUE UN SUEÑO
“Un escritor puede escribir lo que le
dé la gana
siempre que sea capaz de hacerlo
creer”.
Gabriel
García Márquez
-Papá Elías, nosotros no queremos que nos coma el tigre, mañana
no vamos para la finca.
-Ese tigre no hace nada, si no lo molestamos.
Al
día siguiente estaban ensillados los tres mulos, el de Erotida, el de José y el
de su papá, Elías Gamarra, cada mulo llevaba pimpinas vacías que debían traer
al día siguiente llenos de la leche con la que hacía el queso, la que vendía y
la que se tomaban en la casa.
En
el camino tenía que pasar por varias hectáreas de tierras, cuyos dueños eran
acaudaladas familias del pueblo. Los Turizo, quienes eran los que tenían el
monopolio del mercado de la leche, y la doña de la casa, Rita, se encargaba
personalmente de vender cada litro, pero no permitía que la gente del pueblo
la tocara, y menos si llegaban del puerto con olor a pescado, por eso tenían
un mozo que recogía las jarras, se las llevaba, ella despachaba y él las
regresaba a sus respectivos dueños. Cuando quedaron sin nada, doña Rita entró
en tal desespero, que enfermó, su cuerpo fue consumido por los gusanos estando
viva. Unos nietos de Elías la bañaban y la limpiaban por caridad, porque nadie
se le quería acercar, hasta que murió mientras un líquido putrefacto salía de
entre sus piernas; los Benavidez, que tenían la mejor Toyota de toda la región.
Allá iban los nietos de Elías a lavarla para ganarse unos centavos y para
disfrutar viendo la casona por dentro… pero eso sí, no se les permitía a los
niños jugar con los hijos de los dueños. Cuando esos niños crecieron era tal el
despilfarro, que en una noche de parranda vendieron todo y quedaron borrachos
en una esquina. Al poco tiempo no murieron de hambre porque los Gamarra les
daban de comer, pero de lo que sí murieron fue de cirrosis; Los Leyva, cuyas
riquezas eran tan incontables como sus cabezas de ganado, terminaron al final
malvendiendo todo para quedar con una flota de busetas en las que terminaron
por perder hasta el último centavo, porque los caminos, como todos los tiempos,
están en mal estado y destruyen hasta los tanques de guerra. Luego los veían un
día como ayudantes de busetas y agachaban la cabeza; los González, esos eran
los que más empleados tenían: peones, jornaleros, capataces; tierras, ganado.
En las fiestas del pueblo discutían con los demás pudientes cuántos días y
cuántos toros iban a donar para que la gente se divirtiera, iban a la ciénaga
con sus jornaleros, escogían 40 toros de los más bravos, los soltaban al ruedo
y ellos desde los palcos empezaban a tirar fajos de billetes para que los más
arriesgados se atrevieran a torearlos de frente. Cada herido por los cuernos de
los astados producía una placentera sonrisa en los hacendados. Su estirpe
terminó vendiendo bolitas de leche por las calles para poder comer. Don Felipe,
que todavía vivía, recordaba esos tiempos; enloqueció y caminaba las calles del
pueblo pidiendo una monedita.
Cuando los tres por fin llegaban a la
finca, papá Elías empezaba a juntar la leña con la que en la noche hacía la
fogata que mantenía alejado al tigre, pero había noches en las que los niños,
Erotida y José, subidos en el zarzo lo escuchaban rugir, y lloraban rezando
para que no se los comiera. Al día siguiente encontraban dos caballos o una vaca
con las vísceras afuera, devoradas en su mayoría.
Regresaban
con las pimpinas llenas de leche, por el mismo camino rodeado de fincas, cuyos
dueños eran los ricos que creían que iban a tenerlo todo para siempre.
Años
después, de los terrenos no quedaba ni uno solo que perteneciera a alguna
persona de las familias originarias, todo fue quedando en manos de las gentes
de guerra para terminar hasta hoy con otros dueños que ni conocen la historia
de las tierras donde corría la leche como un río.
Cindy Santiz Gamarra
Escritora, Comunicadora Social, con título de especialización en Educación, Cultura y Política. Con conocimientos en procesos de participación ciudadana, pedagogía para la democracia y análisis del contexto sociocultural y político. Experiencia en consultoría e investigación académica, redacción, gestión, planeación, formulación y ejecución de proyectos. Coordinadora local del Parlamento Internacional de Escritores, de Cartagena, Colomba. Participante mensual del periódico cultural "Amigos de la poesía y la literatura" de circulación en Narón, España. Su más reciente obra titulada "Aconitina" fue editada y publicada por la editorial Fallidos Editores, de Medellín, Colombia, con prólogo del poeta antioqueño Pedro Arturo Estrada y su portada- única en el mundo con la corriente cinética temática- fue hecha por el pintor español Francisco Pérez Alonso; en ella mezcla de manera inédita varios géneros literarios, como el género Narrativo(relatos), Lírico (prosa poética), Didáctico(ensayo).
Aconitina está disponible en las librerías de la
editorial o contactando a su autora.