Aclaración: El siguiente texto hace parte de una serie de reflexiones personales sobre el arte de la escritura. Se deja constancia que no he cursado ningun programa universitario sobre literatura por lo que mis opiniones no son "verdades académicas"; solo son el producto de muchos años de lectura y de "rumiar" ideas. Siéntanse con la libertad de acogerlas o rechazarlas: son solo opiniones.
Niveles de lectura
Por
Carlos Alberto Velásquez Córdoba
En su libro “Cómo escuchar la música” Aaron
Copland propone que hay cuatro componentes de la música: El ritmo, la melodía,
la armonía y el timbre. Cada componente tiene sus características específicas y
pueden ser estudiadas por separado sin que la música pierda sus propiedades.
Ahora, bien: todos estamos capacitados para
escuchar música, pero solo muy pocos son capaces de abstraerse de la reacción
visceral que ella produce y analizar y escuchar la música teniendo consciencia
de sus componentes. Recordemos que analizar es fragmentar algo en partes
menores para estudiarlo mejor. Cualquiera puede escuchar música, pero un
verdadero melómano puede escucharla en cuatro canales simultáneos y diferenciar
cada uno de ellos. Igual pasa con la literatura.
Recuerdo que hace muchos años conversaba con
la escritora Sonia Emilce García sobre la forma de leer un texto. En ese
entonces yo tenía una hipótesis sobre los niveles de lectura y hoy quiero
explicarla más detalladamente.
Desde mi punto de vista existen cuatro niveles de lectura:
1. El contenido. (De qué trata el texto).
2. El significado (La intención del texto - Qué quiere decir el autor)
3. El intertexto, el subtexto y el hipertexto (que relaciones ocultas tiene el texto)
4. La estructura (Cómo está construido el texto).
Nivel 1. El contenido (De qué trata el texto)
El nivel más simple de toda lectura es el
contenido y se basa en una pregunta sencilla: “¿De qué trata el texto? ¿Qué historia cuenta?”. Cuando comenzamos a
leer, nos dejamos atrapar por la trama. Caperucita roja es engañada por un lobo
que se la quiere comer, La isla del tesoro es una historia de piratas buscando
un cofre lleno de oro, Cien años de soledad narra la historia de la familia
Buendía, etc.
No se trata de aprender. Se trata de un nivel
que tiene como objetivo lo visceral. Entretener, emocionar, ilusionar, asustar,
llevar al lector a otro mundo y hacerlo partícipe de una historia o una
aventura. Aquí es donde podemos influir para que los niños amen la literatura
porque es un tipo de lectura que atrae y no pone retos mayores. De hecho,
cuando a un niño un profesor le pone a analizar un cuento, deja de tener
encanto para aquel. El nivel básico es para sentir la aventura, para prestar
atención a la trama, al argumento, a lo que se cuenta. Es un error que en los
primeros años de vida se obligue al niño a leer para aprender. Hay que dejar
que los menores lean para divertirse. Pronto se darán cuenta de que a la vez
que lo hacen también aprenden, y ya no habrá que obligarlos a leer: ellos
mismos buscarán lecturas y aprenderán de ellas, sin darse cuenta siquiera, de que
lo están haciendo.
A este nivel de lectura debería llegar toda
persona como mínimo: entender lo fundamental del texto y comprender de qué se
trata. Ello aplica para una noticia, para una novela, para un poema o para un
manual de instrucciones. El lector básico debe haber entendido sobre qué trata
el texto.
Nivel 2. El significado: (la intención del autor)
En este nivel el lector no solo se divierte con la trama (contenido) sino que saca conclusiones propias que parecen expuestas por el autor. En Caperucita roja puede intuir que la moraleja es que no se debe hablar con extraños, en La Isla del tesoro, comprender el valor de la honestidad y de la lealtad, etc. Cada texto tiene su enseñanza. Si bien en el nivel básico un libro de historia cuenta conquistas, y batallas, (entretenimiento) en este viene un análisis de causas y efectos. Un texto que narre el descubrimiento de América tiene una lectura básica sobre la aventura de Colón y sus carabelas. En el nivel siguiente el lector debe poder intuir las causas o consecuencias. Puede haber autores que presenten el hecho como una gran aventura y un descubrimiento épico, mientras que otros pueden enfocarlo desde el punto de vista de un mundo que fue invadido. El hecho narrado es el mismo, pero el lector puede interpretar la intención del autor, y estar o no de acuerdo con su punto de vista.
Aquí ya no se trata de dejarse llevar por la
historia de Blanca Nieves y la bruja malvada, sino de encontrar personajes con
los que se identifica y con los que no. Quien lee más allá del relato
interpreta la motivación del autor y entiende que el cuento tiene un tipo de
intención (explicita o no), y que no deja lugar a dudas porque es directa. La
reina malvada está celosa y quiere ser la más bella del reino sin importar lo que
deba hacer.
Ningún lector puede negar que Romeo y Julieta
murieron a causa de un caprichoso amor adolescente y los odios irracionales entre
los Montesco y los Capuleto. La historia en un primer plano narra la tragedia
de dos jóvenes enamorados que no pueden ser felices porque sus familias son
enemigas. En el segundo nivel viene la reflexión. Es evidente que Shakespeare
quería mostrar lo que sucede entre dos grupos que mantienen viejas rencillas. Un
buen lector sabe que no se trata solo de familias de Verona, sino que la
historia puede asimilarse con otras situaciones: dos empresas rivales, dos
universidades, dos ciudades enfrentadas, etc. Es evidente que Romeo y Julieta
son el pretexto para reflexionar sobre las consecuencias del odio entre grupos
de personas.
Después de comprender el contenido y las
intenciones del autor, el lector puede profundizar más sobre lo que está
implícito o relacionado con otros textos, lo que nos lleva al tercer nivel de
lectura
Nivel 3. El subtexto, el intertexto y el hipertexto.
Este tercer nivel de lectura requiere de una mayor profundidad y una atención especial a las relaciones que el texto tiene tanto consigo mismo como con otros textos y contextos. Aquí nos adentramos en capas más sutiles de significado que pueden no estar explícitas en el contenido o en la intención del autor, pero que surgen a través de la intertextualidad, el subtexto y el hipertexto.
El subtexto se refiere a lo que está
"debajo" de la superficie del texto. En otras palabras, “leer entre
líneas”. Aquí importa el significado
implícito, lo que no se dice de manera directa pero que el lector puede inferir
a partir de las palabras, las acciones o el comportamiento de los personajes.
En el caso de Caperucita Roja, por ejemplo, el subtexto puede sugerir temas
relacionados con el despertar sexual o los peligros de la ingenuidad en un
mundo adulto y amenazante. El lector en este nivel interpreta no solo lo que
está escrito, sino lo que está insinuado. ¿Es el Pinocho de Collodi una crítica
al sistema educativo de su tiempo? ¿O tal vez una parodia al régimen político
de la época?
El intertexto, por otro lado, consiste
en las referencias que el texto hace a otros. Todo texto se enriquece con las
lecturas previas de su autor y, por lo tanto, guarda diálogos ocultos o
explícitos con otras obras literarias, históricas, filosóficas, etc. En Cien
años de soledad, por ejemplo, encontramos alusiones bíblicas (el diluvio, la
creación), elementos de la historia latinoamericana y referencias a otras obras
de la literatura universal. El lector entrenado en este nivel reconoce esos
ecos, esas conexiones, que añaden una dimensión adicional de comprensión al
texto.
Finalmente, el hipertexto es una
categoría que ha cobrado fuerza en la era digital, pero que también puede
aplicarse a textos escritos en papel. Se refiere a los enlaces que un texto
puede tener con otros textos y documentos, incluso, películas, videos,
fotografías, ya sea de manera explícita o sugerida, formando una red de
significados que puede expandirse a través de conocimientos o lecturas
paralelas o asociativas. En la obra Don Quijote de la Mancha, por ejemplo, los
textos caballerescos a los que hace referencia el propio protagonista son
hipertextos, en el sentido de que influyen directamente en la interpretación de
la obra.
En este nivel, y sin importar las
subclasificaciones, el lector está constantemente buscando estas relaciones que
no siempre son obvias, y que dependen de su bagaje cultural, histórico y
literario. Un buen lector en este nivel es capaz de identificar influencias,
alusiones y contrastes entre obras, y de ver cómo un texto no existe de manera
aislada, sino como parte de un diálogo más amplio con el mundo literario y
cultural.
Nivel 4. La estructura (Cómo está construido el texto)
El último nivel de lectura se centra en cómo está construido el texto. Aquí, el lector no solo se detiene en el contenido, el significado o las relaciones intertextuales, sino que presta atención a la forma en que el autor ha decidido organizar sus ideas y estructurar su relato. Este es el nivel de análisis más técnico y literario, que examina los elementos formales del texto: su narrador, su punto de vista, el tiempo narrativo, la disposición de los capítulos, el estilo del autor, el uso de figuras retóricas, entre otros.
En este nivel, el lector puede notar, por
ejemplo, cómo en Cien años de soledad el tiempo no sigue una línea cronológica,
sino que se despliega de manera cíclica, reflejando una concepción del tiempo
distinta de la convencional. O cómo en Ulises de James Joyce, el autor utiliza
diversas técnicas narrativas (monólogo interior, parodia, estilo directo, entre
otros) que desafían las formas tradicionales de contar una historia.
También permite entender por qué ciertos
autores eligen contar una historia de una manera particular. ¿Por qué usar un
narrador en primera persona? ¿Por qué empezar la narración in media res,
es decir, en medio de la acción? En Crónica de una muerte anunciada, García
Márquez nos revela el final de la historia desde el principio, pero lo que
atrapa al lector es el cómo se llega a ese final inevitable. La estructura
misma del texto se convierte en parte de su significado.
En resumen, este nivel es para aquellos
lectores que desean ir más allá de la historia, del mensaje y de las relaciones
entre textos, y que disfrutan de desentrañar las decisiones estilísticas y
formales que dan vida al mismo. Es aquí donde se aprecia verdaderamente el arte
del escritor, y donde la literatura se revela no solo como contenido, sino como
forma y técnica.
Para ser buen lector no se requiere llegar a
este nivel. Sin embargo, si se quiere ser buen escritor, es necesario
entrenarse en reconocer la técnica y el estilo de los otros. Cuando uno conoce
los secretos de los grandes es más fácil dar los primeros pasos.
Carlos Alberto Velásquez Córdoba ®
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