"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)
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miércoles, 1 de octubre de 2025

Lanzamiento de La Historia Clinica, todo un cuento.

Esta semana se trata de gratitud. 

El domingo 21 de septiembre de 2025 se llevó a cabo en la 19ª Fiesta del libro y la cultura, el lanzamiento de mi reciente libro LA HISTORIA CLINICA, TODO UN CUENTO, publicada por el FONDO EDITORIAL REMINGTON. 

Agradezco a  Memo Anjel su participación en el conversatorio y a todo el personal de la editorial, en  cabeza de Oscar Caicedo el director Editorial, su gran compromiso con el proyecto. 

A continuación dejo unas fotos que dan cuenta del gran exito del evento. Fue una verdadera Fiesta. 

¡GRACIAS!




   

 


 


 





miércoles, 17 de septiembre de 2025

La historia clínica, todo un cuento.

Somos la única especie que cuenta historias a través del lenguaje oral o escrito. Por siglos la medicina se ha contado por medio de textos que han llegado hasta nuestros días.

Cuando un profesional de la salud hace una historia clínica está contando un cuento sobre un paciente (protagonista) que se enfrenta a un villano (enfermedad o trauma).

Esa historia, al igual que una novela, tiene inicio, nudo y desenlace.

Solo quien puede descubrir el origen y entender el nudo puede escribir el mejor desenlace posible.



Acompáñame al lanzamiento de mi nuevo libro "LA HISTORIA CLÍNICA, TODO UN CUENTO": un ensayo literario que consta de tres partes:

Primera Parte:  Contar historias
El libro empieza narrando cómo las primeras células encontraron la forma de transmitir información entre sí.  Postriormente cómo las diferentes especies desarrollaron codigos propios para comunicarse, y como los humanos desarrollaron un lenguaje muy avanzado a partir de una mutación genética.  Este lenguaje fue por miles de años oral hasta que se inventó la escritura como culmen de la transmisión de la información y como marcador diferencial de supervivencia. 

Segunda parte: La historia de la Historia Clínica. 
La historia clínica no es un papel o un archivo. Es un proceso dinámico que parte de una investigación sobre las condiciones de salud de un individuo.  En esta segunda parte se hace un recorrido histórico por registros disponibles de la enfermedad humana, partiendo de los papiros egipcios, pasando por China, India y el mediterraneo con los textos de Hipócrates, siguiendo por las historias clínicas medievales hasta llegar a la medicina moderna y la historia clínica electrónica.

Tercera parte:  La historia clínica como cuento.

La tercera parte analiza la historia clínica desde la perspectiva de un cuento literario, donde hay un protagonista que se enfrenta a un villano (enfermedad o trauma) y tiene  una historia con inicio, nudo y desenlace que aún no se conoce, y que puede ser favorable o desfavorable.  Esta sección propone un novedoso enfoque en el que el profesional de las salud debe partir de un nudo (síntomas y signos relatados por el paciente),  deberá desentrañar las causas (inicio) a través de un analisis detectivesco y  ayudar a escribir el mejor desenlace posible para ese paciente. 

Se trata un texto de divulgación científica escrito para todo tipo de público sin conocimiento sobre temas de salud.

Lanzamiento:   

Conversacion con Memo Anjel,
Domingo 21 de septiembre de 2025
19ª Fiesta del libro y la cultura de Medellín. (Jardín Botánico). 
Salón Iberoamericano del libro universitario. 
Hora 3:00 pm. 



 

miércoles, 18 de junio de 2025

Encuentro metropolitano de talleres y tertulias.

El pasado 7 de junio de 2025 se llevó a cabo el Encuentro Metropolitano de Talleres literarios y tertulias,  convocado por Sapiencia y la Editorial del Instituto Metropolitano de Medellín. 

Tuvo una participación variada en la que la palabra fue la protagonista. 

Se contó con la participación de varios talleres de la Red de Creación Literaria y Escritura Creativa (RELATA), del Ministerio de Cultura y de otros talleres que no hacen parte de esta red. 

Como coordinador de tres talleres literarios acudí con algunos de los compañeros.  Tuve el honor de ser invitado al conversatorio final.   

Hubo tres preguntas que me hicieron y quiero, a petición de algunos, dejar consignadas mis opiniones al respecto. Para los que no estuvieron allí, les dejo mis reflexiones, aclarando que no tengo grabacion de lo expresado, por lo que confío en mi memoria para reconstruir las preguntas y respuestas: 

Pregunta 1:  ¿Por que los talleres y tertulias son más aprovechadas por las personas mayores y menos por los niños y jóvenes?  ¿Qué se puede hacer para estimular la participacion de más jóvenes?

Respuesta:  

En primer lugar, porque los adultos mayores tienen más tiempo libre.  Además están menos atareados y han vivido más. Para escribir, primero hay que vivir. 

A los niños hay que dejarlos jugar, hay que dejar que descubran el mundo con la diversion. Dejar que se suban a los árboles, que intenten conquistar a la niña  más bonita del salón, que intenten hacer trampa en un examen, o quieran competir para ver quién es capaz de hacer el mejor avión de papel. Hay que permitir que los jóvenes exploren el mundo, que tengan sus primeros desengaños amorosos o sus primeras aventuras. Sin haber vivido es muy difícil pretender que tengan algo qué decir. 

En la medida en que un niño o un joven tenga cosas para contar o  estén llenos de inquietudes se acercarán a la literatura. Escribirán cuando estén listos.  No antes.  Llegarán a un taller de escritura  cuando sea el momento.  O en otras palabras, la literatura los encontrará cuando ellos estén listos para ser encontrados. 

Por otro lado, no estoy tan seguro de que los talleres literarios sean para viejos. Coordino tres talleres y he descubierto que estoy rodeado de niños de muchos años. La creacion literaria funciona como una caja de cartón. Todos, de  niños, tuvimos una caja que se convertía en un barco pirata, una nave espacial, un castillo para defender o un carruaje para invadir una fortaleza inexpugnable. Muchos crecen y solo ven la caja de cartón que es util para guardar cosas, olvidando lo que esa caja era en realidad. Olvidan la magia.  Los escritores no. Los escritores seguimos viviendo la realidad mágica de esa caja.  Cuando estamos en un atasco vehicular seguimos pensando  que ese carro podría ser una nave espacial en medio de una lluvia de metoritos, o que todos estamos esperando que abran la puerta de Troya para poder entrar en nuestros carruajes. Los escritores creamos mundos porque seguimos siendo niños. Así que no creo que los talleres estén llenos de gente mayor. Son niños con muchos años de experiencia. Simplemente, que esos niños ya cuentan con el tiempo libre para poder dedicar su infancia actual a la literatura. 


Reflexion adicional (que no se dijo por respeto al tiempo de interevención): 

La literatura no debe ser una imposición para los jóvenes. No sé de donde sacaron que uno puede inculcar la lectura obligando a leer con el único proposito de aprender.  Infortunadamente a los niños les enseñan a leer para que aprendan, y no para que se diviertan. En los primeros años, los niños están en función de lo lúdico.  Los niños aprenden jugando porque el juego divierte. Las primeras lecturas que deben ponerse al alcance de los niños deben ser para ellos un juego, algo que despierte las ganas de seguir leyendo.  En la medida de que se divierten, los niños aprenden cosas. Y un momento, sin que nadie se percate, ellos buscarán lecturas que los instuyan y enseñen. 

No estoy de acuerdo con que los talleres son de gente mayor.  A los talleres literarios llega gente joven de todas las edades. 


Pregunta 2: ¿Qué consejo le daría a alguien que quiere estudiar literatura pero que la familia se opone porque considera que no es una carrera rentable?

Respuesta simple: 

Siempre hay que seguir el corazón. 

Sin embargo, a veces, seguir el corazón no da de comer. Por eso hay que buscar algo que le permita seguir el corazón. Para seguir el corazón hay que alimentar los pies...  pero cuando uno va a donde el corazón quiere ir, ¿qué importa que haya que gastar en zapatos?



Pregunta 3. ¿En un mundo donde es tan difícil dedicarse a mantener talleres y trabajar para la literatura, de dónde sacar la fuerza para seguir cuando todo parece estar en contra? 

Respuesta: 

Siempre hay una fuerza interior que es inagotable. Cuando las cosas van mal, siempre hay una chispa que impulsa a seguir. Quienes están acostumbrados a hacer ejercicio saben que uno siempre puede dar un poco más. Me gusta trotar, lo hacía frecuentemente. Recuerdo una tarde que llevaba más de veinte quilómetros y creía que ya iba a tener que parar, vencido por el cansancio. De repente, entre unos matorrales salió un perro ladrando y pude correr otras cinco cuadras más. ¡con toda la energía renovada!

Mas aún. Nadie es capaz de ahogarse a si mismo sin ayuda.  Por eso Virginia Wolf tuvo que llenar su abrigo de piedras.  Sabía que si hundía su cabeza en el agua, no sería capaz de quedarse sumergida. Ella sabía que una fuerza muy superior  la obligaria a sacar su cabeza y respirar. Por eso llenó de piedras su abrigo: porque sabía que a pesar de todo, por muy mal que se vieran las cosas, siempre habría un poderoso deseo de seguir adelante y luchar hasta el final. 

Por esa misma razón les doy este consejo:  ¡Desháganse de las piedras..! 


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Reitero mis agradecimientos a Sapiencia,  a la Editorial del Instituto Metropolitano de Medellin en cabeza de Mauricio Vanegas y al Coordinador del nodo de la Red RELATA, Omar Gallo, por la invitación.  



miércoles, 19 de marzo de 2025

Cuentos cortos como la vida misma. Lanzamiento.

Para los que no pudieron acompañarnos en el lanzamiento del libro CUENTOS CORTOS COMO LA VIDA MISMA, les comparto el video. 

Un fantástico conversatorio con el profesor Luis Fernando Macías sobre la literatura y el microcuento. 

Agradecimiento a los asistentes, a la Editorial Libros Para Pensar y al Parque Biblioteca de Belén por haber hecho posible este encuentro.  




Pedidos directos al WhatsApp: 305 3997940 
o al correocalveco@gmail.com 

Costo del libro 30.000 + gastos de envío.


miércoles, 12 de marzo de 2025

Satori. Cuento de Carlos Alberto Velasquez Cordoba

Satori es un término oriental que puede traducirse como "iluminación" o entendimiento súbito de algo muy profúndo. 

Con este video quiero invitarlos al lanzamiento del libro CUENTOS CORTOS COMO LA VIDA MISMA.

Jueves 13 de marzo de 2025

Lugar:  Parque biblioteca de Belén.  Carrera 76# 18A-19

Sala Mi Barrio.  

Hora 6 pm. 

Entrada libre. 

Parqueadero gratuito





Pedidos directos al

WhatsApp: 305 3997940  o al correocalveco@gmail.com 

Costo del libro 30.000 + gastos de envío.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Curación. Cuento de Carlos Alberto Velásquez C

Esta semana les comparto otro de mis cuentos, del libro CUENTOS CORTOS COMO LA VIDA MISMA. 

En esta ocasión:  Curación. 


No se pierdan el lanzamiento el proximo 13 de marzo en la sala Mi Barrio, del Parque Biblioteca de Belén.  6:00 pm. 

Pedidos directos al

WhatsApp: 305 3997940  o al correocalveco@gmail.com 

Costo del libro 30.000 + gastos de envío.

miércoles, 19 de febrero de 2025

Irrealidad. Microcuento de Carlos Alberto Velásquez C.

Esta semana les traigo un cuento llamado Irrealidad disponible en mi libro Cuentos cortos como la vida misma.  



No se pierdan el lanzamiento el proximo 13 de marzo en la sala Mi Barrio, del parque biblioteca de Belén.  6:00 pm. 


Cuentos cortos como la vida misma

Pedidos directos al

WhatsApp: 305 3997940  o al correocalveco@gmail.com 

Costo del libro 30.000 + gastos de envío.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Cuentos cortos como la vida misma.

Para mi es un placer contarles que ya salió mi nuevo libro de microcuentos:  CUENTOS CORTOS, COMO LA VIDA MISMA. 

Este libro es una recopilacion de cuentos muy cortos, algunos humorísticos, otros filosóficos, otros de ficcion.  Están incluidos algunos cuentos  que han sido ganadores o finalistas en diversos concursos: Premio de microcuento del Instituto de Cultura de Antioquia,  concurso Medellín en 100 palabras, Certamen de microcuento Cesar Egido Serrano (España), entre otros. 

Los invito a adquirirlo, a leerlo o regalarlo.  Esta época es un buen motivo para regalar libros. 



A continuación algunos cuentos, para que se animen a comprarlo. 




Agradezco a mi hija, María Isabel Velásquez Escobar, quien hizo el diseño de portada; al escritor Javier Echeverri, autor del prologo, y al equipo de la Editorial Libros Para Pensar, en cabeza de Edver Delgado y Alina Angel, por sus atinadas sugerencias y correcciones. 

Los invito a adquirirlo comunicándose conmigo al WhatsApp 305 399 79 40
Costo del libro 30.000 + gastos de envío. 



miércoles, 25 de septiembre de 2024

Suplantación: cuento de Carlos Alberto Velásquez Córdoba

Esta semana les comparto un cuento que fue publicado en la columna FUGA DE IDEAS, de la Revista Cronopio, revista que ya va por la edición 102.


SUPLANTACIÓN


por Carlos Alberto Velásquez Córdoba ®


Digan lo que digan los sociólogos, no se puede negar que el término «desechable» sí se aplica a algunos indigentes. Si no, mire mi caso. Déjeme le cuento mi historia y al final entenderá mi punto.

Jamás se imaginaría cómo llegué a las calles. Si me hubiera conocido usted, hace veinte años, me habría tomado por el gerente de una compañía. Bueno, eso era lo que yo quería llegar a ser.



Comencé como un ejecutivo joven que se esforzaba en trepar peldaños en una empresa de inversiones. No era difícil hacer que mis jefes notaran que yo era el que sobresalía del grupo. No sólo era apariencia, también fue un arduo trabajo para lograr escalar puestos. Había comenzado como encargado del archivo y lentamente fui avanzando en la empresa. A pesar de que mi sueldo inicial no era muy alto, siempre trataba de verme como un hombre exitoso; trajes elegantes y corbatas de seda, zapatos bien lustrados y relojes finos. Así fue como conquisté a mi esposa. Ella también trabajaba en la misma compañía. Decía que lo que le gustaba de mí era que yo era un hombre que sabía muy bien a dónde quería llegar. Me casé con ella cuando fui ascendido al cargo de analista de cuenta.

Cuando me nombraron coordinador de área, sabía que lograría mi objetivo de obtener al menos una subgerencia de una sucursal. Con el nuevo salario mi esposa dejó de trabajar y se dedicó al hogar.

Me instalaron en una oficina individual, con una gran ventana al patio central. Tenía una secretaria a la entrada, que se encargaba de enviar mis cartas y recibir la correspondencia. No era una oficina lujosa, no. Tan sólo era un espacio de unos pocos metros cuadrados con un escritorio y sendas sillas de madera. Completaban el mobiliario dos archivadores, que se podían ver desde afuera a través de sus paredes de vidrio. Quedaba al frente de los cubículos de los analistas por lo que si quería privacidad, debía bajar las persianas. Soñaba con que algún día tendría mi oficina en el último piso, con paredes de concreto, enchapadas en madera, un escritorio más lujoso, sillas de cuero, y sobre todo, un ventanal grande con vista hacia el parque.

Mientras lo lograba, disfrutaba mi empleo y trataba a toda costa de cumplir todas mis tareas. Todos los días llevaba trabajo a mi casa con la esperanza de que los jefes vieran en mí a un hombre confiable y ambicioso. Llegaba más temprano que todos en la empresa y era de los últimos en irme. Durante la jornada sólo sacaba un tiempo para comer algo o ir al baño.

Recuerdo muy bien un día que estaba en el lavamanos cuando me percaté de que una de las celosías del baño estaba quebrada y miré a través de ella. Vi mi oficina al otro lado del edificio, en el séptimo piso sobre el patio central. Nunca se me había ocurrido mirar por la ventana del baño y no había visto cómo se veía mi puesto de trabajo desde allí. Entonces, vi una sombra que se movía en mi oficina. Casi nunca subía completamente la persiana al patio y ese día la había dejado arriba. La sombra iba de un lado para otro. A pesar de la distancia que me separaba de la oficina, pude distinguir muy bien que se trataba de la empleada del aseo que había entrado a organizar un poco el lugar como solía hacer todos los días. Me hice un memorándum mental de no volver a dejar arriba la persiana mientras estuviera en la oficina o correría el riesgo de que cualquier persona pudiera espiarme desde cualquier sitio que tuviera acceso al patio central.

A partir de entonces, cada que entraba al baño miraba furtivamente mi lugar de trabajo. Empecé a dejar conscientemente la persiana elevada cuando salía de la oficina, para verla desde otra perspectiva. A veces veía a la secretaria dejarme algún papel sobre el escritorio, otras veces al personal del aseo recoger la papelera llena de borradores de cartas y otros documentos destruidos. Si alguien husmeaba en mis cajones, fácilmente yo le vería desde la ventana del baño.

Poco a poco, en cada ida al baño me quedaba unos minutos más de lo necesario mirando por esa ventana. Incluso comencé a ir con más frecuencia. Allí solía imaginarme a mí mismo sentado al escritorio leyendo los reportes, revisando las cuentas o escribiendo los informes. Me gustaba visualizarme desde allí y soñaba con tener un doble que hiciera mi trabajo en tanto que yo me demoraba largos minutos haciendo pompas de jabón mientras me lavaba las manos.

Imaginaba lo gratificante que sería si al salir de la oficina, entrara un «alter ego» y se pusiera a hacer mi trabajo mientras que yo me tomaba un descanso o me iba a mi casa a tomar una siesta. Soñaba con que al regresar ese «yo» me entregara todos los informes listos. Por supuesto, soñar es un gusto que cualquier persona y de cualquier condición puede y debe permitirse.

Un día pasó algo que me asustó. Estaba frente al orinal cuando a través de la celosía me pareció ver en la oficina un hombre de traje que se sentaba al escritorio y comenzaba a digitar algo. Sólo cuando pude acercarme a la ventana pude constatar que había sido una ilusión óptica. No había nadie en ella.

Dos o tres días después volví a verlo. Esta vez me estaba secando las manos, por lo que pude acercarme a la ventana. Abrí un poco más la celosía y casi caigo al suelo. Era la imagen de un hombre exactamente igual a mí. Tenía incluso el mismo pantalón gris que tenía puesto y la misma camisa blanca con las mangas dobladas en los antebrazos. Salí rápidamente del baño y corrí hasta mi oficina. Al llegar, todos los analistas levantaron sus cabezas intrigados al ver mi apuro —es que creí escuchar mi teléfono— me disculpé. A través de los ventanales era evidente que no había nadie adentro. Nada faltaba en la oficina. Estaba tal y como la había dejado.

A partir de entonces, cada que salía dejaba la persiana al patio central abierta con la esperanza de volver a ver aquel intruso. Unas semanas después, en un momento particularmente difícil porque era cierre de mes y debía entregar un informe gerencial, salí unos minutos de la oficina a comer algo. Al regresar vi que el informe en el cual ya estaba formulando mis conclusiones había sido terminado y reposaba impreso al lado del teclado. Supuse que lo había terminado mi secretaria. Revisé las conclusiones. Mejor no había podido hacerlo yo. Cuando la secretaria entró a archivar unos documentos, le agradecí.

Ella me miró extrañada, y me dijo que no había sido ella quien lo había terminado. Era algo muy sospechoso. Quien hubiera sido, había redactado el texto como yo solía hacerlo. Tenía las ideas que me habían surgido mientras elaboraba el informe. De algún modo había leído mi mente. Incluso había planteado unas ideas adicionales que ni siquiera las había contemplado.

Inquieto, no me levanté del escritorio en el resto de la mañana.

Al medio día antes de ir a almorzar pasé por el baño y ahí fue cuando vi por segunda vez a mi doble en la oficina. Tenía la misma ropa que yo. Desde la ventana pude ver cómo sacaba unos documentos de un cajón, los ponía sobre el escritorio y se sentaba a digitar algo en el computador.

Nuevamente corrí a la oficina atropellando varias personas en el pasillo. Al llegar, ya todos habían salido. Los empleados estaban en su hora de almuerzo por lo que no había nadie a quien le pareciera sospechoso mi proceder. Entré a la oficina. Miré bajo el escritorio por si acaso se había ocultado allí.

Yo era la única persona en el lugar. Sobre el escritorio estaba el reporte de ingresos y egresos del mes. En la pantalla del computador vi que habían diligenciado las casillas correspondientes a los meses que necesitaba entregar. Sólo faltaban unos cuantos datos. Alguien estaba haciendo mi trabajo. Y el condenado sabía cómo hacerlo.

No fui a almorzar. Preferí quedarme terminando el cuadro de ingresos y egresos que debía entregar y cuando llegó la secretaria le pedí que me ordenara un sánduche en el sitio de la esquina, bajo el pretexto de que tenía mucho trabajo y había decidido no salir.

También le pedí que llamara a un cerrajero. De un momento a otro me había parecido peligroso tener los cajones del escritorio sin ningún tipo de seguridad.

Esa tarde alrededor de las cuatro, no aguanté más. Debía salir a vaciar mi vejiga. Dejé convenientemente todas las persianas arriba y me dirigí al baño.

Mientras estaba desocupando mi vejiga, volví a verlo por entre las celosías. Tan pronto pude tomé mi teléfono y llamé a la secretaria.

—Rita, ¿quién está en mi oficina?

—Pues usted, don Jorge.

—No. Allá hay alguien más.

—No señor. Está usted solo, desde aquí lo veo por el ventanal, a propósito, ¿por qué me está llamando desde el celular?

Sentí una cosa muy extraña. Efectivamente mi doble estaba sentado en mi escritorio, con una mano cerca a la oreja. Aparentemente estaba usando su teléfono celular.

—¿Don Jorge…?, ¿don Jorge…?

Quedé mudo. El personaje de mi oficina se había levantado y me miraba desafiante desde mi propia ventana. Creí ver a lo lejos una sonrisa a la vez que con su mano me hacía un gesto de saludo.

—¿Don Jorge… se encuentra bien?

Fue lo último que escuché en el celular antes de que la llamada se colgara. A través de la ventana vi que mi secretaria había entrado a la oficina y aparentemente conversaba con mi doble.

Intenté llamarla para advertirle, marqué al número privado de la oficina con la esperanza de que fuera Rita quien contestara, pero un problema de señal no dejó que la llamada saliera.

Nuevamente corrí a la oficina. Al llegar Rita ya estaba en su escritorio. Me miraba de forma extraña.

—Don Jorge, ¿seguro que no quiere que le llame un médico?

—No. Claro que no. Con quién estaba conversando usted hace unos minutos en la oficina.

—Pues con usted, don Jorge… Me está haciendo asustar…

—No. No era yo.

—Claro que sí. Usted me llamó desde su celular a este teléfono y me preguntó que quién había adentro. Por eso entré a hablar con usted… Me pareció raro.

—¿Y, yo qué le dije…? Cuando usted entró a hablar «conmigo», ¿yo que le dije?

—Que simplemente, era una broma. Hoy está usted muy raro…

—¿Cierto que sí? Estoy pensando que mejor debo ir a que me revisen. No me siento nada bien.

Y era verdad. Me sentía mareado. ¿Sería que me estaba enloqueciendo? Esa noche llegué a la casa mucho más temprano de lo que acostumbro. Le conté a mi esposa lo sucedido y me dijo que a lo mejor era cansancio. Estrés. No le dio mayor importancia al asunto.

Dormí mal y al día siguiente me reporté enfermo. Le dije a Rita que consultaría al médico y que no iría en la mañana.

Fui a trabajar a las dos de la tarde.

—Rita, ¿hubo algo importante esta mañana?

—No señor, ya envié los informes que usted me entregó antes de irse a almorzar.

—¿En la mañana?

—Sí, claro. Me alegro de que finalmente hubiera venido a trabajar. Que tal que usted no hubiera estado aquí, cuando vino el doctor Urdiola.

—¿Urdiola estuvo acá?

—Jefe, ¿de verdad se siente bien?

—Es que yo esta mañana no vine

—Claro que vino, usted me llamó y me dijo que iba a ir al médico y al rato se apareció diciendo que ya estaba bien. ¿Acaso lo olvidó?

—Y Urdiola, ¿qué dijo?

—A mí, nada, pero parece que iba muy contento con lo que ustedes hablaron.

Cuando entré a la oficina, quedé más preocupado aún. A pesar de haber cambiado las cerraduras de mi escritorio, mi doble parecía tener copia de las llaves. Tenía acceso a todos mis cajones. Sobre el escritorio había unos documentos que guardaba en la gaveta inferior. El cerro de cuentas por revisar que había estado posponiendo, estaba en el lugar de «revisados» y tenían mi firma como visto bueno. Y ERA MI FIRMA.

Quien estuviera suplantándome, lo hacía muy bien.

Al finalizar la tarde, recibí una llamada de la secretaria del doctor Urdiola. El presidente de la compañía quería hablar conmigo.

—Doctor Urdiola, ¿cómo le va?

—Muy bien, Martínez, muy bien… Oiga, me quedó sonando eso de sacar un nuevo producto para los universitarios. Como lo llamó usted, ¿plan Universia?

Esa fue la tapa. El plan Universia era una idea que había tenido yo hacía varios años y consistía en comprar unos locales pequeños tipo taberna o discoteca, muy discretos. El negocio consistía en buscar socios universitarios que compraran un paquete de acciones a un bajo precio, digamos un millón de pesos. Con doscientos universitarios se tendría 200 millones de pesos, capital suficiente para dotar y mejorar el sitio. La parte interesante era que, si un universitario era «socio» de una discoteca, todas las reuniones de universitarios las harían en «sus negocios».

Era una propuesta que no tenía pérdida. Se contaba con socios que no tenían que poner mucho capital. Y eran socios que generarían un flujo constante de clientes. Yo quería desde hacía mucho tiempo proponer esa idea, pero no se habían dado las condiciones. Además, quería cierta participación por la idea ya que no contaba con mucho capital para invertir.

—Vea Martínez. Prográmese este domingo y vamos a jugar golf. Me quedó gustando eso de que nuestra empresa tenga al menos el treinta por ciento de la participación en el negocio. Por supuesto, tenemos que hablar sobre el porcentaje con el que usted entraría. Eso del veinte por ciento por dar la idea es un poco alto, pero me gustaría escuchar esas otras ideas que usted tiene.

Le respondí que sí. Que nos veríamos el domingo a las ocho de la mañana en el Club. Colgué y comencé a temblar. No le había dicho a nadie del proyecto. Lo venía incubando por bastante tiempo. El nombre de «Universia» se me había ocurrido hacia poco y nadie lo conocía, excepto yo.

No me quedaba la menor duda, era un clon perfecto el que me estaba suplantando. ¿Y si había sido el poder de mi mente el que había creado un ser de la nada capaz de suplantarme y hacer más productiva mi vida?

Eso sonaba de locos, pero la evidencia era contundente. Estaba sucediendo.

Al domingo siguiente fui a jugar golf con el presidente de la empresa. Me sentía extraño. Era la primera vez que jugaba Golf y se lo hice saber al doctor Urdiola y a sus socios. Rieron conmigo y me aceptaron como uno de ellos. Hablaban de caballos, de yates, de viajes, de los gastos exorbitantes de sus esposas y sus amantes y yo pensaba que sería bueno irme acostumbrando a ese tipo de vida. Esa había sido mi meta todo el tiempo.

Entre hoyo y hoyo fui explicando mi idea y Urdiola y sus socios escuchaban y hacían preguntas sobre cómo funcionaría el proyecto. Al final Urdiola, a solas, me confesó que había pensado en mí para el cargo de gerente de cuenta.

De regreso a mi casa, me sentía agradecido con mi doble por haberme dado la oportunidad que tanto había esperado.

¿Qué le puedo decir? Cada vez mi doble aparecía más por la oficina hasta el punto de que yo a veces me ausentaba por horas sin que nadie se percatara de ello. Bastaba con dejar una nota en el escritorio, o dejar un informe empezado, y al volver a la oficina el trabajo estaba hecho.

El ascenso fue efectivo en pocas semanas. Me trasladaron dos pisos más arriba, y me dieron una oficina más espaciosa. Pedí que me dejaran llevar a Rita conmigo. Aparentemente se entendía muy bien con mi doble hasta el punto de no sospechar que éramos dos personas distintas.

Mi rutina por mucho tiempo fue llegar a la oficina, planear el trabajo, y luego salir a dar una vuelta por el parque o irme a un café a leer el diario, mientras mi otro yo hacía el trabajo aburridor.

Al principio me daba temor encontrarme con alguien conocido y que se descubriera el fraude. Pero las pocas veces que me encontraba con alguien, asumían que mi trabajo permitía algunas escapadas de la oficina. Casi siempre volvía a tiempo para las reuniones importantes. Y siempre al llegar, mi doble había salido de la oficina con alguna excusa por lo que nadie notaba que realmente éramos dos personas turnándonos el trabajo con una perfecta sincronización. Nunca llegamos a encontrarnos en el mismo sitio a la misma hora.

Algunas veces no alcanzaba a llegar a alguna junta, pero mi doble se apañaba para hacerme quedar como un rey. Al fin y al cabo, conocía mi forma de pensar y teníamos las mismas metas y proyectos.

Me fui relajando hasta el punto de que a veces no iba a trabajar y me quedaba en la casa con mi esposa. El sexo no podía ser mejor. Tenía toda la energía del mundo y todo el tiempo del que yo quisiera disponer. En esos cinco primeros años tuvimos nuestros dos hijos.

A mi esposa nunca le pareció extraño que yo pasara tanto tiempo en casa. Desde antes de casarnos le había prometido que yo sería gerente y ella nunca se molestó en cuestionar la vida que llevábamos.

El nuevo apartamento, los autos lujosos, los ascensos, no hubieran sido posibles sin el trabajo de mi alter ego. Y nunca tuve la oportunidad de agradecérselo personalmente.

Era extraño que nunca pudiéramos vernos cara a cara. Quizás al crearlo en mi mente, implícitamente había alguna ley cósmica que impidiera llegar a tocarnos. Nunca lo vi a corta distancia, a pesar de que al principio lo intenté varias veces.

Mis cuentas bancarias fueron creciendo en la medida de que mi productividad se había incrementado. Entré a participar con un cinco por ciento del plan Universia, con la posibilidad de manejar la cuenta personalmente. Todo iba a las mil maravillas. O bueno, casi todo.

A veces me sobraba más tiempo del que quería. Mi esposa después de unos años, comenzó a reprocharme el estar en casa tanto tiempo. Entonces tomaba el carro y me iba para cine o algún café a pasar el rato. Comencé a comprar apartamentos en la ciudad y algunas propiedades en las afueras. En ocasiones llevaba allí a mis conquistas confiando en que mi doble hiciera mi trabajo de la oficina y mi esposa creyera que yo estaba allí.

Una noche en que no pude ligar a una muchacha en un bar, llegué a la casa con ganas de sexo. Los niños dormían. Había quedado «empezado» y comencé a acariciar a mi esposa tratando de excitarla. Casi me desmayo cuando ella, bastante molesta, me dijo que ya no quería más sexo, que si no había tenido ya suficiente en la tarde mientras los hijos estaban en el colegio.

Fue como caer al abismo. Mi doble había pasado el día en mi casa, teniendo sexo con mi mujer mientras que yo andaba por ahí buscando aventuras.

Me levanté y me fui al estudio. Allí pasé la noche pensando cosas horribles.

A primera hora, en el trabajo, llamé a Rita. Quería asegurarme si mi doble había ido a la oficina y le pregunté por el trabajo del día anterior.

—No entiendo, don Jorge.

—Por favor, recuérdeme ¿a qué horas fue que me reuní con los del Banco?

—Pues don Jorge, usted estuvo con ellos hasta las doce y luego salió para la junta hasta las dos ¿acaso lo olvidó?

—Pero las entrevistas de por la tarde… ¿finalmente no se hicieron, verdad?

—Claro que se hicieron. Usted entrevistó a todos los candidatos y me dijo que contratara a la doctora Fernández. ¿No fue así?

—Sí… sí, claro. Yo le dije que contratara a esa doctora… sí, fui yo… Ehhh… a propósito, ¿me puede traer su hoja de vida para volverla a revisar? Hay algo que quiero volver a mirar.

La conversación con mi secretaria me había dado la certeza de que mi doble había estado todo el día en la oficina. Entonces, ¿quién sería el que había estado con mi esposa?

Cuando Rita me trajo la hoja de vida de la nueva empleada, tuve una visión fugaz de lo que estaba pasando. Así como yo había creado un doble para que hiciera mi trabajo, ¿no sería posible que mi doble hubiera imaginado otro más para que hiciera el trabajo y así poder tener tiempo libre?

Aunque parecía una locura, era completamente factible. Si yo, con mi imaginación había creado otro «yo» que hiciera mi trabajo, ¿qué le impedía a mi «otro yo», imaginar «otro él» que hiciera el suyo?

Al principio intenté retomar el control de mi trabajo. Decidí empezar a ir a mi oficina desde temprano, como solía hacerlo en mis inicios, trabajar toda la jornada y de allí salir para mi casa. Mi nueva oficina tenía baño, por lo que ni siquiera salía. En esos días mi doble no apareció.

Después de unas semanas creí que todo estaba solucionado y que mi doble no volvería a aparecer, hasta que una noche mi esposa me dijo que necesitaba hablar conmigo. Ya no me amaba y sentía que sólo estaba con ella por sexo. Le prometí que intentaría cambiar, pero dudaba si podría mantener mi promesa. Me había dado cuenta de que él aparecía en casa cuando yo iba al trabajo y no sabía con certeza si el cumpliría también mi promesa.

Por si fuera poco, los porteros de los edificios donde tenía mis apartamentos me dieron a entender que alguno de mis dobles seguía llevando mujeres hermosas en plan de conquista.

Ahora yo era el que estaba trabajando mientras mis «gemelos» disfrutaban de la vida.

Tomé la decisión de no volver al trabajo. No sería yo el que me partiera la espalda en la oficina mientras uno de mis dobles se revolcaba con mi mujer y otro de ellos conquistaba modelos y actrices y disfrutaba de mis otras propiedades.

Fui a la policía. No me tomaron en serio. ¿Acaso alguien lo haría? Pensaron que estaba loco.

Intenté contarle toda la historia a mi esposa, pero no me creyó. Lo atribuyó a una supuesta crisis de la edad madura. Mis hijos no habían notado nada raro en mí. Mi esposa lo único que quería era seguir el nivel de vida a la que la había acostumbrado. La sentía fría y distante. Muy tarde me di cuenta de que entre los dos no había amor, sólo costumbre.

Decidí dejarla. No tenía nada que hacer en esa casa. Yo ya me había acostumbrado a vivir sin trabajar; a tener todo el tiempo libre del mundo y no estaba dispuesto a trabajar como una mula en una oficina para que otros se beneficiaran de mi trabajo. Tomé la determinación de cambiar de vida.

Hablé con Rita. No había notado nada, aunque descubrí que aún seguía un poco preocupada por mi salud mental. Le di las gracias por todo y le pedí perdón por cualquier cosa que le hubiera molestado de mí. Me despedí con un fuerte abrazo. Sospecho que pensó que me iba a suicidar. Nunca jamás volví a la oficina, aunque creo que ella no lo ha notado aún.

Conseguí unos documentos falsos y cambié de identidad. En esos años, mi doble me había permitido acumular una suma considerable de dinero. Tomé cuanto pude y lo transferí a otra cuenta bajo mi nuevo nombre. No me fue posible hacer lo mismo con las propiedades: mis dobles habían sospechado lo que pensaba hacer y transfirieron los títulos de las propiedades a otras personas para evitar que yo reclamara lo que era mío.

Por un tiempo traté de llevar el ritmo de vida al que me había acostumbrado. Compré un penthouse, conseguí un carro lujoso y seguí saliendo con mujeres hermosas. Pero al cabo de un tiempo, vi que no sería fácil mantenerme así. El dinero se me fue acabando poco a poco. Vendí el penthouse y conseguí un pequeño apartamento en un barrio marginal. Traté de ganar dinero haciendo unas inversiones que terminaron en fracaso. Los acreedores se quedaron con el apartamento y el carro.

Luego de pasar tantos años casi sin trabajar, había perdido mi «toque». Descubrí que mis habilidades financieras se habían quedado con mis dobles. Con mi nueva identidad, era un total desconocido en el medio. No encontré ninguna persona dispuesta a contratar a un hombre maduro sin antecedentes laborales y que nadie conocía. Me gasté hasta el último peso.

Visité amigos y familiares y todos habían sido advertidos por mi otro yo, de que alguien físicamente parecido intentaba suplantarlo. En una ocasión la policía me retuvo cuando intenté entrar a mi antigua casa para hablar con mi esposa. Les aseguré que yo era el original. Me llevaron esposado a la estación, me tomaron huellas dactilares y me dijeron que ellas no correspondían con Jorge Martínez, el «doctor» exitoso que yo decía ser. Por alguna razón que todavía no entiendo los documentos falsos terminaron siendo reales. Mi nueva identidad era genuina según ellos. Di los datos de quien me había hecho los documentos falsos, pero ignoraron mi delación. Pedí que me hicieran la prueba del ADN para demostrar que yo era quien decía. Se rieron de mí. Finalmente, luego de retenerme unos días, me dejaron libre. No había cometido ningún crimen ni había razón para mantenerme encerrado. Me aconsejaron que dejara de acosar «al doctor Martínez», a sus familiares o amigos. Me impusieron una orden de restricción. Si me acercaba a menos de cien metros de alguno de ellos, me meterían treinta días a la cárcel.

A pesar de todo volví a intentar recuperar mi vida. Mi esposa y mis amigos amenazaron con llamar a la policía.

Traté de hablar con Rita, mi secretaria. Ni siquiera me dejaron entrar al edificio. Fue horrible. Llegó la policía y me encerraron dos meses en el manicomio. El siquiatra quiso convencerme de que tenía una esquizofrenia y creía ser un ejecutivo importante. Tuve que seguirle la corriente para poder salir de ahí.

Finalmente terminé aquí, viviendo en este parque, con todo el tiempo libre del mundo. Sin preocuparme por horarios de oficina ni fechas de vencimiento de nada. De vez en cuando veo a mi doble. Ahora es el gerente general de una prestigiosa empresa de seguros. Tiene una oficina en una zona exclusiva de la ciudad. Ocasionalmente pasa por aquí camino a aquel edificio de la esquina, donde una vez lo imaginé a él en el piso séptimo. Tal vez viene a hacer algún negocio o a saludar a alguien. Ni siquiera nota mi presencia. Ahora es importante y sale con frecuencia en las noticias nacionales. Es una persona exitosa, pero se le ve cansado, muy cansado.

La otra noche mientras pedía limosna en un semáforo lo vi en un lujoso auto. Iba con una mujer joven que no era mi esposa. Me dio una moneda y pareció no reconocerme.

¿Quién sabe?, a lo mejor era otro doble acompañado por su «conquista», mientras que yo me he convertido en un «desechable».

Carlos Alberto Velásquez Córdoba ®

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Este cuento fue publicado en el libro EL RETRATO DEL SEÑOR ROSSI, Y OTROS CUENTOS.

ISBN 978-958-49-5892-1
Autor: Velasquez Cordoba, Carlos Alberto
Editorial: Libros para Pensar
Prólogo a cargo de Luis Fernando Macías - Emilio Restrepo
Diseño: María Isabel Velásquez E.
Materia: Narración de cuentos
Publicado: 2022-04-30
Número de edición: 1
Número de páginas: 216
Tamaño: 14x21cm.
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Soporte: Impreso
Idioma: Español



Pedidos: calveco@gmail.com 
WhatsApp  305 3997940

También disponible en librerías Grammata o en la página web de la Editorial Libros para Pensar.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

El cuento de la historia clínica

Los seres humanos somo contadores de historias por naturaleza, contamos lo que nos sucede y lo que ha sucedido a través del tiempo, incluyendo la historia de nuestras enfermedades, lo que se conoce como historia clínica.

Toda enfermedad, como en un cuento literario, tiene un inicio, un nudo y un desenlace.

Tiene, además, un protagonista (paciente), unos personajes secundarios (familia, cuidadores, etc), un villano (la enfermedad o el trauma). Tiene una trama compuesta de inicio, nudo y sesenlace. Como cualquier novela tiene una época y un entorno.

Les comparto un artículo publicado en la revista Anales de la Academia de Medicina de Medellín, que explora la capacidad del ser humano de contar historias y plantea la semejanza de la historia clínica con el cuento literario.

El médico que hace una historia clínica debe saber investigar el inicio y desenredar el nudo, para ayudar a escribir el mejor desenlace posible.

Los invito a leer el artículo directamente de la fuente, y de paso, conocer la revista de la Academia de Medicina de Medellin. No es solo para médicos. Es de gran valor para el público en general.


Haga clic en la imagen para abrir el artículo




Haga clic en la imagen para leer la revista completa


miércoles, 19 de junio de 2024

El cuento: Arte de narrar historias. Carlos Alberto Velasquez C

Hace algunos días tuve el honor de ser invitado a un conversatorio sobre cuento por parte del Centro Cultural Casa Tomada. 

En primer lugar debo decir que tuve la grata sorpresa de que el lugar donde fue el conversatorio era un lugar mágico. Se trataba del restaurante Agua Dulce, una vieja casona ubicada en la carrera Girardot, en pleno parque del Periodista, lugar que desde hace muchos años se ha asociado con el ambiente bohemio y cultural del Centro de la ciudad. 

Por otra parte no pude tener mejores interlocutores. Por un lado mi amigo Wilfer Pulgarín, periodista y escritor, y por otro, Fernando Rivillas, director de Casa Tomada, colega médico y gran amante de las letras. 

A continuacion les comparto la grabación que se hizo del  conversatorio. Disculpen los problemas de audio del inicio, que fueron superados a los pocos minutos. 


Posdata.  Algunos seguidores se me acercaron con el ánimo de pedirme explicaciones de por qué había dicho que era más fácil escribir una novela que un cuento. A muchos les pareció muy polémica esa frase. 

Como dije en el transcurso de la entrevista, era mi opinión personal. No es que yo considere a la novela como un género inferior al cuento. De hecho, algunos la consideran superior a un cuento. Lo que ocurre es que en una novela es "permisible" que haya fragmentos de menos calidad en el texto. En una novela hay momentos de alta tensión y momentos menos interesantes. En el cuento, por el contrario todo lo escrito debe mantener la tensión. 

En una novela, un lector puede "perdonar" que el autor baje un poco el nivel narrativo porque sabe que más adelante se volverá nuevamente interesante la historia. En un cuento hay que tener al lector pegado a la historia para no perderlo. Si una novela tiene un capítulo tedioso, muchos lectores continuan leyendo esperando la redeción. Por el contrario, si un cuento se vuelve aburridor, el lector lo dejará definitivamente, y pasará a otro cuento que para él sea más entretenido.

De ahí que muchos pueden ser novelistas, pero un buen cuentista no es tan fácil de encontrar. 

Espero haber respondido la pregunta, y aclaro que en todo caso es mi opinión personal y nada más. Incluso, no descarto que yo esté equivocado.  (Me gusta darme ese lujo: equivocarme, sin tener que sentirme culpable).

Aprovecho para agradecer a los que siguieron esta conversación por las redes sociales y a los que estuvieron con nosotros ese día.  Les recomiendo conocer el lugar. 



miércoles, 24 de abril de 2024

El cuento de la historia clínica.

¿Sabían ustedes que la historia clínica no es el papel o el archivo que llena el profesional de salud, sino que la historia clínica es la investigación que se hace sobre un paciente?

Puede haber historia clínica sin que se escriba una sola letra. El punto es que siempre debe quedar alguna evidencia de lo que se investigó.  

La historia clínica es el arte de ver, oir, 
entender y describir la enfermedad humana.  
(Pedro Laín Entralgo)


A continuación les comparto una charla titulada EL CUENTO DE LA HISTORIA CLÍNICA. 

Esta charla se presentó en la sesión ordinaria de la Academia de Medicina de Medellín, el 17 de abril de 2024

A lo largo de esta conferencia se revisa la historia del lenguaje partiendo desde la transmisión de la información celular (mitosis), el surgimiento de la reproduccion sexuada, la aparición de la tradición oral y posteriormente el lenguaje escrito hasta llegar al libro como culmen de la transmisión de conocimiento. 

También se hace un corto recorrido de la historia de la medicina y los registros escritos a lo largo del tiempo para llegar hasta la historia clínica actual. 

La conferencia finaliza con un análisis desde el punto de vista literario de la historia clinica, teniendo en cuenta que tiene un inicio, un nudo y un desenlace, cuenta con un protagonista y unos personajes secundarios, y tiene un narrador, un ambiente y una trama. 

Acompáñenme en esta fantastica historia de la evolución del lenguaje, del libro, de la medicina y de la vida misma. 

Nota.  La conferencia comienza aproximadamente en el minuto 3:00

Espero la disfruten.