"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 20 de junio de 2012

Esto lo explica todo.

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos presentado un examen.  

Y todos en algún momento todos hemos sentido esa sensación de impotencia, cuando la pregunta tiene como respuesta algo que estudiamos, pero que por alguna razón no podemos recordar. 

Pero este fin de semana pasado pude entenderlo todo al fin.   

La imagen que verán a continuación me ocasionó un dejà vu.  

Juzguen ustedes.    Para mi fue toda una revelación.








miércoles, 13 de junio de 2012

El celular de Hansel y Gretel

Un fantástico texto de Hernán Casciari. Para reflexionar y reir. 


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El celular de Hansel y Gretel.  
Hernan Casciari

Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. 
 
En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa.

Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.


Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que llamen al papá por el celular'.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.

¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?

La Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.
Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.

Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.
Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.

Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).

Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HGO LA MUERTA,
PERO NO STOY MUERTA.
NO T PRCUPES NI
HGAS IDIOTCES. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano@goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.

La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra 'El .jpg de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.
La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo  -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos. 

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Hernán Casciari es un escritor y editor argentino. Conocido por su trabajo de unión entre literatura e internet. Creó la Editorial Orsai y dirige la revista Orsai, de crónica periodística y literatura.



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Hasta la próxima semana. 

miércoles, 6 de junio de 2012

No culpe al celular. Culpe a Faraday.


Hace unos pocos días una compañera de trabajo se quejaba de que su teléfono celular no funcionaba bien. 

- Es el operador...
- No,  es el celular...
- No,  es la batería...
- No... Es Faraday...

- ¿Quién?  

-  Faraday.

Y es que en física hay un fenómeno conocido como la Jaula de Faraday. Este fenómeno consiste en la anulación de un campo electromagnético dentro de un espacio donde las energías se  hayan equilibrado generado un campo nulo.   

Es un fenómeno muy común en ascensores o edificios con estructura de rejilla de acero. En el interior de estos  se crea una ausencia de campo magnético que anula el funcionamiento de teléfonos celulares y radios.  

Una forma de comprobar dicho fenómeno es envolver una radio encendida en papel periódico: la señal continúa llegando. Pero si envuelves la radio en papel de aluminio,  el equipo deja de percibir las señales y se silencia.    
Michael Faraday

La jaula de Faraday original es una caja metálica que protege de los campos electromagnéticos. Fue construida por el físico Michael Faraday en 1836.  En la actualidad esta propiedad se aprovechada  en aeronáutica, y en tecnología, para proteger de descargas eléctricas los equipos electrónicos en sitios donde son frecuentes las tormentas eléctricas.



De manera que la próxima vez que falle tu teléfono celular en un espacio cerrado no le eches la culpa a tu operador de celular. Puede que la culpa sea de Faraday. 

Fuentes  

miércoles, 30 de mayo de 2012

Decálogo del escritor. Augusto Monterroso.

Sin más palabras...

Decálogo del escritor. 

 

Augusto Monterroso. 


Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bioy.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

El autor da la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.

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Augusto Monterroso (Tegucigalpa,1921 – México, 2003),  es un escritor hispanoamericano, conocido por sus colecciones de relatos breves e hiperbreves.  

Les recomiendo de él dos cuentos:   "El Eclipse" y "El dinosaurio" .  Este último se supone que es el cuento más corto escrito en lengua española.  

Hasta la próxima semana.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Redescubriendo el Ferrocarril de Antioquia.

Como dice el poema:

Hubo una Antioquia grande y altanera
un pueblo de hombres libres...
una raza que odiaba las cadenas...




Como un viaje a la memoria, El Hacedor de Imanes plantea un recorrido por lo que queda de las antiguas vías que alguna vez le dieron la gloria al Ferrocarril de Antioquia.

Montados en dos carros de rodillos de confección artesanal, cuatro viajeros recorren los 191 kilómetros y las 35 estaciones por las que alguna vez llegaran las sedas y las especias de oriente, la moda de Europa y el mundo del mundo.

Liquidado en 1961, el Ferrocarril de Antioquia sigue viviendo en la memoria de los antioqueños como su obra magna. El Hacedor de Imanes sin embargo da cuenta, de cómo la grandeza puede morir tan fácil como nace en una región que sigue buscando la forma de mantener su largamente pulida apariencia.

Cámara y fotografía: Esteban Rodríguez.
Edición y arreglos: David Restrepo y Alicia Hernández.
Asistente de todo: Juan José Ramírez.
Productor general: Édison Giraldo.
Dirección: Fabián Berrío.

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Post data. 27 de mayo de 2012. Una querida amiga me escribe diciendo que conoció el ferrocarril después de 1961.  Es cierto. Pero la empresa que lo administraba ya no era "Ferrocarril de Antioquia". Esta fue vendida al gobierno nacional y la nueva administración correspondió a Ferrocarriles Nacionales de Colombia (FNC). En 1988 se creó la Empresa Colombiana de Vías Férreas (Ferrovías).  Desde 1961 el deterioro de este patrimonio antioqueño fue rápidamente progresivo. El gobierno nacional finalmente acabó con el Ferrocarril de Antioquia.   

miércoles, 16 de mayo de 2012

Más pruebas de la existencia de extraterrestres


Un objeto tan sencillo y de uso tan cotidiano como un bolígrafo BIC es una prueba evidente de que los extraterrestres no sólo nos visitan, sino que están entre nosotros. 

Permítanme demostrarlo.  

La longitud del bolígrafo con la tapa puesta es de 150 mm, y la distancia promedio de la Tierra al Sol es de 150 millones de Km.
 La relación es evidente. 

Los bolígrafos BIC son objetos de culto solar introducidos en nuestro planeta por alguna civilización extraterrestre. Pero no acaba ahí la cosa. 

La longitud del capuchón del bolígrafo es de 58 mm, y si descontamos lo que mide el clip, nos quedan 35 mm. Sumamos las dos cifras y obtenemos 93, que multiplicado por dos nos da 186, exactamente 40 mm más que la longitud del bolígrafo destapado (146 mm). 

Además, la suma de las cifras de la longitud de la tapa sin el clip, 35 mm, nos da 8, que es el diámetro del bolígrafo. 

Cualquiera puede darse cuenta de que en esas proporciones existe una relación, y de esa relación se tiene que derivar un mensaje, probablemente las claves para la utilización de todo el poder y la energía del Sol.

Y aún no hemos terminado. Si sumamos la longitud del bolígrafo con tapa, y la longitud del bolígrafo sin tapa, obtenemos la cifra de 296, que es exactamente la distancia, en Km., de Zaragoza a Bilbao por autopista. Por si alguien lo dudaba, la tecnología necesaria para construir autopistas es de origen extraterrestre (supongo que nadie será capaz de pensar que a unos primitivos seres humanos se les iba a ocurrir algo así, y la relación entre esa tecnología y los viajes interplanetarios se encuentra encerrada en las mágicas proporciones de los bolígrafos BIC.

Y no sólo eso, probablemente todos los secretos del Universo estén encerrados en este bolígrafo. Sumando el resultado anterior, 296, con la medida de la tapa sin el clip, 35 mm, nos da 331, que multiplicado por dos es 662, casi la constante de Gravitación Universal salvo el correspondiente factor de proporcionalidad (el valor de esta constante es de 6,67 x 10
^-11, el error puede ser debido o bien a imprecisiones en nuestras mediciones, o bien a que la inteligencia superior que creó estos objetos decidió que era peligroso poner demasiado saber a nuestro alcance). Además, la longitud del clip es de 23 mm. Si sumamos las cifras de la longitud total del bolígrafo, 150 mm, nos da 6, que con los 23 del clip nos llevan a 6,023, basta añadir el factor de proporcionalidad 10^23 para obtener el número de Avogadro.

Seguro que si siguiéramos indagando en las características de este maravilloso objeto venido de las estrellas, encontraríamos las respuestas a los grandes enigmas de la humanidad.

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No faltará el que haya quedado convencido.   Así como la vez que me enviaron la imagen del astronauta de la catedral de  Salamanca.    Quien quiere ver pruebas de extraterrestres, las ve.  Quien quiere ver conspiraciones, las observa.  Quien quiere ver fantasmas los encuentra.   Quien quiere ver a Dios....

No traguen entero:   Multiplicando o dividiendo (también vale sumar o restar) cualquier cifra por el número adecuado podemos obtener la cantidad que nos dé la gana.

Fuentes