"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 29 de febrero de 2012

El 30 de febrero.

-  Oye, aun me debes un dinero.
-  No te preocupes, te lo pago el 30 de febrero.

Pues sí. A lo largo de la historia ha existido el 30 de febrero. 

Les cuento: En 1700 Suecia se regía por el calendario Juliano, cuando casi todo el mundo estaba con el Calendario Gregoriano. Por tal razón Suecia decidió omitir un día cada año para que finalmente en 1710 los dos calendarios coincidieran. El caso es que no se hicieron las reducciones como debía ser. Solo se hizo la reducción en 1700 y no se volvió a realizar.  

Para principios de 1712 todavía había 10 días de retraso y Suecia quedó desfasado de ambos calendarios (juliano y gregoriano).

En vista de esto, en 1712 (que era bisiesto), se decidió además del 29 de febrero, agregar otro día más. El 30 de febrero. Realmente ese día correspondió al 29 de febrero del calendario juliano y al 11 de marzo del calendario gregoriano. Fue solo hasta 1753 que Suecia adoptó el calendario gregoriano.

Por si fuera poco, el enredo, les cuento que la Unión Soviética a principios del siglo XX se regía por el calendario Juliano. Por esa razón la revolución de octubre fue en noviembre (Aunque ese es tema para otra semana).

La Unión Soviética adoptó en 1929 un calendario en el que cada mes tenía 30 días y los 5 restantes eran festivos. Solo hubo dos años, (1930 y 1931) en los cuales hubo 30 de febrero.  

O sea que cuando les digan que les van a pagar la deuda el 30 de febrero, no pierdan las esperanzas... quizás algún día será…

Hasta la próxima semana.

Fuente:  
  • Cafetinotas CF140.  Febrero 212.  Publicación interna de los médicos de la Clinica Cardiovascular Santa María de Medelin. John Jairo Salas. Editor. 
  • Wikipedia   
.

miércoles, 22 de febrero de 2012

¿Mucho camello o poco camello ?

He tenido un camello.... 

Pues, aunque en nuestro medio tener mucho camello significa estar con mucho trabajo, esta semana les quiero traer una historia de camellos, pero de los de dos jorobas.    



Esta historia hace parte de uno de mis libro preferidos:   "El hombre que calculaba" Su autor  es Malba Tahan,  seudónimo del profesor Julio Cesar de Mello e Souza (1895-1974) quien escribió varios libros en los que la literatura, la matemática y la lúdica se unen para hacer una verdadera obra maestra. 

 Para quienes quieran leer mas de este libro  les recomiendo   El problema de los 8 panes.   que ya fue publicado en este blog.




    **************
CAPÍTULO 3
Singular aventura acerca de 35 camellos que debían ser repartidos entre tres árabes. Beremís Samir efectúa una división que parecía imposible, conformando plenamente a los tres querellantes. La ganancia inesperada que obtuvimos con la transacción.


 
Hacía pocas horas que viajábamos sin interrupción, cuando nos ocurrió una aventura digna de ser referida, en la cual mi compañero Beremís puso en práctica, con gran talento, sus habilidades de eximio algebrista.

Encontramos, cerca de una antigua posada medio abandonada, tres hombres que discutían acaloradamente al lado de un lote de camellos.

Furiosos se gritaban improperios y deseaban plagas:

- ¡No puede ser!

- ¡Esto es un robo!

- ¡No acepto!

El inteligente Beremís trató de informarse de que se trataba.

- Somos hermanos –dijo el más viejo- y recibimos, como herencia, esos 35 camellos. Según la expresa voluntad de nuestro padre, debo yo recibir la mitad, mi hermano Hamed Namir una tercera parte, y Harim, el más joven, una novena parte. No sabemos sin embargo, como dividir de esa manera 35 camellos, y a cada división que uno propone protestan los otros dos, pues la mitad de 35 es 17 y medio. ¿Cómo hallar la tercera parte y la novena parte de 35, si tampoco son exactas las divisiones?

- Es muy simple –respondió el “Hombre que calculaba”-. Me encargaré de hacer con justicia esa división si me permitís que junte a los 35 camellos de la herencia, este hermoso animal que hasta aquí nos trajo en buena hora.

Traté en ese momento de intervenir en la conversación:

- ¡No puedo consentir semejante locura! ¿Cómo podríamos dar término a nuestro viaje si nos quedáramos sin nuestro camello?

- No te preocupes del resultado “bagdalí” –replicó en voz baja Beremís-. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Dame tu camello y verás, al fin, a que conclusión quiero llegar.

Fue tal la fe y la seguridad con que me habló, que no dudé más y le entregué mi hermoso “jamal”
[1], que inmediatamente juntó con los 35 camellos que allí estaban para ser repartidos entre los tres herederos.

- Voy, amigos míos –dijo dirigiéndose a los tres hermanos- a hacer una división exacta de los camellos, que ahora son 36.

Y volviéndose al más viejo de los hermanos, así le habló:

- Debías recibir, amigo mío, la mitad de 35, o sea 17 y medio. Recibirás en cambio la mitad de 36, o sea, 18. Nada tienes que reclamar, pues es bien claro que sales ganando con esta división.

Dirigiéndose al segundo heredero continuó:

- Tú, Hamed Namir, debías recibir un tercio de 35, o sea, 11 camellos y pico. Vas a recibir un tercio de 36, o sea 12. No podrás protestar, porque también es evidente que ganas en el cambio.

Y dijo, por fin, al más joven:

- A ti, joven Harim Namir, que según voluntad de tu padre debías recibir una novena parte de 35, o sea, 3 camellos y parte de otro, te daré una novena parte de 36, es decir, 4, y tu ganancia será también evidente, por lo cual sólo te resta agradecerme el resultado.

Luego continuó diciendo:

- Por esta ventajosa división que ha favorecido a todos vosotros, tocarán 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado (18 + 12 + 4) de 34 camellos. De los 36 camellos sobran, por lo tanto, dos. Uno pertenece, como saben, a mi amigo el “bagdalí” y el otro me toca a mí, por derecho, y por haber resuelto a satisfacción de todos, el difícil problema de la herencia
[2].

- ¡Sois inteligente, extranjero! –exclamó el más viejo de los tres hermanos-. Aceptamos vuestro reparto en la seguridad de que fue hecho con justicia y equidad.

El astuto beremís –el “Hombre que calculaba”- tomó luego posesión de uno de los más hermosos “jamales” del grupo y me dijo, entregándome por la rienda el animal que me pertenecía:

- Podrás ahora, amigo, continuar tu viaje en tu manso y seguro camello. Tengo ahora yo, uno solamente para mí.

Y continuamos nuestra jornada hacia Bagdad.




.



Notas:
[1] Jamal – una de las muchas denominaciones que los árabes dan a los camellos.

[2] Este curioso resultado proviene de ser la suma

1/2  +  1/3 + 1/9 = 17/18

menor que la unidad. De modo que el reparto de los 35 camellos entre los tres herederos no se habría hecho por completo; hubiera sobrado 1/18 de 35 camellos.
Habiendo aumentado el dividendo a 36, el sobrante resultó entonces 1/18 de 36, o sea los dos camellos referidos en el reparto hecho por el “Hombre que calculaba”.

El texto y los dibujos ha sido extraídos de la página  http://www.librosmaravillosos.com/hombrecalculaba/index.html

miércoles, 15 de febrero de 2012

Ane-Doctas de un médico desmemoriado

Se encuentran dos amigos después de mucho tiempo.
- Sabías que escribí un libro?
 - Si, yo lo compré.
 - Ahhh, ¿fuiste vos?

........

Y es que dicen que antes de abandonar este mundo hay que sembrar un árbol, tener un hijo, y escribir un libro.

No se angustien. No me estoy despidiendo, pero sí, ¡por fin publiqué un libro!

Un profesor y amigo dice que publicar un libro es más difícil que parir un hijo. No tengo el beneficio de la experiencia que tienen las madres. Creo que parir un hijo es más complicado. Sin embargo, les diré que demoré más de 25 años para decidirme a intentar publicar algunos de los cuentos que he escrito.

El libro se titula.   ANE-DOCTAS DE UN MEDICO DESMEMORIADO.

Recoge algunos cuentos relacionados con el mundo de la medicina. Varios cuentos de humor escritos por mi hace varios años.  Muchos de ellos parten de anécdotas propias o de amigos y conocidos. Tambien tiene algunos otros cuentos de ficción.

Es un libro para reír a carcajadas, para reflexionar sobre las relaciones entre los médicos y los pacientes, o simplemente para matar el tiempo.

categoría: Cuentos
año de edición: 2012
número de edición: 1
peso: 129 gr.
número de páginas: 91

Detalles de Impresión
formato: 14 x 21 cm (con solapa)
encuadernación: Rústico (pegado)
interior: Papel Bond 75 Grs, Blanco y Negro

$31.700.00  (COP - excento de IVA)



Por ahora, el libro está disponible en la editorial autores editores en Bogotá. Quien esté interesado en un ejemplar puede solicitarlo directamente a la editorial, haciendo click en el siguiente enlace  www.autoreseditores.com desde donde se lo enviarán a su casa luego de hacer un corto registro, o si prefieren, pueden escribirme al correo electrónico para mayor información.

Trae quince historias:   33, La punción lumbar, Sudadera, La droga salvadora, La Filosofía, La escopeta del alcalde, Un sueño, El arte de la medicina, El brote, La bomba, Amelia (cuento de misterio), Póstumo, La voz del corazón, Tipo de sangre, La escarapela.   

A continuación, les traigo uno de los cuentos del libro titulado "33".  
Espero lo disfruten.

******************************.



Raras veces un número es protagonista de una historia.  ¿Y por qué? Sencillo.  Cualquiera diría que los números no tienen personalidad.  Y eso es cierto en casi todos lo casos. Sin embargo, en mis clases de semiología médica (el arte de aprender a examinar e interpretar los signos y síntomas del paciente) aprendí de mi maestro que el número treinta y tres es un número con personalidad.

¿Que como así? Dirá usted. Se lo explicaré. Si alguna vez ha tenido la fortuna (o el infortunio) de ser examinado por un médico acucioso, posiblemente al colocarle en la espalda y el pecho el famoso aparatito llamado fonendoscopio (o estetoscopio), le pedirá que repita varias veces el número 33. 

¿Que si el fonendoscopio es...?

.... Sí, sí, es ese aparato misterioso que el médico se coloca en los oídos y que está conectado con unas mangueritas a una copita con una membrana que le colocan a usted sobre el pecho para escucharle el corazón.... sí, ese mismo.  
Bueno le sigo contando.  Mi maestro de semiología médica decía que el número treinta y tres era un número que daba muy buena resonancia.  Que cuando un paciente decía “33” el sonido de este número se transmitía por todo el pulmón y llegaba hasta la piel, donde el médico podía escucharlo con el fonendoscopio y dependiendo de la fuerza o atenuación con que llegara, podría establecer el tipo de enfermedad que le aquejaba.

Pues bien, una vez, cuando ya ejercía, me llegó un paciente que relataba tos.  Luego de un completo interrogatorio pasé a examinarlo en la camilla.   Le pedí que se quitara completamente la camisa.  Le examiné el pulso y le tomé la presión arterial.    Luego de examinar su cabeza y órganos de los sentidos pasé a examinarle el tórax.   A estas alturas, yo ya estaba casi convencido de que el señor tenía una bronquitis (inflamación de los bronquios).  Solo me faltaba un dato para confirmarlo.  Me puse a sus espaldas y coloqué mi fonendoscopio a la altura de sus omoplatos y le pedí:

-         Don Vicente, por favor diga “treinta y tres”

Moví unos centímetros el fonendoscopio y le pedí:
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!

Volví a mover el fonendoscopio
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!
-         Diga “treinta y tres” -repetí
-         ¡Treinta y tres!
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!
Así continuamos varias veces.  Yo pedía que dijera “treinta y tres” y él decía “treinta y tres”.  Cuando creí que ya todo estaba claro....
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!
-         Siga.....
-         ¡Treinta y cuatro!...     ¡Treinta y cinco!...      ¡Treinta y seis!....     ¡Treinta y siete!

Afortunadamente yo me encontraba a sus espaldas y no se percató de que casi me estallo de la risa.   Creo que alcanzó a llegar como hasta “setenta” antes de que yo recobrara mi aplomo y en voz muy seria y muy profesional le dijera que ya era suficiente.

¿Ahora comprende usted, porque el “33” es el protagonista de esta historia?

***************************

miércoles, 8 de febrero de 2012

El Negro, la ley SOPA y Rosa Montero.

Hace unos días, mi amiga y colega (en ese orden), Gloria David, me envió un relato escrito por la española Rosa Montero.  


EL NEGRO
por Rosa Montero

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.

De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.

Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

XXXXXXXXXXXXX

Cuando leí el relato, quedé perplejo. Era la misma historia que había leído cuando era niño (¿quizás en 1978?) en Selecciones del Reader Digest (mi revista preferida en la infancia). La diferencia en el relato era que ocurría en un aeropuerto y no era comida lo que se compartía sino unas galletas. A lo largo de los años, he leído versiones en una estación del tren, con un paquete de snakies, etc. 

Siguiendo la pista como todo experto en averigüática,  he llegado a varios sitios donde ofrecen diferentes orígenes a la historia.

En un comentario de Luz Stella Rodas para la revista semana, menciona que "la primera versión es del escritor Douglas Adams, quien narra una anécdota sucedida en 1976 entre dos personajes masculinos en una estación de trenes en Inglaterra y lo que comparten es un paquete de galletas (Biscuits). Luego, la directora de cine suiza Korinna Sehringer desarrolla un cortometraje (Cookie Thief, 1998) y transcurre entre un turco y una europea en un Aeropuerto igualmente europeo." En el video, los créditos de la historia son para Valerie Cox.

El blog "Escritos sobre la cresta de una ola" registra que "El negro" fue escrito por Rosa Montero en mayo de 2005.   El mismo blog, hace referencia a un relato de Jorge Bucay llamado "Galletitas".

Debido a que "El negro" se ha dado a conocer en la internet y ha generado el rechazo de muchos lectores, Rosa Montero aseguró que dicha historia se la había narrado su editora alemana en un viaje a Portugal y la escribió convencida de que era cierta. 

¿Y qué tiene que ver esto con la ley S.O.P.A.?. 

Como muchos saben son un defensor de la libertad de expresión y del acceso libre al conocimiento. Pero también soy escritor. Creo que todos tenemos derecho a que se respete nuestros derechos de autor. Como escritor, no puedo (no debo) firmar como mía una historia que otro escribió.   

Esa ley tiene cosas muy malas, pero tiene puntos buenos. Uno de ellos es la protección al autor contra el plagio. Antes de atacar algo, hay que conocerlo.  Desafortunadamente muchos atacan la ley "por moda", sin conocerla siquiera. Yo defiendo unos puntos y disiento de otros.

A los "Anonymus" y a los otros, los que, si ponen la cara, les pido que si alguien, algún día cuenta mis historias, por lo menos tenga la entereza de decir su verdadero origen. Y si ganan el Nobel de literatura... pues que lo compartan conmigo.

Hasta la próxima.

.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El otro Rafael Orozco.

Quienes me conocen saben que soy un melómano inclinado por la música "culta", mal llamada "música clásica". Por el contrario, nunca me ha gustado la música vallenata.  

Por eso en estos días alguien se sorprendió cuando llamaron a mi casa y al escuchar una música de piano en el fondo, me preguntaron qué estaba escuchando y les dije que a Rafael Orozco tocando un concierto de Rachmaninoff.  Lo gracioso es que no me creyeron.

Y es que Rafael Orozco era un pianista clásico.   Así como lo están leyendo.  

No se confundan. Existió un Rafael Orozco Mestre que es conocido por su música vallenata (para quienes no sean latinoamericanos, les diré que es una música de la costa atlántica de Colombia, más específicamente originaria de Valledupar).  

Pero el que me gusta escuchar es Rafael Orozco Flores. Un pianista español nacido en Córdoba (España) en 1946 y que murió en 1996. En mi concepto es el mejor intérprete de Rachmaninoff. 

Les comparto un concierto de piano ejecutado magistralmente por Rafael Orozco Flores (el que sí me gusta). En el video interpreta el concierto No 4 para piano y orquesta de Sergei Rachmaninoff (1873-1943).

Espero que lo disfruten.  



A continuación, les traigo un fragmento del primer movimiento del concierto No. 3 para piano y orquesta de Rachmaninoff.  Concierto en vivo, presentado en el Festival de Praga.  Observen el grado de dificultad de su ejecución.  

Nota curiosa:  cuando mi hija vio el siguiente video señaló cierto parecido entre los dos músicos. ¿Será por el bigote?




En lo personal de los cuatro conciertos para piano de Sergei Rachmaninoff  el que me gusta más el No. 2, pero no pude encontrarlo en la web, interpretando por Rafael Orozco.   




Les recomiendo buscar el CD  "Rachmaninoff.  Complete woks for Piano and Orchestra".  

Rafael Orozco - Piano
Royal Philharmonic Orchestra,
bajo la dirección de Edo de Waart . 
Colección Philips Classics.




Hasta la próxima semana. (si la S.O.P.A.  nos deja).

Y ya saben...  si me van a regalar música, ya saben cuál Rafael Orozco prefiero.


Si quieren conocer más sobre el otro Rafael Orozco, les sugiero los siguientes enlaces: 
* http://www.wikipedia.com
* http://www.ayuncordoba.es/rafael-orozco-flores-musico.html
* https://www.facebook.com/pages/Rafael-Orozco-Flores/257620561482


.

miércoles, 25 de enero de 2012

La geología, la saliva y la religión. El legado de Nicolás Steno.

Como escribí la semana pasada, hace unos días venía pensando hacerlo sobre la relación entre la geología, la saliva y la religión.  

Y no me refiero a la verborrea de muchos profesores de geología ni mucho menos a los sermones de los sacerdotes.  Me refiero a Nicolás Steno.

Hace unos días recibí una paciente con una psialoadenitis de la glándula parótida (inflamación de una glándula salivar).  Cuando la revisaba encontré una inflamación en el conducto de Stenon. (conducto por el que la glándula parótida drena saliva a la cavidad oral). Recordé a mi viejo profesor de anatomía, Dr. Raúl Márquez, (Dios lo tenga en su gloria), y por esas cosas de la curiosidad quise saber de dónde venía el nombre de dicho conducto. 

Para sorpresa mía encontré que el nombre del conducto de Stenon venía de Nicolás Steno, el padre de la Geología.     ¿....QUE,....  QUE ?

Pues sí....  el descubridor del conducto por donde sale la saliva es el padre de la Geología moderna... y además es un beato de la iglesia católica.   

Verán. En estos dos últimos siglos venimos acostumbrados a la especialización en las funciones. Un médico no puede ser abogado, arquitecto, músico e ingeniero al mismo tiempo.  (Al menos eso han querido enseñarnos con ahínco). Pues bien,  hace unos siglos el mundo era uno solo y el conocimiento también. El aprendizaje y el conocimiento no tenían los limites que nuestros profesores han querido ponernos. 

Pero volvamos a Nicolás.    

Nicolás Steno  (Niels Steensen en su lengua natal,  Nicolaus Steno en latín, Nicolás Stenon en francés),  Nació en Copenhague, Dinamarca, el 11 de enero de 1638 y murió el 25 de noviembre de 1686 en Schwerin. Fue un anatomista  y científico danés. Aunque nació en el seno de una familia luterana, se convirtió al catolicismo y murió como obispo misionero.

Como que le rindió el tiempo a Nicolás....

Primero decidió estudiar medicina en la Universidad de Copenhague. Conoció a Thomás Bartholin (descubridor de la famosa glándula de Bartholino y de los vasos linfáticos), y fue este quien lo inició en la ciencia de la anatomía.

Posteriormente viajó a Alemania y Holanda donde descubrió el conducto que lleva su nombre cuando trataba de estudiar los vasos linfáticos que iban al cerebro en la cabeza de un cordero. Resultó que al intentar pasar una sonda a través de un conducto, la sonda siempre llegaba a una cavidad que quedaba al lado de los dientes. Así descubrió la glándula parótida y el conducto de Stenon, descubrimiento que fue publicado en la Universidad de Leiden.

También fue famoso por sus estudios sobre la fisiología de los músculos intercostales, de la lengua y del corazón. Publicó también trabajos sobre el cerebro y la glándula pineal.

Sin embargo, no toda su vida giró en torno a la medicina.  Cuando Steno se encontraba trabajando en una teoría de la contracción muscular, ocurrió un hecho que cambió el rumbo de sus intereses científicos. En octubre de 1666 un tiburón gigante fue capturado por pescadores de la costa toscana, y el Duque Fernando II de Médici eligió a Steno para realizar una disección del animal. 

Teniendo en cuenta que Steno era un científico integral, conocía unos trabajos sobre unos fósiles encontrados en tierras altas.   Descubrió en sus disecciones, que el tiburón tenía unos dientes muy similares a los descritos en dichos fósiles, lo que le llevó a pensar que esos fósiles encontrados fuera de un ambiente marino, necesariamente  llevaban a la conclusión de que la tierra había cambiado y que en algún momento en el pasado las tierras secas donde se encontraron, habían sido mares donde habitaban animales similares a los tiburones.  

Imaginen decir eso en 1666, en medio de una cultura religiosa que creía que el mundo había sido creado tal cual lo conocemos. Por fin en 1668, Steno publicó un tratado "Discurso preliminar de una disertación sobre los cuerpos solidos de manera natural contenidos en un sólido". Dicho tratado explicaba los hallazgos de fósiles y de los cambios en la geografía terrestre, razón por la cual es considerado el padre de la Geología. Hasta esa fecha jamás se había considerado la posibilidad de que la tierra cambiara con el tiempo. En dicho tratado, intenta conciliar las creencias religiosas con los hallazgos científicos. 

En 1667 se convirtió al catolicismo y se ordenó como sacerdote en 1675, abandonando su actividad científica. Dos años mas tarde fue consagrado obispo. Finalmente Steno murió en 1686 en Schwerin. Su cuerpo fue traslado a Florencia.   

En 1988 el papa Juan Pablo II lo declaró beato de la iglesia católica. 

-------------------

Acabamos de hacer un recorrido  entre la anatomía, la geología y la religión. Espero que para ustedes haya sido  una historia fascinante. Por lo menos para mí lo es.

Solo me queda una duda...

¿Como diablos Steno pudo hacer tantas cosas, si a mi a duras penas me alcanza el tiempo ?


Fuente:  http://www.wikipedia.com/

.

miércoles, 18 de enero de 2012

Hay que tocar a los pacientes.

Luego de algunas semanas de vacaciones, he retomado mi plan para cambiar el mundo.  

Dudaba ante escribir sobre sobre los peligros y riesgos de los monos quimera, sobre el apagón de wikipedia contra la ley SOPA, sobre cine, sobre la relación entre las glándulas salivares y la geología o sobre Rafael Orozco (el pianista clásico, no el cantante vallenato).

Pues no, se me atravesó este video y considero que es urgente que todos los médicos lo conozcan. 

Y es que no lo digo yo. Lo dicen otras personas. "Hay que tocar a los pacientes". 

Com
o yo se que a mi no me creen, les traigo a alguien que habla en inglés....Para que me crean.

No se preocupen, tiene traducción.


¿Será que ya si me van a creer ?


Si no puedes ver el video haz click en el siguiente enlace https://www.ted.com/talks/abraham_verghese_a_doctor_s_touch

___________

Abraham Verghese nació en Adis Abeba, la capital de Etiopía. De padres indios, Verghese estudió Medicina en Madrás y Estados Unidos, y en 1991 se graduó asimismo en el famoso Taller de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. Es autor de dos galardonados libros de memorias, The Tennis Partner y My Own Country, este último sobre su experiencia con enfermos de sida en una remota zona rural de Estados Unidos, en una época —mediados de los años 80— en la que a menudo todo lo que se podía hacer por aquellos pacientes era hacerles compañía y consolarlos. Esta obra fue llevada al cine por la directora Mira Nair. Los ensayos y relatos de Verghese han sido publicados en The New Yorker, The New York Times, The Atlantic Monthly, Esquire y Granta. En la actualidad, vive en Palo Alto (California), donde escribe, ejerce de médico y enseña en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford.

Fuente:   http://www.intramed.net/.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La demanda de un rico.

La navidad y la celebración del año nuevo son épocas en que las personas acostumbran (aunque deberían hacerlo permanentemente ) a hacer un balance en sus vidas.    Algunos piden lo que no tienen, hacen proyectos de conseguir lo que les falta, y algunos pocos, agradecen lo que tienen. 

Una de esas personas, el periodista mexicano Armando Fuentes Aguirre (Catón)  escribió un texto que quiero compartirlo con ustedes.    Este texto me lo envió Ramón Córdoba en un correo electronico.     

Espero que lo lean y lo disfruten.

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

La demanda de un rico.



Me propongo demandar a la revista “Fortune”, pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en esta lista no aparezco yo. Aparecen, sí, el sultán deBrunei, aparecen también los herederos de Sam Walton y Takichiro Mori.
Figuran ahí también personalidades como la Reina Isabel de Inglaterra, Stavros  Niarkos, y los mexicanos Carlos Slim y Emilio Azcárraga.


Sin embargo a mí no me menciona la revista.
Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes: tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo.

Tengo una familia, esposa adorable que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mía; hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad; nietos con los cuales ejerzo una nueva y gozosa paternidad.

Tengo hermanos que son como mis amigos, y amigos que son como mis hermanos.

Tengo gente que me ama con sinceridad a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad a pesar de mis defectos.

Tengo cuatro lectores a los que cada día les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal.

Tengo una casa, y en ella muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros, y entre ellos una casa).

Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrían acortado aun más la presencia de Adán y Eva en el Paraíso.

Tengo un perro que no se va a dormir hasta que llego, y que me recibe como si fuera yo el dueño de los cielos y la tierra.

Tengo ojos que ven y oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habían ocurrido ya, pero que a mí no se me habían ocurrido nunca.

Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrías para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren.

Y tengo fe en Dios que guarda para mí infinito amor.

¿Puede haber mayores riquezas que las mías?

¿Por qué, entonces, no me puso la revista “Fortune” en la lista de los hombres más ricos del planeta?”
¿Y tú, cómo te consideras? ¿Rico o pobre?

HAY GENTE POBRE, PERO TAN POBRE, QUE LO ÚNICO QUE TIENE ES... DINERO.
Armando Fuentes Aguirre (Catón) 

Muchas Bendiciones!!!!! 

ºººººººººººººººººººººººººº

Aclaración.  El texto anterior fue publicado en ésta página sin autorización expresa del autor.  Si por alguna razón el señor Fuentes lee esta página y considera que debe ser retirado su texto, le agradecería hacérmelo saber.

Posdata

Que tengan un maravilloso solsticio...

unas felices pascuas y un venturoso 2012


miércoles, 14 de diciembre de 2011

Los nativos digitales.

Este interesante artículo lo encontré en la red.   

El título de la página me pareció atrayente.  

"Profesor renuncia a su cátedra porque sus alumnos no escriben bien"

A continuación encontré un excelente texto.  Lo escribe un profesor de  Comunicación Social de la Javeriana en Bogotá y me ayudó a entender que no soy el único que soy incapaz de comunicarme con las nuevas generaciones.  

El texto original lo pueden leer en http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/camilo-jimenez-renuncia-a-catedra-de-comunicacion-social-porque-sus-editores-no-saben-escribir_10906583-4

 

Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra.

Un párrafo sin errores. No se trataba de resolver un acertijo, de componer una pieza que pudiera pasar por literaria o de encontrar razones para defender un argumento resbaloso. No. Se trataba de condensar un texto de mayor extensión, es decir, un resumen, un resumen de un párrafo, en el que cada frase dijera algo significativo sobre el texto original, en el que se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito -ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas: claridad, economía, pertinencia. Si tenía ritmo y originalidad, mejor, pero no era una condición. Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos. Y no pudieron. 

No voy a generalizar. De 30, tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo. Veinticinco muchachos en sus 20 años no pudieron, en cuatro meses, escribir el resumen de una obra en un párrafo atildado, entregarlo en el plazo pactado y usar un número de palabras limitado, que varió de un ejercicio a otro. Estudiantes de Comunicación Social entre su tercer y su octavo semestre, que estudiaron doce años en colegios privados. Es probable que entre cinco y diez de ellos hubieran ido de intercambio a otro país, y que otros más conocieran una cultura distinta a la suya en algún viaje de vacaciones con la familia. Son hijos de ejecutivos que están por los 40 y los 50, que tienen buenos trabajos, educación universitaria. Muchos, posgraduados. En casa siempre hubo un computador; puedo apostar a que al menos 20 de esos estudiantes tiene banda ancha, y que la tele de casa pasa encendida más tiempo en canales por cable que en señal abierta. Tomaron más Milo que aguadepanela, comieron más lomo y ensalada que arroz con huevo. Ustedes saben a qué me refiero.

Por supuesto que he considerado mis dubitaciones, mis debilidades. No me he sintonizado con los tiempos que corren. Mis clases no tienen presentaciones de Power Point ni películas; a lo más, vemos una o dos en todo el semestre. Quizá, ya no es una manera válida saber qué es una crónica leyendo crónicas, y debo más bien proyectarles una presentación con frases en mayúsculas que indiquen qué es una crónica y en cuántas partes se divide. Mostrarles la película Capote en lugar de hacer que lean A sangre fría. Quizá, no debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad. No pedirles un escrito de cien palabras, sino de tres cuartillas, mínimo. Que lo entregaran el lunes, o el miércoles.

De esas limitaciones y dubitaciones, quizá, vengan las pocas y tibias preguntas de mis estudiantes este último semestre, sus silencios, su absoluta ausencia de curiosidad y de crítica. De ahí, quizá, vengan sus párrafos aguados, con errores e imprecisiones, inútilmente enrevesados, con frases cojas, desgreñadas. Esos párrafos vacilantes, grises, que me entregaron durante todo el semestre. Pareciera que estoy describiendo a un grupo de zombis. Quizá, eso es lo que son. Los párrafos, quiero decir.

El curso se llama Evaluación de Textos de No Ficción y pertenece a la línea de Producción Editorial y Multimedial de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. En cuanto a lecturas, siempre propuse piezas ejemplares en los géneros más notorios de la no ficción: crónica, perfil, ensayo, memorias y testimonios. A partir de clásicos nacionales y extranjeros, los estudiantes componían escritos como los que debe elaborar un editor durante su ejercicio profesional. Primero, un resumen: todos los textos de los editores son breves, o deberían serlo -contracubiertas, textos de catálogo, solapas, etcétera-. Una vez que la mayoría hubiera conseguido un resumen pertinente y económico, pasábamos a escritos más complejos: notas de prensa y contracubiertas, para terminar con un informe editorial o una reseña.

En el centro de todo el programa estaban la participación y la escritura de textos breves a partir de otro texto mayor. Insistí siempre en la participación en clase para fomentar actividades que noto algo empañadas en la actualidad: la escucha atenta, la elaboración de razones y argumentos, oír lo que uno mismo dice y lo que dice el otro en una conversación.

El otro concepto transversal, la economía lingüística, buscaba mostrarles la importancia de honrar la prosa. Si uno en 100 palabras debe sintetizar un libro de 200 páginas, debe cuidar cada palabra, cada frase, cada giro. En últimas, la palabra escrita les dará de comer a estos estudiantes cuando sean profesionales, no importa si se desempeñan como editores de libros, revistas o páginas web, como periodistas o como profesores e investigadores.

Los estudiantes de este último semestre, y los de dos o tres anteriores, nunca pudieron pasar del resumen. No siempre fue así. Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico.
Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry.

Nunca he sido mamerto ni amargado ni ñoño: a los 20 años, fumaba marihuana como un rastafari y me descerebraba con alcohol cada que podía al lado de mis cuates. Quería ver tetas, e hice cosas de las que ahora no me enorgullezco por tocarlas. Empeñé mucho, mucho tiempo en eso. Pero leía.
No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google.

Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos.

Mi sobrino le dice a su madre, mi hermana, que él sí lee mucho, en Internet. Lo que debe preguntarse es cómo se lee en Internet. Lo que he visto es que se lee en medio del parloteo de las ventanas abiertas del chat, mientras se va cargando un video en Youtube, siguiendo vínculos. Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Solo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.

Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses, no encontré la manera de mostrarles lo que considero esencial en este hermoso oficio de la edición. Quizá la lectura sea ahora salir al mar de Internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis. Ya veremos qué pasa dentro de unos pocos años, cuando estos veinteañeros de ahora tengan 30 y estén trabajando en editoriales, en portales y revistas. Por ahora, para mí, ha llegado el momento de retirarme. Al tiempo que sigo con mis cosas, voy a pensar en este asunto, a mirarlo con detenimiento. Pongo el punto final a esta carta de renuncia con un nudo en la garganta.

Camilo Jiménez

Especial para EL TIEMPO

.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Excelente publicidad

http://pleasurehunt.mymagnum.com/

Cada vez los publicistas tienen ideas mas innovadoras.

El siguiente enlace me lo envió Juan Humberto Orrego. 

Es una publicidad con animación.  Lo interesante de todo es que consiste en un juego en el cual el personaje (una bella chica) debe recorrer diferentes sitios de internet y recuperar la mayor cantidad de bombones mientras pasa de página a página, visitando hoteles, manejando autos, volando alas Delta, etc.



El juego es sencillo.   Sólo tienes que moverte con las flechas, derecha o izquierda para avanzar o retroceder (si dejas pulsada la tecla, correrás más rápido). A veces deberás saltar para superar la prueba o conseguir mas chocolates.  (con barra espaciadora)  

A ver cuantos logras comer...

http://pleasurehunt.mymagnum.com/



.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Dia del médico.

A medida que pasa el tiempo, me doy cuenta de que no me hice médico para salvar vidas y curar enfermedades. Me hice médico para que cuando haya un ser humano sufriendo, sienta que hay otro ser humano a su lado, tratando de ayudarle a hacer un poco menos doloroso su paso por la vida.


Carlos Alberto Velasquez C.

Feliz día del médico.   (A los que de verdad lo son). 

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿Tiene usted experiencia ?

Este mensaje me lo envió el Dr. Carlos Fernando Toro.
Lo trascribo textualmente.

¿TIENE USTED EXPERIENCIA?

En un proceso de selección de personal para la VOLKSWAGEN los candidatos debían responder a la pregunta: "¿Tiene Usted experiencia?" La redacción a continuación transcrita fue efectuada por uno de los participantes. Él fue aceptado y su respuesta se ha convertido en leyenda.

Con seguridad él siempre será recordado por su creatividad, su poesía y sobre todo por su alma.

RESPUESTA:

Le he hecho cosquillas a mi hermana para que dejara de llorar, me he quemado jugando con una vela, también he soplado una "bomba" de chicle hasta que ella estalle en mi rostro, he conversado frente al espejo y hasta he jugado a ser brujo.

He querido ser astronauta, violinista, mago, cazador y trapecista. Me he escondido detrás de una cortina, pero olvidándome los pies por fuera. Ya he realizado "inocentadas" por teléfono.

Me he mojado bajo la lluvia y he acabado encantado de ello.

Ya he robado un beso, he confundido sentimientos, he tomado el atajo equivocado y he continuado andando por lo desconocido.

Ya he raspado el fondo de una olla de arroz por el "cocolón", me he lastimado haciendo la barba al apuro y he llorado escuchando música en un autobús.

"He intentado olvidar a algunas personas, pero descubrí que ellas son las más difíciles de olvidar".

He subido a escondidas al tejado para intentar alcanzar estrellas, también he subido a un árbol para robar una fruta y he caído de la escalera de nalgas.

He jurado amor eterno, he escrito en la pared de la escuela, he llorado sentado en el suelo del baño, he huido de casa "para siempre" y he vuelto en un momento.

He corrido para no dejar que una persona llore y he quedado solo, en medio de mil personas, sintiendo la ausencia de una sola persona.

He visto la puesta de sol color rosa y anaranjado, me he lanzado a una piscina sin el deseo de volver, he tomado whisky hasta sentir adormecidos mis labios y he observado a la ciudad desde el aire y aún así no he encontrado mi lugar en ella.

He sentido miedo a la oscuridad, he temblado de nervios y hasta casi he muerto de amor, pero he resucitado para mirar la sonrisa de alguien especial.

Me he despertado en medio de la noche y con temor a levantarme. He apostado a correr desnudo por la calle, he gritado de felicidad, he robado rosas en un gran jardín.

Me he enamorado y he pensado que era para siempre, pero siempre era un "para siempre" a medias.

Me he recostado en el césped por la madrugada y he visto a la Luna tornarse en Sol, he llorado la partida de mis amigos y he descubierto que luego ellos regresan nuevos y que la vida no es sino un ir y volver sin sentido.

Han sido tantas cosas realizadas, momentos fotografiados por el lente de la emoción guardados en un baúl llamado oración.

Y ahora un formulario me interroga, me empuja contra la pared y me grita "¿Tiene Usted experiencia?"

Esa pregunta resuena en mi cerebro: experiencia...experiencia.

¿Será que ser un "sembrador de sonrisas" no es una buena experiencia? No, tal vez no sepan aún de sueños e ideales.

Ahora me gustaría averiguar una pequeña cosa a quien formula esa pregunta:
¿Experiencia? ¿Quién la tiene?

Si a cada momento todo se renueva y cambia, si cada día es un constante aprendizaje.




miércoles, 23 de noviembre de 2011

El concierto. (Le concert) Cine para destacar.

Esta semana les quiero recomendar una de las mejores películas que he visto.

"El Concierto" es una producción franco rusa  (dirigida por Radu Mihaileanu) con una trama ingeniosa.  


Andrei Filipov era el mejor director de orquesta de la Unión Soviética y dirigía la célebre Orquesta del Bolshoi. Pero en pleno apogeo,  el gobierno de Brezhnev comienza una campaña de segregación contra los judíos.    Filipov  se niega a separarse de sus amigos músicos judíos, por lo que es suspendido de su cargo.  Treinta años después, sigue trabajando en el Bolshoi, pero ahora... como conserje .

Una noche que Andrei se queda hasta tarde limpiando el despacho del jefe supremo y encuentra un fax dirigido a la dirección del Bolshoi: se trata de una carta del Teatro de Châtelet invitando a la orquesta oficial a que vaya a dar un concierto a París... De repente, a Andrei se le ocurre una idea loca: Reunir a sus antiguos compañeros músicos, que viven de hacer trabajos humildes, y llevarlos a París, haciéndoles pasar por el Bolshoi
En su alocada aventura se va descubriendo un drama oculto inimaginable. Una película con mucho humor y sentimiento.

Su banda sonora es excelente.   Para quienes disfrutan la música clásica, les diré que su tema  principal es el concierto para violín y orquesta Opus 35 de Tchaikovsky.  (El mismo concierto que fue el tema central de la película "Infielmente Tuya" de Doodly Moore, Natashia Kinsky y Armand Assand).

A continuación les traigo el tema principal  y un pequeño aparte en el que se ejecuta el capricho No. 24 de Niccolo Paganini.

Espero que la busquen y la vean.

Vale la pena.   Verán una película que nunca sería imaginada en  Holliwood. 


Le Concert:  escena del ensayo.  (Capricho No. 24.  Niccolo Paganinni ).



Le Concert: (Tema central).    Tchaikovsky  concierto para Violín y orquesta Op. 35





Disfrútenla.
Les dejo un enlace donde puede verla.  
http://www.divxonline.info/pelicula/8007/El-concierto-2010/



En otra ocasión hablaremos de Tchaikovshy y su concierto. 



PD. Feliz cumpleaños María Constanza. 

.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Arritmias cardiacas

Como algunos de ustedes saben son instructor de reanimación cardiopulmonar.    La semana pasada estaba hablando con unos colegas sobre una forma fácil de enseñar las arritmias cardiacas, y recordé al doctor   John Grammer  que en los años 80 hizo un fantástico video explicando los tipos de arritmias.  


Si hubieramos tenido profesores así, problablemente para muchos, sería mas fácil el entendimiento de ellas.   Aunque he intentado imitarlo, confieso que mis aptitudes corporales le llegan a los talones.

El siguiente video no es de mucha calidad, pero es suficiente para la explicación.




.
Hasta la próxima semana.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los peligros de la cirugía plástica.

Se acerca la época de vacaciones y muchas mujeres y algunos hombres aprovechan este tiempo para hacerse desde uno que otro retoque a su cuerpo, hasta cambios extremos con los que pretenden mejorar su baja autoestima.

Pero no todo es color de rosa.  Las cirugías plásticas tienen sus riesgos y complicaciones.

Esta semana les traigo un sonado caso de una demanda interpuesta en los Estados Unidos por una actriz y modelo que se hizo operar el busto y no quedó a gusto con el resultado definitivo.





En esta fotografía pueden observar lo asimétricos que quedaron sus senos.

 




El cirujano por su parte  respondió:   Yo los veo muy alineados....









Este caso reafirma la importancia de conocer muy bien al cirujano que vaya a hacer el procedimiento. 

.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Porque como esto no es mio....

Hace unas semanas publiqué un video explicando por que los colombianos somos pobres.

Esta semana traigo un video con la conferencia dictada por Jaime Garzón en la Corporación Universitaria  Autonoma del Occidente ( Cali, Valle) en 1997.

Es un video para reir y para pensar.  




Y no lo olviden....

"Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente"  
Jaime Garzón (1960-1999)




.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Gertrudis, la institutriz afortunada. Cuento de Stephen Leacock.

Después de muchos años, volví a la Biblioteca Pública Piloto. Quedé gratamente sorprendido de lo cambiada que estaba. Fui con mi hijo y estuvimos recorriendo sus anaqueles llenos de libros.   

Encontré un libro que leí hace unos 20 o 25 años: Antología de humoristas ingleses contemporáneos.  (Monigote de papel. Barcelona. 1952. 2da. edición. 257 páginas. Traducción y selección Simón Santaines.)  Me dio tristeza ver que dicho libro lleva mas de diez años sin ser prestado. Muchas de sus páginas están rotas. De  uno de sus autores, Stephen Leacock les traigo el siguiente cuento que como dirían en mi tierra, es una completa mamadera de gallo.  Hace una burla muy inglesa de las novelas rosas del siglo XIX



GERTRUDIS, LA INSTITUTRIZ AFORTUNADA


Aquella noche, en la costa occidental de Escocia, la tempestad hacía estragos. Por lo demás, esto no afecta para nada a la historia que sigue, porque el lugar de la acción no es precisamente la costa occidental de Escocia. Pero el tiempo era también malísimo en la costa oriental de Irlanda.


No importa. La escena de este relato se encuentra al sur de Inglaterra, y más concretamente en Knotacentinum Towers (pronuncien: Nosham Taws), propiedad de Lord Knotacent (pronuncien: Nosh). Aunque no es necesario pronunciar estos nombres al leerlos.

Nosham Taws era el prototipo de las mansiones inglesas. La parte principal del castillo estaba construida de ladrillos estilo Elisabeth, mientras que la parte más antigua, de la que el conde estaba particularmente orgulloso, mostraba los contornos de un castillo normando, al que se había agregado una prisión y un asilo de huérfanos. Alrededor del edificio se extendían bosques de encinas y de olmos seculares y cerca de los muros se veían macizos de frambuesa y alfombras de geranios plantados por los cruzados.

El aire que rodeaba aquella noble mansión vibraba con el susurro de las lechuzas, el lamento de las perdices y el armonioso y dulce respirar de las cornejas, mientras que ciervos, antílopes y otros cuadrúpedos retozaban por la pradera. Aquella era, en suma, una verdadera casa de fieras.

Lord Nosh se hallaba de pie ante la chimenea de la biblioteca. Aunque diplomático experto y hombre de Estado íntegro su rostro aristocrático y severo estaba alterado por el furor.

-Hijo mío –dijo a su descendiente-, te casarás con esa mujer; si no, te desheredaré. ¡Dejarás de ser mi sucesor!
El joven Lord Ronald respondió a su padre con una mirada henchida de igual hostilidad.
-¡Yo también te reto! –dijo-. A partir de hoy ya no eres mi padre. Voy a proporcionarme otro. Sólo me casaré con la mujer que ame. Esa muchacha a la que no he visto nunca.
-¡Imbécil! –murmuró el conde-. Comprometes nuestra fortuna y nuestro apellido que tiene dos mil años de existencia. Además, me han dicho que esa muchacha es muy hermosa. Su tía consiente. Son de origen francés…
-Pero, ¿cuáles son tus razones, papá?
-No te las daré. Escúchame, Ronald: te concedo un mes. Continuarás aquí, y si al cabo de un mes sigues negándote, te suprimiré la manutención.

Lord Ronald no respondió nada. Se precipitó fuera de la habitación. Se lanzó sobre su caballo y desaparecido en una dirección desconocida.
Cuando la puerta de la biblioteca se cerró tras Ronald, el conde se recostó en un diván. Su rostro cambió. Ya no fue el del activo aristócrata, sino el del criminal acosado.
-Es preciso que se case con esa mujer –murmuró-. Pronto ella lo sabrá todo. Touchmoilsky se ha escapado de Liberia. Está al tanto y hablará. Las minas serán propiedad suya; estas tierras también, y yo… Pero, ¡basta ya!

Se levantó, abrió una alacena, bebió un gran vaso de gin y de bitter y tornóse de nuevo en el perfecto gentleman británico.

-Entretanto, un cochecito conducido por un groom que llevaba la librea de los condes de Nosh, entraba en la avenida de Nosham Taws. Al lado del doméstico iba sentada una muchacha. Llevaba un sombrero en forma de pagoda, sobrecargado de flores y lazos negros que velaban un rostro tan semejante a una luna llena, que un astrónomo se hubiera equivocado. Era -¿habrá que decirlo?– la joven Gertrudis, que aquel mismo día debía entrar en funciones en Nosham Taws.

En el momento en que el cochecito entraba en la avenida por uno de los extremos, se hubiera podido ver, penetrando a caballo por el otro extremo, a un doncel cuya faz larga y aristocrática revelaba su muy alto nacimiento, y que montaba un “pura sangre”, cuya cabeza era aun más larga que la suya.
¿Quién era, pues, aquel joven que avanzaba hacia Gertrudis a cada paso de su caballo, mientras que la muchacha se acercaba asimismo a él? ¿Quién, vamos, quién? Yo me pregunto si mis lectores habrían adivinado que este jinete no era otro que Lord Ronald. Ambos estaban destinados a encontrarse. Helos aquí, aproximándose el uno al otro. Más cerca… Más aún… ya se cruzan. Al pasar, Gertrudis levanta la cabeza y clava en el aristocrático mancebo dos pupilas refulgentes como soles, mientras que Lord Ronald lanza hacia los ocupantes del cochecito una mirada que delata su violenta emoción.


¿Era el despertar del amor?
Esperemos.

Hablemos más bien de Gertrudis. Gertrudis de Mongmorencei Mac Figgin no había conocido a su padre ni a su madre. Ambos habían muerto mucho antes de que ella naciese. De su madre sabía únicamente que era francesa, extraordinariamente hermosa, y que todos sus antepasados, hasta sus amistades de playa y sus proveedores, habían perecido durante la revolución.
Sin embargo, Gertrudis veneraba la memoria de sus padres. Sobre su pecho llevaba el medallón que contenía una miniatura de su madre, mientras que de su cuello colgaba un daguerrotipo de su padre. Llevaba también un retrato de su abuela en la manga, había introducido en sus zapatos los retratos de sus primos, mientras que bajo su… Pero basta. No continuemos.


Gertrudis no sabía nada de su padre, sino que como gentleman inglés había viajado a través del mundo. Legó a Gertrudis una gramática rusa, un vocabulario rumano, una piedra falsa y una obra erudita sobre minería.
Desde su más tierna infancia, Gertrudis fue educada por su tía, que la habían instruido según los principios cristianos, y, para mayor seguridad, según los mahometanos, asimismo. Cuando Gertrudis tenía diecisiete años, su tía murió de rabia, en condiciones por lo demás bastante misteriosas. Aquel día, un hombre barbudo, vestido a la rusa, había ido a verla. Cuando se marchó, Gertrudis encontró a su tía sumida en un síncope del que no volvió nunca. A fin de evitar un escándalo, se atribuyó aquello a hidrofobia, y la pobre Gertrudis quedó así sola en el mundo.
¿Qué hacer?

Un día que meditaba sobre su suerte, leyó este anuncio:
“Se desea institutriz conociendo el francés, el italiano, el ruso, el rumano, la música y los trabajos de mina. Sueldo, 30 francos al año. Presentarse entre las once y media y las doce menos veinticinco en el número 41 bis, Belgravia Terrace. Condesa de Nosh”.

Gertrudis tenía un carácter vivo y resuelto. No necesitó reflexionar más de media hora para quedar sorprendida por aquella extraordinaria coincidencia entre los conocimientos exigidos y sus propias aptitudes.
Se presentó a la condesa, que la recibió con tanta afabilidad que sintiese súbitamente a disgusto.
-¿Habla usted francés? –preguntó la condesa, haciéndola sentarse en el primer peldaño de la escalera, en el vestíbulo.
-Oh, oui!
-¿E italiano?
-O, sí!
-¿Y alemán?
-Ach ja!
-¿Y ruso?
-Da!
-¿Rumano?
-Yep!

Estupefacta ante aquel extraordinario conocimiento de las lenguas vivas, la condesa la examinó de más cerca. ¿Dónde había visto aquellas facciones? Pasó, meditabunda, su mano por su frente, escupió en el mármol del hall… Y, sin embargo, aquel rostro la desconcertaba.

-Está bien –dijo-. La admito. Mañana irá usted a Nosham Taws y empezará a dar lecciones a los niños. Además, se encargará usted de llevar la correspondencia rusa del conde. Tiene participación en una mina en Tschminsk.
¡Tschminsk! ¿Por qué esta sencilla palabra resonó extrañamente en los oídos de Gertrudis? Porque era el nombre escrito sobre el título del libro de su padre.
¿Qué misterio era aquel?

Al día siguiente, Gertrudis penetró en la avenida del castillo, descendió del cochecito, pasó ante una falange de lacayos con librea, alineados en siete filas, les dio una libra a cada uno, y entró en la morada.
-Sea usted bienvenida –dijo la condesa, ayudándole a subir sus maletas a su habitación.

La muchacha descendió, y fue conducida a la biblioteca. Allí fue presentada al conde que, al contemplarla, manifestó su sorpresa. ¿Dónde había visto aquellas facciones? ¿En las carreras? ¿En el teatro? ¿En el autobús? No. Un trabajo sutil de memoria se efectuó en su cerebro. Se aproximó al armario, extrajo una copa de coñac y se convirtió en el acto en el perfecto gentleman británico. Pero aprovechémonos de que Gertrudis ha ido a la nursery a fin de hacer su conocimiento con los dos niños de cabellos de oro, para dar algunos detalles más sobre el conde y su hijo.

 

Lord Nosh era el tipo acabado de aristócrata y el hombre de Estado inglés. Los años que había pasado como diplomático en Constantinopla, en Petrogrado, en Enghien, le habían prestado un refinamiento especial, mientras que su larga permanencia en Santa Helena, en la isla de la Gran Jatte y en Lisle Adam marcaron su carácter con una sombrosa impasibilidad. Como auxiliar de tesorero de la milicia del condado, había podido apreciar la nobleza de la vida militar, y por su cargo hereditario de chambelán de Calzón dominical, le fue factible entrar en contacto directo con la familia real.
Su pasión por la vida al aire libre le había hecho popular entre sus granjeros. Deportista consumado, sobresalía en cazar mariposas, y en tirar al zorro, al mochuelo y al murciélago.

Su hijo, Lord Ronald, se parecía bastante a él. Desde la niñez había manifestado las más felices disposiciones. En el colegio de Eton se había distinguido en la raqueta y el volante; en Cambridge era el primero de su clase en los trabajos de aguja. Se le designaba ya como el campeón probable de Inglaterra en el juego del chito, lo que, de ser así, no dejaría de asegurarle su elección en el Parlamento.

Y ahora, Gertrudis ya estaba instalada en Nosham Taws.
Los días y las semanas pasaron.
El encanto sencillo de la hermosa huérfana atraía a todos los corazones. Los dos jóvenes alumnos se tornaron esclavos suyos.
-¿Me quieres de verdad? –preguntaba la pequeña Reschellfrida, posando su cabeza dorada en las rodillas de Gertrudis.

Los propios criados la adoraban. El jardinero jefe, antes de que ella se levantase, le llevaba un ramo de magníficas rosas.  El jardinero segundo le ofrecía una guirnalda de coliflores. El tercero le subía un manojo de plantas de espárrago. Hasta el décimo y el undécimo jardinero le daban ramilletes de remolacha o brazadas de heno. Su habitación estaba siempre repleta de jardineros.
Por la noche, el viejo maitre d¨hotel, emocionado por la melancolía de la muchacha, llamaba despacito a su puerta y le ofrendaba un whisky con soda o una cajita de confites. Hasta las criaturas irracionales parecían admirarla a su silenciosa manera. Las cornejas se posaban en su hombro, y todos los perros de la comarca la seguían moviendo la cola.

¿Y Ronald? ¡Ah, Ronald! Pues, sí; se encontraron y se hablaron.
-¡Qué mañana más triste! –dijo Gertrudis.
-¡Desagradable! –respondió Ronald-. ¡Muy desagradable!
Esta palabra había resonado todo el día en los oídos de Gertrudis como una música encantadora.

Después de aquella conversación se vieron con frecuencia.  Jugaban al tenis o al marro durante el día. Por la noche, conforme al severo reglamento del castillo, se sentaban cerca del conde y la condesa y jugaban un modesto póker de cinco reales. Más tarde se reclinaban en la balaustrada y miraban la luna, que flotaba en el horizonte.

Gertrudis tardó en darse cuenta de que Ronald sentía por ella más inclinación que por el marro. A veces, en presencia suya, sobre todo tras la cena, caía en accesos de profunda meditación. Una noche, cuando Gertrudis se había retirado a su cuarto y comenzaba a desnudarse, vislumbró el rostro de Ronald. Estaba abajo, sentado en un montón de piñas, y su faz, vuelta hacia el cielo, tornábase de una palidez horrible.
Los días siguieron transcurriendo. La vida en Nosham Taws se deslizaba como de ordinario en un castillo inglés. A las siete, un toque de gong anunciaba el despertar. A las ocho, tocaban la trompa para desayunar. A las ocho y media, un toque de silbato invitaba a la oración. A la una, una bandera, izada a medias, significaba que el almuerzo estaba servido. A las cuatro, un cañonazo daba la señal del té. A las nueve, al primer toque de campana, se vestían. A las nueve y cuarto, al segundo toque de campana, continuaban vistiéndose. Y a las nueve y media se lanzaba un cohete al cielo para anunciar la cena. A medianoche, la sirena avisaba que la comida había concluido, y a la una de la madrugada, un último carrillón invitaba a los criados a la oración nocturna.

El plazo de un mes concedido por el conde transcurrió. Era el 15 de julio. Dentro de uno o dos días sería 17 y muy poco después, 18. A veces, el conde encontraba a Ronald en el hall y le decía severamente:
-Supongo que no lo habrás olvidado… tu consentimiento, o te desheredo.

Por desgracia, los sentimientos del conde respecto a Gertrudis ponían una gota de amargura en la copa de la felicidad de la muchacha. Por motivos desconocidos, el conde demostrábale señales de la más viva antipatía. Un día que paseaba ante la puerta abierta de la biblioteca, le arrojó un diccionario a la cabeza. Otro día, en que almorzaban solos, la había golpeado bruscamente en la cara con su cucharilla de helado.
Las funciones de Gertrudis, entre otras, eran traducir la correspondencia rusa del conde. Pero en vano ella trataba de aclarar aquel misterio.
Un día trajeron al conde un telegrama ruso. Gertrudis lo tradujo en voz alta.
“Touchmolsky ha ido a ver a la mujer. Ella ha muerto.”

Luego, en tanto que el conde partía para una cacería de murciélagos, ojeó su correspondencia. Movíala un sentimiento de delicadeza muy femenino.
Y de pronto encontró la llave del misterio. Lord Nosh no era el legítimo dueño del castillo. Su primo lejano, el verdadero heredero, había muerto en la cárcel rusa, a donde le condujeron las maquinaciones del conde cuando era embajador en Tschminok. La hija de su primo era la verdadera propietaria de Nosham Taws.

La historia de la familia exhibíase allí ante sus ojos. Sólo faltaba el nombre de Gertrudis. ¡Oh extravagancia del corazón femenino! ¿Creéis que Gertrudis odió al conde? No. Su triste suerte habíala enseñado la conmiseración. Y, sin embargo, el misterio duraba. ¿Por qué el conde se estremecía visiblemente cada vez que la miraba? A veces enrojecía cuatro o cinco centímetros, de suerte que se adivinaba claramente el trastorno de su alma. En estos casos apresurábase a absorber un vaso de ron y de agua de Vichy, e instantáneamente volvía a ser el perfecto gentleman británico.

Pero el desenlace se aproximaba.
Gertrudis no lo olvidó jamás.


Hubo un gran baile en el castillo. Todos los vecinos habían sido invitados. El corazón de Gertrudis latía muy fuerte, mientras la joven registraba su armario para buscar un traje digno de su querido Ronald. Porque, como se sabe, era muy pobre. Pero el gusto innato de la toilette que había heredado de su madre francesa, le sirvió en esta ocasión. Adornó sus cabellos con una rosa de papel matamoscas y se confeccionó con algunos periódicos viejos y la tela de un paraguas, un traje que podía lucirse en las galas de la Corte. Anudó alrededor de su cintura un trozo de bramante y colgó de su oreja un cabo de puntilla antigua que había pertenecido a su madre.
Gertrudis fue el punto de mira de todos los ojos. Marchando ligera a los sones rítmicos de la música, parecía el símbolo de la más pura inocencia, y nadie podía contemplarla sin sumirse en un profundo éxtasis.
El baile estaba en su apogeo; Ronald y Gertrudis, en un rincón del jardín, se miraban sin decir palabras.
-Gertrudis –exclamó él, de súbito-, la amo.
Frase muy simple y que sin embargo emocionó a la joven hasta las más íntimas fibras de su traje.
-¡Ronald! –respondió, arrojándose a su cuello.
Poco después apareció el conde detrás de ellos, recortándose en el claro de la luna; su rostro severo y el plastón de su camisa estaban alterados por la indignación.
-Así, pues –dijo, dirigiéndose a Ronald -, ¿has hecho tu elección?
-En efecto –replicó el joven con altivez.
-¿Prefieres casarte con esta muchacha pobre, a hacerlo con la heredera que te he elegido?
Gertrudis, estupefacta, miró al padre y al hijo.
-Sí –dijo Ronald.
-Pues bien, sea –exclamó el conde, sacando repentinamente una botellita de gin que llevaba siempre consigo. Y, recobrando instantáneamente su calma, añadió:
-Te desheredo. Abandona este lugar y no vuelvas nunca.
-Ven, Gertrudis, -murmuró Ronald amorosamente-. Vámonos juntos.


Gertrudis se irguió entre los dos. La rosa de papel matamoscas se había desprendido de su cabeza. El encaje cayó de su oreja y el bramante se desató de su cintura. Los periódicos se habían arrugado lastimosamente. Pero, a pesar del desorden de su atavío, era dueña de sí misma.
-¡Nunca! –declaró con firmeza-. ¡Ronald, usted no hará ese sacrificio por mí!
Después, volviéndose hacia el conde, agregó con un tono glacial:
-Señor, mi orgullo es tan grande como el suyo. La hija de Metscknikoff Mac Figgin no necesita favores de nadie.
El conde se estremeció. “¡Este nombre! ¡Este rostro! ¡Esta fotografía!” Pero es inútil continuar. Mis lectores lo han adivinado hace mucho tiempo. Gertrudis era la heredera del conde de Nosh. Los dos enamorados cayeron el uno en brazos del otro, mientras que el rostro orgulloso del conde se humanizó al cabo.
-¡Dios la bendiga! –dijo.

La condesa y sus huéspedes acudieron al jardín y el día naciente iluminó con sus resplandores malva el encanto anacreóntico de aquella escena emocionante.

Gertrudis y Ronald se casaron. ¿Habrá que decir más? Añadamos sencillamente que el conde murió en una cacería de murciélagos; que la condesa fue aniquilada por un rayo; que los dos niños cayeron en un pozo, y que, la dicha de Gertrudis y Ronald fue completa.

________________

Stephen Leacock. Nació en Swanmore, Hampshire (Inglaterra) en 1869. A los seis años se mudo a Canadá. Vivió en Toronto, Chicago (donde obtuvo un doctorado en economía y ciencias políticas), y posteriormente en Montreal. Aunque publicó muchos trabajos de carácter político es mas conocido como escritor y humorista. Murió en  1944

...