Si hay algo contundente que la humanidad está aprendiendo con la pandemia del COVID-19, es la importancia del lavado de manos.
Pero el lavado de manos no siempre ha estado vinculada con la salud y la prevención.
Sin bien desde 1119 Moises Ben Maimón (Maimónides) un prestigioso médico de Córdoba (España), hablaba del lavado de manos previo a examinar a un paciente, no fue sino hasta mediados del siglo XIX que se instauró la practica del lavado de manos como una medida imprescindible para proteger la salud y evitar muertes innecesarias.
A continuación les comparto una fascinante historia de la primera vez que se instauró el lavado de manos obligatorio para los médicos.
Se cuenta que a mediados del siglo XIX, en la "Primera Clínica Obstétrica" del Hospital General de Viena la mortalidad por fiebre puerperal era mayor al 20% (incluso llegaba al 30%). Es decir, de cada 5 mujeres que daban a luz, una de ellas moría luego del parto por una fiebre asesina. Esta sala era atendida por médicos y estudiantes de medicina. Mientras tanto, en la "Segunda Clínica Obstétrica", atendida por comadronas y parteras, la mortalidad era menor al 2%. Las mujeres que tenían sus partos en la casa practicamente no morían de fiebre puerperal.
Los médicos de la época estaban confundidos y propusieron muchas posibles causas.
- Influencias atmosféricas, telúricas y cósmicas. (Fueron descartadas porque eran comunes en los tres ambientes).
- “Los miasmas” del “mal aire” que era la tesis más aceptada en el medio. (que también eran comunes en los tres ambientes).
- Las prácticas religiosas. (iguales para los tres grupos de pacientes)
- Las técnicas utilizadas. (en las dos clínicas se usaban las mismas técnicas, no así en los partos callejeros).
Incluso se pensó que muchas de las muertes ocurrían por el temor que provocaba el sonido de la campanilla de los sacerdotes cuando llegaban a administrar los últimos sacramentos a las moribundas.
Pero en marzo de 1847, murió el forense Jakob Kollestschka tras pincharse un dedo con el mismo bisturí con el que realizaba la necropsia a una parturienta. Entonces, uno de los médicos, llamado Ignaz Phillipp Semmelweis (1818-1865) notó que los hallazgos de la necropsia del propio forense Kollestschka, eran iguales a los de las mujeres que morían por fiebre puerperal y sospechó una conexión entra la contaminación cadavérica y la fiebre puerperal. Dedujo que los estudiantes portaban partículas cadavéricas en sus manos y las pasaban a las parturientas. Algunos estudiantes se lavaban las manos, pero el olor a putrefacción persistía en sus manos. Como las comadronas no hacían necropsias, sus pacientes no se infectaban.
Implantó la norma de “sumergir” las manos en una solución de hipoclorito de calcio hasta que el olor a cadáver desapareciera. Con esta simple medida, la mortalidad de la Primera Clínica descendió en un 90%. Los resultados fueron contundentes:
Para esa época no se habían descubierto los gérmenes causantes de la infección, y Semmelweis no pudo explicar de una manera convincente sus observaciones. Sus colegas médicos se sintieron ofendidos con la propuesta de Semmelweis. No se les cabía en la cabeza que sus manos, ¡manos de médico! ¡Manos de caballero!, pudieran provocar la muerte en sus pacientes. (¿Cómo era posible que unas partículas cadavéricas en las uñas pudieran convertir a una persona en cadáver con un simple toque?)
En un congreso de naturalistas y médicos alemanes, la mayoría de los ponentes, incluyendo al genial Rudolf Virchow, rechazaron los consejos de Semmelweis porque “estaban en conflicto con la opinión médica establecida”. De hecho, mientras mas sucio y mas sangre tuviera el mandil de un cirujano, más prestigioso era en la comunidad.
Sin embargo, muchos médicos con verdadero juicio clínico adoptaron el simple consejo de lavarse las manos, comprobando los beneficios para sus pacientes. El Dr. Gustav Michaelis (1798-1848) reconoció la contundencia de estos hallazgos y la eficacia de una medida tan simple y se quitó la vida, abatido por su culpabilidad en la muerte de su propia sobrina.
Tendrían que pasar muchos años, para que Louis Pasteur demostrara la veracidad de estas teorías identificando los gérmenes causales y Joseph Lister implementara los métodos de la asepsia y la antisepsia. Para entonces Semmelweis ya había muerto, en condiciones misteriosas y denigrantes.
Tal vez el exceso del trabajo, o el estrés del rechazo constante o quién sabe qué otros factores personales hicieron que en sus últimos años, se tornara irritable e intratable. Y aunque no hay evidencia de evaluación por psiquiatra alguno, un pediatra (sospechosamente diligente con este adulto) se las ingenió para conseguir que otros dos médicos (un internista y un cirujano) firmaran un manifiesto para internarlo en una institución para enfermos mentales, al que fue conducido con engaños. Sin embargo, Semmelweis alcanzó a sospechar que lo encerrarían y trató de escapar, recibiendo una paliza de los guardias; murió dos semanas después en un cuadro compatible con una sepsis a partir de una herida gangrenada. El misterio de esta situación se complica porque hay muchas inconsistencias en su historia clínica que parece redactada después de su muerte.
Muy pocas personas asistieron a su funeral y la Asociación Húngara de Médicos y Naturalistas nunca celebró una sesión en su homenaje como establecen sus reglas cuando se muere uno de sus miembros y jamás registró su muerte.
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Ignaz Phillipp Semmelweis
Budapest (Hungría), 01 de julio de 1818
Viena, 13 de agosto de 1865
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Aunque sus consejos fueron despreciados por sus contemporáneos, hoy se le reconoce como el creador de los procesos antisépticos.
Frente al Hospital de Budapest, hoy puede apreciarse una estatua en su honor, con una leyenda que dice: El salvador de las madres, en reconocimiento a toda una vida dedicada a combatir la fiebre puerperal.
Todos los homenajes los ha recibido después de su muerte, aunque a pesar de que se han erigido estatuas en su honor, y clínicas y hospitales llevan su nombre, y se han escrito libros y se han filmado películas con su historia… todavía hoy en el siglo XXI, los médicos olvidan lavarse las manos.
A continuación les comparto un cuadro extraído y modificado de la revista Cafetinotas, de octubre de 2017 (Clinica Cardiovascular - Editor John Jairo Salas), que muestra la historia del lavado de manos.
Año
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Hecho
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1199
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Maimónides
dijo:
· —Nunca olvide lavarse las
manos después de tocar una persona enferma.
· —Yo me bajo del
caballo, me lavo las manos y luego voy hacia el
paciente
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1843
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Olver
Wendell Holmes, médico americano, concluyó que la fiebre puerperal
se transmitia de paciente a paciente por las manos sucias de los médicos y
enfermeras que las atendían.
Impuso el
lavado de manos en su servicio y bajó la incidencia de la morbimortalidad
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1861
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Ignaz
Semmelweis demostró científica y estadísticamente que el simple hecho de
lavarse las manos con una solución antiséptica erradicaba la muerte por
fiebre puerperal del pabellón de maternidad
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1877
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Lister
demuestra científicamente que lavarse las manos, utilizar ropas limpias y
desinfectar el instrumental disminuye la incidencia de las infecciones
postquirúrgicas
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1878
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Pasteur
presenta su informe “Teoría de los gérmenes y su aplicación práctica en la
medicina y la cirugía”
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1961
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El
servicio de salud de los Estados Unidos produce una película con las
recomendaciones y técnicas para el lavado de las manos recomendado para los
trabajadores de salud
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1999
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El
CDC (Centro para la prevención y control de enfermedades) en Estados Unidos
declaró que el lavado de manos es el medio más importante para prevenir la
expansión de las infecciones
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2009
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La OMS
lideró la campaña: “Salve vidas: lávese sus manos” para
demostrar que la higiene de las manos es el punto de partida para reducir las
infecciones asociadas a la atención médica,
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2020
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El lavado
de manos es la principal estrategia para evitar la transmisión de la pandemia
por SARS-Cov2
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...Pero, a pesar de la pandemia, aun hay personas que no se lavan las manos....
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