El pasado 7 de junio de 2025 se llevó a cabo el Encuentro Metropolitano de Talleres literarios y tertulias, convocado por Sapiencia y la Editorial del Instituto Metropolitano de Medellín.
Tuvo una participación variada en la que la palabra fue la protagonista.
Se contó con la participación de varios talleres de la Red de Creación Literaria y Escritura Creativa (RELATA), del Ministerio de Cultura y de otros talleres que no hacen parte de esta red.
Como coordinador de tres talleres literarios acudí con algunos de los compañeros. Tuve el honor de ser invitado al conversatorio final.
Hubo tres preguntas que me hicieron y quiero, a petición de algunos, dejar consignadas mis opiniones al respecto. Para los que no estuvieron allí, les dejo mis reflexiones, aclarando que no tengo grabacion de lo expresado, por lo que confío en mi memoria para reconstruir las preguntas y respuestas:
Pregunta 1: ¿Por que los talleres y tertulias son más aprovechadas por las personas mayores y menos por los niños y jóvenes? ¿Qué se puede hacer para estimular la participacion de más jóvenes?
Respuesta:
En primer lugar, porque los adultos mayores tienen más tiempo libre. Además están menos atareados y han vivido más. Para escribir, primero hay que vivir.
A los niños hay que dejarlos jugar, hay que dejar que descubran el mundo con la diversion. Dejar que se suban a los árboles, que intenten conquistar a la niña más bonita del salón, que intenten hacer trampa en un examen, o quieran competir con quién es capaz de hacer el mejor avión de papel. Hay que permitir que los jóvenes exploren el mundo, que tengan sus primeros desengaños amorosos o sus primeras aventuras. Sin haber vivido es muy difícil pretender que tengan algo qué decir.
En la medida en que un niño o un joven tenga cosas para contar o estén llenos de inquietudes se acercarán a la literatura. Escribirán cuando estén listos. No antes. Llegarán a un taller de escritura cuando sea el momento. O en otras palabras, la literatura los encontrará cuando ellos estén listos para ser encontrados.
Por otro lado, no estoy tan seguro de que los talleres literarios sean para viejos. Coordino tres talleres y he descubierto que estoy rodeado de niños de muchos años. La creacion literaria funciona como una caja de cartón. Todos, de niños, tuvimos una caja que se convertía en un barco pirata, una nave espacial, un castillo para defender o un carruaje para invadir una fortaleza inexpugnable. Muchos crecen y solo ven la caja de cartón que es util para guardar cosas, olvidando lo que esa caja era en realidad. Olvidan la magia. Los escritores no. Los escritores seguimos viviendo la realidad mágica de esa caja. Cuando estamos en un atasco vehicular seguimos pensando que ese carro podría ser una nave espacial en medio de una lluvia de metoritos, o que todos estamos esperando que abran la puerta de Troya para poder entrar en nuestros carruajes. Los escritores creamos mundos porque seguimos siendo niños. Así que no creo que los talleres estén llenos de gente mayor. Son niños con muchos años de experiencia. Simplemente, que esos niños ya cuentan con el tiempo libre para poder dedicar su infancia actual a la literatura.
Reflexion adicional (que no se dijo por respeto al tiempo de interevención):
La literatura no debe ser una imposición para los jóvenes. No sé de donde sacaron que uno puede inculcar la lectura obligando a leer con el único proposito de aprender. Infortunadamente a los niños les enseñan a leer para que aprendan, y no para que se diviertan. En los primeros años, los niños están en función de lo lúdico. Los niños aprenden jugando porque el juego divierte. Las primeras lecturas que deben ponerse al alcance de los niños deben ser para ellos un juego, algo que despierte las ganas de seguir leyendo. En la medida de que se divierten, los niños aprenden cosas. Y un momento, sin que nadie se percate, ellos buscarán lecturas que los instuyan y enseñen.
No estoy de acuerdo con que los talleres son de gente mayor. A los talleres literarios llega gente joven de todas las edades.
Siempre hay que seguir el corazón.
Siempre hay una fuerza interior que es inagotable. Cuando las cosas van mal, siempre hay una chispa que impulsa a seguir. Quienes están acostumbrados a hacer ejercicio saben que uno siempre puede dar un poco más. Me gusta trotar, lo hacía frecuentemente. Recuerdo una tarde que llevaba más de veinte quilómetros y creía que ya iba a tener que parar, vencido por el cansancio. De repente, entre unos matorrales salió un perro ladrando y pude correr otras cinco cuadras más. ¡con toda la energía renovada!
Mas aún. Nadie es capaz de ahogarse a si mismo sin ayuda. Por eso Virginia Wolf tuvo que llenar su abrigo de piedras. Sabía que si hundía su cabeza en el agua, no sería capaz de quedarse sumergida. Ella sabía que una fuerza muy superior la obligaria a sacar su cabeza y respirar. Por eso llenó de piedras su abrigo: porque sabía que a pesar de todo, por muy mal que se vieran las cosas, siempre habría un poderoso deseo de seguir adelante y luchar hasta el final.
Por esa misma razón les doy este consejo: ¡Desháganse de las piedras..!
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Reitero mis agradecimientos a Sapiencia, a la Editorial del Instituto Metropolitano de Medellin en cabeza de Mauricio Vanegas y al Coordinador del nodo de la Red RELATA, Omar Gallo, por la invitación.
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