Hace un tiempo leí en Facebook un comentario que me gustó. Por eso, muy cerca al día del idioma he tomado algunos puntos para resaltar.
"Hay" es una conjugación del verbo haber;
"ahí", es un adverbio de lugar;
"ay", es una interjeción (exclamación) y
"ahy" ¡¡no existe!!
"Haya" es conjugación del verbo haber;
"halla", es del verbo hallar (encontrar cosas),
"allá" es un adverbio de lugar
"aya" es una niñera y
"haiga" ¡¡tampoco existe!!
"Haber" es un verbo
"A Ver" es "mirar".
"Haver" no existe
''Iba'' es del verbo ir,
''Iva'' es un impuesto,
''Hiba'' no existe.
''Valla'' es un cartel grande, un cercado o un obstáculo,
''Vaya'' es del verbo "ir" y
''Baya'' es un fruto.
"Botar" es deshacerse de algo (o en algunos países un apócope de rebotar -saltar-)
y "votar" es ejercer el derecho al voto.
"hará" es del verbo hacer (va a hacer algo).
"ará" es una forma imperativa del verbo arar (es una orden para arar la tierra)
"ara" es un altar.
Y para no perder el hilo con lo ocurrido hace pocos días:
"sublime" quiere decir excelso, eminente, de elevación extraordinaria.
"ublime" es un personaje ficticio inventado por una cantante de ancestros árabes, que nació en Colombia, pero vive en Estados Unidos, ha tenido novios españoles o argentinos, y canta en inglés.
Quiero compartirles el video ganador del Oscar 2012 en la categoría "Cortometraje de Animación". El video fue inspirado en el Huracán Katrina. Sus personajes nos recuerdan a Buster Keaton y el Mago de Oz.
Una historia de amor a los libros..
Dirigida por William Joyce y Brandon Oldenburg. Una auténtica joya de la animación.
Esta semana les he traído un tema interesante. Habla de una enfermedad cuyo nombre nunca había escuchado, sin embargo al leer el artículo vi que ya había hecho varias veces el diagnóstico... y quizás (Dios no lo permita) alguien lo haya hecho en mi. El primer caso de broncemia fue descrito en Córdoba (Argentina) por los doctores Feijoo Osorio y Narciso Hernández. La enfermedad ha tomado interés debido a unas conferencias TEDx dictadas en Córdoba por el Dr. Francisco Occhiuzzi Coincidencialmente me llegó este artículo el mismo dia que recibí el video del Dr. Occhiuzzi. El artículo que les traigo fue publicado en la revista Cafetinotas del mes de marzo de 2012, boletín mensual de los médicos de la Clínica Cardiovascular Santa María de Medellin, cuyo editor es el Dr. John Jairo Salas. El Dr Salas hace una excelente explicación de la enfermedad. A continuación les traigo el artículo y mas abajo el enlace para ver el video de la conferencia del Dr. Occhiuzzi.
La Broncemia: Un mal que afecta cada vez más a los médicos.
Editado de un video del Dr. Francisco Occhiuzzi *
La Broncemia, es una enfermedad de curso crónico y carácter degenerativo, causada por la acumulación progresiva de bronce en la sangre, lo que afecta la expresión corporal, la esfera mental y la personalidad. Los médicos que la sufren aquejan un delirio, cada vez más organizado que les hace pensar que son tan importantes, que merecen una estatua de bronce en el patio principal del hospital en que trabajan.
Fue descrita hace medio siglo, por los doctores Narciso Hernández y Feijoo Osorio en la Universidad de Córdoba, Argentina, país donde esta enfermedad es endémica.
La Broncemia es una intoxicación que se adquiere en los medios en los que se presume de un alto nivel de intelectualidad, como las universidades, los estrados judiciales, las sociedades científicas, los círculos intelectuales, las juntas de gobierno de las empresas, el mundo deportivo y, los casos más graves aparecen entre los políticos donde la enfermedad aparece sin pródromos ni antecedentes, manifestándose con soberbia y arrogancia.
Pero nos interesa analizarla en el cuerpo médico, donde es particularmente grave porque termina afectando la relación médico paciente y el ambiente laboral.
Es más común en los hombres pero es más grave en las mujeres, en las que aparece una variedad incurable con síntomas más severos.
Puede aparecer a los 45 años, pero es más frecuente entre los 55 y los 65 cuando el deseo de disertar es inversamente proporcional a la capacidad de discernir.
Existe una variedad juvenil, que afecta a los internos y generalmente trunca sus carreras, porque pueden llegar a ser grandes científicos pero nunca podrán ser buenos médicos.
Síntomas: Diarrea mental, hipoacusia interlocutoria y reflejo cefalocaudal constituyen la triada patognomónica.
La diarrea mental es el síntoma primordial. Pero su logorrea tiene un tinte característico: hablan erguidos, como si estuvieran en un púlpito y todos sus escuchas fuesen súbditos que los admiran.
La hipoacusia interlocutoria es la condición sinequanon para el diagnóstico: estos pacientes no oyen a sus interlocutores.
El reflejo cefalocaudal, manifiesta un estado avanzado de la intoxicación en el que ya hay depósitos de bronce en la médula espinal e imprimen un modo de caminar característico: “marchan pavoneándose: cabeza erguida, mentón elevado, columna rígida y cola parada”
La paradoja patogénica es que “a mayor cantidad de bronce en la sangre, menor peso corporal” y estos pacientes no caminan… “levitan majestuosamente”
Se reconocen tres etapas de la enfermedad:
La primera, PEDANTITIS caracterizada únicamente por hipertrofia del ego y un discurso pedante; estos pacientes pierden la capacidad de sonreír y se les olvida hasta saludar; en esta etapa ya existen niveles importantes de bronce en la sangre, pero todavía no hay depósitos en los órganos blanco; sin embargo se hace fácilmente reconocible para los compañeros de trabajo que no pueden soportarlo.
La segunda, IMPORTANTITIS, fase media caracterizada por el delirio; los depósitos de bronce se van acumulando primero en los miembros inferiores, produciendo la marcha característica y van ascendiendo manifestando todos los síntomas de manera florida hasta comprometer el cerebro. El afecto plano y la insensibilidad extrema reflejan los depósitos de bronce en el corazón.
La tercera, INMORTALITIS, es la fase terminal de la enfermedad en la que ya el cerebro ha sido reemplazado totalmente por acúmulos de bronce y el paciente no solo se cree una estatua de bronce sino que se comporta como tal. Estos hallazgos se confirman en la necropsia, porque, estos pacientes también se mueren.
Prevención: La única forma de defenderse de esta enfermedad es introyectar el deseo de ayudar a los pacientes y colaborar con los compañeros. Es importante vacunarlos a todos con el buen ejemplo
Tratamiento: Ejercitar a diario el espíritu de servicio, no como un acto obligatorio, sino como una actitud de vida, como un ejercicio de nuestro humanismo
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Nota final: Estudios retrospectivos han mostrado que a ningún médico afectado de broncemia, le han erigido una estatua.
Los médicos médicos que merecen una estatua de bronce, nunca han padecido de la terrible enfermedad de la broncemia. Como el que ilustra esta nota, el Dr. Manuel Uribe Ángel, ejemplo de médico humanista, aqui inmortalizado en el bronce porque precisamente nunca tuvo Broncemia.
Autor: Dr John Jairo Salas Tavera.
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A continuación les dejo el video del Dr. Occhiuzzi
* El DoctorFrancisco Occhiuzzi,
Es médico egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, Especialista en Flebología y Linfología.
Es imposible huir de ellos. Nos rodean. Establecen las reglas del juego y nos obligan a jugarlo. Si la moneda sale cara: ganan ellos, y si sale sello: nosotros perdemos. Tienen, en el lugar del corazón, su propio ombligo. Sonríen felices como conejos, sólo porque son idiotas como lagartos.
Van 20 claves. Pero hay más, muchas más. Casi todas ellas las he identificado en mí mismo en algún momento de mi vida. He superado unas pocas, pero el resto me vuelven a crecer como una hierba empecinada que se resiste a morir. Ustedes ya saben, ese imbécil también soy yo.
Supone que su condición de médico lo habilita para opinar con impunidad de todo cuanto se le ponga delante.
Considera que sus explicaciones respecto de los acontecimientos de la vida de las personas son: suficientes, únicas, verdaderas.
Convierte a todo diagnóstico en un juicio moral, distribuye culpabilidades y aplica sanciones. Su práctica es policial y él se siente un gendarme de la “vida correcta”.
Piensa que los modos de existencia de las personas obedecen a decisiones racionales y voluntarias.
No educa ni hace sugerencias, ¡da órdenes! Y acusa a quienes no las cumplen por su debilidad de carácter o su escasa inteligencia para comprender sus razones autoevidentes.
Se siente autorizado a dar consejos sobre la vida privada de las personas, especialmente cuando nadie se los pide. Sus temas preferidos son: las relaciones personales, la conducta sexual, los valores, incluso cuando es evidente que carece de la más mínima aptitud para hacerlo.
Cree que acumular información es garantía de “conocimiento”. Que la mera suma de datos produce el “significado”.
No establece diferencias entre la epidemiología y la clínica, entre las poblaciones y los individuos.
Considera que las “probabilidades” son “hechos”.
Considera que el ejercicio de la medicina consiste en la aplicación automática de un conjunto –bastante limitado- de algoritmos y cursos de acción.
Reconoce la existencia del error, pero sólo en los demás.
Comprende el significado de la “incertidumbre clínica”, pero jamás la ha sentido personalmente.
Tipifica a todas las emociones y sentimientos como síntomas y actúa en consecuencia.
Piensa que enseñar es exhibir lo que conoce como un tesoro al que sólo él tiene acceso.
Cree que el reconocimiento no proviene de las personas sino de los journals.
Piensa que los más jóvenes son tan ignorantes que no pueden reconocer sus méritos por lo que no se le acercan. Jamás se le ha ocurrido pensar que, precisamente porque reconocen sus atributos, es que huyen de él como de la peste.
Siempre encuentra escenarios donde exhibirse. Supone –¡está convencido de ello!- que los demás quieren saber de él y conocer el repertorio completo de sus merecimientos.
Convierte todo lo que toca en instrumento para su promoción personal. Sus actos son mercancías y sus únicas recompensas “utilidades”.
Busca la fama, la exhibición y el dinero porque supone que los merece. Ignora la solidaridad, la gratitud y la austeridad porque no imagina para que sirven.
Circula satisfecho y feliz con su producto –que es él mismo- pero sólo porque su propia vulgaridad le impide advertir el bochornoso espectáculo que representa.
Dicen los que saben que no se debe escribir enojado. Eso es precisamente lo que estoy haciendo en este momento. Afirman que la calma permite administrar las emociones negativas con inteligencia y evitar afirmaciones imprudentes que más tarde no podrán sostenerse. Lo comprendo. Pero eso no impide que lo haga.
Trascribo textualmente un artículo publicado por Intramed (Revista virtual Argentina sobre temas de Medicina. )
40 cosas que los médicos no deberíamos olvidar
Malentendidos y olvidos de la práctica cotidiana.
IntraMed
Estoy recopilando situaciones clínicas, conflictos y malentendidos de la práctica diaria. Van algunos de los que veo a cada rato. Especialmente en mí mismo que soy el peor de todos. Ojalá ayuden. ¿Ustedes tienen otros para agregar a mi lista?
Los pacientes tienen “biología” pero también “biografía”.
Los pacientes tienen orejas. Pero los médicos también.
“Interrogatorio” y “escuchatorio” no pueden reemplazarse mutuamente.
efecto placebo no significa falta de efecto.
Tu palabra puede ser un remedio pero también un veneno.
Cada vez que alguien no pudo entender, alguien no supo explicar.
Ninguna indicación es una orden.
Las recomendaciones se negocian, no se imponen.
Nadie hace lo que no comprende o lo que contradice sus valores.
Lo que los pacientes ignoran que saben y los médicos no saben que ignoran.
Una enfermera sabe todo lo que a nosotros nadie nos enseñó jamás.
Un dato clínico no es un juicio clínico. El primero sin el segundo es inútil y peligroso.
Un “dato” no es una “cosa”.
“Significación estadística” y “significación clínica” no significan lo mismo.
“Riesgo” y “peligro” no son sinónimos en medicina.
Encontrar una variable anormal no significa encontrar una enfermedad.
Normalizar un parámetro no significa alcanzar la curación.
La normalización de variables y el bienestar del paciente no son la misma cosa.
La ausencia de evidencia no significa evidencia de la ausencia.
Ningún estudio está justificado sino no responde a una pregunta y no cambia una conducta.
Si la probabilidad es baja la indicación es débil.
Encontrar algo no siempre significa hacer algo.
Para quién no sabe hacia dónde va, todos los caminos son equivocados.
Si escuchas galopar es muy probable que se trate de un caballo. Pero podría tratarse de una cebra.
Un síntoma es un síntoma. Encuentres o no un dato que lo justifique.
Si encontras una queja que no tiene “motivo”. Ya has encontrado el motivo de la queja.
Las enfermedades psicosomáticas no existen como categoría. Ya que no hay ninguna que no lo sea.
Cuerpo y mente son recursos del lenguaje. En el mundo real no existe una sin el otro.
Error y culpa no son sinónimos.
La incertidumbre no es una debilidad de la clínica. Es su propia naturaleza.
Una probabilidad no es un hecho.
Un dato sin contexto es un castillo construido en el aire.
Una asociación no es una causa.
La práctica médica no se basa en la autoridad sino en las demostraciones.
No son las hipótesis bellas sino sus comprobaciones rigurosas el fundamento de una intervención.
Cuidar no es menos importante que curar.
El cuidado de los pacientes se basa en el cuidado de los pacientes.
Tu curriculum dice menos de vos que tus pacientes.
Los papers no son el propósito de la medicina.
No es necesario que los pacientes te admiren. Aunque es muy recomendable que te quieran.
D.F
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ADENDUM: Posterior a la presente nota descubrí que las iniciales D.F corresponden a Daniel Flichtentrei, cardiólogo argentino quien muy amablemente me autorizó a publicar algunos textos de su página personal. la Verdad y otras mentiras. Un abrazo fraternal y un saludo al doctor Fichtentrei.
- Oye, aun me debes un dinero. - No te preocupes, te lo pago el 30 de febrero.
Pues sí. A lo largo de la historia ha existido el 30 de febrero.
Les cuento: En 1700 Suecia se regía por el calendario Juliano, cuando casi todo el mundo estaba con el Calendario Gregoriano. Por tal razón Suecia decidió omitir un día cada año para que finalmente en 1710 los dos calendarios coincidieran. El caso es que no se hicieron las reducciones como debía ser. Solo se hizo la reducción en 1700 y no se volvió a realizar.
Para principios de 1712 todavía había 10 días de retraso y Suecia quedó desfasado de ambos calendarios (juliano y gregoriano).
En vista de esto, en 1712 (que era bisiesto), se decidió además del 29 de febrero, agregar otro día más. El 30 de febrero. Realmente ese día correspondió al 29 de febrero del calendario juliano y al 11 de marzo del calendario gregoriano. Fue solo hasta 1753 que Suecia adoptó el calendario gregoriano. Por si fuera poco, el enredo, les cuento que la Unión Soviética a principios del siglo XX se regía por el calendario Juliano. Por esa razón la revolución de octubre fue en noviembre (Aunque ese es tema para otra semana).
La Unión Soviética adoptó en 1929 un calendario en el que cada mes tenía 30 días y los 5 restantes eran festivos. Solo hubo dos años, (1930 y 1931) en los cuales hubo 30 de febrero.
O sea que cuando les digan que les van a pagar la deuda el 30 de febrero, no pierdan las esperanzas... quizás algún día será… Hasta la próxima semana. Fuente:
Cafetinotas CF140. Febrero 212. Publicación interna de los médicos de la Clinica Cardiovascular Santa María de Medelin. John Jairo Salas. Editor.
Pues, aunque en nuestro medio tener mucho camello significa estar con mucho trabajo, esta semana les quiero traer una historia de camellos, pero de los de dos jorobas.
Esta historia hace parte de uno de mis libro preferidos: "El hombre que calculaba" Su autor es Malba Tahan, seudónimo del profesor Julio Cesar de Mello e Souza (1895-1974) quien escribió varios libros en los que la literatura, la matemática y la lúdica se unen para hacer una verdadera obra maestra.
Para quienes quieran leer mas de este libro les recomiendo El problema de los 8 panes. que ya fue publicado en este blog.
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CAPÍTULO 3
Singular aventura acerca de 35 camellos que debían ser repartidos entre tres árabes. Beremís Samir efectúa una división que parecía imposible, conformando plenamente a los tres querellantes. La ganancia inesperada que obtuvimos con la transacción.
Hacía pocas horas que viajábamos sin interrupción, cuando nos ocurrió una aventura digna de ser referida, en la cual mi compañero Beremís puso en práctica, con gran talento, sus habilidades de eximio algebrista.
Encontramos, cerca de una antigua posada medio abandonada, tres hombres que discutían acaloradamente al lado de un lote de camellos.
Furiosos se gritaban improperios y deseaban plagas:
- ¡No puede ser!
- ¡Esto es un robo!
- ¡No acepto!
El inteligente Beremís trató de informarse de que se trataba.
- Somos hermanos –dijo el más viejo- y recibimos, como herencia, esos 35 camellos. Según la expresa voluntad de nuestro padre, debo yo recibir la mitad, mi hermano Hamed Namir una tercera parte, y Harim, el más joven, una novena parte. No sabemos sin embargo, como dividir de esa manera 35 camellos, y a cada división que uno propone protestan los otros dos, pues la mitad de 35 es 17 y medio. ¿Cómo hallar la tercera parte y la novena parte de 35, si tampoco son exactas las divisiones?
- Es muy simple –respondió el “Hombre que calculaba”-. Me encargaré de hacer con justicia esa división si me permitís que junte a los 35 camellos de la herencia, este hermoso animal que hasta aquí nos trajo en buena hora.
Traté en ese momento de intervenir en la conversación:
- ¡No puedo consentir semejante locura! ¿Cómo podríamos dar término a nuestro viaje si nos quedáramos sin nuestro camello?
- No te preocupes del resultado “bagdalí” –replicó en voz baja Beremís-. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Dame tu camello y verás, al fin, a que conclusión quiero llegar.
Fue tal la fe y la seguridad con que me habló, que no dudé más y le entregué mi hermoso “jamal”[1], que inmediatamente juntó con los 35 camellos que allí estaban para ser repartidos entre los tres herederos.
- Voy, amigos míos –dijo dirigiéndose a los tres hermanos- a hacer una división exacta de los camellos, que ahora son 36.
Y volviéndose al más viejo de los hermanos, así le habló:
- Debías recibir, amigo mío, la mitad de 35, o sea 17 y medio. Recibirás en cambio la mitad de 36, o sea, 18. Nada tienes que reclamar, pues es bien claro que sales ganando con esta división.
Dirigiéndose al segundo heredero continuó:
- Tú, Hamed Namir, debías recibir un tercio de 35, o sea, 11 camellos y pico. Vas a recibir un tercio de 36, o sea 12. No podrás protestar, porque también es evidente que ganas en el cambio.
Y dijo, por fin, al más joven:
- A ti, joven Harim Namir, que según voluntad de tu padre debías recibir una novena parte de 35, o sea, 3 camellos y parte de otro, te daré una novena parte de 36, es decir, 4, y tu ganancia será también evidente, por lo cual sólo te resta agradecerme el resultado.
Luego continuó diciendo:
- Por esta ventajosa división que ha favorecido a todos vosotros, tocarán 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado (18 + 12 + 4) de 34 camellos. De los 36 camellos sobran, por lo tanto, dos. Uno pertenece, como saben, a mi amigo el “bagdalí” y el otro me toca a mí, por derecho, y por haber resuelto a satisfacción de todos, el difícil problema de la herencia[2].
- ¡Sois inteligente, extranjero! –exclamó el más viejo de los tres hermanos-. Aceptamos vuestro reparto en la seguridad de que fue hecho con justicia y equidad.
El astuto beremís –el “Hombre que calculaba”- tomó luego posesión de uno de los más hermosos “jamales” del grupo y me dijo, entregándome por la rienda el animal que me pertenecía:
- Podrás ahora, amigo, continuar tu viaje en tu manso y seguro camello. Tengo ahora yo, uno solamente para mí.
Y continuamos nuestra jornada hacia Bagdad.
.
Notas:
[1]Jamal – una de las muchas denominaciones que los árabes dan a los camellos.
[2] Este curioso resultado proviene de ser la suma
1/2 + 1/3 + 1/9 = 17/18
menor que la unidad. De modo que el reparto de los 35 camellos entre los tres herederos no se habría hecho por completo; hubiera sobrado 1/18 de 35 camellos.
Habiendo aumentado el dividendo a 36, el sobrante resultó entonces 1/18 de 36, o sea los dos camellos referidos en el reparto hecho por el “Hombre que calculaba”.
Se encuentran dos amigos después de mucho tiempo.
- Sabías que escribí un libro?
- Si, yo lo compré.
- Ahhh, ¿fuiste vos? ........
Y es que dicen que antes de abandonar este mundo hay que sembrar un árbol, tener un hijo, y escribir un libro.
No se angustien. No me estoy despidiendo, pero sí, ¡por fin publiqué un libro!
Un profesor y amigo dice que publicar un libro es más difícil que parir un hijo. No tengo el beneficio de la experiencia que tienen las madres. Creo que parir un hijo es más complicado. Sin embargo, les diré que demoré más de 25 años para decidirme a intentar publicar algunos de los cuentos que he escrito.
Recoge algunos cuentos relacionados con el mundo de la medicina. Varios cuentos de humor escritos por mi hace varios años. Muchos de ellos parten de anécdotas propias o de amigos y conocidos. Tambien tiene algunos otros cuentos de ficción.
Es un libro para reír a carcajadas, para reflexionar sobre las relaciones entre los médicos y los pacientes, o simplemente para matar el tiempo.
categoría:Cuentos año de edición: 2012 número de edición: 1 peso: 129 gr. número de páginas: 91 Detalles de Impresión formato: 14 x 21 cm (con solapa) encuadernación: Rústico (pegado) interior: Papel Bond 75 Grs, Blanco y Negro $31.700.00(COP - excento de IVA)
Por ahora, el libro está disponible en la editorial autores editores en Bogotá. Quien esté interesado en un ejemplar puede solicitarlo directamente a la editorial, haciendo click en el siguiente enlace www.autoreseditores.com desde donde se lo enviarán a su casa luego de hacer un corto registro, o si prefieren, pueden escribirme al correo electrónico para mayor información.
Trae quince historias: 33, La punción lumbar, Sudadera, La droga salvadora, La Filosofía, La escopeta del alcalde, Un sueño, El arte de la medicina, El brote, La bomba, Amelia (cuento de misterio), Póstumo, La voz del corazón, Tipo de sangre, La escarapela.
A continuación, les traigo uno de los cuentos del libro titulado "33". Espero lo disfruten.
Raras veces un número es protagonista de una historia. ¿Y por qué? Sencillo. Cualquiera diría que los números no tienen personalidad. Y eso es cierto en casi todos lo casos. Sin embargo, en mis clases de semiología médica (el arte de aprender a examinar e interpretar los signos y síntomas del paciente) aprendí de mi maestro que el número treinta y tres es un número con personalidad.
¿Que como así? Dirá usted. Se lo explicaré. Si alguna vez ha tenido la fortuna (o el infortunio) de ser examinado por un médico acucioso, posiblemente al colocarle en la espalda y el pecho el famoso aparatito llamado fonendoscopio (o estetoscopio), le pedirá que repita varias veces el número 33.
¿Que si el fonendoscopio es...?
.... Sí, sí, es ese aparato misterioso que el médico se coloca en los oídos y que está conectado con unas mangueritas a una copita con una membrana que le colocan a usted sobre el pecho para escucharle el corazón.... sí, ese mismo.
Bueno le sigo contando. Mi maestro de semiología médica decía que el número treinta y tres era un número que daba muy buena resonancia. Que cuando un paciente decía “33” el sonido de este número se transmitía por todo el pulmón y llegaba hasta la piel, donde el médico podía escucharlo con el fonendoscopio y dependiendo de la fuerza o atenuación con que llegara, podría establecer el tipo de enfermedad que le aquejaba.
Pues bien, una vez, cuando ya ejercía, me llegó un paciente que relataba tos. Luego de un completo interrogatorio pasé a examinarlo en la camilla. Le pedí que se quitara completamente la camisa. Le examiné el pulso y le tomé la presión arterial. Luego de examinar su cabeza y órganos de los sentidos pasé a examinarle el tórax. A estas alturas, yo ya estaba casi convencido de que el señor tenía una bronquitis (inflamación de los bronquios). Solo me faltaba un dato para confirmarlo. Me puse a sus espaldas y coloqué mi fonendoscopio a la altura de sus omoplatos y le pedí:
-Don Vicente, por favor diga “treinta y tres”
Moví unos centímetros el fonendoscopio y le pedí:
-Diga “treinta y tres”
-¡Treinta y tres!
Volví a mover el fonendoscopio
-Diga “treinta y tres”
-¡Treinta y tres!
-Diga “treinta y tres” -repetí
-¡Treinta y tres!
-Diga “treinta y tres”
-¡Treinta y tres!
Así continuamos varias veces. Yo pedía que dijera “treinta y tres” y él decía “treinta y tres”. Cuando creí que ya todo estaba claro....
-Diga “treinta y tres”
-¡Treinta y tres!
-Siga.....
-¡Treinta y cuatro!... ¡Treinta y cinco!... ¡Treinta y seis!.... ¡Treinta y siete!
Afortunadamente yo me encontraba a sus espaldas y no se percató de que casi me estallo de la risa. Creo que alcanzó a llegar como hasta “setenta” antes de que yo recobrara mi aplomo y en voz muy seria y muy profesional le dijera que ya era suficiente.
¿Ahora comprende usted, porque el “33” es el protagonista de esta historia?
Hace unos días, mi amiga y colega (en ese orden), Gloria David, me envió un relato escrito por la española Rosa Montero.
EL NEGRO
por Rosa Montero
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.
De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".
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Cuando leí el relato, quedé perplejo. Era la misma historia que había leído cuando era niño (¿quizás en 1978?) en Selecciones del Reader Digest (mi revista preferida en la infancia). La diferencia en el relato era que ocurría en un aeropuerto y no era comida lo que se compartía sino unas galletas. A lo largo de los años, he leído versiones en una estación del tren, con un paquete de snakies, etc.
Siguiendo la pista como todo experto en averigüática, he llegado a varios sitios donde ofrecen diferentes orígenes a la historia.
En un comentario de Luz Stella Rodas para la revista semana, menciona que "la primera versión es del escritor Douglas Adams, quien narra una anécdota sucedida en 1976 entre dos personajes masculinos en una estación de trenes en Inglaterra y lo que comparten es un paquete de galletas (Biscuits). Luego, la directora de cine suiza Korinna Sehringer desarrolla un cortometraje (Cookie Thief, 1998) y transcurre entre un turco y una europea en un Aeropuerto igualmente europeo." En el video, los créditos de la historia son para Valerie Cox.
El blog "Escritos sobre la cresta de una ola" registra que "El negro" fue escrito por Rosa Montero en mayo de 2005. El mismo blog, hace referencia a un relato de Jorge Bucay llamado "Galletitas".
Debido a que "El negro" se ha dado a conocer en la internet y ha generado el rechazo de muchos lectores, Rosa Montero aseguró que dicha historia se la había narrado su editora alemana en un viaje a Portugal y la escribió convencida de que era cierta.
¿Y qué tiene que ver esto con la ley S.O.P.A.?.
Como muchos saben son un defensor de la libertad de expresión y del acceso libre al conocimiento. Pero también soy escritor. Creo que todos tenemos derecho a que se respete nuestros derechos de autor. Como escritor, no puedo (no debo) firmar como mía una historia que otro escribió.
Esa ley tiene cosas muy malas, pero tiene puntos buenos. Uno de ellos es la protección al autor contra el plagio. Antes de atacar algo, hay que conocerlo. Desafortunadamente muchos atacan la ley "por moda", sin conocerla siquiera. Yo defiendo unos puntos y disiento de otros.
A los "Anonymus" y a los otros, los que, si ponen la cara, les pido que si alguien, algún día cuenta mis historias, por lo menos tenga la entereza de decir su verdadero origen. Y si ganan el Nobel de literatura... pues que lo compartan conmigo.
Quienes me conocen saben que soy un melómano inclinado por la música "culta", mal llamada "música clásica". Por el contrario, nunca me ha gustado la música vallenata.
Por eso en estos días alguien se sorprendió cuando llamaron a mi casa y al escuchar una música de piano en el fondo, me preguntaron qué estaba escuchando y les dije que a Rafael Orozco tocando un concierto de Rachmaninoff. Lo gracioso es que no me creyeron. Y es que Rafael Orozco era un pianista clásico. Así como lo están leyendo. No se confundan. Existió un Rafael Orozco Mestre que es conocido por su música vallenata (para quienes no sean latinoamericanos, les diré que es una música de la costa atlántica de Colombia, más específicamente originaria de Valledupar). Pero el que me gusta escuchar es Rafael Orozco Flores. Un pianista español nacido en Córdoba (España) en 1946 y que murió en 1996. En mi concepto es el mejor intérprete de Rachmaninoff.
Les comparto un concierto de piano ejecutado magistralmente por Rafael Orozco Flores (el que sí me gusta). En el video interpreta el concierto No 4 para piano y orquesta de Sergei Rachmaninoff (1873-1943). Espero que lo disfruten.
A continuación, les traigo un fragmento del primer movimiento del concierto No. 3 para piano y orquesta de Rachmaninoff. Concierto en vivo, presentado en el Festival de Praga. Observen el grado de dificultad de su ejecución. Nota curiosa: cuando mi hija vio el siguiente video señaló cierto parecido entre los dos músicos. ¿Será por el bigote?
En lo personal de los cuatro conciertos para piano de Sergei Rachmaninoff el que me gusta más el No. 2, pero no pude encontrarlo en la web, interpretando por Rafael Orozco.
Les recomiendo buscar el CD "Rachmaninoff. Complete woks for Piano and Orchestra". Rafael Orozco - Piano Royal Philharmonic Orchestra, bajo la dirección de Edo de Waart . Colección Philips Classics.