"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 12 de febrero de 2020

Los hombres de la Tierra. Cuento de Ray Bradbury



Esta semana, les comparto un excelente cuento de ciencia ficción, del escritor norteamericano Ray Bradbury. 

Espero lo disfruten.  

LOS HOMBRES DE LA TIERRA

Ray Bradbury

Quienquiera que fuese el que golpeaba la puerta, no se cansaba de hacerlo.
La señora Ttt abrió la puerta de par en par.
-¿Y bien?
-¡Habla usted inglés! -el hombre, de pie en el umbral, estaba asombrado.
-Hablo lo que hablo -dijo ella.
-¡Un inglés admirable!
El hombre vestía uniforme. Había otros tres con él, excitados, muy sonrientes y muy sucios.
-¿Qué desean? -preguntó la señora Ttt.
-Usted es marciana -el hombre sonrió-. Esta palabra no le es familiar, ciertamente. Es una expresión terrestre -con un movimiento de cabeza señaló a sus compañeros-. Venimos de la Tierra. Yo soy el capitán Williams. Hemos llegado a Marte no hace más de una hora, y aquí estamos, ¡la Segunda Expedición! Hubo una Primera Expedición, pero ignoramos qué les pasó. En fin, ¡henos aquí! Y el primer habitante de Marte que encontramos ¡es usted!
-¿Marte? -preguntó la mujer arqueando las cejas.
-Quiero decir que usted vive en el cuarto planeta a partir del Sol. ¿No es verdad?
-Elemental -replicó ella secamente, examinándolos de arriba abajo.
-Y nosotros -dijo el capitán señalándose a sí mismo con un pulgar sonrosado- somos de la Tierra. ¿No es así, muchachos?
-¡Así es, capitán! -exclamaron los otros a coro.
-Este es el planeta Tyrr -dijo la mujer-, si quieren llamarlo por su verdadero nombre.
-Tyrr, Tyrr -el capitán rió a carcajadas-. ¡Qué nombre tan lindo! Pero, oiga, buena mujer, ¿cómo habla usted un inglés tan perfecto?
-No estoy hablando, estoy pensando -dijo ella-. ¡Telepatía! ¡Buenos días! -y dio un portazo.
Casi en seguida volvieron a llamar. Ese hombre espantoso, pensó la señora Ttt. Abrió la puerta bruscamente.
-¿Y ahora qué? -preguntó.
El hombre estaba todavía en el umbral, desconcertado, tratando de sonreír. Extendió las manos.
-Creo que usted no comprende…
-¿Qué?
El hombre la miró sorprendido:
-¡Venimos de la Tierra!
-No tengo tiempo -dijo la mujer-. Hay mucho que cocinar y coser y limpiar… Ustedes, probablemente, querrán ver al señor Ttt. Está arriba, en su despacho.
-Sí -dijo el terrestre, parpadeando confuso-. Permítame ver al señor Ttt, por favor.
-Está ocupado.
La señora Ttt cerró nuevamente la puerta.
Esta vez los golpes fueron de una ruidosa impertinencia.
-¡Oiga! -gritó el hombre cuando la puerta volvió a abrirse-. ¡Este no es modo de tratar a las visitas! -y entró de un salto en la casa, como si quisiera sorprender a la mujer.
-¡Mis pisos limpios! -gritó ella-. ¡Barro! ¡Fuera! ¡Antes de entrar, límpiese las botas!
El hombre se miró apesadumbrado las botas embarradas.
-No es hora de preocuparse por tonterías -dijo luego-. Creo que ante todo debiéramos celebrar el acontecimiento -y miró fijamente a la mujer, como si esa mirada pudiera aclarar la situación.
-¡Si se me han quemado las tortas de cristal -gritó ella-, lo echaré de aquí a bastonazos!
La mujer atisbó unos instantes el interior de un horno encendido y regresó con la cara roja y transpirada. Era delgada y ágil, como un insecto. Tenía ojos amarillos y penetrantes, tez morena, y una voz metálica y aguda.
-Espere un momento. Trataré de que el señor Ttt los reciba. ¿Qué asunto los trae?
El hombre lanzó un terrible juramento, como si la mujer le hubiese martillado una mano.
-¡Dígale que venimos de la Tierra! ¡Que nadie vino antes de allá!
-¿Que nadie vino de dónde? Bueno, no importa -dijo la mujer alzando una mano-. En seguida vuelvo.
El ruido de sus pasos tembló ligeramente en la casa de piedra.
Afuera brillaba el inmenso cielo azul de Marte, caluroso y tranquilo como las aguas cálidas y profundas de un océano. El desierto marciano se tostaba como una prehistórica vasija de barro. El calor crecía en temblorosas oleadas. Un cohete pequeño yacía en la cima de una colina próxima y las huellas de unas pisadas unían la puerta del cohete con la casa de piedra.
De pronto se oyeron unas voces que discutían en el piso superior de la casa. Los hombres se miraron, se movieron inquietos, apoyándose ya en un pie, ya en otro, y los pulgares en el cinturón tamborilearon nerviosamente sobre el cuero.
Arriba gritaba un hombre. Una voz de mujer le replicaba en el mismo tono. Pasó un cuarto de hora. Los hombres se pasearon de un lado a otro, sin saber qué hacer.
-¿Alguien tiene cigarrillos? -preguntó uno.
Otro sacó un paquete y todos encendieron un cigarrillo y exhalaron lentas cintas de pálido humo blanco. Los hombres se tironearon los faldones de las chaquetas; se arreglaron los cuellos.
El murmullo y el canto de las voces continuaban. El capitán consultó su reloj.
-Veinticinco minutos -dijo-. Me pregunto qué estarán tramando ahí arriba.
Se paró ante una ventana y miró hacia afuera.
-Qué día sofocante -dijo un hombre.
-Sí -dijo otro.
Era el tiempo lento y caluroso de las primeras horas de la tarde. El murmullo de las voces se apagó. En la silenciosa habitación solo se oía la respiración de los hombres. Pasó una hora.
-Espero que no hayamos provocado un incidente -dijo el capitán. Se volvió y espió el interior del vestíbulo.
Allí estaba la señora Ttt, regando las plantas que crecían en el centro de la habitación.
-Ya me parecía que había olvidado algo -dijo la mujer avanzando hacia el capitán-. Lo siento -añadió, y le entregó un trozo de papel-. El señor Ttt está muy ocupado -se volvió hacia la cocina-. Por otra parte, no es el señor Ttt a quien usted desea ver, sino al señor Aaa. Lleve este papel a la granja próxima, al lado del canal azul, y el señor Aaa les dirá lo que ustedes quieren saber.
-No queremos saber nada -objetó el capitán frunciendo los gruesos labios-. Ya lo sabemos.
-Tienen el papel, ¿qué más quieren? -dijo la mujer con brusquedad, decidida a no añadir una palabra.
-Bueno -dijo el capitán sin moverse, como esperando algo. Parecía un niño, con los ojos clavados en un desnudo árbol de Navidad-. Bueno -repitió-. Vamos, muchachos.
Los cuatro hombres salieron al silencio y al calor de la tarde.
Una media hora después, sentado en su biblioteca, el señor Aaa bebía unos sorbos de fuego eléctrico de una copa de metal, cuando oyó unas voces que venían por el camino de piedra. Se inclinó sobre el alféizar de la ventana y vio a cuatro hombres uniformados que lo miraban entornando los ojos.
-¿El señor Aaa? -le preguntaron.
-El mismo.
-¡Nos envía el señor Ttt! -gritó el capitán.
-¿Y por qué ha hecho eso?
-¡Estaba ocupado!
-¡Qué lástima! -dijo el señor Aaa, con tono sarcástico-. ¿Creerá que estoy aquí para atender a las gentes que lo molestan?
-No es eso lo importante, señor -replicó el capitán.
-Para mí, sí. Tengo mucho que leer. El señor Ttt es un desconsiderado. No es la primera vez que se comporta de este modo. No mueva usted las manos, señor. Espere a que termine. Y preste atención. La gente suele escucharme cuando hablo. Y usted me escuchará cortésmente o no diré una palabra.
Los cuatro hombres de la calle abrieron la boca, se movieron incómodos, y por un momento las lágrimas asomaron a los ojos del capitán.
-¿Le parece a usted bien -sermoneó el señor Aaa- que el señor Ttt haga estas cosas?
Los cuatro hombres alzaron los ojos en el calor.
-¡Venimos de la Tierra! -dijo el capitán.
-A mí me parece que es un mal educado -continuó el señor Aaa.
-En un cohete. Venimos en un cohete.
-No es la primera vez que Ttt comete estas torpezas.
-Directamente desde la Tierra.
-Me gustaría llamarlo y decirle lo que pienso.
-Nosotros cuatro, yo y estos tres hombres, mi tripulación.
-¡Lo llamaré, sí, voy a llamarlo!
-Tierra. Cohete. Hombres. Viaje. Espacio.
-¡Lo llamaré y tendrá que oírme! -gritó el señor Aaa, y desapareció como un títere de un escenario.
Durante unos instantes se oyeron unas voces coléricas que iban y venían por algún extraño aparato. Abajo, el capitán y su tripulación miraban tristemente por encima del hombro el hermoso cohete que yacía en la colina, tan atractivo y delicado y brillante.
El señor Aaa reapareció de pronto en la ventana, con un salvaje aire de triunfo.
-¡Lo he retado a duelo, por todos los dioses! ¡A duelo!
-Señor Aaa… -comenzó otra vez el capitán con voz suave.
-¡Lo voy a matar! ¿Me oye?
-Señor Aaa, quisiera decirle que hemos viajado noventa millones de kilómetros.
El señor Aaa miró al capitán por primera vez.
-¿De dónde dice que vienen?
El capitán emitió una blanca sonrisa.
-Al fin nos entendemos -les murmuró en un aparte a sus hombres, y le dijo al señor Aaa-: Recorrimos noventa millones de kilómetros. ¡Desde la Tierra!
El señor Aaa bostezó.
-En esta época del año la distancia es solo de setenta y cinco millones de kilómetros -blandió un arma de aspecto terrible-. Bueno, tengo que irme. Lleven esa estúpida nota, aunque no sé de qué les servirá, a la aldea de Iopr, sobre la colina, y hablen con el señor Iii. Ese es el hombre a quien quieren ver. No al señor Ttt. Ttt es un idiota, y voy a matarlo. Ustedes, además, no son de mi especialidad.
-Especialidad, especialidad -baló el capitán-. ¿Pero es necesario ser un especialista para dar la bienvenida a hombres de la Tierra?
-No sea tonto, todo el mundo lo sabe.
El señor Aaa desapareció. Apareció unos instantes después en la puerta y se alejó velozmente calle abajo.
-¡Adiós! -gritó.

Los cuatro viajeros no se movieron, desconcertados. Finalmente dijo el capitán:
-Ya encontraremos quien nos escuche.
-Quizá debiéramos irnos y volver -sugirió un hombre con voz melancólica-. Quizá debiéramos elevarnos y descender de nuevo. Darles tiempo de organizar una fiesta.
-Puede ser una buena idea -murmuró fatigado el capitán.
En la aldea la gente salía de las casas y entraba en ellas, saludándose, y llevaba máscaras doradas, azules y rojas, máscaras de labios de plata y cejas de bronce, máscaras serias o sonrientes, según el humor de sus dueños.
Los cuatro hombres, sudorosos luego de la larga caminata, se detuvieron y le preguntaron a una niñita dónde estaba la casa del señor Iii.
-Ahí -dijo la niña con un movimiento de cabeza.
El capitán puso una rodilla en tierra, solemnemente, cuidadosamente, y miró el rostro joven y dulce.
-Oye, niña, quiero decirte algo.
La sentó en su rodilla y tomó entre sus manazas las manos diminutas y morenas, como si fuera a contarle un cuento de hadas preciso y minucioso.
-Bien, te voy a contar lo que pasa. Hace seis meses otro cohete vino a Marte. Traía a un hombre llamado York y a su ayudante. No sabemos qué les pasó. Quizá se destrozaron al descender. Vinieron en un cohete, como nosotros. Debes de haberlo visto. ¡Un gran cohete! Por lo tanto nosotros somos la Segunda Expedición. Y venimos directamente de la Tierra…
La niña soltó distraídamente una mano y se ajustó a la cara una inexpresiva máscara dorada. Luego sacó de un bolsillo una araña de oro y la dejó caer. El capitán seguía hablando. La araña subió dócilmente a la rodilla de la niña, que la miraba sin expresión por las hendiduras de la máscara. El capitán zarandeó suavemente a la niña y habló con una voz más firme:
-Somos de la Tierra, ¿me crees?
-Sí -respondió la niña mientras observaba cómo los dedos de los pies se le hundían en la arena.
-Muy bien -el capitán le pellizcó un brazo, un poco porque estaba contento y un poco porque quería que ella lo mirase-. Nosotros mismos hemos construido este cohete. ¿Lo crees, no es cierto?
La niña se metió un dedo en la nariz.
-Sí -dijo.
-Y… Sácate el dedo de la nariz, niñita… Yo soy el capitán y…
-Nadie hasta hoy cruzó el espacio en un cohete -recitó la criatura con los ojos cerrados.
-¡Maravilloso! ¿Cómo lo sabes?
-Oh, telepatía… -respondió la niña limpiándose distraídamente el dedo en una pierna.
-Y bien, ¿eso no te asombra? -gritó el capitán-. ¿No estás contenta?
-Será mejor que vayan a ver en seguida al señor Iii -dijo la niña, y dejó caer su juguete-. Al señor lii le gustará mucho hablar con ustedes.
La niña se alejó. La araña echó a correr obedientemente detrás de ella.
El capitán, en cuclillas, se quedó mirándola, con las manos extendidas, la boca abierta y los ojos húmedos.
Los otros tres hombres, de pie sobre sus sombras, escupieron en la calle de piedra.
El señor Iii abrió la puerta. Salía en ese momento para una conferencia, pero podía concederles unos instantes si se decidían a entrar y le informaban brevemente del objeto de la visita.
-Un minuto de atención -dijo el capitán, cansado, con los ojos enrojecidos-. Venimos de la Tierra, en un cohete; somos cuatro: tripulación y capitán; estamos exhaustos, hambrientos, y quisiéramos encontrar un sitio para dormir. Nos gustaría que nos dieran la llave de la ciudad, o algo parecido, y que alguien nos estrechara la mano y nos dijera: “¡Bravo!” y “¡Enhorabuena, amigos!” Eso es todo.
El señor lii era alto, vaporoso, delgado, y llevaba unas gafas de gruesos cristales azules sobre los ojos amarillos. Se inclinó sobre el escritorio y se puso a estudiar unos papeles. De cuando en cuando alzaba la vista y observaba con atención a sus visitantes.
-No creo tener aquí los formularios -dijo revolviendo los cajones del escritorio-. ¿Dónde los habré puesto? Deben de estar en alguna parte… ¡Ah, sí, aquí! -le alcanzó al capitán unos papeles-. Tendrá usted que firmar, por supuesto.
-¿Tenemos que pasar por tantas complicaciones? -preguntó el capitán.
El señor Iii le lanzó una mirada vidriosa.
-¿No dice que viene de la Tierra? Pues tiene que firmar.
El capitán escribió su nombre.
-¿Es necesario que firmen también los tripulantes?
El señor Iii miró al capitán, luego a los otros tres, y estalló en una carcajada burlona.
-¡Que ellos firmen! ¡Ah, admirable! ¡Que ellos, oh, que ellos firmen! -los ojos se le llenaron de lágrimas. Se palmeó una rodilla y se dobló en dos sofocado por la risa. Se apoyó en el escritorio-. ¡Que ellos firmen!
Los cuatro hombres fruncieron el ceño.
-¿Es tan gracioso?
-¡Que ellos firmen! -suspiró el señor Iii, debilitado por su hilaridad-. Tiene gracia. Debo contárselo al señor Xxx.
Examinó el formulario, riéndose aún a ratos.
-Parece que todo está bien -movió afirmativamente la cabeza-. Hasta su conformidad para una posible eutanasia -cloqueó.
-¿Conformidad para qué?
-Cállese. Tengo algo para usted. Aquí está. La llave.
El capitán se sonrojó.
-Es un gran honor…
-¡No es la llave de la ciudad, imbécil! -ladró el señor Iii-. Es la de la casa. Vaya por aquel pasillo, abra la puerta grande, entre y cierre bien. Puede pasar allí la noche. Por la mañana le mandaré al señor Xxx.
El capitán titubeó, tomó la llave y se quedó mirando fijamente las tablas del piso. Sus hombres tampoco se movieron. Parecían secos, vacíos, como si hubiesen perdido toda la pasión y fiebre del viaje.
-¿Qué le pasa? -preguntó el señor Iii-. ¿Qué espera? ¿Qué quiere? -se adelantó y estudió de cerca el rostro del capitán-. ¡Váyase!
-Me figuro que no podría usted… -sugirió el capitán-, quiero decir… En fin… Hemos trabajado mucho, hemos hecho un largo viaje y quizá pudiera usted estrecharnos la mano y darnos la enhorabuena -añadió con voz apagada-. ¿No le parece?
El señor Iii le tendió rígidamente la mano y le sonrió con frialdad.
-¡Enhorabuena! -y apartándose dijo-: ahora tengo que irme. Utilice esa llave.
Sin fijarse más en ellos, como si se hubieran filtrado a través del piso, el señor Iii anduvo de un lado a otro por la habitación, llenando con papeles una cartera. Se entretuvo en la oficina otros cinco minutos, pero sin dirigir una sola vez la palabra al solemne cuarteto inmóvil, cabizbajo, de piernas de plomo, brazos colgantes y mirada apagada.
Al fin cruzó la puerta, absorto en la contemplación de sus uñas…
Avanzaron pesadamente por el pasillo, en la penumbra silenciosa de la tarde, hasta llegar a una pulida puerta de plata. La abrieron con la llave, también de plata, entraron, cerraron y se volvieron.
Estaban en un vasto aposento soleado. Sentados o de pie, en grupos, varios hombres y mujeres conversaban junto a las mesas. Al oír el ruido de la puerta miraron a los cuatro hombres de uniforme.
Un marciano se adelantó y los saludó con una reverencia.
-Yo soy el señor Uuu.
-Y yo soy el capitán Jonathan Williams, de la ciudad de Nueva York, de la Tierra -dijo el capitán sin mucho entusiasmo.
Inmediatamente hubo una explosión en la sala.
Los muros temblaron con los gritos y exclamaciones. Hombres y mujeres gritando de alegría, derribando las mesas, tropezando unos con otros, corrieron hacia los terrestres y, levantándolos en hombros, dieron seis vueltas completas a la sala, saltando, gesticulando y cantando.
Los terrestres estaban tan sorprendidos que durante un minuto se dejaron llevar por aquella marea de hombros antes de estallar en risas y gritos.
-¡Esto se parece más a lo que esperábamos!
-¡Esto es vida! ¡Bravo! ¡Bravo!
Se guiñaban alegremente los ojos, alzaban los brazos, golpeaban el aire.
-¡Hip! ¡Hip! -gritaban.
-¡Hurra! -respondía la muchedumbre.
Al fin los pusieron sobre una mesa. Los gritos cesaron. El capitán estaba a punto de llorar:
-Gracias. Gracias. Esto nos ha hecho mucho bien.
-Cuéntenos su historia -sugirió el señor Uuu.
El capitán carraspeó y habló, interrumpido por los ¡oh! y ¡ah! del auditorio. Presentó a sus compañeros, y todos pronunciaron un discursito, azorados por el estruendo de los aplausos.
El señor Uuu palmeó al capitán.
-Es agradable ver a otros de la Tierra. Yo también soy de allí.
-¿Qué ha dicho usted?
-Aquí somos muchos los terrestres.
El capitán lo miró fijamente.
-¿Usted? ¿Terrestre? ¿Es posible? ¿Vino en un cohete? ¿Desde cuándo se viaja por el espacio? -parecía decepcionado-. ¿De qué… de qué país es usted?
-De Tuiereol. Vine hace años en el espíritu de mi cuerpo.
-Tuiereol -el capitán articuló dificultosamente la palabra-. No conozco ese país. ¿Qué es eso del espíritu del cuerpo?
-También la señorita Rrr es terrestre. ¿No es cierto, señorita Rrr?
La señorita Rrr asintió con una risa extraña.
-También el señor Www, el señor Qqq y el señor Vvv.
-Yo soy de Júpiter -dijo uno pavoneándose.
-Yo de Saturno -dijo otro. Los ojos le brillaban maliciosamente.
-Júpiter, Saturno -murmuró el capitán, parpadeando.
Todos callaron; los marcianos, ojerosos, de pupilas amarillas y brillantes, volvieron a agruparse alrededor de las mesas de banquete, extrañamente vacías. El capitán observó, por primera vez, que la habitación no tenía ventanas. La luz parecía filtrarse por las paredes. No había más que una puerta.
-Todo esto es confuso. ¿Dónde diablos está Tuiereol? ¿Cerca de Estados Unidos? -preguntó el capitán.
-¿Que es Estados Unidos?
-¿No ha oído hablar del continente norteamericano y dice que es terrestre?
El señor Uuu se irguió enojado.
-La Tierra está cubierta de mares, es solo mar. No hay continentes. Yo soy de allí y lo sé.
El capitán se echó hacia atrás en su silla.
-Un momento, un momento. Usted tiene cara de marciano, ojos amarillos, tez morena.
-La Tierra es solo selvas -dijo orgullosamente la señorita Rrr-. Yo soy de Orri, en la Tierra; una civilización donde todo es de plata.
El capitán miró sucesivamente al señor Uuu, al señor Www, al señor Zzz, al señor Nnn, al señor Hhh y al señor Bbb, y vio que los ojos amarillos se fundían y apagaban a la luz, y se contraían y dilataban. Se estremeció, se volvió hacia sus hombres y los miró sombríamente.
-¡Comprenden qué es esto?
-¿Qué, señor?
-No es una celebración -contestó agotado el capitán-. No es un banquete. Estas gentes no son representantes del gobierno. Esta no es una fiesta de sorpresa. Mírenles los ojos. Escúchenlos.
Retuvieron el aliento. En la sala cerrada solo había un suave movimiento de ojos blancos.
-Ahora entiendo -dijo el capitán con voz muy lejana- por qué todos nos daban papelitos y nos pasaban de uno a otro, y por qué el señor Iii nos mostró un pasillo y nos dio una llave para abrir una puerta y cerrar una puerta. Y aquí estamos…
-¿Dónde, capitán?
-En un manicomio.
Era de noche. En la vasta sala silenciosa, tenuemente alumbrada por unas luces ocultas en los muros transparentes, los cuatro terrestres, sentados alrededor de una mesa de madera, conversaban en voz baja, con los rostros juntos y pálidos. Hombres y mujeres yacían desordenadamente por el suelo. En los rincones oscuros había leves estremecimientos: hombres o mujeres solitarios que movían las manos. Cada media hora uno de los terrestres intentaba abrir la puerta de plata.
-No hay nada que hacer. Estamos encerrados.
-¿Creen realmente que somos locos, capitán?
-No hay duda. Por eso no se entusiasmaron al vernos. Se limitaron a tolerar lo que entre ellos debe de ser un estado frecuente de psicosis -señaló las formas oscuras que yacían alrededor-. Paranoicos todos. ¡Qué bienvenida! -una llamita se alzó y murió en los ojos del capitán-. Por un momento creí que nos recibían como merecíamos. Gritos, cantos y discursos. Todo estuvo muy bien, ¿no es cierto? Mientras duró.
-¿Cuánto tiempo nos van a tener aquí?
Hasta que demostremos que no somos sicópatas.
-Eso será fácil.
-Espero que sí.
-No parece estar muy seguro
-No lo estoy. Mire aquel rincón.
De la boca de un hombre en cuclillas brotó una llama azul. La llama se transformó en una mujercita desnuda, y susurrando y suspirando se abrió como una flor en vapores de color cobalto.
El capitán señaló otro rincón. Una mujer, de pie, se encerró en una columna de cristal; luego fue una estatua dorada, después una vara de cedro pulido, y al fin otra vez una mujer.
En la sala oscurecida todos exhalaban pequeñas llamas violáceas móviles y cambiantes, pues la noche era tiempo de transformaciones y aflicción.
-Magos, brujos -susurró un terrestre.
-No, alucinados. Nos comunican su demencia y vemos así sus alucinaciones. Telepatía. Autosugestión y telepatía.
-¿Y eso le preocupa, capitán?
-Sí. Si esas alucinaciones pueden ser tan reales, tan contagiosas, tanto para nosotros como para cualquier otra persona, no es raro que nos hayan tomado por sicópatas. Si aquel hombre es capaz de crear mujercitas de fuego azul, y aquella mujer puede transformarse en una columna, es muy natural que los marcianos normales piensen que también nosotros hemos creado nuestro cohete.
-Oh -exclamaron sus hombres en la oscuridad.
Las llamas azules brotaban alrededor de los terrestres, brillaban un momento y se desvanecían. Unos diablillos de arena roja corrían entre los dientes de los hombres dormidos. Las mujeres se transformaban en serpientes aceitosas. Había un olor de reptiles y bestias.
Por la mañana todos estaban de pie, frescos, contentos y normales. No había llamas ni demonios. El capitán y sus hombres se habían acercado a la puerta de plata, con la esperanza de que se abriera.
El señor Xxx llegó unas cuatro horas después. Los terrestres sospecharon que había estado esperando del otro lado de la puerta, espiándolos por lo menos durante tres horas. Con un gesto les pidió que lo acompañaran a una oficina pequeña.
Era un hombre jovial, sonriente, si se le juzgaba por su máscara. En ella estaban pintadas no una sonrisa, sino tres.
Detrás de la máscara, su voz era la de un siquiatra no tan sonriente.
-Y bien, ¿qué pasa?
-Usted cree que estamos locos, y no lo estamos -dijo el capitán.
-Yo no creo que todos estén locos -replicó el siquiatra señalando con una varita al capitán-. El único loco es usted. Los otros son alucinaciones secundarias.
El capitán se palmeó una rodilla.
-¡Ah, es eso! ¡Ahora comprendo por qué se rió el señor Iii cuando sugerí que mis hombres firmaran los papeles!
El siquiatra rió a través de su sonrisa tallada.
-Sí, ya me lo contó el señor Iii. Fue una broma excelente. ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí. Alucinaciones secundarias. A veces vienen a verme mujeres con culebras en las orejas. Cuando las curo, las culebras se disipan.
-Nosotros nos alegraremos de que nos cure. Siga.
El señor Xxx pareció sorprenderse.
-Es raro. No son muchos los que quieren curarse. Le advierto a usted que el tratamiento es muy severo.
-¡Siga curándonos! Pronto sabrá que estamos cuerdos.
-Permítame que examine sus papeles. Quiero saber si están en orden antes de iniciar el tratamiento -el señor Xxx examinó el contenido de una carpeta-. Sí. Los casos como el suyo necesitan un tratamiento especial. Las personas de aquella sala son casos muy simples. Pero cuando se llega como usted, debo advertírselo, a alucinaciones primarias, secundarias, auditivas, olfativas y labiales, y a fantasías táctiles y ópticas, el asunto es grave. Es necesario recurrir a la eutanasia.
El capitán se puso en pie de un salto y rugió:
-Mire, ¡ya hemos aguantado bastante! ¡Sométanos a sus pruebas, verifique los reflejos, auscúltenos, exorcícenos, pregúntenos!
-Hable libremente.
El capitán habló, furioso, durante una hora. El siquiatra escuchó.
-Increíble. Nunca oí fantasía onírica más detallada.
-¡No diga estupideces! ¡Le enseñaremos nuestro cohete! -gritó el capitán.
-Me gustaría verlo. ¿Puede usted manifestarlo en esa habitación?
-Por supuesto. Está en ese fichero, en la letra C.
El señor Xxx examinó atentamente el fichero, emitió un sonido de desaprobación y lo cerró solemnemente.
-¿Por qué me ha engañado usted? El cohete no está aquí.
-Claro que no, idiota. Ha sido una broma. ¿Bromea un loco?
-Tiene usted unas bromas muy raras. Bueno, salgamos. Quiero ver su cohete.
Era mediodía. Cuando llegaron al cohete hacía mucho calor.
-Ajá.
El siquiatra se acercó a la nave y la golpeó. El metal resonó suavemente.
-¿Puedo entrar? -preguntó con picardía.
-Entre.
El señor Xxx desapareció en el interior del cohete.
-Esto es exasperante -dijo el capitán, mordisqueando un cigarro-. Volvería gustoso a la Tierra y les aconsejaría no ocuparse más de Marte. ¡Qué gentes más desconfiadas!
-Me parece que aquí hay muchos locos, capitán. Por eso dudan tanto quizá.
-Sí, pero es muy irritante.
El siquiatra salió de la nave después de hurgar, golpear, escuchar, oler y gustar durante media hora.
-Y bien, ¿está usted convencido? -gritó el capitán como si el señor Xxx fuera sordo.
El siquiatra cerró los ojos y se rascó la nariz.
-Nunca conocí ejemplo más increíble de alucinación sensorial y sugestión hipnótica. He examinado el “cohete”, como lo llama usted -golpeó la coraza. -Lo oigo. Fantasía auditiva. -Aspiró. -Lo huelo. Alucinación olfativa inducida por telepatía sensorial. -Acercó sus labios al cohete. -Lo gusto. Fantasía labial.
El siquiatra estrechó la mano del capitán:
-¿Me permite que lo felicite? ¡Es usted un genio sicópata! Ha hecho usted un trabajo completo. La tarea de proyectar una imaginaria vida sicópata en la mente de otra persona por medio de la telepatía, y evitar que las alucinaciones se vayan debilitando sensorialmente, es casi imposible. Las gentes de mi pabellón se concentran habitualmente en fantasías visuales, o cuando más en fantasías visuales y auditivas combinadas. ¡Usted ha logrado una síntesis total! ¡Su demencia es hermosísimamente completa!
El capitán palideció:
-¿Mi demencia?
-Sí. Qué demencia más hermosa. Metal, caucho, gravitadores, comida, ropa, combustible, armas, escaleras, tuercas, cucharas. He comprobado que en su nave hay diez mil artículos distintos. Nunca había visto tal complejidad. Hay hasta sombras debajo de las literas y debajo de todo. ¡Qué poder de concentración! Y todo, no importan cuándo o cómo se pruebe, tiene olor, solidez, gusto, sonido. Permítame que lo abrace -el psiquiatra abrazó al capitán-. Consignaré todo esto en lo que será mi mejor monografía. El mes que viene hablaré en la Academia Marciana. Mírese. Ha cambiado usted hasta el color de sus ojos, del amarillo al azul, y la tez de morena a sonrosada. ¡Y su ropa, y sus manos de cinco dedos en vez de seis! ¡Metamorfosis biológica a través del desequilibrio psicológico! Y sus tres amigos…
El señor Xxx sacó un arma pequeña:
-Es usted incurable, por supuesto. ¡Pobre hombre admirable! Muerto será más feliz. ¿Quiere usted confiarme su última voluntad?
-¡Quieto, por Dios! ¡No haga fuego!
-Pobre criatura. Lo sacaré de esa miseria que lo llevó a imaginar este cohete y estos tres hombres. Será interesantísimo ver cómo sus amigos y su cohete se disipan en cuanto yo lo mate. Con lo que observe hoy escribiré un excelente informe sobre la disolución de las imágenes neuróticas.
-¡Soy de la Tierra! Me llamo Jonathan Williams y estos…
-Sí, ya lo sé -dijo suavemente el señor Xxx, y disparó su arma.
El capitán cayó con una bala en el corazón. Los otros tres se pusieron a gritar.
El señor Xxx los miró sorprendido.
-¿Siguen ustedes existiendo? ¡Soberbio! Alucinaciones que persisten en el tiempo y en el espacio -apuntó hacia ellos-. Bien, los disolveré con el miedo.
-¡No! -gritaron los tres hombres.
-Petición auditiva, aun muerto el paciente -observó el señor Xxx mientras los hacía caer con sus disparos.
Quedaron tendidos en la arena, intactos, inmóviles. El señor Xxx los tocó con la punta del pie y luego golpeó la coraza del cohete.
-¡Persiste! ¡Persisten! -exclamó y disparó de nuevo su arma, varias veces, contra los cadáveres. Dio un paso atrás. La máscara sonriente se le cayó de la cara.
-Alucinaciones -murmuró aturdidamente-. Gusto. Vista. Olor. Tacto. Sonido.
El rostro del menudo siquiatra cambió lentamente. Se le aflojaron las mandíbulas. Soltó el arma. Miró alrededor con ojos apagados y ausentes. Extendió las manos como un ciego y palpó los cadáveres, sintiendo que la saliva le llenaba la boca.
Movió débilmente las manos, desorbitado, babeando.
-¡Váyanse! -les gritó a los cadáveres-. ¡Váyase! -le gritó al cohete.
Se examinó las manos temblorosas.
-Contaminado -susurró-. Víctima de una transferencia. Telepatía. Hipnosis. Ahora soy yo el loco. Contaminado. Alucinaciones en todas sus formas -se detuvo y con manos entumecidas buscó a su alrededor el arma-. Hay solo una cura, solo una manera de que se vayan, de que desaparezcan.
Se oyó un disparo.
Los cuatro cadáveres yacían al sol; el señor Xxx cayó junto a ellos.
El cohete, reclinado en la colina soleada, no desapareció.
Cuando en el ocaso del día la gente del pueblo encontró el cohete, se preguntó qué sería aquello. Nadie lo sabía; por lo tanto fue vendido a un chatarrero, que se lo llevó para desmontarlo y venderlo como hierro viejo.
Aquella noche llovió continuamente. El día siguiente fue bueno y caluroso.
FIN

“The Earth Men”,
Thrilling Wonder Stories, 1
948
(tomado de Ciudad SEVA)

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Ray Bradbury (1920-2012)​ fue un escritor estadounidense de misterio del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas marcianas (1950) y la novela distópica Fahrenheit 451 (1953).

Su obra ha sido traducida a varios idiomas. 
Sus novelas y cuentos han inspirado la imaginación sobre el cosmos y la vida en otros planetas, hasta el punto de que en el año 2000 el asteroide 9766 descubierto por la NASA fue bautizado "Bradbury". 

miércoles, 5 de febrero de 2020

Salvar una vida solo con las manos

La semana pasada hablábamos de un pájaro que supuestamente daba Reanimación Cardiopulmonar a otra ave que, también supuestamente, había chocado contra una ventana. 

Esta semana quisiera retomar el tema de la Reanimación Cardiopumonar, tambien llamada RCP.  

En varias oportunidades he publicado videos sobre el tema.  Hoy quiero compartirles uno que me llamó la atención por el humor con que se aborda. 

Quiero que lo miren muy atentamente y aprendan de el. 

Otra cosa. El video tiene un error garrafal.  Lo descubrirán fácilmente si ponen atención. Al final les diré cuál es. 


Antes de contarles cual es el error, quiero que repasemos lo aprendido. 

Si un hombre adulto colapsa y cae al piso debes hacer lo siguiente: 
  • Llama a la linea local de emergencias (en Colombia es el 123) y pide ayuda, o pídele a alguien que lo haga mientras tu sigues el siguiente paso.
  • Descubre su pecho. Aplica una mano en el centro del tórax y luego pon encima la otra mano, entrelazando los dedos. 
  • Comienza a hacer compresiones en forma rápida y fuerte, mientras llega la ayuda o hasta que la persona responda. La velocidad de las compresiones deben ser la misma que la canción "Staying Alive"


¿Ya descubriste el error?


¡Exacto!   A pesar de que en el video se dice que se debe descubrir el tórax del paciente, el reanimador del video hace el masaje sobre la ropa. Eso dificulta buscar el centro del pecho y puede hacer que las manos resbalen del punto exacto donde se debe hacer la compresión. 

Si te toca, hazlo bien. 

Y recuerda que con solo las manos puedes salvar una vida. 

miércoles, 29 de enero de 2020

Pájaro dando RCP. ¿Falso o verdadero?

Hace unos días me compartieron por redes sociales un video con un texto que decía: 

Miren que cosa linda: un pajarito se choca contra el vidrio y pierde la respiración. Otro pajarito le hace RCP (Resucitacion Cardiopulmonar ) para que vuelva a la vida. La naturaleza tiene estas maravillas. 
Vean el video 


El video se trata de un pájaro que está inmóvil en el piso, cerca a una ventana. Otro pájaro lo picotea y lo mueve, hasta que al final el pájaro que parecía muerto sale volando. 

Luego de mirar el video puedo sacar las siguientes conclusiones: 

No se ve ningún pájaro chocando contra un vidrio 

No se puede asegurar viendo el video que el pájaro inmóvil haya perdido la respiración. 

No es posible establecer que el picoteo del segundo pájaro sea una reanimación cardiopulmonar. 

Del video se podrían sacar muchas hipótesis comenzando por la primera: El primer pájaro chocó contra la ventana y el segundo lo estimula para que vuelva a volar. 

Pero también podría deberse a que el primer pájaro finge estar muerto porque cree que está en peligro y que el segundo es el atacante. En un descuido de su agresor, el primero huye. (recordemos que, en el reino animal, algunos individuos se “paralizan” cuando sienten que hay un peligro). 

Una amiga, cuando hice la observación, se puso triste por haberla sacado de su ensueño y me escribió: “Chevere soñar y ser románticos un ratico”, en lo que concuerdo con ella, tiene toda la razón. Me gustaría creer mas en la versión romántica del pájaro, salvando la vida de su pareja. Pero bajo ninguna circunstancia debo creer que esa es la única verdad. 

Hace unos días, leí un articulo de Gonzalo Cansino que hablaba sobre la realidad y la verdad, y descubrí que "Verdad" y "realidad" no necesariamente significan lo mismo. 

La realidad es lo que sucede. La verdad tiene matices personales. Lo que en realidad muestra el video es un pájaro inmóvil sobre el piso y que otro lo picotea hasta que el primero, en forma intempestiva, se va volando. Puede que en realidad haya chocado contra la ventana, pero no puedo asegurarlo con la información que tengo en las imágenes. Quizás quien tomó el video lo haya observado. (en ese caso sería un hecho real). Pero no es verdad que el otro le haya hecho reanimación; también podría tratarse de que estaba huyendo del otro pájaro que lo estaba picoteando y por eso chocó contra la ventana. Es bonito imaginar que luego del golpe le hubiera estimulado para que reaccionara. Pero eso solo podría asegurarlo hasta conocer que fue lo que en realidad que motivó al segundo pájaro a picotearlo. 


Esta es pues mi invitación a no “comer cuento”.

Permanentemente estamos bombardeados por información audiovisual que tiene múltiples interpretaciones, y ante la cual tendemos a creer en la versión que nos dan sin hacer un ejercicio mental previo. En las redes sociales reproducimos la foto de una niña supuestamente extraviada sin averiguar si es verdad o no. Difundimos la foto de un hombre que es un” violador” sin preguntarnos si es cierto, corriendo el riesgo de que sea la foto que alguien difundió de un inquilino al que le quería hacer daño por no pagar la renta. Leemos a diario noticias falsas sacadas de contexto y nos ponemos a pelear entre nosotros porque se publicó la foto de un político dando la mano a un delincuente sin tener en cuenta el contexto y el momento en que fue tomada la foto. 


Todos quisiéramos que fuera verdad que un pájaro salvó la vida de otro. Pero debemos ser consecuentes con lo que vemos en realidad. 

Ejerzamos primero la duda metódica. Analicemos los hechos reales antes de formular una “Verdad”. Usemos la lógica para sacar conclusiones y entendamos la diferencia entre los hechos y las interpretaciones… y luego (ahora sí) démosnos el permiso de soñar, sin perder el polo a tierra. 





miércoles, 22 de enero de 2020

Lección aprendida. Cuento de Luisa Fernanda Mesa

Esta semana les traigo un bello cuento publicado en la Antología Relata (Antología de la Red de Escritura Creativa, del Ministerio de cultura). 

Su autora es Luisa Fernanda Mesa Franco, una escritora de la que ya hablamos con ocasión de su libro 33 Razones para honrar mi vida.   También publicamos uno de los textos de dicho libro (ver  el amor tiene muchas formas)





Lección aprendida


Cae el sol en picada sobre las cabezas. Es medio día en el centro de la ciudad. Lo que me gusta y no me gusta del centro confluye a esta hora y se apretuja en las calles. Miles de personas afanadas estrujan y alegan mientras buscan una sombra pequeña en una ciudad que ha condenado históricamente sus árboles a morir engullidos por el cemento: Innovar, le llaman ahora.

Trato de no estorbarle a aquellos que tienen mas prisa y miro fascinada los colores y los gestos de la gente, mientras imagino conversaciones y situaciones, como tratando de leer un libro entre líneas, lentamente, distraída –con el bolso bien cerrado, por si acaso–.

Me llama la atención una voz infantil que dice categóricamente: –Todavía no, mamá.

Dirijo la mirada a la fuente sonora, y encuentro un cuadro poco común: un niño se ha quedado atrás solo,  mientras su madre, unos metros mas adelante y con la mano estirada,  trata de atraerlo, con un gesto, hacia ella.

En un punto intermedio entre madre e hijo, sin interrumpir el contacto invisible entre el brazo extendido y el niño con los brazos cruzados en gesto universal de rebeldía, hay un hombre de unos setenta años, barbado, andrajoso, que se está comiendo una empanada en una servilleta y un vaso con jugo color rosado.

–Pedro, vamos, pues, ¡vamos! –exclama la señora– Ya nos tenemos que ir.

–No mamá, todavía no –dice Pedro mientras cruza más las manos sobre su pecho y hace pucheros.

–Ya le diste un poco de comida al señor. Él se la está comiendo. Hicimos lo que querías, ya nos podemos ir –nuevamente le estira la mano.

–No, todavía no –responde Pedro y le increpa– No es bueno comer solo, tu me lo dices a diario. 

__________________


Luisa Fernanda Mesa Franco. 


Médica Especialista en Rehabilitación. Amante de la lectura y la fotografía. Aprendiz en el arte de la escritura. Pertenece al taller de escritores de la cooperativa Comedal en la ciudad de Medellín, bajo la tutela del escritor Luis Fernando Macías.




miércoles, 15 de enero de 2020

El maletín de urgencias. Capítulo 12. La ciudad violenta.

Esta semana continuamos con el ultimo capítulo de la serie "El maletín de urgencias"  que versa sobre la historia de la Medicina en Antioquia.  




El maletín de urgencias. Capítulo 12. La cuidad violenta


Colombia durante casi toda su historia ha sido golpeada por la violencia y particularmente Medellín ha vivido en muchas ocasiones este mismo flagelo. Para la Policlínica Municipal llevar a cabo su misión en este contexto ha implicado retos enormes que han llevado a su comunidad médica a la búsqueda incansable de soluciones prácticas y con ellos ha logrado grandes desarrollos. Esta es la historia paralela entre la violencia de una ciudad y un país y cómo un grupo de seres humanos se las han arreglado para salir adelante, y, a través de su trabajo permitirse soñar con un futuro mejor.

Idea Original del doctor Carlos Guillermo Gutiérrez T.  
Universidad de Antioquia. 
Reproducido con permiso del Autor.



  • Capítulo 1. Saberes y prácticas
  • Capítulo 2. La Academia de Medicina de Medellín.
  • Capítulo 3.  El primer médico municipal
  • Capítulo 4. La oficina de accidentes
  • Capítulo 5. Creación de la policlínica Municipal (primera parte). 
  • Capítulo 6. Creación de la policlínica Municipal (segunda parte).
  • Capítulo 7. El cuerpo sin vida. 
  • Capítulo 8. El cuerpo viviente. 
  • Capítulo 9. La revolución de la cirugía
  • Capítulo 10. El peso de la realidad. 
  • Capitulo 11. El espejo de la ciudad. 

  • miércoles, 8 de enero de 2020

    Fiesta de Epifanía y la Befana

    El 6 de enero se celebra  la adoración de los Reyes Magos, también llamada la Epifanía, que según el diccionario significa Revelación, manifestación o aparición. 



    Esta fecha hace referencia a la primera epifanía según la tradición cristiana: cuando Dios, hecho niño, se revela a los Reyes Magos. La otras dos epifanías son la revelación a San Juan Bautista en el Jordán y la manifestación ante sus discípulos en la bodas de Caná. 



    Volviendo al 6 de enero, se cree que realmente no eran Reyes ni mucho menos Magos. La palabra “Magoi” significa "Sabios", pero ha sido interpretada como "Magos". 

    Esta semana quiero compartirles un texto de mi amigo y colega John Jairo Salas que nos habla de una variación en la tradición de los Reyes Magos. Los invito a leer este artículo sobre la epifanía y la historia de la BEFANA.  (trascribo un fragmento con dos o tres acotaciones personales)


    LA BEFANA  

    Por John Jairo Salas Tavera 
    (tomado de cafetinotas  
    Ed 235 dic 2019)

    En el mundo cristiano, las festividades de Navidad, terminan el 6 de enero, con la llegada de los Reyes Magos al portal de Belén, es decir, la primera de las epifanías y en muchos países, los adultos intercambian regalos y los niños reciben dulces y juguetes como en la noche de navidad.


    Pero en Italia, la fiesta del 6 de enero tiene una particularidad, no son los Reyes los que entregan los regalos a los niños; allí es una anciana que vuela sobre una escoba portando una bolsa de dulces y pequeños juguetes para los niños que se han portado bien y otra bolsa llena de carboncitos para los que se portaron mal.



    Cientos de años antes de la era cristiana, los antiguos romanos celebraban el inicio del año, realizando fiestas en honor al dios Jano y a la diosa Strenia. Eran fiestas agrarias, que celebraban el fin de un año y el comienzo de otro. Solían representar al año viejo como una mujer anciana y demacrada porque arrastraba los problemas y las calamidades del año y que se quemaba el último día del año y aparecía una mujer joven y hermosa, la diosa de la salud y protectora los bosques que repartía frutos y ramitos en señal de prosperidad para el año nuevo.

    En honor del dios Jano (el dios de los inicios, del que proviene la palabra enero -January-) intercambiaban pequeños regalos y miel con dátiles para augurar a los amigos un año más dulce que el anterior y realizando hogueras para quemar los malos recuerdos del año que finalizaba.


    En honor de la diosa Strenia, las festividades se prolongaban hasta diez días, invitando a los amigos a cenar, intercambiando ramas de olivo o de laurel, procedentes del bosque sagrado de dicha diosa, como augurio de fortuna y felicidad. (De esta diosa deriva el verbo “estrenar” y nuestra costumbre de los aguinaldos)



    Al dios Jano lo representaban con dos caras y la diosa Strenia como a una hermosa hada protectora de los bosques consagrados a ella.

    Esta función de traer regalos también la cumplen El Niño Jesús, Santa Claus, Los Reyes Magos, Papá Noel, Babo Natale y San Nicolás, pero resulta que en Italia es el único lugar del mundo en el que el personaje es una mujer. Se denomina “La Befana” y al parecer el vocablo deriva de “epifanía”

    Cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio, condenó todas las fiestas paganas, por considerar que evocaban dioses falsos. Pero las costumbres estaban tan arraigadas que siguieron celebrándose hasta el siglo XII pese a la prohibición. Entonces la Iglesia utilizó otro recurso: “cristianizó” las fiestas, reemplazándolas por hechos representativos para la fe.

    Fue así como joven y hermosa diosa Strenia, se convirtió en una anciana, que volaba en una escoba... La Befana.



    De la versión cristiana de esta fiesta, se tienen registros desde el siglo XIII y dice la leyenda que Los Reyes Magos, cuando seguían la estrella, preguntaron a una anciana el camino correcto. Ella les dio la información, pero les preguntó qué buscaban. Le respondieron que querían llevarle regalos a un Niño Bueno que nacería en un hogar humilde y la invitaron a acompañarlos. La anciana no quiso ir con ellos, pero luego lo pensó mejor, preparó una bolsa con dulces y juguetes y salió para tratar de alcanzarlos. No pudo dar con ellos y entonces se dedicó a entregar sus presentes a los niños buenos que se topaba en el camino, con la esperanza de encontrar al Niño Jesús.



    Esta es la italianísima tradición de la “La Befana”

    miércoles, 1 de enero de 2020

    Un propósito vigente. Meditaciones de Marco Aurelio

    Hace poco, una querida amiga me hizo un gran regalo: el libro "Meditaciones" de Marco Aurelio.  

    Aunque fue un libro que leí hace muchos años (temo que más de cuarenta) solo hasta ahora pude apreciar mejor la belleza de su contenido. He pasado unas magníficas horas releyendo esta obra y agradezco a Lina Fernanda, el haberme puesto de nuevo en contacto con el Filósofo-Emperador. 

    De su segundo capítulo, extraigo un fragmento que me parece hermoso, especialmente teniendo en cuenta que muchas veces pensamos que nuestra felicidad depende de lo que nos rodea, incluyendo a las personas.  

    En esta cita de Marco Aurelio se demuestra que somos nosotros los que tenemos el poder de decidir lo que hemos de pensar y sentir frente a las demás personas. 

    Considero que esta reflexión es un excelente propósito y un magnífico consejo para el 2020: Entender que lo que pensemos de los demás depende de la forma como queramos verlos. Que posiblemente cada día nos encontremos con algún pendejo, pero que eso no nos puede arruinar el día.


        1.  Apenas amanezca, hazte en tu interior esta cuenta: hoy tropezaré con algún entremetido, con algún ingrato, con algún insolente, con un doloso, un envidioso, un egoísta. Todos estos vicios les sobrevinieron por ignorancia del bien y del mal. Pero yo, habiendo observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo torpe. Y que la condición del pecador mismo es tal que no deja de ser mi pariente, participante, no de mi misma sangre o prosapia, pero si de una misma inteligencia y de una partícula de divinidad, no puedo recibir afrenta de ninguno de ellos porque ninguno podría mancharme con su infamia. 
     No puedo tampoco enojarme contra mi pariente ni aborrecerle, que hemos sido creados para ayudarnos mutuamente, como lo hacen los pies, las manos, los párpados, los dos órdenes de dientes, el superior y el inferior. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es ir contra la naturaleza: y es tratar a alguien de adversario el hecho de indignarse o apartarse de él.

    Marco Aurelio
    Meditaciones – Libro II

    Los invito a leer este maravilloso libro y aprender un poco de los sabios consejos de este Emperador, militar y filósofo.


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    Marco Aurelio Antonino Augusto, ​(121-180 A.C.), apodado el Sabio o el Filósofo,​ nació en Roma y murió en Vindobona (según otros en Sirmio).

    Fue emperador del imperio romano desde el año 161 hasta su muerte, acaecida en 180. Es considerado el último de los cinco buenos Emperadores, el tercero de origen hispano y es uno de los filósofos más representativos del estoicismo filosófico (Desde el año 133 vistió el manto de los filósofos). Marco Aurelio y Lucio Vero fueron hijos adoptivos de Antonino Pío por mandato de Adriano y ambos imperaron conjuntamente en Roma

    Su gobierno estuvo marcado por los conflictos militares en Asia (contra los Partos) y en Germania frente a las tribus bárbaras asentadas en la Galia y a lo largo del Danubio. También tuvo que hacer frente a la revuelta de Avidio Casio, a quien derrotó.

    Marco Aurelio ha sido recordado en múltiples obras actuales, como en las "Memorias de Adriano" de Margarite Yourcenar, en la película El Gladiador, o en el libro "El Médico del emperador" de la escritora Tessa Korber, en el que habla sobre la vida de Galeno, el médico de Marco Aurelio. 

    Meditaciones. Marco Aurelio
    Las Meditaciones fueron escritas por Marco Aurelio durante las campañas militares de 170 d.C. Son una joya literaria y una obra llena de humanidad, que contiene reflexiones sobre la condición humana, la vida, la muerte, el universo, la moral y los valores en los que deben inspirarse las personas.


    Los invito a leer estas meditaciones, a reflexionarlas y a aplicarlas en el nuevo año que comienza. 

    Feliz 2020



    y recuerden que 

    la felicidad 
    es una decisión personal 
    y no un resultado. 



    miércoles, 25 de diciembre de 2019

    El maletín de urgencias. Capítulo 11. El espejo de la ciudad

    Esta semana continuamos con el capítulo 11 de la serie "El maletín de urgencias"  que versa sobre la historia de la Medicina en Antioquia.  




    El maletín de urgencias. Capítulo 11.  El espejo de la ciudad

    Iniciada la segunda mitad del siglo XX, la influencia de la escuela norteamericana se incorporó en la Policlínica Municipal de la mano del doctor Hernando Vélez Rojas, médico que hasta su último día buscó la manera de humanizar y cualificar la atención de los pacientes urgentes. En la Policlínica Municipal de Medellín se encontraron la academia y la realidad de la ciudad, y mientras se resolvía el día a día, grandes logros y avances le daban cuerpo a la Escuela médico quirúrgica antioqueña.

    Idea Original del doctor Carlos Guillermo Gutiérrez T.  
    Universidad de Antioquia. 
    Reproducido con permiso del Autor.

  • Capítulo 1. Saberes y prácticas
  • Capítulo 2. La Academia de Medicina de Medellín.
  • Capítulo 3.  El primer médico municipal
  • Capítulo 4. La oficina de accidentes
  • Capítulo 5. Creación de la policlínica Municipal (primera parte). 
  • Capítulo 6. Creación de la policlínica Municipal (segunda parte).
  • Capítulo 7. El cuerpo sin vida. 
  • Capítulo 8. El cuerpo viviente. 
  • Capítulo 9. La revolución de la cirugía
  • Capítulo 10. El peso de la realidad. 

  • miércoles, 18 de diciembre de 2019

    El maletín de urgencias. Capítulo 10. El peso de la realidad.

    Esta semana les comparto el capítulo 10 de la excelente serie El maletín de urgencias, una excelente investigación hecha por el doctor Carlos Guillermo Gutierrez sobre la historia de la medicina en Medellín.   




    El Maletín de urgencias. Capítulo 10. El peso de la realidad. 


    En una ciudad llena de contrastes como Medellín, la Policlínica Municipal se consolidó como una institución de atención médica donde los estudiantes y los profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, se dieron a la tarea de darle solución a la cantidad de conflictos representados en los traumas de seres humanos que día a día llegaban a sus puertas. En ese recinto, muchos años estuvo al frente el doctor Joaquín Aristizábal, uno de los médicos más influyentes en la medicina en Antioquia y que hoy es conocido como "el democratizador de la cirugía".



    miércoles, 11 de diciembre de 2019

    Masacre (Microrelato)


    Me place compartirles un cuento que obtuvo una mención de honor en el IV concurso Universitario de Microrrelatos Universidad EAFIT 2019, Palabras Contadas.


    MASACRE


    Carlos Alberto Velásquez C. 

    Primero cayeron los reyes y sus reinas, luego siguieron los ministros.  Los caballeros que trataron de defender los reinos, perecieron con sus caballos al ser aplastados por la caída de las torres. Los siervos lucharon con denuedo hasta ser vencidos. Ninguno sobrevivió.

    Bajo la consigna de "viva la igualdad" y "abajo las clases sociales" una multitud de “iguales entre sí” acabó con todos ellos en pocos minutos.

    Y todo ocurrió porque alguien desprevenidamente mezcló en el mismo cajón las figuras del ajedrez, las fichas del juego de damas y un solo tablero.






    Felicitaciones a los ganadores y finalistas, y agradecimientos a la Universidad y a los jurados. 

    Para ver todos los cuentos hagan click sobre la siguiente imagen.


    miércoles, 4 de diciembre de 2019

    Jugar con la imaginación. FUGA DE IDEAS

    Muchos amigos me preguntan ¿Cómo haces para inventar tantas historias?, y yo me hago la pregunta contraria: ¿cómo hacen ellos para no hacerlo?

    La creación literaria requiere de imaginación, y todos nacemos con una fuente inagotable de ella. Sin embargo, cuando crecemos nos dejamos convencer por una supuesta imposibilidad de inventar algo nuevo cada dia.

    Todos jugamos, de niños, con una caja de cartón; imaginábamos entonces que esa caja era una fortaleza que había que defender, un barco que cruzaba una tormenta, o una nave espacial que le hacía frente a unos alienígenas. Ahora, vemos una caja de cartón y solo pensamos en su utilidad práctica o que nos estorba. La caja sigue allí: ¿Dónde quedaron las fortalezas a defender, los barcos temerarios y las naves espaciales?

    El libro Fuga de Ideas es una invitación a imaginar cosas. A pensar en un mundo alterno, casi mágico:

    ¿Es posible inventar el agua en polvo? ¿Qué utilidad tendría?

    ¿Se puede secuestrar un personaje de novela de la cabeza de un escritor? 
    ¿Puedo llamar por teléfono al "yo" que era hace varios años?  ¿y si fuera posible, que consejo le daría? 
    ¿Sería alguien capaz de inventar una aspiradora de sonidos para los lugares donde el ruido es ensordecedor? 
    ¿Qué pasaría si mis pensamientos sonaran en mi cabeza con otro acento diferente al mío? 
    ¿Es factible que alguien recuerde cosas que le pasaron a unos desconocidos sin haber estado presente? 

    En Fuga de Ideas, cualquier cosa puede ser posible. 



    Quiero compartirles un video realizado por FALLIDOS EDITORES el día del lanzamiento de mi último libro FUGA DE IDEAS, donde tuvimos una amena charla con Diana Gutierrez, el Profesor Luis Fernando Macías y yo, y en la que hablamos de todo un poco, en especial, de la capacidad que todos tenemos de imaginar, e inventar.

    Espero que lo disfruten. 




    Fuga de Ideas es un libro de cuentos fantásticos bajo el sello editorial de Fallidos Editores y con prólogo de los profesores Luis Fernando Macías y Memo Anjel

    Categoría: Literatura Colombiana (cuentos)
    Primera edición: Nov 2019
    número de páginas: 82
    ISBN: 978-958-48-7357-6
    Editorial: Fallidos Editores
    Formato: 14 x 21 cm (con solapa), Rústico (pegado-cosido)
    Interior: Papel Ecológico
    Pedidos al WhatsApp 3053997940 o al correo calveco@une.net.co