"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 25 de marzo de 2020

Un hombre en el hogar.

La emergencia sanitaria por el COVID-19, nos ha llevado a encerrarnos en casa y plantearnos muchos aspectos de la vida en el hogar. ¡A ver si los hombres aprovechamos para aprender un poco de los oficios domésticos! 

En una época donde se habla de igualdad y equidad, es notoria la diferencia entre los hombres y las mujeres. Ellas son excelentes con los trabajos domésticos, pero también se desempeñan divinamente en ambientes laborales. El hombre, en cambio, a duras penas es amo y señor de su ambiente laboral, pero apenas llega a su casa, es evidente que carece de las habilidades que ellas poseen. 

De hecho, cuando los hombres se jubilan y pierden el control de su ambiente laboral, quedan a la deriva. Las mujeres, por el contrario, siguen activas y vigentes después del retiro laboral. La razón es sencilla: los hombres que se jubilan comienzan a convertirse en un estorbo que no tiene control de nada, (ni siquiera en sus casas), mientras las mujeres siguen siendo amas y señoras de sus hogares. Tal vez por eso ellas sobreviven muchos años más a la jubilación, que nosotros los hombres. 

A continuación les traigo un comercial, que nos pone a pensar sobre el papel del hombre en los hogares. Tiene humor, pero encierra una gran verdad. 



Hay una posible explicación biológica a la diferencia de habilidades entre hombres y mujeres. Biológicamente, el cerebro de la mujer, aunque es más pequeño comparativamente con el del hombre, tiene un cuerpo calloso más desarrollado que su contra parte. 

El cuerpo calloso es una estructura que conecta las neuronas de ambos hemisferios entre si, y enlaza varias zonas cerebrales con funciones diferentes. El mayor desarrollo de esa estructura podría explicar el hallazgo de que las mujeres tienen más facilidad para asociar olores, sonidos, sensaciones y recuerdos que los hombres. Por eso es que son más intuitivas y hacen mayores asociaciones que los hombres. Un hombre jamás prestará atención a un cabello corto en la ropa de una mujer que llega tarde a una cita.  La mujer por el contrario asociará ese cabello largo que hay en la solapa de él, con un perfume extraño que percibió hace dos noches y la demora de quince minutos que tuvo hace dos semanas. Ese cuerpo calloso es capaz de conectarlo todo. 

Quisiera pensar, (a manera de pretexto), que ese cuerpo calloso mas fortalecido en las mujeres, es lo que les permite estar atentas a varias cosas a la vez, mientras que los hombres apenas podemos vigilar que la leche hervida no se nos derrame; cualquier distracción será un problema. ¿No les parece una buena excusa?

Posdata: Amigos hombres, no se sientan mal si se identifican con el video. Yo también reprobé todas las materias. 

miércoles, 18 de marzo de 2020

Nostradamus y el coronavirus

Hace unos días en varios chats me compartieron la siguiente imagen relacionada con la pandemia del COVID-19



Muchos quedaron asombrados por la capacidad de predicción de Nostradamus. 

Pocos vieron que la familia de coronavirus fue descubierta hace varias décadas y que incluso la epidemia surgió no en 2020 sino en 2019

Las ventajas de los textos confusos es que pueden acomodarse para lo que se quiera.

Miren un ejemplo: 
El año de los gemelos (2001, el año de las torre gemelas )
surgirá una reina (Al Qaeda)
desde el oriente... Obvio cualquier parte del mundo está al oriente de otra)
que extenderá su plaga (terrorismo )
de los seres de la noche (son los que están en contra de EEUU, según los gringos)
en la tierra de las siete colinas (Empiece por los montes Rushmore y solo cuente hasta llegar a siete. Los otros no los tenga en cuenta)
transformando en polvo (las ruinas de las torre gemelas)  
a los hombres del crepúsculo (claro, EEUU queda al occidente de Iraq -por donde se pone el sol)
para culminar en las sombra de la ruindad (todos han calificado de ruines dichos actos terroristas). 


Incluso, Michel de Nôtre-Dame (Nostradamus) predijo desde 1555 que hace dos semanas se me caería una empanada por las escalas cuando caminaba por la Universidad en la noche, camino a una clase... 

El año de los gemelos (2020 )
surgirá una reina (¿en quién no reina la tristeza al perder una empanada?)
desde el oriente... (Obvio, las escalas están al oriente del salón al cual me dirigía)
que extenderá su plaga (esa empanada quedó sucia )
de los seres de la noche (las cucarachas que suelen rondar por las instalaciones en la oscuridad)
en la tierra de las siete colinas (los cerros tutelares de Medellin - son 7, pero si encuentran otro, no lo cuenten )
transformando en polvo (mi anhelo de comer empanada quedó hecho polvo, y por supuesto, la empanada también) 
a los hombres del crepúsculo (Nostradamus se refería a los que estudiamos al anochecer)
para culminar en las sombra de la ruindad (¿Hay algo mas ruin, que perder una empanada?)

Así cualquiera.

Posdata: Si miran el dibujo de Nostradamus, verán un plato con cuatro empanadas



¡Increíble!  ¿No?

miércoles, 11 de marzo de 2020

Las mujeres en la Historia. Conferencia de Claudia Avendaño

Le quiero compartir un video con la conferencia que dio la historiadora Claudia Avendaño dentro de la jornada "Empoderadas", que se realizó en la Universidad Pontificia Bolivariana con ocasión del día internacional de los derechos de la mujer.



Doy los respectivos créditos a la Universidad Pontificia Bolivariana por el video anterior. 

Si desean ver las conferencias de la jornada pueden hacer clic aquí

miércoles, 4 de marzo de 2020

El Golem. Poema de Jorge Luis Borges

No cabe duda de que una de las entradas más visitadas de este blog, es la de las ocurrencias del maestro Borges. (Ver Borges, es usted un genio). 

Esta semana les quiero compartir del genial Borges, un poema llamado El Golem, inspirado en una antigua leyenda hebrea. Este poema fue escrito en 1958 y publicado en el libro "El otro, el mismo" en 1964


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El Golem


Si, (como afirma el griego en el Cratilo),
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Y, hecho de consonantes y vocales, 
habrá un terrible Nombre, que la esencia 
cifre de Dios y que la Omnipotencia 
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado 
(dicen los cabalistas) lo ha borrado 
y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'

'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'

En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

___________

El Golem de Praga es una leyenda antigua, que se hizo famosa con la novela homónima de Gustav Meyrink publicada en 1915 y de la cual se hizo una película muda en 1920.





Narra la historia de Judá León (Loew), el gran rabino de Praga  (1512-1609), quien creó una estatua de barro a quien pretendió por medio de la cábala darle vida y posteriormente educarlo. Sin embargo, a pesar de que su objetivo era crear un ser que protegiera al pueblo judío, solo obtuvo una criatura torpe, carente de todo rasgo elevado, que solo ocasionó catástrofes. 

Borges reflexiona acerca del hombre como creador y sobre la imperfección de toda obra. Sobre este aspecto, Borges mismo ha dicho que "el Golem es al rabino que lo creó, lo que el hombre es a Dios; y es también, lo que el poema es al poeta". 


miércoles, 26 de febrero de 2020

Nos llegó el coronavirus

Los virus son organismos fascinantes. Son minúsculos. Caben en el núcleo de una célula y se adhieren a la cadena de ADN para que sea la célula misma la que lo replique. 

A diferencia de las bacterias, que pueden vivir por fuera de las células, un virus solo puede vivir y reproducirse si se ha incorporado a una célula viva. Por eso es que es mas fácil matar una bacteria que un virus. El virus vive dentro de las células y eso evita en muchos casos que el organismo infectado lo ataque y lo destruya. 

Existen muchos tipos de virus.  De hecho, decir coronavirus es mencionar una familia de virus. Existen muchos tipos diferentes de coronavirus. 

Tomado de https://es.dreamstime.com/stock-de-ilustraci%C3%B3n-clasificaci%C3%B3n-de-virus-image68736220

Actualmente, el que nos tiene en vilo es el Coronavirus SARS-Cov2 o  Covid-19, llamado así porque ha sido el causante de una epidemia desde finales de 2019, y la cual apunta a volverse pandemia (es decir extendida por todo el mundo). Debo aclarar que la palabra "pandemia" no significa gravedad. Significa que una enfermedad se extendió por todo el mundo. Que sea grave o no, es otra cosa. 

Pero esta epidemia no es producida por "El coronavirus". Es producida por uno solo de los coronavirus conocidos. Son muchos los tipos de coronavirus que hay y que pueden producir enfermedades en los humanos.  (por ejemplo el SARS -Síndrome de dificultad respiratorio del Asia- o el MERS-síndrome de dificultad respiratoria del oriente Medio-). Aunque usted no lo crea en Colombia ya hemos tenido coronavirus, pero no el Covid-19 sino el Coronavirus HkU1, que también da síntomas respiratorios.  

El que nos preocupa ahora es el Covid-19 que ha generado miles de infectados y varias muertes. 


El Covid-19 es un virus altamente contagioso.  El virus se trasmite a traves de las secreciones de una persona cuando tose o saliva. Se manifiesta como una gripe. Aunque su mortalidad es al rededor de un 3% de los infectados (igual que una gripe), su letalidad radica en que la población no tiene defensas por lo que se extiende muy rápidamente entre las personas. Mientras más personas se contagien, mayor muertos tendremos.  

  
Si bien la gripe normal que todos conocemos tiene una mortalidad casi similar, es muy poco probable que se contagie a todos. En cambio el Covid-19 posiblemente contagie a gran parte de la población y eso es un problema serio. 

El método mas costo-efectivo es el lavado de manos. 

Al igual que la pandemia de la AH1N1,  la contención de la epidemia se logra con acciones muy simples y económicas. 
- Lávese frecuentemente las manos.  (ver técnica). 
- Utilice alcohol o gel antiséptico
- Evite dar la mano al saludar
Evite toser o estornudar sin cubrirse la cara. Cúbrase con el codo cuando tosa o estornude. 
- No salude de beso. 
- Evite compartir vasos, cucharas o platos con otras personas.
- Si se contagia, no se alarme. Más del 97% sobrevivirán, la mayoría solo con acetaminofén y cuidados en casa, un pequeño porcentaje necesitarán ayuda de un médico. 

Evite contagiar a más personas. Acuda a urgencias solo si la fiebre y el malestar es alto o si hay dificultad para respirar. 

Si cree tener el coronavirus, quédese en casa y auto-aíslese.
En Medellín se ha dispuesto un número de celular 3218533928 para llamar si cree estar infectado con coronavirus. Si hay sospecha, el personal de la Dirección Seccional de Salud acudirá a su hogar y le hará las pruebas  para confirmar o descartar la enfermedad sin que tenga que acudir a urgencias. 




Si quieren saber mas acerca del Covid-19 les recomiendo esta página de la Organización Mundial de la Salud.

También puedes ver en tiempo real el estado actual del coronavirus covid-19 en el mundo haciendo clic acá

Versión para computador

Version para Movil


Y recuerde.  Lávese muy bien las manos. 


miércoles, 19 de febrero de 2020

Vuelven los terraplanistas

Hace poco un compañero de trabajo, profesional universitario, con especialización y experiencia docente, me sorprendió con algo: Está convencido de que la tierra es plana, y que la redondez de la tierra es una farsa inventada desde la edad media por los poderosos para tenernos dominados. Las teorías terraplanistas son comunes en fanáticos religiosos que se fundamentan en las sagradas escrituras. Curiosamente mi amigo se autodenomina como "ateo". Sin embargo en un conspiracionista consumado y esta convencido de que la redondez de la tierra es una mentira muy bien elaborada. 



Su argumento (uno de los mejores que pudo esgrimir) era que si la tierra fuera redonda, en la noche sería imposible ver el planeta Venus, dado que según él, si la tierra fuera redonda, desde la semiesfera que estuviera en la oscuridad, no se podría ver el planeta Venus porque estaría en el lado iluminado. Se le olvidó que Venus solo es visible al principio de la noche o en la madrugada, cuando algunos husos horarios no están completamente opuestos al sol. Es lógico pensar que si la tierra es redonda, no podríamos ver el planeta a la media noche, pero si es posible verlo cuando acabamos de entrar en la oscuridad o estamos a punto de salir de ella.

En nuestra conversación exponía otras razones como el hecho de que algunas estructuras del norte de Europa se pueden ver a lo lejos, desde grandes distancias, y que si la tierra fuera redonda, la curvatura las ocultaría. (ver video) 



No tuvo en cuenta que la tierra no es completamente esférica  y que si bien en algunas partes la curvatura es mas pronunciada, en otras no lo es. Mientras que en el ecuador, la curvatura es mayor, mientras más se acerque uno a los polos la redondez es menor y habrá mayor posibilidad de ver estructuras en la distancia.  

Por más que intentó convencerme con sus "demostraciones" no logró romper mis argumentos. Lo que si me demostró, es que aún hay personas que creen que la tierra es plana (cosa que pensé que era una exageración, cuando me hablaban de ellos). También me confirmó que cada persona ajustará sus argumentos para que se acomoden a sus creencias. 

En mi modelo cerebral, matemático, y científico estoy convencido de la redondez de la tierra; como amante de la historia también sé que desde hace mucho tiempo ese es el paradigma imperante.  La idea de la tierra redonda no es de la época de Colón. Cualquier intelectual de la época sabía que era redonda. Incluso desde muchos siglos antes se tenía ese conocimiento. El mismo Eratóstenes, docientos años antes de Cristo, calculó la circunferencia de la tierra en 40.000 km (errando por muy poco, pues se sabe que tiene unos 39.000). Y llegó a esta conclusión observando que en los equinoccios no todas las estructuras perpendiculares a la tierra "perdían" su sombra.




Mientras que en Alejandría un obelisco proyectaba sombra, en Siena (más cercana al Ecuador) se perdía la sombra al medio día.  Ello solo era posible si la superficie fuera curva. 

Eratóstenes descubrió que entre los dos puntos había 6 grados de inclinación. Después hizo que un hombre caminara y contara los pasos de una ciudad hasta otra. Teniendo en cuenta la distancia de la "cuerda" entre los 6 grados, calculó la circunferencia total de los 360 grados. 

Pero aquí no se trata de imponer una "verdad".  Cada quien es libre de creer lo que quiera. Al fin y al cabo, plana o redonda, lo primordial es que la cuidemos y sepamos convivir en ella. 

Esta semana quiero traerles un video sobre el tema, que espero que disfruten. 




Y recuerden:  plana o redonda,  todos estamos en el mismo planeta. 


miércoles, 12 de febrero de 2020

Los hombres de la Tierra. Cuento de Ray Bradbury



Esta semana, les comparto un excelente cuento de ciencia ficción, del escritor norteamericano Ray Bradbury. 

Espero lo disfruten.  

LOS HOMBRES DE LA TIERRA

Ray Bradbury

Quienquiera que fuese el que golpeaba la puerta, no se cansaba de hacerlo.
La señora Ttt abrió la puerta de par en par.
-¿Y bien?
-¡Habla usted inglés! -el hombre, de pie en el umbral, estaba asombrado.
-Hablo lo que hablo -dijo ella.
-¡Un inglés admirable!
El hombre vestía uniforme. Había otros tres con él, excitados, muy sonrientes y muy sucios.
-¿Qué desean? -preguntó la señora Ttt.
-Usted es marciana -el hombre sonrió-. Esta palabra no le es familiar, ciertamente. Es una expresión terrestre -con un movimiento de cabeza señaló a sus compañeros-. Venimos de la Tierra. Yo soy el capitán Williams. Hemos llegado a Marte no hace más de una hora, y aquí estamos, ¡la Segunda Expedición! Hubo una Primera Expedición, pero ignoramos qué les pasó. En fin, ¡henos aquí! Y el primer habitante de Marte que encontramos ¡es usted!
-¿Marte? -preguntó la mujer arqueando las cejas.
-Quiero decir que usted vive en el cuarto planeta a partir del Sol. ¿No es verdad?
-Elemental -replicó ella secamente, examinándolos de arriba abajo.
-Y nosotros -dijo el capitán señalándose a sí mismo con un pulgar sonrosado- somos de la Tierra. ¿No es así, muchachos?
-¡Así es, capitán! -exclamaron los otros a coro.
-Este es el planeta Tyrr -dijo la mujer-, si quieren llamarlo por su verdadero nombre.
-Tyrr, Tyrr -el capitán rió a carcajadas-. ¡Qué nombre tan lindo! Pero, oiga, buena mujer, ¿cómo habla usted un inglés tan perfecto?
-No estoy hablando, estoy pensando -dijo ella-. ¡Telepatía! ¡Buenos días! -y dio un portazo.
Casi en seguida volvieron a llamar. Ese hombre espantoso, pensó la señora Ttt. Abrió la puerta bruscamente.
-¿Y ahora qué? -preguntó.
El hombre estaba todavía en el umbral, desconcertado, tratando de sonreír. Extendió las manos.
-Creo que usted no comprende…
-¿Qué?
El hombre la miró sorprendido:
-¡Venimos de la Tierra!
-No tengo tiempo -dijo la mujer-. Hay mucho que cocinar y coser y limpiar… Ustedes, probablemente, querrán ver al señor Ttt. Está arriba, en su despacho.
-Sí -dijo el terrestre, parpadeando confuso-. Permítame ver al señor Ttt, por favor.
-Está ocupado.
La señora Ttt cerró nuevamente la puerta.
Esta vez los golpes fueron de una ruidosa impertinencia.
-¡Oiga! -gritó el hombre cuando la puerta volvió a abrirse-. ¡Este no es modo de tratar a las visitas! -y entró de un salto en la casa, como si quisiera sorprender a la mujer.
-¡Mis pisos limpios! -gritó ella-. ¡Barro! ¡Fuera! ¡Antes de entrar, límpiese las botas!
El hombre se miró apesadumbrado las botas embarradas.
-No es hora de preocuparse por tonterías -dijo luego-. Creo que ante todo debiéramos celebrar el acontecimiento -y miró fijamente a la mujer, como si esa mirada pudiera aclarar la situación.
-¡Si se me han quemado las tortas de cristal -gritó ella-, lo echaré de aquí a bastonazos!
La mujer atisbó unos instantes el interior de un horno encendido y regresó con la cara roja y transpirada. Era delgada y ágil, como un insecto. Tenía ojos amarillos y penetrantes, tez morena, y una voz metálica y aguda.
-Espere un momento. Trataré de que el señor Ttt los reciba. ¿Qué asunto los trae?
El hombre lanzó un terrible juramento, como si la mujer le hubiese martillado una mano.
-¡Dígale que venimos de la Tierra! ¡Que nadie vino antes de allá!
-¿Que nadie vino de dónde? Bueno, no importa -dijo la mujer alzando una mano-. En seguida vuelvo.
El ruido de sus pasos tembló ligeramente en la casa de piedra.
Afuera brillaba el inmenso cielo azul de Marte, caluroso y tranquilo como las aguas cálidas y profundas de un océano. El desierto marciano se tostaba como una prehistórica vasija de barro. El calor crecía en temblorosas oleadas. Un cohete pequeño yacía en la cima de una colina próxima y las huellas de unas pisadas unían la puerta del cohete con la casa de piedra.
De pronto se oyeron unas voces que discutían en el piso superior de la casa. Los hombres se miraron, se movieron inquietos, apoyándose ya en un pie, ya en otro, y los pulgares en el cinturón tamborilearon nerviosamente sobre el cuero.
Arriba gritaba un hombre. Una voz de mujer le replicaba en el mismo tono. Pasó un cuarto de hora. Los hombres se pasearon de un lado a otro, sin saber qué hacer.
-¿Alguien tiene cigarrillos? -preguntó uno.
Otro sacó un paquete y todos encendieron un cigarrillo y exhalaron lentas cintas de pálido humo blanco. Los hombres se tironearon los faldones de las chaquetas; se arreglaron los cuellos.
El murmullo y el canto de las voces continuaban. El capitán consultó su reloj.
-Veinticinco minutos -dijo-. Me pregunto qué estarán tramando ahí arriba.
Se paró ante una ventana y miró hacia afuera.
-Qué día sofocante -dijo un hombre.
-Sí -dijo otro.
Era el tiempo lento y caluroso de las primeras horas de la tarde. El murmullo de las voces se apagó. En la silenciosa habitación solo se oía la respiración de los hombres. Pasó una hora.
-Espero que no hayamos provocado un incidente -dijo el capitán. Se volvió y espió el interior del vestíbulo.
Allí estaba la señora Ttt, regando las plantas que crecían en el centro de la habitación.
-Ya me parecía que había olvidado algo -dijo la mujer avanzando hacia el capitán-. Lo siento -añadió, y le entregó un trozo de papel-. El señor Ttt está muy ocupado -se volvió hacia la cocina-. Por otra parte, no es el señor Ttt a quien usted desea ver, sino al señor Aaa. Lleve este papel a la granja próxima, al lado del canal azul, y el señor Aaa les dirá lo que ustedes quieren saber.
-No queremos saber nada -objetó el capitán frunciendo los gruesos labios-. Ya lo sabemos.
-Tienen el papel, ¿qué más quieren? -dijo la mujer con brusquedad, decidida a no añadir una palabra.
-Bueno -dijo el capitán sin moverse, como esperando algo. Parecía un niño, con los ojos clavados en un desnudo árbol de Navidad-. Bueno -repitió-. Vamos, muchachos.
Los cuatro hombres salieron al silencio y al calor de la tarde.
Una media hora después, sentado en su biblioteca, el señor Aaa bebía unos sorbos de fuego eléctrico de una copa de metal, cuando oyó unas voces que venían por el camino de piedra. Se inclinó sobre el alféizar de la ventana y vio a cuatro hombres uniformados que lo miraban entornando los ojos.
-¿El señor Aaa? -le preguntaron.
-El mismo.
-¡Nos envía el señor Ttt! -gritó el capitán.
-¿Y por qué ha hecho eso?
-¡Estaba ocupado!
-¡Qué lástima! -dijo el señor Aaa, con tono sarcástico-. ¿Creerá que estoy aquí para atender a las gentes que lo molestan?
-No es eso lo importante, señor -replicó el capitán.
-Para mí, sí. Tengo mucho que leer. El señor Ttt es un desconsiderado. No es la primera vez que se comporta de este modo. No mueva usted las manos, señor. Espere a que termine. Y preste atención. La gente suele escucharme cuando hablo. Y usted me escuchará cortésmente o no diré una palabra.
Los cuatro hombres de la calle abrieron la boca, se movieron incómodos, y por un momento las lágrimas asomaron a los ojos del capitán.
-¿Le parece a usted bien -sermoneó el señor Aaa- que el señor Ttt haga estas cosas?
Los cuatro hombres alzaron los ojos en el calor.
-¡Venimos de la Tierra! -dijo el capitán.
-A mí me parece que es un mal educado -continuó el señor Aaa.
-En un cohete. Venimos en un cohete.
-No es la primera vez que Ttt comete estas torpezas.
-Directamente desde la Tierra.
-Me gustaría llamarlo y decirle lo que pienso.
-Nosotros cuatro, yo y estos tres hombres, mi tripulación.
-¡Lo llamaré, sí, voy a llamarlo!
-Tierra. Cohete. Hombres. Viaje. Espacio.
-¡Lo llamaré y tendrá que oírme! -gritó el señor Aaa, y desapareció como un títere de un escenario.
Durante unos instantes se oyeron unas voces coléricas que iban y venían por algún extraño aparato. Abajo, el capitán y su tripulación miraban tristemente por encima del hombro el hermoso cohete que yacía en la colina, tan atractivo y delicado y brillante.
El señor Aaa reapareció de pronto en la ventana, con un salvaje aire de triunfo.
-¡Lo he retado a duelo, por todos los dioses! ¡A duelo!
-Señor Aaa… -comenzó otra vez el capitán con voz suave.
-¡Lo voy a matar! ¿Me oye?
-Señor Aaa, quisiera decirle que hemos viajado noventa millones de kilómetros.
El señor Aaa miró al capitán por primera vez.
-¿De dónde dice que vienen?
El capitán emitió una blanca sonrisa.
-Al fin nos entendemos -les murmuró en un aparte a sus hombres, y le dijo al señor Aaa-: Recorrimos noventa millones de kilómetros. ¡Desde la Tierra!
El señor Aaa bostezó.
-En esta época del año la distancia es solo de setenta y cinco millones de kilómetros -blandió un arma de aspecto terrible-. Bueno, tengo que irme. Lleven esa estúpida nota, aunque no sé de qué les servirá, a la aldea de Iopr, sobre la colina, y hablen con el señor Iii. Ese es el hombre a quien quieren ver. No al señor Ttt. Ttt es un idiota, y voy a matarlo. Ustedes, además, no son de mi especialidad.
-Especialidad, especialidad -baló el capitán-. ¿Pero es necesario ser un especialista para dar la bienvenida a hombres de la Tierra?
-No sea tonto, todo el mundo lo sabe.
El señor Aaa desapareció. Apareció unos instantes después en la puerta y se alejó velozmente calle abajo.
-¡Adiós! -gritó.

Los cuatro viajeros no se movieron, desconcertados. Finalmente dijo el capitán:
-Ya encontraremos quien nos escuche.
-Quizá debiéramos irnos y volver -sugirió un hombre con voz melancólica-. Quizá debiéramos elevarnos y descender de nuevo. Darles tiempo de organizar una fiesta.
-Puede ser una buena idea -murmuró fatigado el capitán.
En la aldea la gente salía de las casas y entraba en ellas, saludándose, y llevaba máscaras doradas, azules y rojas, máscaras de labios de plata y cejas de bronce, máscaras serias o sonrientes, según el humor de sus dueños.
Los cuatro hombres, sudorosos luego de la larga caminata, se detuvieron y le preguntaron a una niñita dónde estaba la casa del señor Iii.
-Ahí -dijo la niña con un movimiento de cabeza.
El capitán puso una rodilla en tierra, solemnemente, cuidadosamente, y miró el rostro joven y dulce.
-Oye, niña, quiero decirte algo.
La sentó en su rodilla y tomó entre sus manazas las manos diminutas y morenas, como si fuera a contarle un cuento de hadas preciso y minucioso.
-Bien, te voy a contar lo que pasa. Hace seis meses otro cohete vino a Marte. Traía a un hombre llamado York y a su ayudante. No sabemos qué les pasó. Quizá se destrozaron al descender. Vinieron en un cohete, como nosotros. Debes de haberlo visto. ¡Un gran cohete! Por lo tanto nosotros somos la Segunda Expedición. Y venimos directamente de la Tierra…
La niña soltó distraídamente una mano y se ajustó a la cara una inexpresiva máscara dorada. Luego sacó de un bolsillo una araña de oro y la dejó caer. El capitán seguía hablando. La araña subió dócilmente a la rodilla de la niña, que la miraba sin expresión por las hendiduras de la máscara. El capitán zarandeó suavemente a la niña y habló con una voz más firme:
-Somos de la Tierra, ¿me crees?
-Sí -respondió la niña mientras observaba cómo los dedos de los pies se le hundían en la arena.
-Muy bien -el capitán le pellizcó un brazo, un poco porque estaba contento y un poco porque quería que ella lo mirase-. Nosotros mismos hemos construido este cohete. ¿Lo crees, no es cierto?
La niña se metió un dedo en la nariz.
-Sí -dijo.
-Y… Sácate el dedo de la nariz, niñita… Yo soy el capitán y…
-Nadie hasta hoy cruzó el espacio en un cohete -recitó la criatura con los ojos cerrados.
-¡Maravilloso! ¿Cómo lo sabes?
-Oh, telepatía… -respondió la niña limpiándose distraídamente el dedo en una pierna.
-Y bien, ¿eso no te asombra? -gritó el capitán-. ¿No estás contenta?
-Será mejor que vayan a ver en seguida al señor Iii -dijo la niña, y dejó caer su juguete-. Al señor lii le gustará mucho hablar con ustedes.
La niña se alejó. La araña echó a correr obedientemente detrás de ella.
El capitán, en cuclillas, se quedó mirándola, con las manos extendidas, la boca abierta y los ojos húmedos.
Los otros tres hombres, de pie sobre sus sombras, escupieron en la calle de piedra.
El señor Iii abrió la puerta. Salía en ese momento para una conferencia, pero podía concederles unos instantes si se decidían a entrar y le informaban brevemente del objeto de la visita.
-Un minuto de atención -dijo el capitán, cansado, con los ojos enrojecidos-. Venimos de la Tierra, en un cohete; somos cuatro: tripulación y capitán; estamos exhaustos, hambrientos, y quisiéramos encontrar un sitio para dormir. Nos gustaría que nos dieran la llave de la ciudad, o algo parecido, y que alguien nos estrechara la mano y nos dijera: “¡Bravo!” y “¡Enhorabuena, amigos!” Eso es todo.
El señor lii era alto, vaporoso, delgado, y llevaba unas gafas de gruesos cristales azules sobre los ojos amarillos. Se inclinó sobre el escritorio y se puso a estudiar unos papeles. De cuando en cuando alzaba la vista y observaba con atención a sus visitantes.
-No creo tener aquí los formularios -dijo revolviendo los cajones del escritorio-. ¿Dónde los habré puesto? Deben de estar en alguna parte… ¡Ah, sí, aquí! -le alcanzó al capitán unos papeles-. Tendrá usted que firmar, por supuesto.
-¿Tenemos que pasar por tantas complicaciones? -preguntó el capitán.
El señor Iii le lanzó una mirada vidriosa.
-¿No dice que viene de la Tierra? Pues tiene que firmar.
El capitán escribió su nombre.
-¿Es necesario que firmen también los tripulantes?
El señor Iii miró al capitán, luego a los otros tres, y estalló en una carcajada burlona.
-¡Que ellos firmen! ¡Ah, admirable! ¡Que ellos, oh, que ellos firmen! -los ojos se le llenaron de lágrimas. Se palmeó una rodilla y se dobló en dos sofocado por la risa. Se apoyó en el escritorio-. ¡Que ellos firmen!
Los cuatro hombres fruncieron el ceño.
-¿Es tan gracioso?
-¡Que ellos firmen! -suspiró el señor Iii, debilitado por su hilaridad-. Tiene gracia. Debo contárselo al señor Xxx.
Examinó el formulario, riéndose aún a ratos.
-Parece que todo está bien -movió afirmativamente la cabeza-. Hasta su conformidad para una posible eutanasia -cloqueó.
-¿Conformidad para qué?
-Cállese. Tengo algo para usted. Aquí está. La llave.
El capitán se sonrojó.
-Es un gran honor…
-¡No es la llave de la ciudad, imbécil! -ladró el señor Iii-. Es la de la casa. Vaya por aquel pasillo, abra la puerta grande, entre y cierre bien. Puede pasar allí la noche. Por la mañana le mandaré al señor Xxx.
El capitán titubeó, tomó la llave y se quedó mirando fijamente las tablas del piso. Sus hombres tampoco se movieron. Parecían secos, vacíos, como si hubiesen perdido toda la pasión y fiebre del viaje.
-¿Qué le pasa? -preguntó el señor Iii-. ¿Qué espera? ¿Qué quiere? -se adelantó y estudió de cerca el rostro del capitán-. ¡Váyase!
-Me figuro que no podría usted… -sugirió el capitán-, quiero decir… En fin… Hemos trabajado mucho, hemos hecho un largo viaje y quizá pudiera usted estrecharnos la mano y darnos la enhorabuena -añadió con voz apagada-. ¿No le parece?
El señor Iii le tendió rígidamente la mano y le sonrió con frialdad.
-¡Enhorabuena! -y apartándose dijo-: ahora tengo que irme. Utilice esa llave.
Sin fijarse más en ellos, como si se hubieran filtrado a través del piso, el señor Iii anduvo de un lado a otro por la habitación, llenando con papeles una cartera. Se entretuvo en la oficina otros cinco minutos, pero sin dirigir una sola vez la palabra al solemne cuarteto inmóvil, cabizbajo, de piernas de plomo, brazos colgantes y mirada apagada.
Al fin cruzó la puerta, absorto en la contemplación de sus uñas…
Avanzaron pesadamente por el pasillo, en la penumbra silenciosa de la tarde, hasta llegar a una pulida puerta de plata. La abrieron con la llave, también de plata, entraron, cerraron y se volvieron.
Estaban en un vasto aposento soleado. Sentados o de pie, en grupos, varios hombres y mujeres conversaban junto a las mesas. Al oír el ruido de la puerta miraron a los cuatro hombres de uniforme.
Un marciano se adelantó y los saludó con una reverencia.
-Yo soy el señor Uuu.
-Y yo soy el capitán Jonathan Williams, de la ciudad de Nueva York, de la Tierra -dijo el capitán sin mucho entusiasmo.
Inmediatamente hubo una explosión en la sala.
Los muros temblaron con los gritos y exclamaciones. Hombres y mujeres gritando de alegría, derribando las mesas, tropezando unos con otros, corrieron hacia los terrestres y, levantándolos en hombros, dieron seis vueltas completas a la sala, saltando, gesticulando y cantando.
Los terrestres estaban tan sorprendidos que durante un minuto se dejaron llevar por aquella marea de hombros antes de estallar en risas y gritos.
-¡Esto se parece más a lo que esperábamos!
-¡Esto es vida! ¡Bravo! ¡Bravo!
Se guiñaban alegremente los ojos, alzaban los brazos, golpeaban el aire.
-¡Hip! ¡Hip! -gritaban.
-¡Hurra! -respondía la muchedumbre.
Al fin los pusieron sobre una mesa. Los gritos cesaron. El capitán estaba a punto de llorar:
-Gracias. Gracias. Esto nos ha hecho mucho bien.
-Cuéntenos su historia -sugirió el señor Uuu.
El capitán carraspeó y habló, interrumpido por los ¡oh! y ¡ah! del auditorio. Presentó a sus compañeros, y todos pronunciaron un discursito, azorados por el estruendo de los aplausos.
El señor Uuu palmeó al capitán.
-Es agradable ver a otros de la Tierra. Yo también soy de allí.
-¿Qué ha dicho usted?
-Aquí somos muchos los terrestres.
El capitán lo miró fijamente.
-¿Usted? ¿Terrestre? ¿Es posible? ¿Vino en un cohete? ¿Desde cuándo se viaja por el espacio? -parecía decepcionado-. ¿De qué… de qué país es usted?
-De Tuiereol. Vine hace años en el espíritu de mi cuerpo.
-Tuiereol -el capitán articuló dificultosamente la palabra-. No conozco ese país. ¿Qué es eso del espíritu del cuerpo?
-También la señorita Rrr es terrestre. ¿No es cierto, señorita Rrr?
La señorita Rrr asintió con una risa extraña.
-También el señor Www, el señor Qqq y el señor Vvv.
-Yo soy de Júpiter -dijo uno pavoneándose.
-Yo de Saturno -dijo otro. Los ojos le brillaban maliciosamente.
-Júpiter, Saturno -murmuró el capitán, parpadeando.
Todos callaron; los marcianos, ojerosos, de pupilas amarillas y brillantes, volvieron a agruparse alrededor de las mesas de banquete, extrañamente vacías. El capitán observó, por primera vez, que la habitación no tenía ventanas. La luz parecía filtrarse por las paredes. No había más que una puerta.
-Todo esto es confuso. ¿Dónde diablos está Tuiereol? ¿Cerca de Estados Unidos? -preguntó el capitán.
-¿Que es Estados Unidos?
-¿No ha oído hablar del continente norteamericano y dice que es terrestre?
El señor Uuu se irguió enojado.
-La Tierra está cubierta de mares, es solo mar. No hay continentes. Yo soy de allí y lo sé.
El capitán se echó hacia atrás en su silla.
-Un momento, un momento. Usted tiene cara de marciano, ojos amarillos, tez morena.
-La Tierra es solo selvas -dijo orgullosamente la señorita Rrr-. Yo soy de Orri, en la Tierra; una civilización donde todo es de plata.
El capitán miró sucesivamente al señor Uuu, al señor Www, al señor Zzz, al señor Nnn, al señor Hhh y al señor Bbb, y vio que los ojos amarillos se fundían y apagaban a la luz, y se contraían y dilataban. Se estremeció, se volvió hacia sus hombres y los miró sombríamente.
-¡Comprenden qué es esto?
-¿Qué, señor?
-No es una celebración -contestó agotado el capitán-. No es un banquete. Estas gentes no son representantes del gobierno. Esta no es una fiesta de sorpresa. Mírenles los ojos. Escúchenlos.
Retuvieron el aliento. En la sala cerrada solo había un suave movimiento de ojos blancos.
-Ahora entiendo -dijo el capitán con voz muy lejana- por qué todos nos daban papelitos y nos pasaban de uno a otro, y por qué el señor Iii nos mostró un pasillo y nos dio una llave para abrir una puerta y cerrar una puerta. Y aquí estamos…
-¿Dónde, capitán?
-En un manicomio.
Era de noche. En la vasta sala silenciosa, tenuemente alumbrada por unas luces ocultas en los muros transparentes, los cuatro terrestres, sentados alrededor de una mesa de madera, conversaban en voz baja, con los rostros juntos y pálidos. Hombres y mujeres yacían desordenadamente por el suelo. En los rincones oscuros había leves estremecimientos: hombres o mujeres solitarios que movían las manos. Cada media hora uno de los terrestres intentaba abrir la puerta de plata.
-No hay nada que hacer. Estamos encerrados.
-¿Creen realmente que somos locos, capitán?
-No hay duda. Por eso no se entusiasmaron al vernos. Se limitaron a tolerar lo que entre ellos debe de ser un estado frecuente de psicosis -señaló las formas oscuras que yacían alrededor-. Paranoicos todos. ¡Qué bienvenida! -una llamita se alzó y murió en los ojos del capitán-. Por un momento creí que nos recibían como merecíamos. Gritos, cantos y discursos. Todo estuvo muy bien, ¿no es cierto? Mientras duró.
-¿Cuánto tiempo nos van a tener aquí?
Hasta que demostremos que no somos sicópatas.
-Eso será fácil.
-Espero que sí.
-No parece estar muy seguro
-No lo estoy. Mire aquel rincón.
De la boca de un hombre en cuclillas brotó una llama azul. La llama se transformó en una mujercita desnuda, y susurrando y suspirando se abrió como una flor en vapores de color cobalto.
El capitán señaló otro rincón. Una mujer, de pie, se encerró en una columna de cristal; luego fue una estatua dorada, después una vara de cedro pulido, y al fin otra vez una mujer.
En la sala oscurecida todos exhalaban pequeñas llamas violáceas móviles y cambiantes, pues la noche era tiempo de transformaciones y aflicción.
-Magos, brujos -susurró un terrestre.
-No, alucinados. Nos comunican su demencia y vemos así sus alucinaciones. Telepatía. Autosugestión y telepatía.
-¿Y eso le preocupa, capitán?
-Sí. Si esas alucinaciones pueden ser tan reales, tan contagiosas, tanto para nosotros como para cualquier otra persona, no es raro que nos hayan tomado por sicópatas. Si aquel hombre es capaz de crear mujercitas de fuego azul, y aquella mujer puede transformarse en una columna, es muy natural que los marcianos normales piensen que también nosotros hemos creado nuestro cohete.
-Oh -exclamaron sus hombres en la oscuridad.
Las llamas azules brotaban alrededor de los terrestres, brillaban un momento y se desvanecían. Unos diablillos de arena roja corrían entre los dientes de los hombres dormidos. Las mujeres se transformaban en serpientes aceitosas. Había un olor de reptiles y bestias.
Por la mañana todos estaban de pie, frescos, contentos y normales. No había llamas ni demonios. El capitán y sus hombres se habían acercado a la puerta de plata, con la esperanza de que se abriera.
El señor Xxx llegó unas cuatro horas después. Los terrestres sospecharon que había estado esperando del otro lado de la puerta, espiándolos por lo menos durante tres horas. Con un gesto les pidió que lo acompañaran a una oficina pequeña.
Era un hombre jovial, sonriente, si se le juzgaba por su máscara. En ella estaban pintadas no una sonrisa, sino tres.
Detrás de la máscara, su voz era la de un siquiatra no tan sonriente.
-Y bien, ¿qué pasa?
-Usted cree que estamos locos, y no lo estamos -dijo el capitán.
-Yo no creo que todos estén locos -replicó el siquiatra señalando con una varita al capitán-. El único loco es usted. Los otros son alucinaciones secundarias.
El capitán se palmeó una rodilla.
-¡Ah, es eso! ¡Ahora comprendo por qué se rió el señor Iii cuando sugerí que mis hombres firmaran los papeles!
El siquiatra rió a través de su sonrisa tallada.
-Sí, ya me lo contó el señor Iii. Fue una broma excelente. ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí. Alucinaciones secundarias. A veces vienen a verme mujeres con culebras en las orejas. Cuando las curo, las culebras se disipan.
-Nosotros nos alegraremos de que nos cure. Siga.
El señor Xxx pareció sorprenderse.
-Es raro. No son muchos los que quieren curarse. Le advierto a usted que el tratamiento es muy severo.
-¡Siga curándonos! Pronto sabrá que estamos cuerdos.
-Permítame que examine sus papeles. Quiero saber si están en orden antes de iniciar el tratamiento -el señor Xxx examinó el contenido de una carpeta-. Sí. Los casos como el suyo necesitan un tratamiento especial. Las personas de aquella sala son casos muy simples. Pero cuando se llega como usted, debo advertírselo, a alucinaciones primarias, secundarias, auditivas, olfativas y labiales, y a fantasías táctiles y ópticas, el asunto es grave. Es necesario recurrir a la eutanasia.
El capitán se puso en pie de un salto y rugió:
-Mire, ¡ya hemos aguantado bastante! ¡Sométanos a sus pruebas, verifique los reflejos, auscúltenos, exorcícenos, pregúntenos!
-Hable libremente.
El capitán habló, furioso, durante una hora. El siquiatra escuchó.
-Increíble. Nunca oí fantasía onírica más detallada.
-¡No diga estupideces! ¡Le enseñaremos nuestro cohete! -gritó el capitán.
-Me gustaría verlo. ¿Puede usted manifestarlo en esa habitación?
-Por supuesto. Está en ese fichero, en la letra C.
El señor Xxx examinó atentamente el fichero, emitió un sonido de desaprobación y lo cerró solemnemente.
-¿Por qué me ha engañado usted? El cohete no está aquí.
-Claro que no, idiota. Ha sido una broma. ¿Bromea un loco?
-Tiene usted unas bromas muy raras. Bueno, salgamos. Quiero ver su cohete.
Era mediodía. Cuando llegaron al cohete hacía mucho calor.
-Ajá.
El siquiatra se acercó a la nave y la golpeó. El metal resonó suavemente.
-¿Puedo entrar? -preguntó con picardía.
-Entre.
El señor Xxx desapareció en el interior del cohete.
-Esto es exasperante -dijo el capitán, mordisqueando un cigarro-. Volvería gustoso a la Tierra y les aconsejaría no ocuparse más de Marte. ¡Qué gentes más desconfiadas!
-Me parece que aquí hay muchos locos, capitán. Por eso dudan tanto quizá.
-Sí, pero es muy irritante.
El siquiatra salió de la nave después de hurgar, golpear, escuchar, oler y gustar durante media hora.
-Y bien, ¿está usted convencido? -gritó el capitán como si el señor Xxx fuera sordo.
El siquiatra cerró los ojos y se rascó la nariz.
-Nunca conocí ejemplo más increíble de alucinación sensorial y sugestión hipnótica. He examinado el “cohete”, como lo llama usted -golpeó la coraza. -Lo oigo. Fantasía auditiva. -Aspiró. -Lo huelo. Alucinación olfativa inducida por telepatía sensorial. -Acercó sus labios al cohete. -Lo gusto. Fantasía labial.
El siquiatra estrechó la mano del capitán:
-¿Me permite que lo felicite? ¡Es usted un genio sicópata! Ha hecho usted un trabajo completo. La tarea de proyectar una imaginaria vida sicópata en la mente de otra persona por medio de la telepatía, y evitar que las alucinaciones se vayan debilitando sensorialmente, es casi imposible. Las gentes de mi pabellón se concentran habitualmente en fantasías visuales, o cuando más en fantasías visuales y auditivas combinadas. ¡Usted ha logrado una síntesis total! ¡Su demencia es hermosísimamente completa!
El capitán palideció:
-¿Mi demencia?
-Sí. Qué demencia más hermosa. Metal, caucho, gravitadores, comida, ropa, combustible, armas, escaleras, tuercas, cucharas. He comprobado que en su nave hay diez mil artículos distintos. Nunca había visto tal complejidad. Hay hasta sombras debajo de las literas y debajo de todo. ¡Qué poder de concentración! Y todo, no importan cuándo o cómo se pruebe, tiene olor, solidez, gusto, sonido. Permítame que lo abrace -el psiquiatra abrazó al capitán-. Consignaré todo esto en lo que será mi mejor monografía. El mes que viene hablaré en la Academia Marciana. Mírese. Ha cambiado usted hasta el color de sus ojos, del amarillo al azul, y la tez de morena a sonrosada. ¡Y su ropa, y sus manos de cinco dedos en vez de seis! ¡Metamorfosis biológica a través del desequilibrio psicológico! Y sus tres amigos…
El señor Xxx sacó un arma pequeña:
-Es usted incurable, por supuesto. ¡Pobre hombre admirable! Muerto será más feliz. ¿Quiere usted confiarme su última voluntad?
-¡Quieto, por Dios! ¡No haga fuego!
-Pobre criatura. Lo sacaré de esa miseria que lo llevó a imaginar este cohete y estos tres hombres. Será interesantísimo ver cómo sus amigos y su cohete se disipan en cuanto yo lo mate. Con lo que observe hoy escribiré un excelente informe sobre la disolución de las imágenes neuróticas.
-¡Soy de la Tierra! Me llamo Jonathan Williams y estos…
-Sí, ya lo sé -dijo suavemente el señor Xxx, y disparó su arma.
El capitán cayó con una bala en el corazón. Los otros tres se pusieron a gritar.
El señor Xxx los miró sorprendido.
-¿Siguen ustedes existiendo? ¡Soberbio! Alucinaciones que persisten en el tiempo y en el espacio -apuntó hacia ellos-. Bien, los disolveré con el miedo.
-¡No! -gritaron los tres hombres.
-Petición auditiva, aun muerto el paciente -observó el señor Xxx mientras los hacía caer con sus disparos.
Quedaron tendidos en la arena, intactos, inmóviles. El señor Xxx los tocó con la punta del pie y luego golpeó la coraza del cohete.
-¡Persiste! ¡Persisten! -exclamó y disparó de nuevo su arma, varias veces, contra los cadáveres. Dio un paso atrás. La máscara sonriente se le cayó de la cara.
-Alucinaciones -murmuró aturdidamente-. Gusto. Vista. Olor. Tacto. Sonido.
El rostro del menudo siquiatra cambió lentamente. Se le aflojaron las mandíbulas. Soltó el arma. Miró alrededor con ojos apagados y ausentes. Extendió las manos como un ciego y palpó los cadáveres, sintiendo que la saliva le llenaba la boca.
Movió débilmente las manos, desorbitado, babeando.
-¡Váyanse! -les gritó a los cadáveres-. ¡Váyase! -le gritó al cohete.
Se examinó las manos temblorosas.
-Contaminado -susurró-. Víctima de una transferencia. Telepatía. Hipnosis. Ahora soy yo el loco. Contaminado. Alucinaciones en todas sus formas -se detuvo y con manos entumecidas buscó a su alrededor el arma-. Hay solo una cura, solo una manera de que se vayan, de que desaparezcan.
Se oyó un disparo.
Los cuatro cadáveres yacían al sol; el señor Xxx cayó junto a ellos.
El cohete, reclinado en la colina soleada, no desapareció.
Cuando en el ocaso del día la gente del pueblo encontró el cohete, se preguntó qué sería aquello. Nadie lo sabía; por lo tanto fue vendido a un chatarrero, que se lo llevó para desmontarlo y venderlo como hierro viejo.
Aquella noche llovió continuamente. El día siguiente fue bueno y caluroso.
FIN

“The Earth Men”,
Thrilling Wonder Stories, 1
948
(tomado de Ciudad SEVA)

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Ray Bradbury (1920-2012)​ fue un escritor estadounidense de misterio del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas marcianas (1950) y la novela distópica Fahrenheit 451 (1953).

Su obra ha sido traducida a varios idiomas. 
Sus novelas y cuentos han inspirado la imaginación sobre el cosmos y la vida en otros planetas, hasta el punto de que en el año 2000 el asteroide 9766 descubierto por la NASA fue bautizado "Bradbury".