Queridos amigos:
Para mí es un placer presentar en sociedad mi nuevo libro: COLA DE CERDO, EL SUICIDA FALLIDO, un libro con veinticuatro cuentos que, estoy seguro, serán del agrado de todos ustedes.
Esta colección de cuentos salió a la luz gracias a muchas personas: mi familia, mis amigos, mis colegas escritores de la cooperativa Comedal y mis profesores (dentro de los cuales doy especial reconocimiento a los profesores Luis Fernando Macías y Memo Anjel, quienes con sus acertados comentarios hicieron mejor esta obra). Debo mencionar también al escritor Emilio Restrepo quien me ha dado todo su apoyo y me puso en contacto con Edver Delgado, director de la Editorial Libros Para Pensar.
Sea esta la oportunidad de agradecer también al equipo editorial que siempre estuvo pendiente de ofrecer un excelente producto. A Edver, Alina, Edilberto, Jorge Eliecer por sus acertadas revisiones. A Andrea por su magnífico trabajo de maquetación y especialmente a mi hija María Isabel, que diseñó la portada.
A continuación les comparto un fragmento del cuento que da origen al título del libro. Espero que les guste.
Quienes estén interesados en adquirir el libro pueden escribirme al correo calveco@une.net.co o pedirlo por WhatsApp al 305 3997940
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COLA DE CERDO, EL SUICIDA FALLIDO
(fragmento)
Moisés de la Caridad nunca debió haber nacido. Fue concebido en el preciso instante en que un cometa, pasando muy cerca de la órbita de Saturno, desvió el planeta tan sólo unas milésimas de centímetro, ocasionando algo que jamás debió ocurrir: Un óvulo y un espermatozoide, que nunca habrían de encontrarse, chocaron por influjo de los astros.
Su madre nunca quiso tener a la criatura, producto de la embriaguez de ambos y el uso excesivo de drogas. Su padre jamás supo que la desconocida con quien había pasado un rato, llevaba un hijo suyo.
Muchas veces la madre del niño quiso abortar. Tomó algunas pastillas y se hizo poner diversas inyecciones con el fin de deshacerse del bebé. Se introdujo objetos y se obligó a comer estiércol de cerdo con telarañas porque alguien le dijo que con eso abortaría. Sin embargo, a los ocho meses, la mujer dio a luz en un oscuro callejón, auxiliada por una gitana que escuchó sus gemidos.
Al nacer la criatura, la vieja observó tres cosas llamativas: la primera, una gran mancha sobre la frente en forma de telaraña. La segunda, y que más la impresionó, fue una pequeña cola como la de un cerdo. La tercera fue que, si bien el niño nació con una vitalidad increíble, se negó a llorar.
Entendiendo estos tres signos como un presagio, la gitana vaticinó que la criatura jamás superaría los veintitrés años.
Esa misma madrugada, una madre exhausta dejó un paquete envuelto en papel periódico a la entrada de un convento de monjas carmelitas. Una de ellas, al abrir la puerta escuchó unos balbuceos y gritó pidiendo auxilio.
Si bien las religiosas tomaron inicialmente el hallazgo como una señal divina, creyeron que el maligno había llegado a su puerta cuando descubrieron que además de la telaraña de su frente, el niño tenía una pequeña cola de cerdo.
Imposibilitadas para mantener un niño en su convento, las religiosas lo llevaron a su orfanato y lo criaron allí. El nombre de Moisés de la Caridad, aplicado tan sabiamente por haber sido abandonado y encontrado, fue desapareciendo en la medida que el niño creció entre los otros del hogar. Muy pocos recordaban que su nombre era Moisés y todos los llamaban Cola de Cerdo.
El infante fue objeto de burlas desde que llegó al orfanato. A medida que crecía, las cuidadoras trataban de disimular sus particularidades. En un intento de mejorar el futuro del niño, fue llevado donde cirujanos conocidos por su caridad con los pobres. Todos coincidieron en que resecar la cola era un procedimiento riesgoso para su vida y que era mejor enseñar al niño a convivir con ella. La mancha de su frente tampoco podía ser borrada.
El pelo largo, a manera de capul, cubrió parcialmente la mancha de su frente, mientras que la ropa holgada trató de ocultar su cola. A pesar de todo, el secreto era imposible de guardar y con uno solo de los niños que lo viera en el baño, era suficiente para que todos se enteraran de sus defectos. Moisés de la Caridad era molestado no sólo porque era difícil ocultar la mancha y el bulto de su trasero, sino también porque tenía una torpeza que se volvió legendaria.
Cola de Cerdo tropezaba al caminar y se caía al correr; se golpeaba con todo y era torpe hasta para las tareas más simples. Aprender a comer con cuchara le valió varias lesiones en el ojo. A los tres años se cayó de la silla donde desayunaba y se quebró un dedo. Amarrarse los zapatos podía significar un dedo estrangulado por un cordón. A los cinco, tropezó sin causa aparente y se quebró los dientes delanteros que afortunadamente volvieron a crecer por lo que no se notó su ausencia. Trepando a un árbol tuvo una caída que le costó una fractura en un brazo, se torció un tobillo jugando baloncesto y se hizo un gran hematoma cuando intentó aprender a montar en la destartalada bicicleta que un alma caritativa donó al orfanato. Un día, barriendo las hojas del jardín se fue a dar con el rastrillo y tuvo una gran herida en la pierna que tardó varias semanas en sanar. Casi muere al comer una fruta sin darse cuenta que una abeja estaba posada en ella. La intervención inmediata de los doctores evitó que el niño muriera ahogado por la hinchazón de su lengua.
Nadie entendía cómo era que Cola de Cerdo había podido superar la infancia. Eran permanentes sus accidentes y percances. La mayoría de los otros niños del orfanato fueron dados en adopción, pero las parejas que llegaban en busca de un hijo a quien brindar su amor, rechazaban de plano aquel pequeño con el tatuaje extraño en su frente, y su cola de cerdo. Algunos se apiadaban cuando veían a lo lejos al niño con un cabestrillo o que andaba en muletas o que tenía un gran vendaje en su pierna, pero apenas lo conocían de cerca y veían la monstruosidad de su cola, lo rechazaban inmediatamente.
Finalmente, Cola de Cerdo cumplió los catorce años y debió abandonar el orfanato para ir a un hogar de paso que tenía la alcaldía. Allí aprendió todos los vicios de los jóvenes problemáticos de la ciudad, pero también conoció algunas formas de ganarse honestamente la vida. También en ese lugar, su apéndice caudal impuso su apodo de una manera más efectiva que la del nombre con el que había sido bautizado.
Continuará.... (en el libro).
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Cola de cerdo, el suicida fallido
ISBN 978-958-49-1505-4
Autor: Velasquez Cordoba, Carlos Alberto
Editorial: Libros para Pensar
Prólogo a cargo de Luis Fernando Macías
Materia: Narración de cuentos
Publicado: 2021-02-07
Número de edición: 1
Número de páginas: 152
Tamaño: 14x21cm.
Precio: $30.000
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Soporte: Impreso
Idioma: Español
Pedidos: calveco@une.net.co WhatsApp: 305 3997940
También puede ser adquirido en las librerías Resplandor (Centro Comercial Unicentro) y en Librópolis (Centro Comercial Orquídea Plaza) y en el Instituto Tecnológico de Artes Eladio Velez (Itagüí)
Editorial: Libros para Pensar
Prólogo a cargo de Luis Fernando Macías
Materia: Narración de cuentos
Publicado: 2021-02-07
Número de edición: 1
Número de páginas: 152
Tamaño: 14x21cm.
Precio: $30.000
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Soporte: Impreso
Idioma: Español
Pedidos: calveco@une.net.co WhatsApp: 305 3997940
También puede ser adquirido en las librerías Resplandor (Centro Comercial Unicentro) y en Librópolis (Centro Comercial Orquídea Plaza) y en el Instituto Tecnológico de Artes Eladio Velez (Itagüí)
Separo el mío de una vez. Hay que saber en qué para ese muchacho. Gracias por escribir y entretenernos con tus historias.
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