"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 26 de abril de 2023

Ray Bradbury y sus consejos para jóvenes escritores.

Ya en este blog hemos tenido textos del genial Ray Bradbury.  Esta semana les comparto un dodecálogo extraído de la página Literautas, que dan cuenta de unos buenos consejos para quien quiera comenzar a escribir. 

Aunque la página no lo menciona, estos consejos son sacados del libro Zen en el arte de escribir, un maravilloso texto con once ensayos del autor. 




1. No empieces escribiendo novelas.

Llevan demasiado tiempo. Comienza tu escritura con relatos cortos, al menos uno a la semana. Dedica un año a hacerlo; Bradbury dice que es imposible escribir 52 malas historias seguidas. Él esperó hasta tener treinta años antes de escribir su primera novela, Fahrenheit 451. “Valió la pena la espera, ¿verdad?”


2. Puedes amarlos, pero no puedes ser ellos.

Ten en cuenta que, inevitablemente, consciente o inconscientemente, intentarás imitar a tus escritores favoritos, del mismo modo que él intentó imitar a H.G. Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle o L. Frank Baum.

3. Examina los cuentos de “calidad”.

Bradbury sugiere Roald Dahl, Guy de Maupassant, o los menos conocidos Nigel Kneale y John Collier. Sin embargo, el material de hoy en día del New Yorker no le parece recomendable, ya que le parece que sus historias no contienen metáforas.

4. Amuebla tu cabeza.

Ray Bradbury sugiere un curso de lectura a la hora de dormir: un cuento, un poema (pero de Pope, Shakespeare o Frost, no “basura” moderna), y un ensayo. Estos ensayos deben provenir de diversidad de campos, incluidas la arqueología, zoología, biología, políticas y literatura. ¡Tras mil noches, estarás lleno de cosas!


5. Aléjate de los amigos que no creen en ti.

¿Se meten con tus ambiciones de escritura? Despídelos sin demora.


6. Vive en la biblioteca.

Ray no fue a la universidad, pero sus insaciables ansias de lectura le permitieron graduarse en la biblioteca a los 28 años.


7. Enamórate de películas.

Preferiblemente de las antiguas.


8. Disfruta escribiendo.

Ray nos comenta que escribir no es un negocio serio. Si escribir una historia empieza a parecerse a un trabajo, apártala y empieza otra que no lo sea.


9. No planees ganar dinero.

Ray y su mujer, quien “juró voto de pobreza al casarse con él”, tuvieron 37 golpes con el coche antes de poder permitirse comprar uno nuevo.


10. Anota diez cosas que ames y diez cosas que odies.

Luego escribe sobre ellas. Haz lo mismo con tus miedos.


11. Escribe cualquier cosa vieja que te venga a la cabeza.

Ray recomienda la asociación de palabras para romper cualquier bloqueo creativo.


12. Recuerda, con la escritura lo que estás buscando es…

… una persona que venga y te diga: “te quiero por lo que haces”. O, en su defecto, estás buscando alguien que aparezca y te diga: “No estás tan loco como la gente dice.”


miércoles, 19 de abril de 2023

Registro de obras literarias con derechos de autor.

Registrar una literaria es una herramienta útil para demostrar la autoría de un texto y evitar que otra persona se beneficie con un plagio. Todos los que escribimos estamos expuestos a ello. 

Hace unos días una compañera de un taller literario envió una invitación a participar en una antología con una editorial muy sospechosa, de la que nunca había escuchado. La invitación decía que las obras debían ser enviadas a un correo y que solo había plazo hasta el 31 de enero, pero no decía de cuál año.  

También me llamó la atención que la invitación no tenía información sobre las bases de la convocatoria. Lo único concreto era el nombre de la editorial y un correo. 

Estuve verificando en internet, y no aparecía ninguna editorial con ese nombre.  Asimismo, el correo que daban para el envío de las obras correspondía al de un escritor cubano que solo había publicado textos en plataformas de distribución por demanda. Es decir, nada relacionado con una editorial seria. 

Así se lo hice saber a los compañeros. Les sugerí que podría tratarse de un fraude y les recomendé no compartir ningún texto sin el debido registro de autor. Uno de ellos me preguntó cómo se hacía para registrar una obra literaria. 

Es muy simple: en Colombia, el registro de obras literarias (así como música, material audiovisual, etc.) se hace a través del Ministerio del Interior.  Es muy sencillo: el registro se hace en línea y es gratuito, a traves de la página Registro en linea 

https://registroenlinea.gov.co/index.htm

Lo primero es registrarnos como autores. (Nombre, documento de identidad, dirección, correo electrónico, etc.). 

Una vez estemos registrados, hacemos el registro de nuestras obras en solo cuatro pasos: 

Paso 1: Datos del solicitante:   En este primer paso, se incluyen en el formulario el nombre del solicitante, el documento de identidad, nacionalidad, dirección de la residencia, correo electrónico de quien presenta la solicitud de inscripción. De igual forma, se debe indicar si el solicitante actúa a nombre propio o en representación de un tercero, caso en el cual debe indicar el nombre de este.

Paso 2: Datos del autor o autores.  En este segundo paso, se incluyen en el formulario los datos del autor o autores, persona o personas naturales que realizaron la creación intelectual.

Paso 3: Datos de la obra: En este tercer paso, se indican en el formulario los datos que identifican la obra, tales como su título, año de creación y carácter de la obra.

Paso 4: Transferencia de derechos y archivos adjuntos:  En este último paso se indica, si es del caso, la transferencia de los derechos patrimoniales del autor a un tercero. Aqui se hace necesario subir una copia del archivo que se va a registrar. 

Una vez terminado, revisamos que el formulario haya quedado correcto, y listo. Luego de aproximadamente dos semanas se recibirá una certificación donde consta nuestro registro como autor. 

Para finalizar les dejo este video, que espero les sea de utilidad.  




miércoles, 12 de abril de 2023

El pobre don Pancho y la cafiaspirina

El 6 de marzo de este año se cumplieron 124 años del invento de la aspirina. Ese mismo día me llegó un mensaje en el cual algunos médicos hablaban de una de sus formas farmacéuticas: la Cafiaspirina,  medicamento que cien años atrás se consideraba milagroso.  

Recordé entonces, una poesía que me enseñó mi mamá sobre las bondades de dicho medicamento. 

Del escritor Federico Martínez Rivas (1.889 - 1931), les comparto la divertida historia de Don Pancho, quien sufría una terrible jaqueca, tan terrible que, hasta los animales de su rancho estaban enfermando por verlo tan mal.

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El pobre don Pancho


El pobre Don Pancho
que vive en su rancho
con su mula negra, su vaca barcina,
su perro, su gato, su alegre cochina
y otros animales de igual condición,
hoy está gimiendo con honda tristeza
¿Que tendrá Don Pancho?
¡Dolor de cabeza!
¡Pobrecito Pancho de mi corazón!

Bajando la oreja la mula se queja,
lloran la cochina, el perro y el gato,
rebuzna la mula, da gritos el pato,
la vaca no quiere dejarse ordeñar.

Todos por el amo sufren pena intensa,
y hasta un ratoncito
que anda en la despensa
mirando a Don Pancho,
se pone a llorar.

Ante tanto duelo apiádase el cielo,
y hace que Don Pancho
con mente afanosa
recuerde que tiene guardada una cosa
que un médico amigo
le dió antes de ayer.

La saca, la mira, la huele, la toca...
y ¡Zas! se la traga con mucho placer.
Y sus animales viendo muecas tales
miran como Pancho traga la tableta.
¿Será que Don Pancho perdió la chaveta?
¿Será que Don Pancho se va a suicidar?
Y atentos, ansiosos, callados y lelos,
abiertas las bocas, parados los pelos,
están esperando lo que va a pasar.
De pronto, da un salto
de tres varas de alto,
y exclama dichoso con voz conmovida:
Mi mula del alma, mi vaca querida,
mi gato, mi liebre, mi pobre ratón,
ya pasó mi pena, ya estoy aliviado,
la cafiaspirina, remedio adorado,
ha sido la tabla de mi salvación.

Y se arma en el rancho el gran zafarrancho,
bailan como locos el perro y el gato,
rebuzna la mula, da gritos el pato,
el señor conejo danza un rigodón.
Se muere de risa la vaca barcina,
baila en una pata la alegre cochina
y en medio de aquella
feliz confusión...
¡Viva! grita Pancho,
¡la cafiaspirina, la cafiaspirina!
¡la cafiaspirina de mi corazón!.....




miércoles, 5 de abril de 2023

Un acertijo complicado

Supongamos que hay 100 presos en una carcel, cada uno numerado del 1 al 100. 

Los guardias toman 100 cajas y en cada una meten un papel con el número de cada prisionero, y les ponen un reto: Cada prisionero puede entrar en la habitación con cajas y abrir 50 de ellas. Pero una vez que entren, no pueden comunicarse entre ellos.  Si todos los prisioneros son capaces de encontrar el papel con su número, serán liberados en su totalidad.  

Si tan solo uno de ellos no encuentra su número, todos permanecerán en la carcel.  

Para facilitar las cosas, los prisioneros pueden idear una estrategia antes de que el primero entre. 

¿Cuál es la probabilidad de que los prisioneros puedan salir? 

Aqui les va la respuesta: 


miércoles, 29 de marzo de 2023

Las ventajas de llamarse Jéssica

El siguiente cuento fue publicado en la antología Eso es... puro cuento.  Volumen 2

Esta semana lo comparto, debido a un revuelo que hay con el borrador de la reforma pensional. Ya entenderán porqué¹. 

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LAS VENTAJAS DE LLAMARSE JÉSSICA


Por Carlos Alberto Velásquez Córdoba ®


Las filas para conseguir la comida se hacen cada día más largas, en la misma proporción en que se acortan las esperanzas de que la situación mejore. Volvimos a la época de los años 70s, cuando había que hacer filas de tres y cuatro horas, para conseguir un litro de leche. Ahora ocurre lo mismo para comprar una libra de carne.

La situación en el país ha empeorado, y no sólo en el ámbito económico. La salud es cada vez más esquiva y consultar a un médico implica tener que madrugar desde las cuatro de la mañana para obtener un ficho y si se está de buenas, acceder a una cita para dentro de una semana. Todo para poder conseguir un ibuprofeno sin tener que costearlo una misma.

Pero no sólo la situación es mala en salud. En educación, las cosas van de mal en peor. Ya a los jóvenes no les enseñan nada, y para poder obtener un puesto de barrendero hay que tener un doctorado en administración, en tanto que para ser gerente sólo se necesita tener un apellido de prestigio y que su padre sea amigo del gobernante de turno. 

En el ámbito laboral cada vez hay menos probabilidades de conseguir un trabajo estable y aún menos posibilidades de lograr una jubilación. En el aspecto social, ni qué decir. Ahora es más digno ser gay o lesbiana que heterosexual. Si una entra a una cafetería con su esposo tomado de la mano, un montón de parejas homosexuales la miran a una con desprecio. ¿Qué culpa tiene una de haber nacido heterosexual?

Claro que no a todo mundo le ha ido tan mal. Qué mejor ejemplo, que lo que me contó la comadre Etelvina la última vez que hicimos fila para comprar pan.

Estábamos en una cola de más de media cuadra cuando se me ocurrió preguntarle por su exesposo.

—Ve, Etelvina… y, ¿qué hubo de Horacio? Hace mucho tiempo que no pasa por el barrio.

—Ay mija, con ese es mejor no contar ya. Vos sabés que la cosa estaba como maluca entre nosotros...

—Sí. Pues yo supe que se habían separado... pero a veces venía a dar vuelta por la casa… No te me hagás la santa, que yo sé que de vez en cuando venía y te hacía mantenimiento.

—Ay, boba… no digás estupideces.

—¿Ah no?, Varias veces lo vi salir de tu casa… en la madrugada

—Ve, si no me querés ver enojada, mejor ni me lo mencionés.

—Cómo así. ¿La cosa está así de mal?

—Mal, no… Peor…

—Perdóname la indiscreción. ¿Es que se consiguió otra?

La mirada de Etelvina me hizo reformular la pregunta.

—Bueno lo que pasa es que como hace un tiempo se había ido con una “sardina”… y hace como un año me dijiste que te estaba pidiendo cacao, porque la vieja esa lo había dejado por otro de más plata… yo pensé que otra vez estaba en sus andanzas y se había vuelto a conseguir otra.

Etelvina cambiaba de colores, y yo me callé pensando en lo indiscreta que había sido. Tal vez se me había ido la mano con el comentario.

Luego de unos minutos, bastante largos, por cierto, Etelvina se me acercó al oído y me dijo:

—¿Me prometés que no le vas a contar a nadie lo que te voy a decir?

—Lo juro —mentí.

Y es que, ¿cómo puede una jurar que no va a contar algo, cuando lo que sigue es una bomba más grande que la de Hiroshima y Nagasaki juntas?

—Te lo juro. No le voy a decir a nadie. 

—Pilas pues… yo veré.

—Contá, contá.

—El Horacio se cambió de sexo.

—¡Nooo!

—Shhh, que nos van a oír.

—¿Que Horacio se cambió de sexo?

—Que te callés, o no te cuento nada.

Afortunadamente en ese momento, alguien, unos veinte puestos más adelante, se estaba colando en la fila y la algarabía que se armó no dejó que nadie escuchara mi última frase.

—¿Que Horacio se cambió de sexo? ¿Me estás viendo la cara de pendeja, o qué?

—No mija, es verdad… ¿de dónde voy a sacar yo semejante historia?

—Pero… ¿Horacio, que siempre había sido tan hombre y tan macho? Ni para qué decirle que de vez en cuando intentaba tocarme las tetas y meterme mano cuando nos encontrábamos en la acera, al sacar la basura…

—Sí, mija. Con todo lo macho y todo… ahora se llama Jéssica.

—Nooo… ¿Jéssica?

—Siii.

—¡Imposible!

—Ay, mija. Esta sociedad está podrida.

—¿Y cómo pasó?

—Pues, ¿te acordás que hace un tiempo el gobierno sacó una ley que permitía que las personas se cambiaran de sexo?

—Sí, claro. Eso lo hicieron muchos famosos. Hasta el papá de una modelo de televisión se cambió de sexo… y hasta quedó más bonita que la hija…

—Pues resulta y acontece, que a uno de esos genios del gobierno le dio porque uno, sin necesidad de operación, podía ir a cualquier notaria y cambiarse el sexo en la cédula, dizque porque si un hombre se sentía una mujer no se le podía coartar su libertad sexual.

—Qué estupidez…

—Pero esperáte te sigo contando... Un día en la fábrica donde trabajaba Horacio empezaron a despedir gente. Vos sabés que Horacio llevaba toda su vida trabajando allá, y en una reunión les dijeron que necesitaban salir de mucha gente. Imagináte. Horacio con cincuenta y siete años, ¿dónde iba a conseguir un nuevo trabajo…?

—Ah no, mija… y ni soñar con una pensión… 

—Ahí fue la cosa. Un día llegó al trabajo con un papel membreteado de la notaría. Ya no se llamaba Horacio. Se había cambiado el nombre por Jéssica. Ya era oficialmente una mujer.

—¡Nooo!

—¡Sí! Como que un abogado fue el que lo aconsejó. Con cincuenta y siete años, y más de treinta en la empresa inmediatamente le salió la pensión. Se había pasado de la edad de jubilación para una mujer…

—¿Así de fácil?

—Claro, mija. En la fábrica no lo podían echar, porque él los amenazó con acusarlos de discriminación por sus tendencias sexuales… la jubilación se la agilizaron porque él alegaba que era de la comunidad LGBTI y vos sabés que esa gente tiene prioridad para todo. En menos de un mes ya estaba recibiendo su pensión y rascándose las pelotas.

Era una historia difícil de creer. El compadre Horacio, machista como él solo, se había declarado mujer y se llamaba Jéssica. No me lo podía ni imaginar.

—¿Y de verdad se volvió gay?

—¡Cuál gay! Lo que es, es un vividor. Hizo eso para sacar ventaja.

—Es que no me cabe en la cabeza. Él, que odiaba a todos los maricas. ¿y se viste de mujer?

—No. Que va… me cuentan que mientras le resultaba la jubilación se iba para el trabajo con una peluca y ya.

—¿Y sus amigos que le decían?

—Ahhh, yo qué sé. Me imagino que lo acolitaban… todos eran una manada de vagos y borrachines… Hasta me contaron que después del supuesto cambio de sexo, siguió saliendo con sardinas… A los amigos les decía que era lesbiano… y se las comía a todas.

—¿Y dónde anda ahora? ¿Qué está haciendo Horacio?

—¡Horacio, no! ¡Jéssica…!

—Eh, no me voy a acostumbrar… ¿cómo le voy a decir, si me lo encuentro en la calle?

—Pues, no creo que te lo vayás a encontrar así de fácil.

—¿Por qué? ¿Se fue del país?

—No, que va, mija. Con la liquidación se compró un taxi y en una rasca se llevó una casa por allá en Manrique… como que hubo hasta muerto y todo.

—¿Lo tienen en la cárcel? 

—Sí, lo tienen encerrado. Le dieron cinco años.

—¿Y vos vas a visitarlo?

—Ni riesgos. Lo metieron al Buen Pastor, la cárcel de mujeres… ¡Yo a qué voy a ir a visitarlo!… Él está feliz allá y parece que las otras internas están muy contentas con Jéssica. Ojalá le peguen el SIDA a ese desgraciado… 

Viéndolo bien, llamarse Jéssica tiene sus ventajas.

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Eso es... puro cuento.   
Antología. Vol 2.


ISBN 978-958-52246-7-4
Editorial Libros para Pensar
Materia: Narración de cuentos
Público objetivo:  General / adultos
Número de edición:1
Número de páginas:352
Tamaño:14x21cm.
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Idioma:Español

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1. La reforma pensional propuesta permite que un hombre que se percibe como una mujer pueda pensionarse a los 57 años, edad en que las mujeres se pensionan en Colombia. (los hombres deben esperar a los 62)






miércoles, 22 de marzo de 2023

La corrección editorial en los tiempos de la anarquía gramatical. Juan Andres Alzate

La corrección editorial en los tiempos de la anarquía gramatical


Por Juan Andrés Alzate Peláez*


No existe un «gobierno gramatical» como para pensar en una posible anarquía contra este. De entrada parece que estoy suponiendo un despropósito. Es cierto que en el imaginario popular existe la idea de que los académicos de la lengua «inventan» las reglas de la prosodia y la ortografía, ya que los demás hablantes no «limpian, ni fijan, ni dan esplendor» al idioma. Pero esto es un error de apreciación. Y no es de la rebelión contra el quehacer de los académicos de la lengua a la que me refiero con la expresión «anarquía» gramatical. ¿Qué es, entonces, la anarquía gramatical? Digamos que es la hija de la corrección que no corrige —la política—, es el «laissez faire, laissez passer» de la sintaxis, de la ortografía y, peor aún, de la argumentación.

Los que somos editores y además profesores, sabemos que eso de escribir bien es algo que pocos hacen con natural facilidad. Ningún buen escritor nació escribiendo bien. Con seguridad primero aprendió a hablar bien, pero escribir bien es algo que no le vino por natural devenir. Esa actividad requiere del dominio de más de un artificio. Sólo quien ha vivido en un mundo pequeño, donde pocas e imprecisas palabras bastan para referir hechos exiguos, se conforma con el execrable «lo que importa es que se entiende», creyendo que sus afirmaciones vagas son comprensibles. Ya lo he dicho en otro lado —más en son de burla, claro está—: lo que exige ser interpretado o está mal dicho, o es malintencionado. El que escribe bien, por su parte, sabe que en el acto comunicativo no todo vale, a menos que sea de los que hacen escritura automática y demás fantasías y cabriolas lingüística, que hasta de corrección ortográfica igualmente pueden requerir.

A mí personalmente me preocupa más el desconocimiento de la sintaxis que el de la ortografía. Como profesor sé que ese es el problema de los estudiantes que «no saben escribir». Sintaxis es orden. Aristóteles nos enseñó que dar orden es dar forma. Quien no da forma a sus ideas no tiene cómo darse a entender. He ahí el intríngulis de la pobreza gramatical de los escribientes (que no escritores) de hoy.

Basta abrir al azar cualquier red social para encontrar en menos de tres líneas la primera falta ortográfica, ausencia de acentos y de signos de puntuación que obligan las más de las veces a releer lo visto para interpretar lo que quiere decir. No miento. Acabo de hacer el experimento en Facebook mientras escribo estas líneas y miren lo que me encuentro, justo en el primer mensaje que leo (ver figura 1).

Aparte de la dudosa calidad literaria de la canción citada, encontramos a primera vista omisiones como las de los acentos (no es lo mismo ni fonética ni semánticamente el tú pronominal del tu posesivo, por ejemplo), los signos de puntuación y las obligadas comillas, las mayúsculas, la adición innecesaria de una ese después de la cifra del año, a la manera del genitivo inglés… podría seguir quejándome, pero con esto basta para el ejemplo.


 Figura 1. Ejemplo encontrado en la red social Facebook.


Las muestras podrían seguirse extendiendo ad infinitum. Lo que quiero exponer con esta elección azarosa es que hay un respaldo estadístico para el fenómeno de decadencia ortográfica que refiero. En este caso particular creerá uno que no peligra mayormente el sentido, pues se trata de un texto simple, pero no. El cuarto verso («una canción de los Rolling Stones») puede ser tanto frase subordinada del primer verso («tú te imaginas») como del tercero («tocando [en] la guitarra»). Ya que no hay puntuación, se deja la interpretación a la navaja de Ockham para reconstruir el contexto —la explicación más simple probablemente es la verdadera—. Algo parecido pasa con el primer verso de la segunda estrofa, que puede ser subordinante de las que siguen o ser una frase independiente, pero la ambigüedad también está, para el caso, en la misma redacción y no solo en la puntuación.

¿A dónde quiero llegar con esto? Es un hecho que la comunicación escrita domina nuestra vida como nunca antes lo hizo. Hoy, con seguridad, la gente escribe más que en otros tiempos, mas no por ello lo hace mejor. Y ese acostumbrarse a escribir como bien le parezca a cada uno está teniendo efectos en la escritura profesional o semi-profesional.

Que en Latinoamérica —se dice— el hecho de que escribamos peor que en España pueda deberse a nuestros malos sistemas educativos es muy probable; pero ni le podemos echar toda la culpa a la escuela ni podemos pensar que en la Madre Patria se salvan del mismo mal. Por mis manos y ojos también pasan textos de autores españoles en los que de vez en cuando se advierten solecismos u omisiones (que para ser honestos, son quienes menos hay que corregir en los sentidos que nos atañen: el ortográfico, el semántico y el sintáctico, pero igual hay que corregirlos). Para que se hagan una idea, en los trece años que tiene Revista Cronopio hemos publicado poco más de 3000 artículos, todos los cuales han pasado por revisión. Doy fe de que en todo este tiempo sólo han pasado completos, sin tenerles que corregir una sola coma, a lo sumo ocho artículos. Todos los demás tienen algo que arreglar. Fallar en la escritura, por cuestiones mecanográficas o gramaticales es algo que a todos nos pasa (con seguridad mientras lea esta ponencia, encontraré las erratas que no vi al escribirla y sentiré el oprobio de mi neurosis acusándome). Puesto que errare humanum est, se necesitan personas con habilidades y conocimientos muy específicos para desfacer aquellos entuertos, detectando las erratas que pueden costarle el buen nombre al periodista, al académico, al escritor, al poeta o al político.

Digo habilidades y conocimientos muy específicos porque, como ya he señalado, escribir no es una actividad natural, ni intuitiva, como lo es respirar. Los seres humanos llevamos escasos cinco mil años en esa actividad, de modo que escribir es algo que aún estamos inventando.

Yo mismo con frecuencia encuentro errores en mis escritos, pues los hombres tenemos la virtud de no ver nuestras faltas en lo que recién escribimos o decimos. Con seguridad los correctores editoriales que estén aquí presentes, como yo, tendrán por hobbie cazar gazapos en cuanto libro o anuncio leen. Y es que los hay por montones —los gazapos, digo—. No sé a cuántos los afecta en el alma que exista la imprecisión, que los hay, pero el asunto no es de deshacerse en llanto por la ignorancia o el descuido de los otros. Yo prefiero tomarlo con actitud de pedagogo, que al fin y al cabo es mi otra vocación. No se crea que estoy haciendo una apología de los caza gazapos, todo lo contrario. No hay especie más molesta en la fauna académica que los que descalifican el fondo por la forma. Justo en mi biblioteca tengo uno de esos manuales (CASAS Z., Eduardo. (1977). Cazando gazapos por los fueros del idioma. Medellín. s.p.i.) que irónicamente está repleto de erratas (y no me refiero a los gazapos que cita), con lo que el autor queda más como un neurótico que como un académico. Así que, oíd mi consejo correctores: en la Ilíada de la corrección editorial sed diligentes y nobles como Patroclo y no soberbios y precipitados como Héctor, no sea que por culpa vuestra los mejores libros no lleguen a escribirse.

Cada editor tiene su estilo de trabajo. Yo, cuando hago corrección de libros o de trabajos académicos prefiero hacerlo junto con el autor. En el caso de la revista, la dinámica no nos permite hacer eso. Pero, en cualquier caso, ser editor requiere de habilidades como la lectura comprensiva, la capacidad de síntesis y de lectura deliberada —i.e. no mecánica—. Huelga decir que el corrector tiene que poseer un dominio alto o superior de la ortografía, la fonética y la sintaxis, por no decir que también de la prosodia y la semántica. Asimismo, aunque no ya en un grado obligatorio, todo corrector (y todo escritor) debe saber de retórica, de teoría de la argumentación y algo de latín y griego. Esto último lo digo por experiencia propia como aprendiz y como profesor: el conocimiento de las lenguas clásicas estructura y unifica mucho mejor la introyección de la gramática y de la ortografía.

Con esto queda más que claro que no cualquiera puede ser corrector de editorial. El hecho es que este es un trabajo necesario e irreemplazable (todos sabemos que los correctores automáticos de ortografía en los computadores sólo le sirven al que ya tiene buena ortografía; el que no lo haya notado ya sabe por qué es).

Muchas veces el corrector editorial es tanto corrector gramatical como corrector de estilo, e incluso verificador de validez de información. No todas las empresas editoriales se pueden dar el privilegio de tener diferentes correctores, por lo que la preparación, para los que trabajamos en proyectos independientes, debería ser muy buena. Casi puede decirse que el corrector ideal debe, además, ser escritor, poeta y ensayista; pues aunque no hay que ser pastelero para saber si un pastel está bueno, tener la experiencia del proceso creativo añade un valor extra a la estructuración y corrección de lo que se somete a revisión —esto especialmente cuando hay retroalimentación con el autor—.

Corregir es enderezar. En últimas ¿qué endereza el corrector editorial? ¿las maneras, la forma, la materia? Un «texto correcto» es el que se corresponde con el idioma y los usos del contexto al que está destinado. El corrector debe asegurarse que todo encaje en ese orden. De allí que no sea un absurdo corregirle, por ejemplo, la puntuación a la poesía, por más que algunos de esos nuevos «ingenieros de la palabra» crean que no ha menester. Es dudoso el trabajo del que se proclama artista de la palabra si no sabe para qué es el régimen de un verbo o qué es una sinécdoque.

Como ya dije, el origen de la mala escritura actual no es exclusivo de la escuela, sino de la popularización de tecnologías que facilitan la publicación sin filtros previos y sin impunidad. Quizá la gente siempre ha escrito mal, sólo que ahora lo pueden hacer públicamente. En este sentido ¿cuál o cómo debe ser la labor del corrector editorial a futuro? El corrector editorial no puede decidir por dónde va el idioma, pero sí puede mostrar cómo puede ir para ser claro dentro de sus propias (y a veces cambiantes) reglas. El compromiso del corrector debe ser, ante todo, con el sentido no con la corrección por la corrección —tenga el apellido que tenga—.


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El presente texto es una adaptación de la ponencia presentada en mayo de 2017 en el Encuentro Iberoamericano de Editores EDITA 2017, realizado en el municipio de Sabaneta, Antioquia.

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* Juan Andrés Alzate Peláez es corrector editorial, licenciado en filosofía y docente. Es cofundador y editor de la revista cultural Revista Cronopio, así como corrector de la editorial Libros para Pensar.

miércoles, 15 de marzo de 2023

Póngale la huella.

Hace unos días revisaba mi biblioteca y encontré unos apuntes que tomé de un curso de medina legal (sí, también en algún momento hice las veces de médico forense). A pesar de haber pasado más de treinta años, aún recuerdo unos pocos detalles del método Henry Canadiense, un sistema de dactiloscopia usado en ese entonces, cuando no existían los computadores y todo se hacía con la ayuda de una lupa.  


Por una extraña coincidencia a la semana siguiente encontré, sin buscarlo, un artículo en una revista médica que mencionaba que a traves de inteligencia artificial era posible predecir, con cierto grado de certeza, el riesgo de que una persona sufriera de esquizofrenia, basándose en los patrones de las huellas dactilares.

No siendo suficiente, pocos días después encontré accidentalmente otro artículo que hablaba del hombre que hizo posible el método de identificación dactilar. ¿Sabían ustedes que el primer país en utilizar las huellas dactilares en la investigación policíaca fue Argentina?

Tantas casualidades me hicieron pensar que ya era hora de tratar el tema de las huellas dactilares en mi blog.

Por ahora, trascribo el texto de la página efemérides históricas (Facebook), donde se menciona al promotor de la dactiloscopia. Concedo los créditos del artículo a sus autores. Quizás en otra oportunidad les hable las huellas y su relación con la esquizofrenia. 

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El 25 de enero de 1925, en Dolores, Provincia de Buenos Aires, moría el antropólogo y policía croata responsable del método de identificación dactilar utilizado en todo el mundo, ese día se apagaba la vida de Juan Vucetich. Nació el 20 de julio de 1858 en la isla de Hvar, actual Croacia, con el nombre de Iván Vučetić, emigró hacia la Argentina a los 23 años, al llegar adujo tener conocimientos de antropología, aunque nunca acreditó título alguno. 


En 1888 ingresó como meritorio a la oficina contable del departamento central de policía bonaerense en la ciudad de La Plata, allí inició una carrera en ascenso constante. En 1889 fue puesto a cargo del departamento de estadísticas y unos meses después designado jefe del departamento de identificaciones. En ese entonces se utilizaba el método de identificación antropométrica creado por el policía francés Alphonse Bertillon, Vucetich despreció esa técnica y envió decenas de cartas a los departamentos de policía europeos detallando las falencias del sistema. 

En 1890 se encontraron dos personas diferentes que tenían el mismo conjunto de medidas y el sistema fue abandonado, el Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, Guillermo Núñez, puso a Vucetich a cargo de encontrar un sistema confiable de identificación de personas. Vucetich se inspiró en métodos babilonios y persas de sellado por medio de los pulgares y en un estudio del antropólogo inglés Francis Galton para iniciar su investigación. Luego de verificar que las huellas no eran hereditarias, que no se modificaban con el tiempo, que se regeneraban idénticas y sobre todo que ni siquiera los hermanos gemelos poseían las mismas, en 1891 presentó un informe que se hizo mundialmente famoso y aceptado universalmente. La policía bonaerense inició el registro dactiloscópico de todos los condenados o convictos y posteriormente de todas las personas mayores de 18 años.

 En 1892 se dictó la primera condena por asesinato tomando una huella digital como prueba, en ese juicio realizado en Necochea, Francisca Rojas fue condenada a prisión perpetua por el asesinato de sus dos hijos. Una publicación del mismísimo Francis Galton confirmó la fiabilidad del método Vucetich y este se hizo legal en toda Europa. Pese a los modernos métodos de identificación de ADN, casi un siglo después el sistema Vucetich sigue vigente. Escuelas de policía y museos criminalísticos de todo el mundo llevan su nombre.

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Hasta acá la historia. ¡Póngale la huella!


Fuentes: 

miércoles, 8 de marzo de 2023

El beso de la muerte: Cuento de Laura Arango

Esta semana les traigo un cuento de una de las promesas de las letras colombianas, la escritora Laura María Arango Restrepo, con la quien comparto el placer de estar en dos talleres literarios. 


El cuento que traigo a continuación fue publicado en la Antología Relata 2022, la cual pueden descargar haciendo clic en el enlace. 


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EL BESO DE LA MUERTE

Laura María Arango Restrepo



Sentado, con las manos sobre mis rodillas, cansado de la mierda que era mi vida, decidí llamarla.

Éramos viejos amigos. Nos habíamos conocido unos dieciocho años atrás cuando por diez días nos dedicamos a tomar café y jugar cartas, mientras mi cuerpo aguantaba pegado a un ventilador en una cama de cuidados intensivos; en esa ocasión habíamos apostado mi alma en la baraja. La muerte era buena jugando al póker, pero yo también; aunque sospecho que realmente me dejó ganar todas las partidas para no perder a su contrincante. Cuando el juego iba en mi contra y todos los monitores empezaban a sonar, mientras un desfile de enfermeras y galenos llenaban el pequeño cubículo para empezar mi reanimación, ella suspendía el juego por el alboroto y regresaba al día siguiente a pasar tiempo conmigo.

Esa primera vez tenía cuarenta años, estaba pasando por una crisis existencial y mi moto nueva me había llevado a chocarme a toda velocidad contra un poste de la luz. La vi como una dama de negro, parada junto a la ambulancia, curiosa ante unos ojos que la miraban sin temerle. Me sonrió. 

Luego, en el quirófano, la vi sentada junto a la máquina de anestesia, divertida, moviendo botones y perillas, mientras la conmoción reinaba en la sala entre dosis de adrenalina y compresiones a mi tórax. Justo allí me retó al primer duelo, acepté… No tenía nada que perder.

No hablaba mucho, era misteriosa, lúgubre. Decidí que distraerla debía ser la estrategia para conservar mi corazón latiente al menos por unos minutos más y, así, sobreviví a la cirugía de control de daños y a otras tres más durante mi estancia en el hospital. Verla, de algún modo, me reconfortaba; ella era una presencia más o menos constante y extrañamente amistosa en esos días de viajes oníricos entre elefantes terroríficos y pájaros rabiosos producidos por la mezcla entre mi imaginación y los medicamentos.

Con los años me había hecho propenso a sufrir accidentes, fracturas, y a necesitar procedimientos quirúrgicos bajo anestesia general. Siempre sospeché que ella me citaba para vernos en ese plano en el que la vida pende de un delgado hilo, y no negaré que me regocijaba al verla.

Me enamoré de nuestros encuentros tan nutridos de historias, con una calma y un goce que no hallaba en otro lugar. A veces aprovechaba para tomar sus manos frías, de pálida belleza, y contemplar el brillo de sus ojos color hielo. Entonces, ella soltaba una sonrisa en esa cara de geisha con la que se presentaba ante mí.

En los últimos cinco años, sin embargo, nuestra relación había cambiado. Cuando todo lo posiblemente extirpable, suturable y curable ya había sido hecho por los médicos en mi cuerpo (que más parecía un retazo), mi amante famélica me envió un cáncer, lento y doloroso, que aseguraba muchas visitas a mi lecho. No pude perdonárselo…

El diagnóstico llegó tarde; esa era su intención, ¡lo sé! El escamocelular de mi cara ya había invadido muchas estructuras, y la quimioterapia y la radioterapia solas no surtían efecto. El cirujano me llevó a un procedimiento radical: extirpó mi ojo derecho, el párpado, el canal auditivo, la oreja, media lengua, media boca… media cara. El dolor y la rabia no me permitían mirarme al espejo, ni tirar a los dados en el mismo tablero o beber del mismo café.

Se notaba arrepentida, pero el daño era irreparable. Dejó de visitarme. El cáncer se detuvo, pero mi vida era un desastre. Las heridas no sanaban, el dolor no se paliaba. Era un discapacitado visual, auditivo, emocional. No encontraba trabajo, vivía de la mísera pensión de invalidez, al lado de una mujer que mi exesposa pagaba para que me cuidara.

Enamorarme de la muerte y luego pretender olvidarla, había sido mi condena. Estaba atado a una vida desastrosa y ella no vendría a rescatarme.

Tres intentos de suicidio fallidos y dos sepsis severas a las que sobreviví, a pesar de no ser llevado a la unidad de cuidados intensivos, me lo demostraron.

Así que esa noche la llamé, usé todas mis fuerzas. Puse sal, encendí velas y quise matar a mi perro, ¡por él sí iba a venir! Mientras sostenía el cuchillo en mi mano derecha y lloraba junto al animal que lamía mi mano izquierda, la vi. Estaba parada en el rincón de la puerta, con esa mirada de la primera vez. Me lanzó una fría sonrisa y me pidió que bajara la hoja. Aún no era el tiempo de Kaiser.

Quitó las vendas de mi rostro, la vi conmoverse… Yo estaba incompleto, envejecido, vencido. La podredumbre emanaba de mis tejidos, pero también de mi alma, de mi corazón. Me miró. Me pareció que se sentía culpable y que ese amor que algún día tuvimos permanecía intacto en ella.

—Por ti se me ha prohibido volver a entablar relación con los humanos —dijo con severidad—. Dicen que me encarnicé contigo… probablemente tengan razón —se detuvo por un momento—, por favor perdona este amor que te ha hecho tanto daño.

Asentí y rogué con mi mirada para obtener también su perdón…

Tomó mi mano, sostuvo mi mentón y con un beso aspiró mi escasa vida. Luego acarició a mi perro en el lomo, que se quedó echado entre pequeños sollozos junto a mi cadáver.



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Laura María Arango Restrepo


(Medellín, Antioquia, 1988). Nació rodeada de una familia amorosa y extensa. Pasó los primeros años de su infancia en Bogotá. Regresó en 1998 a su ciudad natal, donde se radicó desde entonces. Médica general de la Universidad de Antioquia, egresada en 2012, ejerce sus labores en un servicio de urgencias de alta complejidad. Esposa de otro galeno y madre de un niño de cuatro años, Lucas, con quien comparte la pasión de crear historias. 

La pandemia le brindó el tiempo para volver a enfocarse en sí misma y reencontrarse con el placer de escribir; desde entonces participa en dos talleres literarios de la Red Relata: el Taller de Comedal, con Luis Fernando Macías, y el Taller de Historias, con Carlos Alberto Velásquez. Hizo su primera publicación en 2021 con la Editorial Libros para Pensar en una antología llamada Eso es puro cuento. El cuento “El beso de la muerte” está inspirado en el primer paciente que le solicitó la eutanasia. La autora tiene varios cuentos escritos y se encuentra trabajando en un proyecto de novela que tiene como nombre Al otro lado de mí.


Más cuentos de Laura Arango

miércoles, 1 de marzo de 2023

El villano perfecto

Para muchos escritores el conflicto en su cuento o novela se centra en el antagonismo entre el protagonista y el villano. En muchas ocasiones se suele desarrollar muy bien el personaje protagonista (héroe), pero en el villano encontramos baches que nos lo hacen poco verosímil. Por el contrario, en muchas obras literarias o cinematográficas, el villano es quien se lleva los aplausos. 




A continuación, les comparto un texto publicado por el escritor Emilio Alberto Restrepo Baena (quien ya nos ha colaborado varias veces en este blog) sobre lo que se requiere para tener el perfecto villano en literatura. 

Decálogo del villano perfecto en literatura
 
Por Emilio Alberto Restrepo Baena


Partimos de la premisa de que “a mejor malo, mejor historia”, haciendo énfasis en la importancia del antagonista para generar un conflicto potente y una historia más interesante

1. Tener una motivación clara: Es importante que el villano tenga una motivación contundente y comprensible para sus acciones malvadas, para que el lector pueda entender por qué actúa de esa manera. EJ: robar un cuadro, coronar una estafa, atracar un banco, engañar una viuda, etc. El objetivo del villano no deja dudas y desestabiliza un orden establecido.

2. Ser un desafío para el héroe: El villano debe ser un desafío para el héroe, tanto física como psicológicamente, para generar un conflicto potente y emocionante. Lo debe sacudir, asustar y confrontar. Lo saca de su zona de confort. Le roba la tranquilidad y se le puede volver una obsesión. El protagonista se siente incómodo, le teme o lo irrita, en todo caso se le convierte en un objetivo que tiene que alcanzar, una motivación a la que se tiene que oponer con todo su entusiasmo, entendiendo desde el principio que no es tarea fácil

3. Tener suficiente profundidad: El villano debe tener una suficiente profundidad como personaje, con un pasado, metas y deseos, para que el lector pueda entenderlo y relacionarse con él. Eso evita los personajes planos, insaboros o caricaturizados que generan mas patetismo que adherencia.

4. Tener una personalidad compleja: El villano debe tener una personalidad compleja, con una mezcla de virtudes y defectos, para que el lector no lo vea como un personaje unidimensional. No hay tonos absolutos de blanco y negro. En medio de su ambición y su perversidad, puede mostrar rasgos de nobleza, sensibilidad o solidaridad con los suyos. Pero lo dominante, es su rasgo de una maldad que no deje dudas.


5. Ser una amenaza creíble: El villano debe ser una amenaza creíble, con poder y recursos suficientes y lógicos para desafiar al héroe. Nada de ases sacados de la manga en el último momento, o “deux ex machina” traídos de los cabellos o gemelos aparecidos al final o sueños que resuelven la acción. Ante todo, tener una coherencia que lleve a una adecuada “supresión de la incredulidad”. Por ejemplo, no salir con un truco de magia para coronar la acción, si durante toda la trama no se sembraron los indicios de que era mago. Hay que tener un pacto respetuoso con el lector, unas reglas del juego.

6. Tener una planificación cuidadosa: El villano debe tener una planificación cuidadosa y estratégica para sus acciones malvadas, para que el lector pueda apreciar su inteligencia y astucia. La historia debe ser contada con verosimilitud, con detalles que alimenten la credibilidad y que el paso a paso de su plan en la historia se fije en la mente del lector sin generar dudas ni desconfianza.


7. Tener una relación interesante con el héroe: La relación entre el villano y el héroe debe ser interesante y compleja, con una historia pasada o un vínculo emocional que los conecte. De cada encuentro deben salir chispas, diálogos ingeniosos, rabias no resueltas, promesas de desafíos que se deben resolver más adelanta. Nunca dejar cabos sueltos.

8. Tener una evolución: El villano debe tener una evolución a lo largo de la historia, tanto en sus motivaciones como en sus acciones, para que el lector pueda ver su desarrollo como personaje. En los textos y en los guiones, es importante dejar clara la transformación del personaje. De pronto los únicos que no mutan son los superhéroes o James Bond, que siempre son los mismo, pero en el resto, el personaje debe sufrir una transfiguración a la vista del lector. Los personajes planos, o inamovibles o blindados dejan poca huella y mínima adherencia.



9. Tener una presencia impactante: El villano debe tener una presencia impactante, ya sea física o personalidad, para que el lector se acuerde de él. Algo lo debe caracterizar, algo lo hace distinto, reconocible, temido.

10.Tener un final satisfactorio: El final del villano debe ser satisfactorio, ya sea un castigo justo o un cambio de personalidad, para que el lector pueda cerrar su historia de una manera adecuada. No hay una formula rígida de ganar o perder, lo importante es lograr giros de tuerca eficaces, y que no queden cabos sueltos. Decidir si se dejan aspectos en punta para futuras historia o confección de zaga, pero el elemento central de la historia que ocupa la atención debe quedar cerrado.




Tomado del blog DECALOGOS LITERARIOS

miércoles, 22 de febrero de 2023

¿Qué es literatura?

 ¿QUÉ ES LITERATURA?




La literatura implica un juego con el lector. Un texto no es literatura si no involucra personalmente a quien lee. La buena literatura hace que el lector interactúe con el texto:

Miremos este ejemplo.

Esta mañana, al salir de casa rumbo al trabajo, de un callejón salió un hombre encapuchado con un revolver. Me apuntó al pecho y me dijo: “Entrégame tu billetera… y dame también tu reloj.


Ahora, miremos este otro.

Esta mañana, al salir de casa rumbo al trabajo, de un callejón salió un hombre encapuchado con un revolver. Me apuntó al pecho y me dijo: “Entrégame tu billetera... y dame también el reloj que te dejó tu papá.


En el primer ejemplo hay una narración de los hechos, una noticia o una anécdota. Incluso puede ser la transcripción de una denuncia hecha por un hombre ante la inspección de policía. 

Simplemente se cuenta algo que pasó: Un hombre es atracado por otro. En el segundo ejemplo, hay una variación: No basta con saber que le han quitado la billetera y el reloj. Hay un componente adicional que pone al lector a preguntarse por qué el ladrón sabía que su reloj era una herencia de su padre.

Aquí empieza un diálogo entre el escritor y el lector. Abre un abanico de posibilidades en la mente de este último. Esas palabras finales insinúan una historia diferente: No se trata de un ladrón cualquiera. ¿El ladrón es alguien que conoce a la víctima? ¿Cómo supo que su reloj era heredado? En los siguientes párrafos, el lector tratará de anticipar la historia o de entender sus orígenes. La buena literatura invita al lector a participar del relato en forma activa. No solo se trata de recibir una información, se trata de estimular su imaginación, de generar curiosidad, miedo, ternura, aversión, disgusto, o cualquier otro sentimiento. La literatura es un dialogo permanente entre el lector y el escritor.

Literatura no se trata de escribir bonito y con palabras rebuscadas. Consiste en escribir un texto gramaticalmente correcto y darle un sentido que tenga significancia adicional al lector, y hago énfasis en la palabra adicional. Debe haber algo más que lo que se dice, algo que tenga un sentido extra para el lector. En la literatura, no basta con escribir unos hechos, el objetivo es que el lector se fusione con el autor.

Eso es literatura.

miércoles, 15 de febrero de 2023

La neurociencia y la memoria

¿Qué es la memoria? ¿Y la conciencia? ¿Cómo puede influir la literatura o el arte en la ciencia? 



El neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga reflexiona sobre estas y otras cuestiones para embarcarnos en un viaje al funcionamiento de la mente. "Los grandes descubrimientos, los grandes experimentos se están haciendo ahora. Entonces es ahora el momento para estudiar el cerebro. Y eso lo hace fascinante", asegura. 

Rodrigo Quian Quiroga es director del centro de Neurociencia de Sistemas en la Universidad de Leicester en Inglaterra. Estudió Física en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en Matemática Aplicada en la Universidad alemana de Lübeck. Acaba de obtener una plaza de investigador ICREA para incorporarse al instituto IMIM de Barcelona. Su trabajo se centra en el estudio de los principios de la percepción visual y la memoria. Su descubrimiento de las denominadas ‘neuronas de Jennifer Aniston’ o neuronas de concepto, que desempeñan un papel clave en la formación de la memoria lo encumbró en el ámbito de la neurociencia mundial. Es autor de varios superventas de neurociencia: ‘Borges y la memoria’, ‘¿Qué es la memoria?’ o ‘NeuroCienciaFicción’.


miércoles, 8 de febrero de 2023

Ideología de idiotex

La biología siempre estará por encima de la ideología. 

Pero la idiotez algunas veces parece ganar la batalla... a corto plazo. 




miércoles, 1 de febrero de 2023

Escucho con mis ojos a los muertos.

Los libros son un invento maravilloso. Nos permiten conversar con los difuntos: escucharlos, conocerlos, sentir cómo nos aconsejan. 

Esta semana les comparto un poema de Francisco de Quevedo (1580-1645)



Retirado en la paz de estos desiertos. 


Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Josef!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.


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Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos 
(1580- 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro. Fue caballero de la Orden de Santiago a partir de 1618​ y señor de Torre de Juan Abad a partir de 1620. Junto con Luis de Góngora, con quien mantuvo una enemistad durante toda su vida, es reconocido como uno de los más notables poetas de la literatura española. Además de su poesía, fue un prolífico escritor de narrativa y teatro, así como de textos filosóficos y humanísticos.

miércoles, 25 de enero de 2023

Mausoleo. Cuento de Carlos Alberto Velásquez C

De mi libro EL RETRATO DEL SEÑOR ROSSI, Y OTROS CUENTOS, les comparto la lectura del cuento MAUSOLEO. 

Dicho relato está basado en hechos reales ocurridos en Medellín a principios del siglo XX. 

Al final les dejo la referencia. 

Agradecimientos al Dr. Emilio Restrepo y a Teledonmatías por la realización del video. 


Más información (con fotografías):
  El mausoleo de Jesus María Amador



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EL RETRATO DEL SEÑOR ROSSI, Y OTROS CUENTOS. 


ISBN 978-958-49-5892-1
Autor: Velasquez Cordoba, Carlos Alberto
Editorial: Libros para Pensar
Prólogo a cargo de Luis Fernando Macías - Emilio Restrepo
Diseño: María Isabel Velásquez E.
Materia: Narración de cuentos
Publicado: 2022-04-30
Número de edición: 1
Número de páginas: 216
Tamaño: 14x21cm.
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Soporte: Impreso
Idioma: Español




También disponible en librerías o en la página web de la Editorial Libros para Pensar.

Pedidos directos al autor: calveco@une.net.co 
WhatsApp  305 3997940




miércoles, 18 de enero de 2023

Mi cuerpo, mi decisión.

Hace días leí en el periódico la impactante historia de una mujer de veintisiete años, que desesperada por su situación personal, decidió tirarse con su hija a las vías del metro de Medellín (lea la nota periodística acá).


La mujer sobrevivió un par de horas y murió en un quirófano mientras que los médicos luchaban por salvarle la vida. Su hija, una niña de seis años, quedó gravemente herida, pero sobrevivió, aunque debió amputársele la pierna.

Esta noticia me puso a pensar ¿cómo es posible que una madre quiera la muerte de su hija? En las redes sociales explotaron los comentarios sobre la crisis sobre la salud mental de nuestra sociedad. Suicidarse y arrastrar a sus hijos a la muerte es un problema de salud mental. 

Pero matar a sus hijos en el vientre, no se considera un exabrupto. Nadie parece dudar de la salud mental de las madres que prefieren que sus hijos mueran para librarse de la responsabilidad de tenerlos. A eso no lo consideran como un problema de salud mental: lo llaman aborto, y les parece de lo más normal. Incluso, para engañar a la conciencia, cambian el discurso, y lo denominan "Interrupción voluntaria del embarazo", y así abstenerse de mencionar la muerte del feto para no generar culpabilidad en la madre o en quienes matan al bebé.  

El sueño de todo proabortista es que el feto muera y que la madre resulte ilesa. De hecho, despedazar un feto con total impunidad se considera uno de los "mayores logros" de la sociedad progresista. Entre sus justificaciones, está el bienestar social, económico y mental de la mujer (¡que a pesar de todo, seguirá siendo la madre de un hijo muerto!), que los fetos no tienen conciencia de sí mismos, que no son personas, que no son seres humanos. 

"Mi cuerpo, mi decisión", suelen proclamar, con egoísmo, las mujeres, al anteponer sus deseos de evitar las consecuencias de un embarazo, en lugar de prevenirlo. Nadie habla del ser que hay en el vientre, porque evidentemente aún no puede decidir. 

Una mujer que, desesperada, decide quitarse la vida junto con su hija para evitar el sufrimiento de ambas, suena muy parecido a la mujer que va a que le practiquen un aborto en un lugar clandestino, sin ningún tipo de cuidados higiénicos, donde lo más probable es que ambas mueran. Puede que la madre no tenga intención de morir, pero en su desespero ella también pone su vida en riesgo. 

Cuando leí el artículo pensé en nuestra sociedad actual, que condena el aborto clandestino (porque hay riesgo de muerte para la madre), pero aprueba abiertamente el aborto medicalizado. 

En otras palabras, los progresistas ven con buenos ojos a las gestantes que se paran en una plataforma segura, sacan a sus bebés del vientre y los arrojan a las vias para ser despedazados por las ruedas del tren, siempre que no haya riesgo para ellas. ¿Acaso hay diferencia con el aborto medicalizado?  Lo importante para ellos es que la mujer pueda salir intacta de la estación del metro y continuar su vida como si nada hubiera pasado.  

Es muy triste que una madre se arroje al tren con su hija. En este caso la mujer murió y la hija sobrevivió (con grandes secuelas físicas y psicológicas). Si la niña hubiera muerto pero la madre hubiese, sobrevivido, la noticia quizás provocaría más escándalo. 

Paradójicamente, a muchos les resultaría aceptable si la mujer hubiera matado a su hija antes de que naciera. El problema solo existe, porque que trató de matarla seis años después, cuando ya podía hablar y expresarse; cuando ya podía salir en los diarios, convertirse en noticia y recibir abiertamente el epíteto de "niña inocente". 

En un aborto "bien hecho" se arroja al hijo indefenso a las vías del tren desde una plataforma segura para la mujer, ¡y la sociedad aprueba eso! ¿Cuántos hijos son despedazados en clínicas de aborto, para tranquilidad de la madre, sin que nadie se entere?

En este caso el aborto resultó al revés. El ejercer la consigna "mi cuerpo, mi decisión", terminó con la muerte de la madre, pero sobrevivió su hija —de paso, con una herida indeleble—.

Termino esta reflexión con una frase contundente extraída del artículo mencionado: 

"La niña, inocente de esta situación, perdió la pierna izquierda y, apenas seis días después, se enteró de que tampoco tenía a su madre. Entre lágrimas le pidió a Dios que algún día le permitiera volver a observar el rostro de la mujer que la trajo al mundo y que la amó con todas sus fuerzas".

¿Acaso eso fue amor?  Para mí fue, además de un acto de egoísmo, fue un horroroso crimen. Querer matar a un hijo, lo es, independiente del momento en que se decida hacerlo, o de si se hace en privado o en público. 

¿Hasta cuándo permitiremos que las mujeres, bajo la premisa de ejercer el derecho al libre desarrollo de la personalidad, sigan arrojando sus hijos a las vías del tren/clínicas de aborto, mientras gritan con orgullo "mi cuerpo, mi decisión"? 

Definitivamente, nuestra sociedad sí tiene un grave problema de salud mental. 


Posdata:

El día que publiqué este artículo, el gobierno de Colombia anunció que, a partir de ahora, las niñas menores de 14 años pueden pedir que se les practique un aborto sin requerir consentimiento de sus padres o tutores. 

¿Acaso queda alguna duda de que estamos en una sociedad enferma?