miércoles, 17 de junio de 2020

El instinto de negatividad

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La Ley de Murphy dice claramente:  
"Cualquier cosa que pueda salir mal, saldrá mal"

Y en el libro, hay otro corolario: 
Optimista es aquella persona
que no ha entendido el problema.

Pero contrario a lo que se ha creído, pensar en positivo no siempre es beneficioso. A veces, quien espera lo peor, está más preparado para enfrentar los peligros y los problemas. 

En la década de 1990 surgió la llamada Psicología Positiva que trataba de luchar contra la costumbre muy humana de ver lo negativo. Esta tendencia positivista iniciada por Martin Seligman y continuada por Mihály Csíkszentmihályi (intenten pronunciarlo) y Jonathan Haidt, se centra en los aspectos positivos, la creatividad, el buen humor, la sabiduría y la felicidad.


En la actualidad, cientos de entrenadores personales (autonombrados "coach"), consejeros, y conferencistas en todo el mundo hablan de las ventajas de esperar siempre lo positivo en la vida. Cientos de libros se venden en almacenes, librerías y semáforos tratando de estimular el pensamiento positivista en las personas. 

La madres modernas tratan de enseñar a sus hijos el poder que tienen los pensamientos positivos en la vida, corriendo el riesgo de que cuando estén adolescentes, descubran que no era suficiente con esperar lo mejor, y que había que luchar muy duro para conseguir buenos resultados. Quizás esta sea una de las causas de los problemas de depresión, ansiedad y estrés en nuestros jóvenes. 

Independiente del valor que se le dé al negativismo, la naturaleza ha dotado con ella, a nuestra especie, de un gran mecanismo de autoprotección. Este mecanismo, llamado por algunos Sesgo de negatividad, puede ser una excelente preparación para la supervivencia. 

Nuestra mente reacciona más profundamente a los estímulos nocivos que a los benéficos. El mejor ejemplo es cuando estamos viendo una película y de repente algo malo sucede (aparece un asesino con un cuchillo, o salta una víbora desde una alacena); los espectadores brincaremos en nuestras sillas, nos agarraremos del compañero del lado, y hasta podemos derramar nuestra bebida, sentimos taquicardia y respiramos más agitadamente. Biológicamente, eso quiere decir que estamos preparados para la acción. Por el contrario, si al protagonista de la película le ocurre algo bueno, la respuesta no será tan profunda e intensa. Quizás los mas románticos dejen escapar una lágrima, pero su cuerpo no se preparará para actuar. 

El sesgo de negatividad puede parecer un lastre biológico, pero tiene pleno sentido evolutivo. La hiperreactividad cerebral automática (más rápida que la toma de decisiones consciente) es lo que nos permite salvar la vida ante cualquier potencial amenaza, aunque a menudo sean falsas alarmas, como en el ejemplo de la película, o cuando nos cambiamos de acera porque se acerca un desconocido en la noche. Todos corremos cuando estamos pasando la calle y escuchamos un fuerte y desagradable pito. Si escucháramos música agradable, nadie se pondría a salvo.

El cerebro carece de un sistema similar para reaccionar ante lo bueno y placentero, porque ello no nos pone la vida en peligro. El que lo negativo prevalezca sobre lo positivo en la mente es lo que hace que el dolor por una pérdida económica sea mayor que el placer de una ganancia y que las emociones que suscita una mala noticia sean más fuertes, persistentes y difíciles de inhibir que las buenas noticias.

Hace algun tiempo en este mismo blog presenté una conferencia del epidemiólogo sueco Hans Rosling, (ver acá) que muestra como los humanos, con bastante frecuencia, solemos pensar que todo está mal y que la situación tiende a empeorar. Con estadísticas, el investigador mostraba que nuestro cerebro propende a la negatividad. Cada vez hay menos muertes violentas en el mundo, cada vez hay menos analfabetismo, cada vez hay menos pobres, cada vez hay mas libertades individuales... pero nuestro cerebro siempre se inclina a creer lo contrario. 

Precisamente el periodismo contemporáneo se alimenta de la natural inclinación humana a la negatividad. Por eso las malas noticias son las que se riegan más rápidamente. La normalidad nunca será una noticia. De esa misma manera, los lideres mundiales se aprovecha ese miedo innato a que todo tiende a ir peor para ganar adeptos. Todos los medios hablaban del agujero en la capa de ozono. Muy pocos hicieron bulla cuando el agujero comenzó a cerrarse. 

De la misma forma, las redes sociales son un caldo de cultivo para difundir el temor y el miedo. Las noticias malas (reales o falsas) son las que más rápido se difunden. 

El común de la gente cree que en el mundo hay más muertes violentas, menos niñas escolarizadas, unas tasas de vacunación más bajas, menor acceso a la electricidad y a Internet, más especies en peligro de extinción… de las que realmente hay. Ahora hay menos inequidad social que hace cincuenta años, menos racismo, menos machismo, pero tendemos a creer que estamos peor. En estas épocas de pandemia, se muestran más las cifras de muertos que las de las personas que se han recuperado. 

Rosling atribuye este instinto de negatividad, a la desmemoria sobre nuestro pasado, al sentimiento de que mientras las cosas estén mal, es inhumano reconocer que mejoran, y a la imagen distorsionada que transmiten los medios de comunicación y los activistas. Para ello solo hay una respuesta: la información correcta y adecuada. Algo que muy pocos hacen cuando reciben una falsa noticia. La mayoría de las personas reenvían los mensajes y cadenas, en especial los que contienen malas noticias, desastres o advertencias de peligros, sin verificar la información y ello genera más angustia. 

Como ocurre con todo lo humano, hay una gran variabilidad entre personas en la escala optimismo-pesimismo, que tiene una fuerte base genética.

Independiente de si se tiende a ser optimista o pesimista, hay una cosa que si es muy clara. El individuo que mayor posibilidad tiene para sobrevivir en un ambiente hostil, es quien logra adaptarse al cambio y la mejor forma de hacerlo es tener la información correcta.

Mi invitación no es a que dejemos el pesimismo. Es a que nos documentemos bien de los datos confiables. Esperemos lo mejor, pero estemos preparados para lo peor. 

A continuación les comparto este video del doctor Rosling que habla de la tendencia a creer que todo está peor, cuando realmente las cosas están mejor. 

Si quieren ver otro entretenido video del Dr. Rosling y su hijo, les sugiero ver este enlace Gapminder y el proyecto ignorancia

Lectura recomendada:  El instinto de negatividad





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