miércoles, 8 de febrero de 2012

El Negro, la ley SOPA y Rosa Montero.

Hace unos días, mi amiga y colega (en ese orden), Gloria David, me envió un relato escrito por la española Rosa Montero.  


EL NEGRO
por Rosa Montero

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.

De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.

Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

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Cuando leí el relato, quedé perplejo. Era la misma historia que había leído cuando era niño (¿quizás en 1978?) en Selecciones del Reader Digest (mi revista preferida en la infancia). La diferencia en el relato era que ocurría en un aeropuerto y no era comida lo que se compartía sino unas galletas. A lo largo de los años, he leído versiones en una estación del tren, con un paquete de snakies, etc. 

Siguiendo la pista como todo experto en averigüática,  he llegado a varios sitios donde ofrecen diferentes orígenes a la historia.

En un comentario de Luz Stella Rodas para la revista semana, menciona que "la primera versión es del escritor Douglas Adams, quien narra una anécdota sucedida en 1976 entre dos personajes masculinos en una estación de trenes en Inglaterra y lo que comparten es un paquete de galletas (Biscuits). Luego, la directora de cine suiza Korinna Sehringer desarrolla un cortometraje (Cookie Thief, 1998) y transcurre entre un turco y una europea en un Aeropuerto igualmente europeo." En el video, los créditos de la historia son para Valerie Cox.

El blog "Escritos sobre la cresta de una ola" registra que "El negro" fue escrito por Rosa Montero en mayo de 2005.   El mismo blog, hace referencia a un relato de Jorge Bucay llamado "Galletitas".

Debido a que "El negro" se ha dado a conocer en la internet y ha generado el rechazo de muchos lectores, Rosa Montero aseguró que dicha historia se la había narrado su editora alemana en un viaje a Portugal y la escribió convencida de que era cierta. 

¿Y qué tiene que ver esto con la ley S.O.P.A.?. 

Como muchos saben son un defensor de la libertad de expresión y del acceso libre al conocimiento. Pero también soy escritor. Creo que todos tenemos derecho a que se respete nuestros derechos de autor. Como escritor, no puedo (no debo) firmar como mía una historia que otro escribió.   

Esa ley tiene cosas muy malas, pero tiene puntos buenos. Uno de ellos es la protección al autor contra el plagio. Antes de atacar algo, hay que conocerlo.  Desafortunadamente muchos atacan la ley "por moda", sin conocerla siquiera. Yo defiendo unos puntos y disiento de otros.

A los "Anonymus" y a los otros, los que si ponen la cara, les pido que si alguien, algún día cuenta mis historias, por lo menos tenga la entereza de decir su verdadero origen. Y si ganan el Nobel de literatura... pues que lo compartan conmigo.

Hasta la próxima.

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