miércoles, 15 de febrero de 2012

Ane-Doctas de un médico desmemoriado

Se encuentran dos amigos después de mucho tiempo.
- Sabías que escribí un libro?
 - Si, yo lo compré.
 - Ahhh, ¿fuiste vos?

........

Y es que dicen que antes de abandonar este mundo hay que sembrar un árbol, tener un hijo, y escribir un libro.

No se angustien. No me estoy despidiendo, pero sí, ¡por fin publiqué un libro!

Un profesor y amigo dice que publicar un libro es más difícil que parir un hijo. No tengo el beneficio de la experiencia que tienen las madres. Creo que parir un hijo es más complicado. Sin embargo, les diré que demoré más de 25 años para decidirme a intentar publicar algunos de los cuentos que he escrito.

El libro se titula.   ANE-DOCTAS DE UN MEDICO DESMEMORIADO.

Recoge algunos cuentos relacionados con el mundo de la medicina. Varios cuentos de humor escritos por mi hace varios años.  Muchos de ellos parten de anécdotas propias o de amigos y conocidos. Tambien tiene algunos otros cuentos de ficción.

Es un libro para reír a carcajadas, para reflexionar sobre las relaciones entre los médicos y los pacientes, o simplemente para matar el tiempo.

categoría: Cuentos
año de edición: 2012
número de edición: 1
peso: 129 gr.
número de páginas: 91

Detalles de Impresión
formato: 14 x 21 cm (con solapa)
encuadernación: Rústico (pegado)
interior: Papel Bond 75 Grs, Blanco y Negro

$31.700.00  (COP - excento de IVA)



Por ahora, el libro está disponible en la editorial autores editores en Bogotá. Quien esté interesado en un ejemplar puede solicitarlo directamente a la editorial, haciendo click en el siguiente enlace  www.autoreseditores.com desde donde se lo enviarán a su casa luego de hacer un corto registro, o si prefieren, pueden escribirme al correo electrónico para mayor información.

Trae quince historias:   33, La punción lumbar, Sudadera, La droga salvadora, La Filosofía, La escopeta del alcalde, Un sueño, El arte de la medicina, El brote, La bomba, Amelia (cuento de misterio), Póstumo, La voz del corazón, Tipo de sangre, La escarapela.   

A continuación, les traigo uno de los cuentos del libro titulado "33".  
Espero lo disfruten.

******************************.



Raras veces un número es protagonista de una historia.  ¿Y por qué? Sencillo.  Cualquiera diría que los números no tienen personalidad.  Y eso es cierto en casi todos lo casos. Sin embargo, en mis clases de semiología médica (el arte de aprender a examinar e interpretar los signos y síntomas del paciente) aprendí de mi maestro que el número treinta y tres es un número con personalidad.

¿Que como así? Dirá usted. Se lo explicaré. Si alguna vez ha tenido la fortuna (o el infortunio) de ser examinado por un médico acucioso, posiblemente al colocarle en la espalda y el pecho el famoso aparatito llamado fonendoscopio (o estetoscopio), le pedirá que repita varias veces el número 33. 

¿Que si el fonendoscopio es...?

.... Sí, sí, es ese aparato misterioso que el médico se coloca en los oídos y que está conectado con unas mangueritas a una copita con una membrana que le colocan a usted sobre el pecho para escucharle el corazón.... sí, ese mismo.  
Bueno le sigo contando.  Mi maestro de semiología médica decía que el número treinta y tres era un número que daba muy buena resonancia.  Que cuando un paciente decía “33” el sonido de este número se transmitía por todo el pulmón y llegaba hasta la piel, donde el médico podía escucharlo con el fonendoscopio y dependiendo de la fuerza o atenuación con que llegara, podría establecer el tipo de enfermedad que le aquejaba.

Pues bien, una vez, cuando ya ejercía, me llegó un paciente que relataba tos.  Luego de un completo interrogatorio pasé a examinarlo en la camilla.   Le pedí que se quitara completamente la camisa.  Le examiné el pulso y le tomé la presión arterial.    Luego de examinar su cabeza y órganos de los sentidos pasé a examinarle el tórax.   A estas alturas, yo ya estaba casi convencido de que el señor tenía una bronquitis (inflamación de los bronquios).  Solo me faltaba un dato para confirmarlo.  Me puse a sus espaldas y coloqué mi fonendoscopio a la altura de sus omoplatos y le pedí:

-         Don Vicente, por favor diga “treinta y tres”

Moví unos centímetros el fonendoscopio y le pedí:
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!

Volví a mover el fonendoscopio
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!
-         Diga “treinta y tres” -repetí
-         ¡Treinta y tres!
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!
Así continuamos varias veces.  Yo pedía que dijera “treinta y tres” y él decía “treinta y tres”.  Cuando creí que ya todo estaba claro....
-         Diga “treinta y tres”
-         ¡Treinta y tres!
-         Siga.....
-         ¡Treinta y cuatro!...     ¡Treinta y cinco!...      ¡Treinta y seis!....     ¡Treinta y siete!

Afortunadamente yo me encontraba a sus espaldas y no se percató de que casi me estallo de la risa.   Creo que alcanzó a llegar como hasta “setenta” antes de que yo recobrara mi aplomo y en voz muy seria y muy profesional le dijera que ya era suficiente.

¿Ahora comprende usted, porque el “33” es el protagonista de esta historia?

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1 comentario:

  1. Saludos,
    Ocurre, generalmente cuando presumimos que nos entendieron el pedido.
    Gracias por compartir
    Shirley

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