miércoles, 26 de noviembre de 2025

La biblia vs la odisea. Un análisis interesante.

En los relatos bíblicos siempre encontramos gente líderes que pecan, cometen errores.  A diferencia de otros textos literarios, en la Biblia hasta los principales líderes cometen errores.  Noé se emborracha, Abraham duda, David engaña y traiciona. Son personajes de carne y hueso, con altibajos y contradicciones. La historia hebrea no teme contar que fueron derrotados, mientras la mayoría de las culturas prefieren narrar victorias. 

Esta semana quiero compartirles un texto que me gustó. Los trascribo textualmente de su fuente de facebook y doy completamente los créditos a su autor, el doctor Cesar Silva. 



¿𝐀𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐭𝐞 𝐡𝐚𝐬 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐥𝐚 𝐁𝐢𝐛𝐥𝐢𝐚 𝐇𝐞𝐛𝐫𝐞𝐚 𝐣𝐚𝐦𝐚́𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐝𝐮𝐣𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐈𝐥𝐢́𝐚𝐝𝐚, 𝐮𝐧𝐚 𝐎𝐝𝐢𝐬𝐞𝐚 𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐄𝐧𝐞𝐢𝐝𝐚? ¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐬𝐮𝐫𝐠𝐢𝐨́ 𝐞𝐧 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥 𝐮𝐧 𝐀𝐪𝐮𝐢𝐥𝐞𝐬, 𝐮𝐧 𝐇𝐞́𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐨 𝐮𝐧 𝐆𝐢𝐥𝐠𝐚𝐦𝐞𝐬𝐡? ¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́, 𝐞𝐧 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐡𝐞́𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐠𝐢𝐠𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬𝐜𝐨𝐬, 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞𝐬 𝐟𝐫𝐚́𝐠𝐢𝐥𝐞𝐬, 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐝𝐢𝐜𝐭𝐨𝐫𝐢𝐨𝐬 𝐲 𝐩𝐫𝐨𝐟𝐮𝐧𝐝𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐡𝐮𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬?

Esta pregunta, aparentemente literaria, nos conduce a una verdad decisiva: Israel no creyó jamás que la salvación viniera de sus héroes. La fuerza, la victoria y la gloria pertenecen únicamente a YHVH. Y esa decisión espiritual redefinió para siempre la visión occidental del poder.

Cuando uno vuelve a leer el Canto del Mar en Éxodo 15, la afirmación es frontal, sin ambigüedades: “𝘠𝘏𝘝𝘏 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘨𝘶𝘦𝘳𝘳𝘦𝘳𝘰, 𝘠𝘏𝘝𝘏 𝘦𝘴 𝘴𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦” (Éxodo 15:3). No dice: “YHVH apoya a nuestros héroes”, ni “YHVH inspira a los valientes”. No. El texto proclama que el verdadero combatiente es Él. Israel no canta su propia fuerza; canta la fuerza divina. El paradigma se invierte: el poder no nace del brazo humano, sino de la iniciativa divina.

Justo aquí encaja la voz solemne del Deuteronomio, subrayando la misma verdad desde otra perspectiva: “YHVH vuestro Dios, que va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todo lo que hizo con vosotros en Egipto ante vuestros ojos” (Deuteronomio 1:30).

Israel no vence: Israel contempla. Es YHVH quien actúa.

La Biblia Hebrea inaugura así un estilo literario inédito: no es una épica humana donde los héroes brillan, sino una narrativa teológica donde el único héroe absoluto es YHVH. Y esto ocurre porque Israel nunca tuvo la historia militar para construir epopeyas. A diferencia de Egipto, Asiria o Babilonia, Israel no fue un imperio. No ganó largas campañas. No vivió edades doradas de expansión. Su memoria está hecha de pequeñas victorias, grandes desastres, invasiones y exilios.

¿Cómo cantar epopeyas heroicas desde una historia llena de derrotas?

Jean-Louis Ska lo expresa de manera contundente: Israel no podía escribir una Ilíada porque no tenía nada que celebrar en términos militares. Pero lo sorprendente es que, en lugar de ocultar esta fragilidad, la convirtió en teología. Transformó lo que sería una desventaja literaria en una revolución espiritual: no necesitamos héroes porque nuestro héroe es YHVH.

La Biblia no es una epopeya humana porque su centro no es la gloria del hombre, sino la intervención inesperada del Dios de Israel. Y aquí resuena con poder un relato que confirma esta afirmación:

“𝘠 𝘯𝘰 𝘩𝘶𝘣𝘰 𝘥𝘪́𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭, 𝘯𝘪 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘯𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘶𝘦́𝘴 𝘥𝘦 𝘦́𝘭, 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘥𝘰 𝘠𝘏𝘝𝘏 𝘭𝘢 𝘷𝘰𝘻 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦; 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘠𝘏𝘝𝘏 𝘱𝘦𝘭𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘱𝘰𝘳 𝘐𝘴𝘳𝘢𝘦𝘭” (Josué 10:14).

Ni Aquiles, ni Eneas, ni Héctor: el protagonista de la historia es el Dios guerrero.

La diferencia con la literatura grecorromana es radical. En Homero, los héroes son nobles, hermosos, hijos de reyes o de dioses. En la Biblia, en cambio, los protagonistas son pastores, agricultores, mujeres, migrantes, padres ancianos, hijos menores, soñadores, artesanos, pescadores. En Homero, la épica celebra la fuerza y el honor. En la Biblia, la narrativa celebra la vulnerabilidad humana y la potencia divina. La santidad no se manifiesta en la prepotencia heroica, sino en la fragilidad visitada por YHVH.

Por eso, cuando el texto dice “YHVH es un guerrero”, no está describiendo un dios violento o caprichoso. Está declarando que la justicia divina no abandona al pobre, al débil, al oprimido. El primer acto de esta teología ocurre en Egipto: YHVH no solo derrota a los carros del faraón; derrota el orden imperial que asfixia a los esclavos.

El Éxodo no es solo una salida: es un desafío teológico contra la estructura que aplasta vidas humanas.

Por eso, los profetas no hablan de un dios que se complace en la guerra, sino de un Dios que asume la defensa del indefenso. Esta guerra divina no enaltece la violencia humana; la desplaza. La batalla no pertenece al hombre. La batalla pertenece a YHVH. Lo repite David ante Goliat: “Porque de YHVH es la batalla” (1 Samuel 17:47). Lo repite Zacarías ante los restos del pueblo regresado del exilio: “𝘕𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘦𝘫𝘦́𝘳𝘤𝘪𝘵𝘰 𝘯𝘪 𝘤𝘰𝘯 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘻𝘢, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘮𝘪 𝘌𝘴𝘱𝘪́𝘳𝘪𝘵𝘶, 𝘩𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘩𝘰 𝘠𝘏𝘝𝘏 𝘚𝘦𝘣𝘢𝘰𝘵” (Zacarías 4:6).

Aquí está la revolución espiritual: la historia no es el campo de gloria de los héroes humanos, sino el espacio donde YHVH interviene cuando el pueblo está sin salida. La fuerza humana no es la fuente de la salvación; es YHVH quien abre camino en el mar, quien derriba murallas, quien confunde al enemigo, quien sostiene al que ya no puede.

La victoria no es mérito humano; es gracia divina.


Dr. César Silva®.

Director de LIMUD®.

Especialista en Biblia Hebrea.

___________________

Ska, J.-L. (2006). 𝐈𝐧𝐭𝐫𝐨𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐞𝐧𝐭𝐚𝐭𝐞𝐮𝐜𝐨. Editorial Verbo Divino.

Pagán, S. (2013). 𝐏𝐨𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐞𝐧𝐭𝐚𝐭𝐞𝐮𝐜𝐨: 𝐈𝐧𝐭𝐫𝐨𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐢𝐭𝐞𝐫𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐲 𝐭𝐞𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢́𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐞𝐧𝐭𝐚𝐭𝐞𝐮𝐜𝐨. Publicaciones Luz y Vida / CLIE.

Sicre, J. L. (2000). 𝐏𝐫𝐨𝐟𝐞𝐭𝐚𝐬: 𝐋𝐢𝐭𝐞𝐫𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐲 𝐦𝐞𝐧𝐬𝐚𝐣𝐞. Editorial Trotta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario