miércoles, 12 de abril de 2017

Amanecer. Un cuento de Adri Diaz

Hace poco en un taller literario hablábamos de analepsis y prolepsis. 

La analepsis  es una técnica que altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y trasladando la acción al pasado.  Es decir, narrar en retrospectiva, como si se estuviera devolviendo la acción en el tiempo. 

Se diferencia del "Racconto" en que este último se devuelve al pasado pero la historia transcurre hacia adelante.

La prolepsis es un salto que se da desde el presente hacia el futuro anticipando los acontecimientos. 

Como aporte al mes del idioma y haciendo un homenaje a la escritora argentina Adri Diaz,  les comparto un bellísimo cuento con la técnica de analepsis.



AMANECER


Papá me acarició como si hubiese sido la primera vez que lo hacía. Rozó con su nariz mi mejilla y tuve la sensación de sentir como un cosquilleo. Fue extraño pero agradable. Me pareció que él también se estremecía por poder tocarme. No podía casi abrir mis ojos más tenía la sensación de que todo volvía a llenarse de luz. Cuando pensé que no iba a suceder algo más bello en ese día, escuché la voz de mamá. Era maravillosa. Musical e inconfundible. Tal como la recordaba. Quiero verlo, dijo y él se volvió hacia ella, conmigo en sus brazos. Creo que lloré. 

En el principio no había estado cómodo y feliz en aquel sitio. Tal vez por eso, cuando esta mañana me di cuenta que debía abandonarlo, me sorprendí intentando resistirme. Me fue imposible. Había algo pugnando porque saliera. Una fuerza externa. Incontrolable. Demasiada energía para lograr hacerle frente por mucho rato. Me mantuve firme todo lo que pude hasta que alguien me tomó de los pies. Consiguió asirse de ellos y tiró. Sentí que caía en un abismo y tuve miedo. No sabía que ellos iban a estar allí, esperándome.

Antes, todo me había resultado demasiado oscuro y casi no podía verme. No lograba hacer pie y mi universo se movía a un ritmo y modo que no conocía. No me imaginé que en algún tiempo, no iba a querer abandonar aquel mundo a ciegas en el que me movía y daba vueltas. Cuando recién había comenzado a acostumbrarme, llegaron a mí los sonidos. Pude oír. Entonces, dediqué gran parte de mi estadía allí, a distinguirlos. Eso fue en verdad entretenido. Lo que mejor se escuchaba eran sus voces. Suaves a veces, como saltarinas otras, pero siempre hermosas. Aprendí a reconocerlas y también a lo que percibí era mi propia voz pues sonaba a cada instante y desde adentro. Era mi latido. 
Así lo había explicado aquel guía que me condujo hasta ese lugar. 

En el origen, mi vida había transcurrido sin saltos ni remolinos. Una existencia continua y perfecta sin alteraciones ni discontinuidades. Disfrutábamos del silencio y de la quietud. Sólo a veces, con mis hermanos menores salíamos a jugar y andábamos de un lado al otro por las grandes extensiones de verde. Fue uno de esos días, en los que me tropecé con quién me había creado, paseando por el jardín. Como siempre que lo encontrábamos, una brisa nos envolvió. Se acercó a mí, se agachó hasta donde yo pudiera sentirlo y sopló su aliento. El ayudante que me acompañaba explicó que aquel era el respiro de lo que en adelante, se llamaría mi vida. En la tierra, agregó, y por primera vez, una pequeña tibieza me atravesó de punta a punta. Después supe que eso era la nostalgia.

Me despedí de aquel lugar en donde había vivido desde siempre. Tuve la sensación que quizás por un tiempo podría llegar a olvidarlo. Intenté absorberlo todo para llevarlo dentro de mí. Miré a mis hermanos menores y supe que los echaría de menos. Hasta que volvamos a vernos, les dije y sentí que entraba como en una cavidad desconocida. Estaba emocionado. Pronto conocería a mamá y papá.



 Adri Diaz



Si quieren conocer más de esta autora, les recomiendo visitar su blog:  La chica de Azul .  Encontrarán mas cuentos bellísimos. 

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